Hola familia.
En Julio hemos estado una semana en el Valle de Lievana (Cantabria). Como podréis imaginar calor, lo que se dice calor no hemos pasado. Es más en alguna ocasión la chaqueta no sobraba. Por supuesto, tampoco falto el chirimiri, que no llegó a empapar, pero sí a refrescar.
El campamento base lo instalamos en un pueblecito de apenas 60 habitantes llamado Cucayo. En concreto en la Posada Cucayo. Ésta es de ambiente familiar, vistas preciosas, comida casera -de su huerto, de su ganado, de las abejas del vecino-, precio razonable, instalación moderna, pero con la belleza de las casas de antes. Imaginaros, nuestra habitación, tenía el techo hecho a dos aguas con vigas gruesas de madera y algunos trozos de la pared, se podía ver la piedra. Y al asomarte a la ventana se podía disfrutar de la belleza del paisaje, sin ruidos, tendidos eléctricos... Y tranquilidad, mucha tranquilidad de la buena.
Imaginaros, dicho pueblo -Cucayo- está a algo más de 900 metros de altitud -buena temperatura-. Encima es el último pueblo de la carretera, es decir, más para allá lo único que hay es monte con la fauna y flora correspondiente. Al ser el último pueblo, la ecuación se traduce en que no hay trasiego de vehículos. A todo ésto hay que añadir que no es una zona de acumulación turística. Es decir, desde el pueblo salen caminos hacia el monte -bosques de nogales, hayas, encinas...- y si te cruzas con alguien es con la gente que trabaja en el campo. Por supuesto, hay rio, en concreto el Rio Frio. Puedo asegurar que hace honor a su nombre, lo pude comprobar con todo mi cuerpo serrano en alguna de las pozas. Es evidente, que el agua baja cristalina. Pero, si te quieres asegura de bañarteen el agua más cristalina y limpia tienes que darte una caminata de algo más de cuatro horas. Que traducido en altitud significa subir a unos 1800 metros de altitud. Allí hay un lago, con el agua que baja del deshielo de la nieve acumulada durante el invierno. Curiosamente el lago se llama Curavacas. No soy una vaca, pero a mi después del baño me produjo una recuperación espectacular, tras el palizón de la subida. Un consejo, cuando vayáis pedir prestado bastones -son artesanos y de los buenos-, llevar comida y una botella de agua -esta la podréis rellenar sin miedo al subir-.
No os preocupéis por buscar información del lugar, en la misma Posada (Tina, Ana) os explicarán rutas -para moto o caminar-, lugares para visitar y disfrutar, comer o tomar una copa. A nosotros nos aconsejaron en cada salida y acertaron por completo. Un ejemplo son las caminatas que he explicado arriba y otros son las siguientes:
- Subir al Puerto San Glorio. Ahí hay un cruce que te lleva al Collado de Llesba con el Monumento al Oso, desde donde se ven unas vistas preciosas de los Picos de Europa. En este punto no sobraba la chaqueta, al contrario. Se nubló con aspecto de tormenta y por si fuera poco en el collado soplaba aire con fuerza, tanta que casi había que andar a gatas... imagínate sobre la moto.
- Desde San Glorio nos aconsejaron ir a Riaño, que al parecer el entorno es precioso y la gastronomía es de las buenas. Pero, debido a que los nubarrones venían desde esa zona -León- y que empezó a caer agua decidimos cambiar el itinerario e ir al Monasterio del Santo Torivio. Este santo le dieron en Tierra Santa, gracias su trabajo realizado allí, un trozo de madera de la cruz de Cristo. Dicho Lignum Crucis está en el monasterio indicado a pocos kms de Mieses. Se puede ver y tocar la reliquia, siempre que sea con educación y humildad.
- Por supuesto me bañé en el Cantábrico. Para ello, según nos aconsejaron acertadamente, merece la pena tomar una pequeña carretera que telleva por las playas desde San Vicente de la Barquera -en el puerto se pueden comer ostras- hasta Comillas. Que según nos dijeron es el pueblo costero por excelencia. Curiosamente tiene obras de Gaudí y fue un pueblo que se dedicó hasta hace bien poco a la caza de ballenas. En este pueblo nos metimos una rica mariscada entre pecho y espalda a buen precio. Y nos comimos un helado artesano. La heladería escogida fue aquella en la que vimos más lugareños, sobretodo gente mayor. Al parecer por las tardes es costumbre arreglarse, pasear y comer unos churros o un helado. Buenísimo.
- Para finalizar os aconsejo, tal como no aconsejaron, que os acerquéis a Tudes, otro pueblecito, también el último de la carretera pero a menos altitud que Cucayo. Allí está la Taberna del Ingés. Es una antiguo establo restaurado esquisítamente, donde degustar una tabla de quesos y embutidos de la zona con una cerveza fresca. Por cierto, si váis durante el día y prevéis que se os hará de noche llevar una linterna porque la zona de aparcar está a oscuras.
Que lo disfrutéis.
Un saludovvss
En Julio hemos estado una semana en el Valle de Lievana (Cantabria). Como podréis imaginar calor, lo que se dice calor no hemos pasado. Es más en alguna ocasión la chaqueta no sobraba. Por supuesto, tampoco falto el chirimiri, que no llegó a empapar, pero sí a refrescar.
El campamento base lo instalamos en un pueblecito de apenas 60 habitantes llamado Cucayo. En concreto en la Posada Cucayo. Ésta es de ambiente familiar, vistas preciosas, comida casera -de su huerto, de su ganado, de las abejas del vecino-, precio razonable, instalación moderna, pero con la belleza de las casas de antes. Imaginaros, nuestra habitación, tenía el techo hecho a dos aguas con vigas gruesas de madera y algunos trozos de la pared, se podía ver la piedra. Y al asomarte a la ventana se podía disfrutar de la belleza del paisaje, sin ruidos, tendidos eléctricos... Y tranquilidad, mucha tranquilidad de la buena.
Imaginaros, dicho pueblo -Cucayo- está a algo más de 900 metros de altitud -buena temperatura-. Encima es el último pueblo de la carretera, es decir, más para allá lo único que hay es monte con la fauna y flora correspondiente. Al ser el último pueblo, la ecuación se traduce en que no hay trasiego de vehículos. A todo ésto hay que añadir que no es una zona de acumulación turística. Es decir, desde el pueblo salen caminos hacia el monte -bosques de nogales, hayas, encinas...- y si te cruzas con alguien es con la gente que trabaja en el campo. Por supuesto, hay rio, en concreto el Rio Frio. Puedo asegurar que hace honor a su nombre, lo pude comprobar con todo mi cuerpo serrano en alguna de las pozas. Es evidente, que el agua baja cristalina. Pero, si te quieres asegura de bañarteen el agua más cristalina y limpia tienes que darte una caminata de algo más de cuatro horas. Que traducido en altitud significa subir a unos 1800 metros de altitud. Allí hay un lago, con el agua que baja del deshielo de la nieve acumulada durante el invierno. Curiosamente el lago se llama Curavacas. No soy una vaca, pero a mi después del baño me produjo una recuperación espectacular, tras el palizón de la subida. Un consejo, cuando vayáis pedir prestado bastones -son artesanos y de los buenos-, llevar comida y una botella de agua -esta la podréis rellenar sin miedo al subir-.
No os preocupéis por buscar información del lugar, en la misma Posada (Tina, Ana) os explicarán rutas -para moto o caminar-, lugares para visitar y disfrutar, comer o tomar una copa. A nosotros nos aconsejaron en cada salida y acertaron por completo. Un ejemplo son las caminatas que he explicado arriba y otros son las siguientes:
- Subir al Puerto San Glorio. Ahí hay un cruce que te lleva al Collado de Llesba con el Monumento al Oso, desde donde se ven unas vistas preciosas de los Picos de Europa. En este punto no sobraba la chaqueta, al contrario. Se nubló con aspecto de tormenta y por si fuera poco en el collado soplaba aire con fuerza, tanta que casi había que andar a gatas... imagínate sobre la moto.
- Desde San Glorio nos aconsejaron ir a Riaño, que al parecer el entorno es precioso y la gastronomía es de las buenas. Pero, debido a que los nubarrones venían desde esa zona -León- y que empezó a caer agua decidimos cambiar el itinerario e ir al Monasterio del Santo Torivio. Este santo le dieron en Tierra Santa, gracias su trabajo realizado allí, un trozo de madera de la cruz de Cristo. Dicho Lignum Crucis está en el monasterio indicado a pocos kms de Mieses. Se puede ver y tocar la reliquia, siempre que sea con educación y humildad.
- Por supuesto me bañé en el Cantábrico. Para ello, según nos aconsejaron acertadamente, merece la pena tomar una pequeña carretera que telleva por las playas desde San Vicente de la Barquera -en el puerto se pueden comer ostras- hasta Comillas. Que según nos dijeron es el pueblo costero por excelencia. Curiosamente tiene obras de Gaudí y fue un pueblo que se dedicó hasta hace bien poco a la caza de ballenas. En este pueblo nos metimos una rica mariscada entre pecho y espalda a buen precio. Y nos comimos un helado artesano. La heladería escogida fue aquella en la que vimos más lugareños, sobretodo gente mayor. Al parecer por las tardes es costumbre arreglarse, pasear y comer unos churros o un helado. Buenísimo.
- Para finalizar os aconsejo, tal como no aconsejaron, que os acerquéis a Tudes, otro pueblecito, también el último de la carretera pero a menos altitud que Cucayo. Allí está la Taberna del Ingés. Es una antiguo establo restaurado esquisítamente, donde degustar una tabla de quesos y embutidos de la zona con una cerveza fresca. Por cierto, si váis durante el día y prevéis que se os hará de noche llevar una linterna porque la zona de aparcar está a oscuras.
Que lo disfrutéis.
Un saludovvss