Ruta Cantábrica 2009 (crónica)

gdelasheras

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Etapa 1: Bilbao - Gijón

Una semana después del viaje por los Pirineos (http://latrazada.blogspot.com"]cuya crónica ha ido publicando Supergiulia en su blog[/URL]), recortado por motivos que ahora no vienen al caso, volvimos a subirnos a lomos de Antígona, esta vez para recorrer la costa cantábrica entre Bilbao y las Rías Bajas. La idea, básicamente, era ir por la costa y volver por el interior, aprovechándonos además del alojamiento gratuito y familiar en Santander (a la vuelta) y Gijón. De esa forma, reservando sólo un par de noches (en Villalba y Cambados) nos apañaríamos para organizar un recorrido.

Para empezar, habíamos olvidado el libro para mi tía y también la cámara de fotos que Supergiulia lleva colgada al cuello. Vamos, que al final tuvimos que volver a pasar por casa después de haber repostado a las afueras de Bilbao. Llovía pero poco, al menos al principio, pero peor fue nuestro instinto para detectar los atascos. Habíamos elegido alejarnos de casa por la autopista (es un tramo que conocemos perfectamente y queríamos explorar nuevas carreteras cuanto antes). El caso es que la A-8 estaba colapsada tanto a la altura de Laredo (optamos por atravesar el pueblo por la nacional, pero fue peor el remedio que la enfermedad) como de Santander (habíamos pensado, erróneamente, por supuesto, que sería más rápido no abandonar la autopista). Es lo que tiene lo de las vacaciones en agosto, supongo.

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La N-634 se convierte en la Puebla Vieja de Laredo en una calle de un solo carril

Pero el verdadero viaje comenzaría después, cuando nos salimos a la altura de Santillana del Mar para ir siguiendo la costa cántabra, más al norte aún que la N-634, esa carretera que pasa a unos cientos de metros de la casa donde vivimos en Bilbao. Atravesamos la ría de La Rabia y también la Capitán, y así llegamos a San Vicente de la Barquera después de haber atravesado Comillas. No nos detuvimos en ninguno de estos sitios porque ambos los conocemos bastante bien. Teníamos ganas de llegar más allá de San Vicente, zona que por la costa conocíamos menos.

El trayecto, en los primeros días, consistía básicamente en ir superando rías, estuarios y así avanzar hacia Poniente. Tras pelearnos con carreteras que desaparecían fagocitadas por autopistas y pequeños puentes que pronto caerán, y tras seguir un desvío que no estaba exactamente previsto, llegamos a Colombres. Allí comimos unos bocadillos en una terraza y empezamos a apreciar una de las bendiciones de la gastronomía asturiana: su precio, rematadamente bajo para lo que estábamos acostumbrados. Sólo trescientos kilómetros detrás, los pinchos son pequeños y de pago y los zuritos (cañas de cerveza pequeñas) cuestan más que los botellines grandes.

Bajamos de Colombres hacia la carretera de la costa para asomarnos al mar por Pechón. La carretera que remonta la ría de Tina Mayor desde Unquera hacia su desembocadura debería ser enmarcada y conservada así para siempre, pues uno avanza entre suaves curvas, a la sombra de un bosque, mientras deja a uno de los lados -visto con una perspectiva que deja sentir su amplitud- el estuario que separa Cantabria de Asturias.

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Seguimos el curso del estuario hasta llegar a un mirador con estas vistas.

Llegamos a Asturias

La Autovía del Cantábrico a veces existe al margen de la N-634 o la 632, más humanas, y en otras ocasiones es la única opción, superpuesta a las nacionales. A veces, no existe, y entonces el tráfico que cruza la cornisa cantábrica se concentra en un solo carril por sentido. Nosotros, siempre que podemos, optamos por la carretera nacional, ese tipo de carretera que aún pasa por los sitios, aunque las travesías de los pueblos te obligen a bajar la media de velocidad considerablemente. Viajando por ese tipo de carreteras, tiene uno la sensación de recorrer un paisaje, no de teletransportarse de un lugar a otro.

Pero en ocasiones no queda otro remedio que tomar la autopista. Entonces, agachamos la cabeza, levantamos la vista y aprovechamos para avanzar rápidamente, observando como decrece la distancia al lugar de destino. Hacer kilómetros por autovía nos permite recuperar el tiempo tomando desvíos que no están en las indicaciones que llevo manuscritas en el sobre transparante de la bolsa sobredepósito. Así visitamos Lastres o nos sentamos a disfrutar del sol en un chiringuito de la playa de Rodiles, cerca de Ribadesella.

Como vamos con adelanto (y a la casa que nos acoge no podemos llegar con una premura desprovista de cortesía), nos desviamos y subimos el pequeño alto de La Campa (400 m.), todo ello después de asomarse a la verja de San Juan de Valdediós (que está en pleno proceso de rehabilitación, cerrado por tanto) y antes de llegar finalmente a Gijón por El Infanzón y Somió para hacer acopio de recuerdos familiares.

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Una de las carreteras que lleva a San Juan de Valdediós

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San Juan visto desde la verja.

Etapa 2: Gijón - Villalba

Seguimos avanzando por la costa. A buen paso. Hace sol a ratos. Por lo menos, no llueve, y no tiene pinta de que vaya a hacerlo. Paramos en el Cabo Peñas, y desde allí llegamos por la costa hasta Avilés, donde avanzamos parte del camino por una autopista que abandonamos siempre que podemos.

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Vistas desde el Cabo Peñas


La llegada a Luarca la hacemos por la N-643a. No sé qué significa esa 'a'; pero es una carretera menor en jerarquía, que avanza retorciéndose bajo la sombra de los viaductos de la autopista. Atravesamos bosques de eucaliptos en penumbra. Por encima de las copas de los árboles brilla el sol y comienza a hacer calor. Por desgracia, mis riñones me recuerdan su existencia, así que en una farmacia situada junto a una terraza compramos paracetamol. Estamos casi en Galicia. En esta zona de Asturias las montañas quedan más al interior, más lejos del mar. La rasa litoral es más amplia y el paisaje es algo menos tortuoso, pero se respira esa tranquilidad estival propia del mes de agosto en los sitios junto al mar. Acabamos de pasar Cadavedo camino de Luarca. Luego, la carretera pierde esa A, por tramos es autopista, y avanzamos de nuevo a buen ritmo camino de Castropol, en la ría del Eo. Remontaremos la ría durante algunos  para llegar  a Vegadeo, último pueblo de Asturias antes de pasar a la provincia de Lugo.

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Repostaje mecheril tras tiradas de casi 300 kms.


Los precios de la hostelería siguen impresionándonos. En Vegadeo comemos unos bocadillos con sus respectivas cervezas cerocero o cocacola... por menos de siete euros. En Bilbao, con ese dinero, apenas te tomas una caña y un pincho de tortilla. Para compensar, digamos que en la primera terraza ni se dignaron en salir a atendernos, con lo que perdieron dos menús completos que nos íbamos a tomar. Allá ellos.

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Terraza en Vegadeo

Entramos en Galicia

La primera parte del trayecto por Galicia recorre el tramo más oriental de la marina lucense. El paisaje es similar al que acabamos de dejar en Asturias. Yo tenía antojo por visitar la Playa de las Catedrales, pero la marea no estaba de nuestro lado -las formaciones rocosas sólo se aprecian con la marea baja-; eso no impidió, de todas formas, que nos acercáramos hasta la costa para contemplar unos kilómetros de playas que a mí, al menos, me recordaron a las de Las Landas: arena fina y playas estrechas y largas, muy diferentes de las de Cantabria o Vizcaya.

Llegaba el momento de girar hacia el interior. Nuestro destino, Villalba, no estaba demasiado lejos de donde nos encontrábamos, pero estaba, obviamente, lejos de la costa. Eso explica que encotráramos habitaciones en el Parador a precio razonable. El camino hasta Villalba pasa por Mondoñedo, pero nosotros no paramos. El paisaje del interior se ondulaba bajo bosques inmensos surcados por carreteras repletas de camiones viejísimos. Afortunadamente, al menos en la N-634, en casi todas las pendientes había carril para vehículos lentos. El tiempo, además, nos respetaba. No llegaba a llover, pero un manto de nubes grises cubría el cielo.

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Llegar y encontrar un bar Torrelavega no tiene precio para una portuguesa.


El Parador, como era de esperar, es estupendo. Pero el pueblo, al menos que nosotros encontráramos, no tenía nada que mereciera especialmente la pena. Al menos, al margen del Parador. Eso, obviamente, no nos impidió disfrutar de un paseo y una merecida cerveza en la plaza del pueblo. La prueba de que avanzábamos estaba en la etiqueta de los botellines: 'Estrella Galicia'.

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El descanso de los guerreros.

Etapa 3: Villalba - Cambados

Cuando despertamos al día siguiente, la niebla envolvía lo envolvía todo. Bien provistos de ánimo, nos sirvió para decidirnos por la autopista, que seguimos hasta La Coruña, sin llegar a entrar en la ciudad, y de allí a Carballo para hacer la primera parada en Malpica. Tras diez o veinte minutos de marcha, la niebla fue disolviéndose y, poco antes de la costa, vimos el sol. Bueno, realmente vimos nubes, pero al menos vimos algo.

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El día amaneció con 'un poco' de niebla.


En Malpica pusimos el pie por primera vez. Abandonábamos las vías rápidas y, de alguna manera, comenzábamos allí el viaje por la costa. Desde Malpica, a Camariñas pasando por Vimianzo. Antes pasamos por Corme, Laxe... Vamos empalmando las vías costeras mientras cruzamos pequeños pueblos de pescadores. Las carreteras son agradables y las nubes, enganchadas a la primera línea de costa, nos hacen pasar por momentos de sol y momentos de cielo gris.

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Malpica.


La esquina del mundo

La fama se la lleva Finisterre, o Fisterra. Es verdad que el nombre ayuda, pero llegar hasta este fin del mundo es con frecuencia decepcionante. Es una suerte de romería con puestos de mercadillo incluidos (no en vano llega hasta allí una extensión del Camino de Santiago) situada en un lugar con vistas al oeste, una vez superada la ría donde se encuentra Corcubión. Un lugar para ver anochecer, pero poco más.

La verdadera esquina del mundo se encuentra en el Cabo Villano, o Vilán. Se accede desde Camariñas a una lengua de tierra desde la que ves a un lado el Cantábrico (es fácil recordar la costa por la que venimos desde hace varios días) y, al otro, el Atlántico. La disposicón despista, pues uno está situado de tal forma que el Este queda a la izquierda, como si viéramos la península desde la distancia. La carretera pasa junto a una empresa de cultivo de algas y a un parque eólico que sirven para dar escala al conjunto. Se llega así a un faro blindado contra el oleaje que acoge un pequeño museo sobre la Costa de la Muerte y los naufragios que en ella se han producido. Un cartel indica cómo llegar al Cementerio de los Ingleses. Otro día os contaré esa historia.

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Supergiulia hace fotos en Cabo Vilán


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Autorretrato doble.


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Entre Cabo Vilán y Camariñas


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Antígona en Finisterre, una romería


La AC-550


Después de volver de Finisterre, tomamos la carretera que recorre las Rías Altas por la costa y desemboca en las Rías Bajas. La misma vía pasa por Ezaro, Caldebarcos, Carnota, Miñarzo, Louro, Muros, Noia, Porto do Son, Ribeira... Es una ruta costera, con el asfalto separado en ocasiones por sólo un par de metros del mar; es una carretera de esas que aún atraviesa pueblos, desde la que ves los puertos, la playas; tiene, además, buen asfalto, y está bien dotada de curvas gracias al paisaje tortuoso de la recortada costa gallega, que retuerce el camino para adaptarlo a sus dobleces. Por contra, en agosto, el tráfico es abundante, pues la zona, aunque no está muy masificada, es eminentemente turística.

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Un kilómetro cualquiera de la AC-550


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Más vistas desde la carretera


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Carretera realmente 'costera'.

No os dejéis engañar por las distancias en línea recta, pues las carrteras aquí están plegadas como un mapa viejo. Para que os hagáis una idea, llegamos a comer a Finisterre, y hasta la hora de la cena no estábamos en Cambados. Bien es cierto que no dimos con el camino más directo, que obviamos algunos peajes que nos hubieran teletransportado. El error más grave de los que cometimos -amén de ir siempre por la costa cuando fue posible- fue saltarnos el desvío que une las márgenes de la ría de Arousa a la altura de Catoira y no de Padrón, hasta donde nos fuimos nosotros. Por lo menos, pasamos por Iria Flavia, el pueblo, amén de cuna de Cela, con el nombre más bonito del mundo. Al menos, hasta que se demuestre lo contrario.

Etapa 4: Cambados - Gijón


Era Siniestro Total, creo recordar, quien cantaba que en Galicia, la lluvia es arte. Y tanto. Arte intenso, pertinaz, insistente como él solo. Salimos de la casa rural bajo una lluvia suave, comentando la cena del día anterior, y el paseo por un pueblo, Cambados, que nos sorprendió por lo monumental y agradable. Avanzábamos bajo la lluvia, decía. Y eso hicimos durante un buen rato. Hasta Lugo no dejó de llover, y allí dejó de hacerlo durante diez minutos, lo que nos costó atravesar la ciudad en pos de la carretera que había de llevarnos hasta Ribadeo para pasar de nuevo a Asturias. Es verdad que esa etapa la habíamos enfocado desde un primer momento como 'de avance'. De hecho, ni nos salimos de la carretera más que para comer en Mondoñedo -luego vimos en el mapa que en realidad dimos un rodeo para pasar por allí, pero a mí me sonaba y tenía que ser bonito. Comimos en Mondoñedo. En pleno agosto, para que os hagáis una idea, me pedí un caldo gallego. Creo que eso lo resume todo.

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Sólo al atravesar Lugo dejó de llover. Fue un espejismo de diez minutos.


La lluvia viajó con nosotros hasta que pasamos a Asturias, ya por la costa. Con los tímidos rayos de sol que alcanzaban a verse entre las nubes, nuestro ánimo subió como la espuma. Lo peor del trayecto había pasado ya: nos encaminábamos alegres a Gijón, dejando que el viento nos secara poco a poco. Mis botas hacía tiempo que habían calado  y mis guantes pesaban como unos de boxeo. Problemas del cuero. Por lo demás, el chubasquero por encima del cuero hacía su función, y los pantalones de cordura y goretex cumplían, aunque después de tres o cuatro horas bajo la lluvia continua, comenzaban a dejar pasar la humedad. Pero sin lluvia, todo era distinto, incluso la autopista parecía de repente nuestra amiga. Así llegaríamos por llegar a Gijón sin ningún contratiempo.

Etapa 5: Gijón - Lafuente - Santander


Salimos de Gijón con amenaza de agua, pero sin que llegara a llover. Al menos, de momento, ya que antes de llegar a Colunga ya llovía otra vez. No salimos de la autopista para que me ponga el chubasquero por encima de la cazadora y avanzamos bajo la lluvia. Llovía, pero poco, sobre todo comparado con la santa chupa que nos cogimos el día anterior. La lluvia nos acompañó hasta que coronamos el Mirador del Fito, después de dejar atrás Arriondas.

AS-114


El día volvía a sonreírnos, al menos hasta que nos encontramos dentro de Cangas de Onís por haber tomado un desvío que no tocaba. Aprovechamos la parada para me quitara los plásticos y tomamos una de las carreteras más bellas del norte, la AS-114, que une Cangas y Panes. Desde ella parte el desvío hacia Covadonga. Nosotros, al menos esta vez, lo dejamos pasar. Disfrutamos de la comida en un restaurante de carretera sin pretensiones, pero con unas raciones de aúpa.

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Curvas y carretera seca en el interior de Asturias. A disfrutar.


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Pena de guardarraíles, porque la carretera es preciosa.


La etapa incluía una visita al pueblo de Julia, así que en Panes tomamos la N-629 -aunque primero en sentido contrario al deseado- para dirigirnos al Desfiladero de La Hermida y, de ahí, llegar a Lafuente por el Collado de Hoz.

A menudo sucede que uno no es capaz de disfrutar del paisaje de los sitios conocidos. Porque es obvio que el pueblo -y el entorno- es bonito, pero uno no lo ve de la misma manera. Yo tengo la suerte de verlo todo casi por nuevo. Recuerdo que, mientras conducía, pensaba en que la llevería al pueblo cuantas veces quisiera, pero siempre en moto. Qué carreteras.

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Con carreteras y paisajes como éstos te llevaré al pueblo (en moto) siempre que quieras.

Camino de Santander


Después del café de rigor, al menos mentalmente, el viaje estaba ya terminado. Carretera hasta la costa, un poco de la N-634 hasta llegar más allá de La Revilla y, finalmente, la autopista que nos dejaba en Santander. Ya en casa de mis padres, después de, no sé, ¿dos mil kilómetros? Quizás algo menos. Pero eso no importa.
 
Bonitas fotos y gran ruta.
Gracias por compartirla con nosotros. ;)
 
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