Empezaremos por el principio de los tiempos:
Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, durante un mes de septiembre, un viajero observaba cómo los dedos de su pie derecho sobresalían torpemente de la escayola que le cubría media pierna. Mientras tanto, en Sierra Nevada, se reunían varios miles de moteros sin sospechar que faltaba uno. El juramento de no faltar en 2009 fue inevitable. Y yo siempre cumplo mi palabra.
Hace mucho tiempo (pero no tanto como en el párrafo de antes) mi amigo
Max, Sultanito de Ibiza, Señor de los chistes, los gestos y las mil revistas de motos, me hizo partícipe de su intención de ir a la riders de Sierra Nevada.
-Si tú me llevas te llevo yo, le propuse.
Media hora más tarde de la hora a la que habíamos quedado, aparecí en el puerto de San Antonio.
Presagio de lo que habría de suceder a lo largo de todo el fin de semana fueron apareciendo de debajo de las piedras amigos y gente que nos conocía y se acercaban a saludarnos y desearnos buena ruta; entre ellos el gran
CharlyGS, que no pudo por menos que disfrazarse de sultán.
Veo que pronto me quitan el puesto. Pero si son mis amigos no me importa (mis deseos de buena ruta por Pirineos,
Carlos)
Y embarcamos.
El barco estaba tan contento como nosotros y no paraba de bailar, de una ola hacia otra, de otra ola hacia una… y así todo el trayecto.
Para que se nos hiciera más agradable el viaje comencé a contar historias de viajes a
Max.
Se puso blanco, se mareó y se abrazó a una bolsa de plástico. Él dice que era por las olas; yo me temo que fue por el rollo que le estaba soltando.
La cosa es que me di cuenta de que en mi cuello faltaba un colgante que me había regalado una hermosa dama; se trataba de una cruz tuareg con un gran significado para mí dado que en Roma había perdido otra que había comprado en Merzouga. Me fui a buscarla (la cruz) por todo el barco (así el riesgo de ver la primera papilla de
Max disminuía). Ni rastro de ella (de la cruz, digo) pero al menos encontré la llave de la moto que, sin saberlo aún, también había perdido.
Resignado a mi suerte volví a mi asiento.
Max me dijo que seguro que la tenía en casa. Yo confiaba en que estuviera junto a la moto.
Y junto a la moto estaba, jaja, no me lo podía creer. Mi buena estrella nunca falla.
Y llegamos a tierra firme.
Y dirigimos nuestras maravillosas monturas al sur, hacia la que otrora fuera capital de Al-Andalus.
Como cualquier viajero que se precie, al pasar por Alicante se nos ocurrió parar y visitar a la Dama de Elche.
Curiosamente, aparcamos junto a un busto que no sé qué significará.
y nos fuimos a visitar a la Dama de Elche que nos interesaba, Reina de Sonrisas, Señora de los ojos bonitos, llegada desde el país de las hormigas y que, curiosamente, estaba en la otra acera
Rayos esa tampoco es, esa es la Maxmoto.
A ver ésta:
Debido a los nervios no sabía de qué hablar así que le conté que había perdido (y encontrado) la cruz tuareg. Y entonces me di cuenta de que la había vuelto a perder (sniff). Volví apesadumbrado hasta la moto por si sonaba la flauta y… allí sonó la flauta de Bartolo, cuyo espíritu me acompaña en todos mis viajes. Nuevamente volví a encontrarla junto a la moto (menudo día de pérdidas y encuentros)
Algunas horas (que a mí me parecieron segundos) más tarde, ya nos habíamos bebido los mojitos…
y los viajeros decidieron reemprender la marcha…