Jorgetac
Curveando
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VIAJE POR ANDALUCIA 2009
Por Cristóbal Quesada Enciso.
EncisoGT
CAPITULO 1º.
Corría Marzo o Abril de 2008, no lo recuerdo exactamente pero por ahí era, cuando nos reunimos en casa de alguien, que tampoco recuerdo cual fue, los que hemos sido protagonistas de este viaje. Entonces, entre alguna cerveza de más y algún güisqui de sobra, surgió la idea de hacer un viaje “redondo” por Andalucía. Para tocar todos los palos, como en el flamenco. Las ocho provincias.
Empezó a perfilarse entonces, lo que año y medio después ha resultado ser toda una experiencia de conocimiento de una Comunidad, la Andaluza, que nos ha mostrado generosamente sus paisajes, sus pueblos y ciudades, sus gentes, su forma de ver la vida y sobretodo, su gastronomía. Es cierto que sólo hemos rascado la superficie andaluza, porque diecisiete días no dan para la convivencia más profunda necesaria para conocer toda una región y a unas gentes, que aunque agrupadas bajo la misma bandera, son distintas hasta en la forma de destrozar el idioma. Nos hemos quedado como en los noviazgos de verano. Sólo con el sabor de sus labios. Pero “de zeguro que noh jabemoh traío” mucho de ella. Pegado en los riñones, sin dudarlo.
Pero no nos adelantemos. Volvamos a los preparativos. Porque en principio se plantearon muchos objetivos, seguidos también de muchas dudas. En cuanto a la manera, etapas largas o cortas. En cuanto al modo, salida a destino sin parar o parando. Una o dos ciudades de base desde donde movernos o una ruta por etapas de ciudad en ciudad ¿Llevamos nuestras motos o alquilamos?.... ¡Hasta la ropa de lluvia, llevarla o no! ¡Cristóbal!... ¿Nos lloverá o no?... ¡Y yo que sé, pisha!... Pues nos llovió, si señor. Y también pasamos todo el calor del mundo.
Teorías y fabulaciones a parte, fuimos poco a poco, reunión tras reunión, perfilando un viaje en el que por el número de participantes, doce, casi una concentración por si, cuajó un rutómetro en el que obligadamente iban a entrar casi todos los deseos y aspiraciones de cada uno, resultando a postre un viaje turístico-gastronómico de veintiún días de duración.
Después, el barco de Acciona diría la última palabra y hubimos de reducirlo a diecisiete días. Cosas de la logística, a la que hay que adaptarse. O como bien sabemos los canarios, planificar a tempore con unos horarios que te facilitan hoy, y que cambian sin previo aviso el mismo día de la salida. Nada nuevo bajo el sol, o lo que es lo mismo, experiencia acumulada para próximos viajes. Y para que sirva como primera anécdota de esta crónica, el mismo día que fuimos a embarcar las motos, nos dijeron que deberíamos estar un día antes en el puerto de Cádiz al regreso. Con esto, ya perdíamos un día más de viaje y de hotel. Así que, a negociar con este y con aquél, para que nos permitieran llegar al puerto de Cádiz tan sólo unas horas antes de que el barco zarpase rumbo a Tenerife. Al final se consiguió. Pero a algunos no nos llegaba la camisa al cuerpo.
Pasó el tiempo, y llegó 2009. Hubo algunos, que para hacer la espera más corta se fueron a Nueva York a partir el año. Pero esto es otra historia. Había mucho que hacer. Al final decidimos que iríamos de ciudad en ciudad o pueblo, durmiendo cada noche en un sitio distinto. No es fácil llegar a un pueblo como Alhama de Granada y encontrar seis habitaciones para una noche en el mismo hotel. Eso, si es que el pueblo tiene más de un hotel donde optar. Decidimos planificar las rutas aprovechando para visitar los veintitantos parques naturales y nacionales que tiene Andalucía. Esto suponía dormir en algunos pueblos cuya disponibilidad hotelera no era muy extensa. Había que hacer la reserva previamente, y tuvimos que modificar algún que otro destino alargando o acortando los kilómetros en función del hotel. Nos pasó con Archidona, por ejemplo.
Al tratarse decididamente de un viaje turístico-gastronómico, era imprescindible hacer una pequeña guía con la historia, cosas interesantes que ver, de los pueblos, ciudades y lugares por los que íbamos a pasar. Con ella, editaremos próximamente un libro de recuerdo para cada uno de los participantes, que estará en formato informático disponible para quién se anime a seguir nuestros pasos.
También era imprescindible planificar algún que otro plato típico. ¡Como no! gazpacho, salmorejo, migas de pan, callos, “pescaíto”, marisco en el Romerijo, espetos en Málaga, gambas de Garrucha, jamón… en Jabugo, tortitas de camarones, rabo de toro en Ronda entre otros, y … mucha Cruzcampo 0/-2º, lo que conlleva dejar las motos “mu quietah” para ir con tranquilidad.
Visitas a algún monumento significativo: la Mezquita de Córdoba y su barrio de la Judería, el Castillo de Santa Catalina y la Catedral de Jaén; La Alhambra de Granada para la que es necesario tener la entrada con bastante antelación; la Catedral de Sevilla con Giralda y Giraldillo incluidos y el barrio de la Cruz y Triana; El Rocío y Matalascañas con Doñana de por medio en Huelva; Úbeda y Baeza dos joyas del Renacimiento español, ambas Patrimonio de la Humanidad, etc.
Planificar mucho, todo ello por Internet y teléfono y con un océano de por medio. Muchas cosas salieron bien, otras no tanto y otras fueron mal. Pero lo importante estuvo en la buena voluntad de todos, que hizo que al final fuera un viaje estupendo e inolvidable.
Al menos para mí, el viaje comenzó el día 28 de Agosto a eso de las 5 de la tarde, cuando nos presentamos en el puerto de Santa Cruz a dejar las motos para su embarque.
Había caras de ilusión y de preocupación. Caras de despedida “para no volverte a ver” y caras de madres cuyos hijos parten para la guerra, con un destino y futuro inciertos. Caras de padres, que acaban de dejar a sus niñas en manos de un hijo de puta que le retorcerá el puño a las diez mil vueltas para recorrer los cien metros hasta el barco. ¡Y seguro que…! ¡Y como yo vea…! ¡Y como le hagan…! Risas nerviosas para restarle importancia a la procesión, que va por dentro. Pero más de uno estaba arrepentido de no haberse ido en el barco, aunque marean como peonzas.
El caso es, que las embarcaron. Y que llegaron a Cádiz sin novedad como pudimos ver allí personalmente mientras las desembarcaban. Y que allí al menos, fue el mismo chaval quién desembarcó todas. Y lo hizo bien y sin retorcerles el pescuezo. Pero ¡claro!, hay que entender que a las “niñas” no va a venir cualquiera a “montárselas”. ¡Que eso es pecado!
Hicimos una “arrancadilla” en mi casa. Nada especial. Pero ¿Qué es un viaje o una concentración sin la arrancadilla?
Es un rato importante, en el que cada uno pone sus ilusiones sobre la mesa. Un rato, que sirve para relajar esos nervios previos y en el que nos decimos y deseamos que todo va a salir bien. Un rato, en el que te enteras de lo que va a llevar cada uno y te ríes mucho de ti mismo porque vas “atascao” con las cosas imprescindibles que tú consideras importantes, mientras que tu mujer considera otras cosas como más fundamentales. Un rato de amistad y de buen rollo.
El día 30 de Agosto, a eso de mediodía, nos vimos todos en el aeropuerto de Los Rodeos, para coger el avión que nos llevaría a Sevilla. El tabaco fluye en la puerta del aeropuerto, uno tras otro, porque Suso no aparece. Pero aparece. ¡Digo, si aparece! Tranquilo, parsimonioso, con su eterna sonrisa en la boca. ¿qué paasssaaa? Pues eso, ¡que no pasa ná! ¡Que nos vamos de viaje! ¡Que es verdad…!
Cuando llegamos a Sevilla a su aeropuerto de San Pablo, tuvimos un primer encontronazo con la realidad. Cuarenta grados a la sombra de la parada de taxis. ¡Ojú!, se dejó oír de alguna boca fina. ¡Cagonlaputa!, de alguna menos fina. Un taxi sin aire acondicionado, con las ventanillas abiertas… “pa quentre laire, ¡joé!”, y se queda uno pensando… “lo quentra e fuego, joputa”, y a continuación añade… “¡ehto no er ná! A sincuenta graoh ehtuvimoh er lotro día. Eztuve tentáo de poné er laire acondisionao der coshe”. Y a uno, que ya le va cayendo la gota por la espalda, piensa y añade: “que gasta musho gasoil ¿no? Y sin que tu hayas llegado a abrir el pico todavía, el tío remata diciéndote: “mi muhé eztá ya penzando en zaca la ropa dinvierno”. ¡Este cabrón me la está metiendo! ¡Con “grasia y salero”!. En fin, que os estaba diciendo que un taxi nos llevó hasta el hotel Zenith. Enclavado en el barrio de Triana, muy cerca del puente del mismo nombre y de la calle Betis, donde nos acercamos ya de noche y 33 ó 34 grados sólo, a tomarnos unas tapas por aquellos bares, con unas cuantas “crucescampos” puestas a -2º que “quitaner zentío”. La verdad, hay que reconocerles, que saben tirar una caña como nadie.
Te llevas también para el hotel, el otro lado iluminado del río. La Torre del Oro, la Maestranza detrás, y descollando entre tejados más bajos, los pináculos de la hermosa Catedral de Sevilla con su minarete hecho campanario. Lo más famoso de Sevilla después de la Macarena y “er Beti”, según un sevillano al que pregunté. La Giralda. Mirando las aguas del río desde el puente de Triana, se te va el pensamiento acompañando su calmado fluir, a tanta historia que han contemplado sus riberas. Por allí navegaron fenicios, romanos, godos, árabes, cristianos. Por allí fluyó un río de oro que provenía del esquilmo de las nuevas indias… Pero hay que madrugar.
El día 31 la cita es a las 8 de la mañana. Una guagua nos recoge en la puerta del hotel a los doce con nuestro equipaje, y nos lleva directamente al puerto de Cádiz para recoger las motos.
La verdad es que es una comodidad y un lujo. De puerta a puerta. Y adelantándome a contaros la vuelta del 15 de Septiembre, que también hicimos en guagua pero al contrario, nadie durmió nada. La conversación en la guagua fluye animada. Hay risas y chistes y bromas. Aunque también hay ojos que miran a izquierda y derecha buscando el mar. No estamos acostumbrados a salir de casa y no ver el mar. Un paisaje llano como la palma de la mano, marcado de campos cultivados extensos hasta perderse la vista. Menos mal que no es la época, porque de serlo y hasta Jerez que empiezan los viñedos, nos hubiéramos encontrado blancos algodonales que hacen del paisaje pistas de nieve donde no hay montañas.
Entramos en Cádiz por el puente, de Carranza creo que se llama, y nos da la impresión de recibirnos con una luz increíble. Esa luz que captan pintores y ensalzan poetas. Pero no van las caras para luces, poetas ni gaitas. Resurgen las de la preocupación por las “niñas”. ¿Cómo habrán dormido? ¿Se habrán mareado? ¿Alguien les habrá cogido la manita para darle consuelo en la oscuridad de la bodega? ¡Ay!
Entre ayes y lamentos, y después de mandarnos una buena pateada por el puerto salimos a donde quedaron las mujeres con el equipaje, que no era cuestión de volver a pasar aduana, ya por fin motorizados. Pusimos los contadores a cero, y comenzamos nuestro viaje redondo por Andalucía.
Continuará............
Por Cristóbal Quesada Enciso.
EncisoGT
CAPITULO 1º.
Corría Marzo o Abril de 2008, no lo recuerdo exactamente pero por ahí era, cuando nos reunimos en casa de alguien, que tampoco recuerdo cual fue, los que hemos sido protagonistas de este viaje. Entonces, entre alguna cerveza de más y algún güisqui de sobra, surgió la idea de hacer un viaje “redondo” por Andalucía. Para tocar todos los palos, como en el flamenco. Las ocho provincias.
Empezó a perfilarse entonces, lo que año y medio después ha resultado ser toda una experiencia de conocimiento de una Comunidad, la Andaluza, que nos ha mostrado generosamente sus paisajes, sus pueblos y ciudades, sus gentes, su forma de ver la vida y sobretodo, su gastronomía. Es cierto que sólo hemos rascado la superficie andaluza, porque diecisiete días no dan para la convivencia más profunda necesaria para conocer toda una región y a unas gentes, que aunque agrupadas bajo la misma bandera, son distintas hasta en la forma de destrozar el idioma. Nos hemos quedado como en los noviazgos de verano. Sólo con el sabor de sus labios. Pero “de zeguro que noh jabemoh traío” mucho de ella. Pegado en los riñones, sin dudarlo.
Pero no nos adelantemos. Volvamos a los preparativos. Porque en principio se plantearon muchos objetivos, seguidos también de muchas dudas. En cuanto a la manera, etapas largas o cortas. En cuanto al modo, salida a destino sin parar o parando. Una o dos ciudades de base desde donde movernos o una ruta por etapas de ciudad en ciudad ¿Llevamos nuestras motos o alquilamos?.... ¡Hasta la ropa de lluvia, llevarla o no! ¡Cristóbal!... ¿Nos lloverá o no?... ¡Y yo que sé, pisha!... Pues nos llovió, si señor. Y también pasamos todo el calor del mundo.
Teorías y fabulaciones a parte, fuimos poco a poco, reunión tras reunión, perfilando un viaje en el que por el número de participantes, doce, casi una concentración por si, cuajó un rutómetro en el que obligadamente iban a entrar casi todos los deseos y aspiraciones de cada uno, resultando a postre un viaje turístico-gastronómico de veintiún días de duración.
Después, el barco de Acciona diría la última palabra y hubimos de reducirlo a diecisiete días. Cosas de la logística, a la que hay que adaptarse. O como bien sabemos los canarios, planificar a tempore con unos horarios que te facilitan hoy, y que cambian sin previo aviso el mismo día de la salida. Nada nuevo bajo el sol, o lo que es lo mismo, experiencia acumulada para próximos viajes. Y para que sirva como primera anécdota de esta crónica, el mismo día que fuimos a embarcar las motos, nos dijeron que deberíamos estar un día antes en el puerto de Cádiz al regreso. Con esto, ya perdíamos un día más de viaje y de hotel. Así que, a negociar con este y con aquél, para que nos permitieran llegar al puerto de Cádiz tan sólo unas horas antes de que el barco zarpase rumbo a Tenerife. Al final se consiguió. Pero a algunos no nos llegaba la camisa al cuerpo.
Pasó el tiempo, y llegó 2009. Hubo algunos, que para hacer la espera más corta se fueron a Nueva York a partir el año. Pero esto es otra historia. Había mucho que hacer. Al final decidimos que iríamos de ciudad en ciudad o pueblo, durmiendo cada noche en un sitio distinto. No es fácil llegar a un pueblo como Alhama de Granada y encontrar seis habitaciones para una noche en el mismo hotel. Eso, si es que el pueblo tiene más de un hotel donde optar. Decidimos planificar las rutas aprovechando para visitar los veintitantos parques naturales y nacionales que tiene Andalucía. Esto suponía dormir en algunos pueblos cuya disponibilidad hotelera no era muy extensa. Había que hacer la reserva previamente, y tuvimos que modificar algún que otro destino alargando o acortando los kilómetros en función del hotel. Nos pasó con Archidona, por ejemplo.
Al tratarse decididamente de un viaje turístico-gastronómico, era imprescindible hacer una pequeña guía con la historia, cosas interesantes que ver, de los pueblos, ciudades y lugares por los que íbamos a pasar. Con ella, editaremos próximamente un libro de recuerdo para cada uno de los participantes, que estará en formato informático disponible para quién se anime a seguir nuestros pasos.
También era imprescindible planificar algún que otro plato típico. ¡Como no! gazpacho, salmorejo, migas de pan, callos, “pescaíto”, marisco en el Romerijo, espetos en Málaga, gambas de Garrucha, jamón… en Jabugo, tortitas de camarones, rabo de toro en Ronda entre otros, y … mucha Cruzcampo 0/-2º, lo que conlleva dejar las motos “mu quietah” para ir con tranquilidad.
Visitas a algún monumento significativo: la Mezquita de Córdoba y su barrio de la Judería, el Castillo de Santa Catalina y la Catedral de Jaén; La Alhambra de Granada para la que es necesario tener la entrada con bastante antelación; la Catedral de Sevilla con Giralda y Giraldillo incluidos y el barrio de la Cruz y Triana; El Rocío y Matalascañas con Doñana de por medio en Huelva; Úbeda y Baeza dos joyas del Renacimiento español, ambas Patrimonio de la Humanidad, etc.
Planificar mucho, todo ello por Internet y teléfono y con un océano de por medio. Muchas cosas salieron bien, otras no tanto y otras fueron mal. Pero lo importante estuvo en la buena voluntad de todos, que hizo que al final fuera un viaje estupendo e inolvidable.
Al menos para mí, el viaje comenzó el día 28 de Agosto a eso de las 5 de la tarde, cuando nos presentamos en el puerto de Santa Cruz a dejar las motos para su embarque.
Había caras de ilusión y de preocupación. Caras de despedida “para no volverte a ver” y caras de madres cuyos hijos parten para la guerra, con un destino y futuro inciertos. Caras de padres, que acaban de dejar a sus niñas en manos de un hijo de puta que le retorcerá el puño a las diez mil vueltas para recorrer los cien metros hasta el barco. ¡Y seguro que…! ¡Y como yo vea…! ¡Y como le hagan…! Risas nerviosas para restarle importancia a la procesión, que va por dentro. Pero más de uno estaba arrepentido de no haberse ido en el barco, aunque marean como peonzas.
El caso es, que las embarcaron. Y que llegaron a Cádiz sin novedad como pudimos ver allí personalmente mientras las desembarcaban. Y que allí al menos, fue el mismo chaval quién desembarcó todas. Y lo hizo bien y sin retorcerles el pescuezo. Pero ¡claro!, hay que entender que a las “niñas” no va a venir cualquiera a “montárselas”. ¡Que eso es pecado!
Hicimos una “arrancadilla” en mi casa. Nada especial. Pero ¿Qué es un viaje o una concentración sin la arrancadilla?
Es un rato importante, en el que cada uno pone sus ilusiones sobre la mesa. Un rato, que sirve para relajar esos nervios previos y en el que nos decimos y deseamos que todo va a salir bien. Un rato, en el que te enteras de lo que va a llevar cada uno y te ríes mucho de ti mismo porque vas “atascao” con las cosas imprescindibles que tú consideras importantes, mientras que tu mujer considera otras cosas como más fundamentales. Un rato de amistad y de buen rollo.
El día 30 de Agosto, a eso de mediodía, nos vimos todos en el aeropuerto de Los Rodeos, para coger el avión que nos llevaría a Sevilla. El tabaco fluye en la puerta del aeropuerto, uno tras otro, porque Suso no aparece. Pero aparece. ¡Digo, si aparece! Tranquilo, parsimonioso, con su eterna sonrisa en la boca. ¿qué paasssaaa? Pues eso, ¡que no pasa ná! ¡Que nos vamos de viaje! ¡Que es verdad…!
Cuando llegamos a Sevilla a su aeropuerto de San Pablo, tuvimos un primer encontronazo con la realidad. Cuarenta grados a la sombra de la parada de taxis. ¡Ojú!, se dejó oír de alguna boca fina. ¡Cagonlaputa!, de alguna menos fina. Un taxi sin aire acondicionado, con las ventanillas abiertas… “pa quentre laire, ¡joé!”, y se queda uno pensando… “lo quentra e fuego, joputa”, y a continuación añade… “¡ehto no er ná! A sincuenta graoh ehtuvimoh er lotro día. Eztuve tentáo de poné er laire acondisionao der coshe”. Y a uno, que ya le va cayendo la gota por la espalda, piensa y añade: “que gasta musho gasoil ¿no? Y sin que tu hayas llegado a abrir el pico todavía, el tío remata diciéndote: “mi muhé eztá ya penzando en zaca la ropa dinvierno”. ¡Este cabrón me la está metiendo! ¡Con “grasia y salero”!. En fin, que os estaba diciendo que un taxi nos llevó hasta el hotel Zenith. Enclavado en el barrio de Triana, muy cerca del puente del mismo nombre y de la calle Betis, donde nos acercamos ya de noche y 33 ó 34 grados sólo, a tomarnos unas tapas por aquellos bares, con unas cuantas “crucescampos” puestas a -2º que “quitaner zentío”. La verdad, hay que reconocerles, que saben tirar una caña como nadie.
Te llevas también para el hotel, el otro lado iluminado del río. La Torre del Oro, la Maestranza detrás, y descollando entre tejados más bajos, los pináculos de la hermosa Catedral de Sevilla con su minarete hecho campanario. Lo más famoso de Sevilla después de la Macarena y “er Beti”, según un sevillano al que pregunté. La Giralda. Mirando las aguas del río desde el puente de Triana, se te va el pensamiento acompañando su calmado fluir, a tanta historia que han contemplado sus riberas. Por allí navegaron fenicios, romanos, godos, árabes, cristianos. Por allí fluyó un río de oro que provenía del esquilmo de las nuevas indias… Pero hay que madrugar.
El día 31 la cita es a las 8 de la mañana. Una guagua nos recoge en la puerta del hotel a los doce con nuestro equipaje, y nos lleva directamente al puerto de Cádiz para recoger las motos.
La verdad es que es una comodidad y un lujo. De puerta a puerta. Y adelantándome a contaros la vuelta del 15 de Septiembre, que también hicimos en guagua pero al contrario, nadie durmió nada. La conversación en la guagua fluye animada. Hay risas y chistes y bromas. Aunque también hay ojos que miran a izquierda y derecha buscando el mar. No estamos acostumbrados a salir de casa y no ver el mar. Un paisaje llano como la palma de la mano, marcado de campos cultivados extensos hasta perderse la vista. Menos mal que no es la época, porque de serlo y hasta Jerez que empiezan los viñedos, nos hubiéramos encontrado blancos algodonales que hacen del paisaje pistas de nieve donde no hay montañas.
Entramos en Cádiz por el puente, de Carranza creo que se llama, y nos da la impresión de recibirnos con una luz increíble. Esa luz que captan pintores y ensalzan poetas. Pero no van las caras para luces, poetas ni gaitas. Resurgen las de la preocupación por las “niñas”. ¿Cómo habrán dormido? ¿Se habrán mareado? ¿Alguien les habrá cogido la manita para darle consuelo en la oscuridad de la bodega? ¡Ay!
Entre ayes y lamentos, y después de mandarnos una buena pateada por el puerto salimos a donde quedaron las mujeres con el equipaje, que no era cuestión de volver a pasar aduana, ya por fin motorizados. Pusimos los contadores a cero, y comenzamos nuestro viaje redondo por Andalucía.
Continuará............