McBauman
Curveando
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Estamos en el año MMIX. Toda la Hispania está dominada por autovías y autopistas. ¿toda? ¡No! En el “sureste” una aldea resiste todavía y siempre a las largas rectas. Y seguir la rueda de sus habitantes no es fácil para el visitante que se adentra en ella con su motocicleta…
Pero, como siempre, empezaremos por el principio de los tiempos:
No sé… no sé por qué cada vez que pasaba por Puerto Lumbreras iba con prisa y nunca paraba… no sé…
No sé… no sé la razón por la que el maestro DDMotard siempre me ofrecía una parada… no sé…
No sé por qué aquel domingo se preveía que una expedición de moteros partiera desde Puerto Lumbreras para degustar un manjar a base de trigo en los aledaños de Calar Alto.
Y no sé por qué no me había dado cuenta de que aquella semana terminaba en un puente de tres días… así que me inventé uno de cinco; así que me dirigí hacia Puerto Lumbreras, esa aldea que está cerca de todos los sitios, rodeada de un millón de curvas, habitada por benditos locos moteros… no sé, pero menos mal que fui…
Viernes. El Gruppetto, la sorpresa y las guapas.
A última hora cambio el billete del barco y así puedo salir por la mañana para aprovechar todo el día en la Península. Coincido con varios amigos del “Gruppetto de Calabria” que van en busca de unos días de relajo cerca de Caravaca de la Cruz. Pilla de paso; haremos juntos parte del viaje. Bien.
Montón de motos en la bodega del barco. Montón de moteros en la cantina del barco.
Al desembarcar en Denia me llevo una sorpresa sorprendente: Inmags y Charly (gs también) están esperando. Acaban de llegar de su periplo por todos los montes Pirineos. Tienen tres caras: la del cansancio, la de la felicidad, la de la sorpresa.
Nos besamos y abrazamos. Ya si eso otro día me enseñáis las fotos; tengo 2000 kilómetros esperándome y no me gustaría llegar tarde. Chao, chao, chao.
(cortesía de Charlygs)
Y nos fuimos.
Ahora vas tú delante, ahora yo, ahora él… y así todo el rato.
Hasta que… al pasar por los aledaños de Alicante recordé que están habitados por bellas señoritas de gran belleza; por sonrientes señoritas de gran sonrisa; por hospitalarias señoritas de gran hospitalidad.
E igual que hubiera hecho cualquiera de vosotros, yo también aparqué la moto hasta el día siguiente.
Y de cuanto aconteció aquel viernes, caballero como yo, no debe nunca decir ni media palabra más.
Pero, como siempre, empezaremos por el principio de los tiempos:
No sé… no sé por qué cada vez que pasaba por Puerto Lumbreras iba con prisa y nunca paraba… no sé…
No sé… no sé la razón por la que el maestro DDMotard siempre me ofrecía una parada… no sé…
No sé por qué aquel domingo se preveía que una expedición de moteros partiera desde Puerto Lumbreras para degustar un manjar a base de trigo en los aledaños de Calar Alto.
Y no sé por qué no me había dado cuenta de que aquella semana terminaba en un puente de tres días… así que me inventé uno de cinco; así que me dirigí hacia Puerto Lumbreras, esa aldea que está cerca de todos los sitios, rodeada de un millón de curvas, habitada por benditos locos moteros… no sé, pero menos mal que fui…
Viernes. El Gruppetto, la sorpresa y las guapas.
A última hora cambio el billete del barco y así puedo salir por la mañana para aprovechar todo el día en la Península. Coincido con varios amigos del “Gruppetto de Calabria” que van en busca de unos días de relajo cerca de Caravaca de la Cruz. Pilla de paso; haremos juntos parte del viaje. Bien.
Montón de motos en la bodega del barco. Montón de moteros en la cantina del barco.
Al desembarcar en Denia me llevo una sorpresa sorprendente: Inmags y Charly (gs también) están esperando. Acaban de llegar de su periplo por todos los montes Pirineos. Tienen tres caras: la del cansancio, la de la felicidad, la de la sorpresa.
Nos besamos y abrazamos. Ya si eso otro día me enseñáis las fotos; tengo 2000 kilómetros esperándome y no me gustaría llegar tarde. Chao, chao, chao.
(cortesía de Charlygs)
Y nos fuimos.
Ahora vas tú delante, ahora yo, ahora él… y así todo el rato.
Hasta que… al pasar por los aledaños de Alicante recordé que están habitados por bellas señoritas de gran belleza; por sonrientes señoritas de gran sonrisa; por hospitalarias señoritas de gran hospitalidad.
E igual que hubiera hecho cualquiera de vosotros, yo también aparqué la moto hasta el día siguiente.
Y de cuanto aconteció aquel viernes, caballero como yo, no debe nunca decir ni media palabra más.