Loormelotte
Curveando
http://www.youtube.com/watch?v=iFDlyBrH0xE&feature=player_embedded
La Ruta de los 7 Faros
Antes de empezar a narrar la crónica del viaje, creo que sería indicado explicar cómo conocí a este personaje, conocido por los foros como Rascal y al cual yo llamo Paco o Paquito, en función de la situación y circunstancias que nos rodean.
Un buen día me llegó un mensaje privado a través del foro de BMW motos. Se presentaba como un tipo que había leído mi crónica sobre el viaje a la concentración de Pingüinos y tenía la intención de ir a la Elefantentreffen. A raíz de diversos posts mío supo que residía en Alemania, pero lo que no tenía del todo claro es si yo seguía allí o no. Así pues, su intención era, en caso de que yo siguiera en el país teutón, vernos en Elefantes.
Por desgracia para él y tristeza poco contenida para mí, no seguía en Alemania, los designios de un Dios imperfecto y caprichoso me habían mandado de vuelta a esta España cañí en donde hay un bar en cada esquina y arreglamos el mundo a golpe de caña y bravas.
A pesar de ello intercambiamos un par de privados más e intentamos quedar para ir juntos a la Estrella de Javalambre, lo cual tampoco se acabó llevando a buen término.
Así que para no complicarnos demasiado la vida y yendo a lo fácil, quedamos para almorzar en un bar, conocernos, ver si éramos buena gente o simplemente un par de imbéciles y quedar de cuando en cuando para salir a rutear.
Mientras yo esperaba con una caña en aquel bar que apestaba a fritanga, por la puerta apareció un tipo alto y corpulento. Enfundado en una gabardina y parapetado por unas gafas de sol made in Scheriff de Texas con una gran barba que le ocultaba todo el rostro.
Le hice una señal, se acercó me estrecho la mano y se sentó. Empezamos a hablar de inmediato. Principalmente hablamos de donde habíamos viajado con las motos y donde queríamos viajar, fue en cuestión de minutos cuando me di cuenta que tenía enfrente a mí a otro zumbado como yo, al que no le pesan los Km y se la sopla 600, 800 o 1000. A él lo que le gustaba era ir en moto.
-¿Has leído a Miquel Silvestre?-
-¿Sigues la web de Salí a Dar Una Vuelta?-
-Que pasada el viaje de Fernando Quemada-
-¿Irás a la reunión de Grandes Viajeros de este año?-
-Joder, pues pásame el libro de Ted Simons para que me lo lea-
Eran algunas de las frases que ocupaban nuestra conversación, de manera que aquel almuerzo se convirtió en comida y se habría convertido en cena, si no fuera por diversos compromisos sociales que teníamos adquiridos cada uno por nuestra cuenta.
Volvimos a quedar un par de veces más, durante las cuales el tema de conversación viraba hacía -¿te vas a algún sitio en Fallas?-
Por aquel entonces, yo tenía simplemente planeada una escapada veloz a Portugal de 4 días a visitar el Cabo da Roca. Él por su parte quería visitar lo que llamaba como Las 4 Esquinas: Cap de Creus, Cabo de Finisterre, Cabo de San Vicente y Cabo de Gata.
Tras pensarlo, llegué a la conclusión que no estaría mal poder visitar los cuatro puntos extremos de la Península Ibérica: Cap de Creus (más al Este), Punta de Estaca de Bares (más al Norte), Cabo da Roca (más al Oeste) y Tarifa (más al Sur).
Fue así, como aunando objetivos surgió esta ruta que nos iba a llevar a través de toda la costa de la Península Ibérica y que sería bautizada durante el trayecto como La Ruta de Los 7 Faros: Creus, Estaca de Bares, Finisterre, Da Roca, San Vicente, Tarifa y Gata.
La organización del viaje fue inexistente, hasta el punto de quedar uno o dos días antes con un precario mapa delante para decidir por dónde ir.
-Tenemos que hacer la mayor parte por carretera nacional-
-A mi me da igual, mientras sea pegados a la costa y hagamos el recorrido entero . . . como si quieres que vayamos empujando las motos-
Si ya de por sí un viaje de 10 días con una persona a la que conoces bien es algo arriesgado, emprenderlo con un “perfecto desconocido” tanto por parte de Paco como por mi parte, era jugárselo todo a un número.
Ni yo sabía si él acabaría siendo un capullo integral insoportable, ni él si yo sería un perfecto imbécil al que deseara asfixiar por la noches con la almohada.
Con estas incertidumbres y otras tantas, como donde dormir o que ruta seguir, el día 9 de Marzo quedamos a las 09:00 en una gasolinera para tomar un café y emprender marcha. Una pena el habernos olvidado sacar una foto de aquel momento . . . en fin, otra vez será.
Día 1 Cuando la ilusión vence al tedio
Tras el ritual del café con leche fría nos hemos metido en la autovía hasta la primera salida que nos llevará por carretera nacional hasta Barcelona.
La ilusión de empezar un viaje se contrapone con esas pequeñas imperfecciones que siempre tocan los cojones, parece que la moto suena rara, el GPS no termina de vincularse bien, siempre te asalta la duda de si habrás apagado las luces en casa y de si olvidas algo.
Durante unos minutos piensas -¿me daría tiempo a dar la vuelta para revisar que todo está bien y volver al viaje?- . . . pero siempre hay un punto al que yo llamo de No retorno. Es un momento, a partir del cual te da igual . . . no sé si es a partir de una distancia X en Km o de tiempo transcurrido encima de la moto. Simplemente la sinapsis de las neuronas en tu cerebro se produce de tal forma y manera que te llevan a la conclusión de que ya da todo igual.
Pura ley de Murphy, si algo ha de salir mal, saldrá. Así que perder tiempo dando la vuelta para revisar y emprender el viaje de nuevo de poco o nada sirve. Cuando te marches te volverá a asaltar la duda de nuevo . . . que asco.
Ambos sufrimos un cierto autoengaño que nos empuja a través de estas aburridas y anodinas carreteras nacionales. Una promesa de algo mejor es lo que hace que nos traguemos unos cuantos cientos de Km grises y sin sentido, un paisaje feo, carente de vida y sin nada que ofrecer, ese es el verdadero resumen de la rodada de hoy. Por mucho que trate de disfrazarla, maquillarla, ponerle un bonito vestido y ropa interior de encaje . . . el día de hoy ha sido una puta mierda en lo que a la ruta concierne.
Al fin hemos llegado a Barcelona, nunca me ha gustado esta ciudad, reconozco que tiene su encanto, que es única . . . pero es demasiado grande para mi. Valencia no deja de ser un pueblo grande y Barcelona me supera.
Esta noche nos sale el alojamiento gratis, Paco tiene un primo que nos acoge de buen gusto en su piso compartido, así que esta noche 6 almas compartiremos el mismo techo.
El primo es un tipo afable y simpático, se nota que es familia de Paco, están cortados por el mismo patrón.
Tras descansar un rato y una ducha rápida nos vamos por el barrio de Gracia a tomarnos unas cañas y cenar. Es cuando hacemos la valoración mutua del día que ya ha terminado y Paco coincide con la mía . . . una mierda.
Por fortuna el día que nos espera mañana va a ser mejor, solo esperamos que los GPS no nos puteen demasiado y nos traten como a subnormales.
Ya de vuelta y mientras trato de acomodar mis huesos al colchón dejado caer en el suelo que me otorgará descanso esta noche, pasa un camión que hace retumbar los cristales de la casa.
-Menuda puta mierda, esta noche no duermo-
-¿Qué pasa tío?-
Los cristales, finos como el papel de fumar, juegan un rol meramente ficticio. Cada vez que pasa un vehículo por la calle o simplemente una persona susurrando se estremecen hasta el punto de parecer quebrarse. Es entonces cuando me recuerdo a mi mismo porque odio las ciudades . . . definitivamente no soy urbanita.
Paco saca una pastilla de su macro botiquín.
-Es un relajante, lo uso cuando viajo ya que también me cuesta dormir, tomate media ya que . . . –
Le dejo con la palabra en la boca y engullo la pastilla entera, a tomar por culo pienso. No me la juego a tomarme media, que no me haga efecto y al día siguiente sentirme como un plomo. Mientras tanto el primo ha vuelto de currar, son las 01:30.
Paco y él intercambian unas birras mientras narran historias y batallitas de las que me siento invitado a participar. Ahora es cuando empiezo a sentir el efecto de la dichosa pastilla. ¿Paquito pero qué me has dado? Es lo último que mis neuronas llegan a canalizar antes de caer rendido sobre aquel colchón.
Día 2 Ascendiendo por los talones hasta llegar al Monte de Venus
Me despierto recompuesto, ciertamente la droga que me proporcionó Paquito funciona a la perfección. Apenas siento el entumecimiento del cuello. El Schubert C3 no es un buen casco, es MUY BUEN CASCO, pero pesa lo suyo y cuando se hacen tiradas largas las cervicales te lo explican.
Por más que le insisto a Paco a que me haga un masaje tailandés SIN final feliz, este se niega . . . así pues tocará aguantar hasta que las cervicales queden soldadas unas con otras.
Tras una rápida recogida de bártulos hemos salido quemando rueda, no sin antes agradecer enormemente al primo de Paco por su acogida.
Salir de Barcelona se nos hace lento y tedioso, es como una muerte lenta y dolorosa . . . Me recuerda a esa escena de la película “Salvar al soldado Ryan” en la que un soldado alemán va clavando poco a poco su puñal en el esternón de un marine made in U.S.A mientras este agoniza entre estertores. Calle arriba, calle abajo, semáforo, calle arriba, calle abajo, semáforo, semáforo, semáforo . . . ¡¡por Dios es que esto no se termina nunca!! Menos mal que es domingo, no quiero ni imaginarme lo que debe ser un lunes.
Tras algo más de una hora parece que los dioses aburridos de jugar con nosotros, dejan de poner trabas a nuestro viaje para que al final podamos disfrutar algo . . . somos unos pobre ilusos.
Cuando apenas han transcurrido uno pocos Km encontramos un control de la policía en una rotonda, la dirección que debemos tomar está cortada, y es cuando los GPS empiezan a no servir de nada y se pasan todo el rato recalculando. Al parecer los dioses que habían dejado de jugar con nosotros solo estaban cambiando el turno con los siguientes, que venían con ganas de guasa. Así pues, ¿qué mejor que una carrera popular?.
Da igual por donde vayamos, da igual las aceras que nos saltemos, los pasos que tratemos de vadear, todo y digo absolutamente TODO, está lleno de personitas en pantalón corto moviendo las canillas. Tenemos el “privilegio” de observar la gran variedad de corredores que existen . . . el cual y debido al aburrimiento que padezco al no poder hacer absolutamente nada comparo con el mundillo motorista.
Por un lado está el maratoniano precario, que corre con material aparentemente sacado del baúl de los recuerdos y digno de las olimpiadas de Berlín 1936,el cual sin embargo refleja en su rostro una satisfacción enorme, difícilmente medible con cualquier otra. Si pudiera leerle la mente seguro que el pensamiento más repetido sería –me la sopla todo-.
Por otro lado está el corredor amateur tirando a pro, que nada a caballo entre el material gabacho de Decathlon y los productos hi tech de Nike y Asics. Para finalizar está el corredor ultra mega pro, que va a la última con sus zapas marca pasos, mp3 de la manzana enganchado al brazo, bandana anti sudor y demás gadgets.
Mientras estoy inmerso en estos pensamientos veo que Paco realiza uno de sus movimientos que a partir de este mismo instante bautizo como PMCQEPA “Por Mis Cojones Que Es Por Aquí”. Esta acción es llevada a cabo tras “sopesar” la información que tiene delante de él. La puede hacer en marcha jugándose el tipo, parado en un arcén minúsculo mientras los camiones nos zarandean como malas hierbas o sentado en la terraza de un bar acompañado de un café con leche. Personalmente prefiero la última, pero con Paco la primera y la segunda suelen ser las más habituales.
Finalmente y gracias al PMCQEPA de Paco salimos de esa maraña laberíntica en que se habían convertido las calles cortadas. Al fin empezamos a curvear como Dios manda, al fin podemos disfrutar de aquello a lo que habíamos venido, horas y Km de viajar con el mar a nuestra derecha.
Compartimos circuito con una docena más de degenerados del motor de las ruedas, y digo circuito, porque este tramo que estamos recorriendo poco o nada se parece a una carretera normal y corriente. Por un momento vienen a mi memoria los serpenteados recorridos de mi añorado Schwarzwald, con las evidentes diferencias de climatología y calidad del asfalto claro está.
Hay hambre, pero da igual estamos tan cerca que mando callar a mi estómago a golpe de un paisaje de ensueño. Las rocas tostadas bajo este sol del mediterráneo me recuerdan a ciertas secuencias de la película del Señor de los Anillos, estamos tan cerca del faro de Cap de Creus que me parece que lo puedo tocar. La carretera se enrosca y caracolea caprichosa como una niña que se niega a irse a la cama y busca cualquier lugar donde esconderse para alargar esos ojillos curiosos antes de caer definitivamente rendida.
Paco acelera un poco más, siento su inquietud por llegar, yo también la tengo estamos en el segundo día de nuestro viaje y vamos a culminar el primero de nuestros objetivos. Aún nos quedarán por delante unas cuantas horas más de moto . . . pero ahora mismo ya todo da igual.
Al fin hemos llegado, estamos en lo más alto . . . un viento fortísimo proveniente de levante nos golpea con brío y rabia. Bajamos de las motos con lentitud, cualquier movimiento en falso nos puede hacer caer. Lablú (la querida VStrom de Paco) y Edelweiss (mi querida gordita amarilla) descansan una al lado de la otra, apiñadas protegiéndose mutuamente del viento.
Ximo, mi fiel compañero de viaje desde que se me subiera en la moto el enero pasado agita sus alitas mecidas por el viento –este puto pingüino siempre tiene ganas de fiesta- pienso para mis adentros.
Mientras vamos preparando lo que sería nuestra comida estándar durante los próximos días el viento trata de arrancarnos la bolsa de quicos y el jamón de las manos –maldita sea, ¿acaso no has comido hoy viento cabrón?-
Pocas, muy pocas emociones se pueden comparar a la de completar un objetivo, o en este caso, uno de los objetivos del viaje. Da igual que este sea de 10Km o de 1000Km, el simple hecho de llegar, por donde tú querías llegar y de la manera que querías hacerlo, transmite un subidón maravilloso.
Ha sido todo un acierto realizar este viaje en estas fechas. Normalmente en cualquier otra época del año este lugar estaría plagado de turistas de 1000 nacionalidades diferentes, pero ahora mismo a penas somos media docena de personas, un verdadero privilegio.
El tiempo jugaba a nuestro favor, y a pesar que estábamos muy cómodos sentaditos en la terraza con el sol calentándonos y con un café en la mano, había que emprender camino hacia el monte de Venus.
Tras un par de momentos PMCQEPA estábamos ya adentrándonos en el eje pirenaico. Paco se conoce perfectamente el eje, es más me parece que de pequeño lo dejaron aquí abandonado y lo recogieron cuando había pasado la pubertad con esa barba que le caracteriza y las gafas de Scheriff de los U.S.A. Traza cada curva con precisión de cirujano, no toca el freno más que en los momentos claves y mantiene en todo momento una velocidad constante sin apenas variaciones. Un lujo conducir detrás de él y tratar de copiar cada uno de sus movimientos.
De esta manera hemos recorrido casi 1/3 del eje pirenaico hasta que la noche al final ha caído sobre nosotros sin apenas darnos cuenta. El objetivo es llegar hasta Puig Cerdá, pero tal y como están las carreteras conducir de noche no es que sea lo más recomendable, a esto hay que añadir que las temperaturas estaban empezando a caer vertiginosamente.
Mientras voy inmerso en mis pensamientos acerca del significado de este viaje, como si fuera un oasis en medio del desierto un resplandor de luz nos atrajo como polillas. Es el hotel que está en lo alto del puerto de La Molina, paramos cansados tanto física como psicológicamente, llevamos algo más de una hora conduciendo en la más absoluta oscuridad y ello impide que podamos llevar un buen ritmo de marcha.
-Paco voy a preguntar que cuesta una habitación esta noche-
Con apenas un gesto me despacha, vuelve a estar inmerso en su particular batalla con el gps y el mapa que lleva amarrado al depósito.
-Hola buenas noches, ¿tendrías una habitación doble con dos camas para esta noche?-
-Un momento por favor-
La recepcionista que rondaba los 60 vuela por encima del teclado buscando una habitación, mis ojos se pasean por el hall de la recepción. Aquel sitio olía a caro, olía a servicio de habitaciones, caviar y champagne, olía a hermosos balcones con vistas infinitas, suaves sábanas tejidas a mano, carta de almohadas y seguro que hasta podrían incluir los servicios de señoritas de moral licenciosa.
-Tenemos una habitación por 110€-
-¿Con desayuno?-
-Lo lamento solo incluye régimen de alojamiento-
Salgo del hall para darle la lapidatoria respuesta de Mrs. 60 a Paco y este seguía enzarzado en su batalla con el gps. De cuando en cuando alzaba la vista tratando de mirar hacia el horizonte, algo imposible con aquel manto negro que lo cubría todo.
-Paquillo, 110€ sin desayuno tío-
-Ni aunque me la chupen-
Tras una respuesta más que clara tiramos del catálogo de hoteles que lleva el gps de serie y tras un par de llamadas infructuosas hemos encontrado en Puig Cerdá un hotel que por 60€ nos aloja en una habitación doble con dos camitas, parking para las motos y desayuno incluido. Lo único que nos separaba ahora de nuestro destino, la promesa de una ducha caliente y un merecido descanso eran unos cuantos Km de carretera oscura como el culo de un grillo.
Me vuelvo a enfundar el casco y arrancamos. Ximo sigue dándolo todo amarrado en el manillar, no se queja, no increpa ninguna de nuestras decisiones, pone siempre buena cara a todo, levanta sus alitas en cada tramo de curva como pidiendo más; por un momento pienso que este pingüino tiene más cojones que nosotros dos juntos.
Tras un rato recorriendo esas piernas juguetonas enfundadas en medias de nylon negro Paco se para. Me acerco hasta llegar a su altura.
- Tío, creo que estas tirando más que yo, pasa tu delante-
-Vale-
Quizá es cierto, quizá esté tirando más que el. De hecho cuando me he puesto en cabeza me doy cuenta que es así, llega un momento que lo pierdo en mi retrovisor y desaparece engullido por la noche, trato de reducir la marcha, no es recomendable que nos perdamos de vista, una pequeña caída es un putada tremenda.
El ir delante en este tramo implica espantar a los monstruos que acechan detrás de cada árbol y cada roca. Los faros dibujan grotescas figuras afiladas que desaparecen a medida que me acerco a ellas –atrás malditos fantasmas- es lo pienso dentro de mi casco. Por un momento me siento como un exorcista que libera cada tramo de esta montaña de sus demonios.
Al fin hemos llegado a Puig Cerdá, apenas nos ha costado encontrar el hotel y el dueño ha tenido la amabilidad de sacar su coche para que podamos aparcar nuestras motos al lado de su tractor.
Una ducha rápida y ya estamos disfrutando de la embriagadora vida nocturna de Puig Cerdá . . . no hay ni un alma.
Nos recomiendan ir a cenar al Kennedy’s un restaurante con nombre digno de hamburguesería de pueblo. En honor a la verdad debo decir que no se cena nada mal y a un precio más que discreto. Puig Cerdá debe ser una ciudad bonita de visitar de día, pero para cuando este llegue nuestras siluetas estarán perdidas en el horizonte.
Ya de vuelta al hotel, enfundado en el pijama y mientras Paco sigue trazando líneas en su mapa –Paquito, no se cómo te la habría chupado la recepcionista del otro hotel, pero esta sensación vale más que muchos polvos juntos-
Caigo rendido y dejo que mis sueños divaguen por aquel monte de Venus.
Próximamente más . . .
La Ruta de los 7 Faros
Antes de empezar a narrar la crónica del viaje, creo que sería indicado explicar cómo conocí a este personaje, conocido por los foros como Rascal y al cual yo llamo Paco o Paquito, en función de la situación y circunstancias que nos rodean.
Un buen día me llegó un mensaje privado a través del foro de BMW motos. Se presentaba como un tipo que había leído mi crónica sobre el viaje a la concentración de Pingüinos y tenía la intención de ir a la Elefantentreffen. A raíz de diversos posts mío supo que residía en Alemania, pero lo que no tenía del todo claro es si yo seguía allí o no. Así pues, su intención era, en caso de que yo siguiera en el país teutón, vernos en Elefantes.
Por desgracia para él y tristeza poco contenida para mí, no seguía en Alemania, los designios de un Dios imperfecto y caprichoso me habían mandado de vuelta a esta España cañí en donde hay un bar en cada esquina y arreglamos el mundo a golpe de caña y bravas.
A pesar de ello intercambiamos un par de privados más e intentamos quedar para ir juntos a la Estrella de Javalambre, lo cual tampoco se acabó llevando a buen término.
Así que para no complicarnos demasiado la vida y yendo a lo fácil, quedamos para almorzar en un bar, conocernos, ver si éramos buena gente o simplemente un par de imbéciles y quedar de cuando en cuando para salir a rutear.
Mientras yo esperaba con una caña en aquel bar que apestaba a fritanga, por la puerta apareció un tipo alto y corpulento. Enfundado en una gabardina y parapetado por unas gafas de sol made in Scheriff de Texas con una gran barba que le ocultaba todo el rostro.
Le hice una señal, se acercó me estrecho la mano y se sentó. Empezamos a hablar de inmediato. Principalmente hablamos de donde habíamos viajado con las motos y donde queríamos viajar, fue en cuestión de minutos cuando me di cuenta que tenía enfrente a mí a otro zumbado como yo, al que no le pesan los Km y se la sopla 600, 800 o 1000. A él lo que le gustaba era ir en moto.
-¿Has leído a Miquel Silvestre?-
-¿Sigues la web de Salí a Dar Una Vuelta?-
-Que pasada el viaje de Fernando Quemada-
-¿Irás a la reunión de Grandes Viajeros de este año?-
-Joder, pues pásame el libro de Ted Simons para que me lo lea-
Eran algunas de las frases que ocupaban nuestra conversación, de manera que aquel almuerzo se convirtió en comida y se habría convertido en cena, si no fuera por diversos compromisos sociales que teníamos adquiridos cada uno por nuestra cuenta.
Volvimos a quedar un par de veces más, durante las cuales el tema de conversación viraba hacía -¿te vas a algún sitio en Fallas?-
Por aquel entonces, yo tenía simplemente planeada una escapada veloz a Portugal de 4 días a visitar el Cabo da Roca. Él por su parte quería visitar lo que llamaba como Las 4 Esquinas: Cap de Creus, Cabo de Finisterre, Cabo de San Vicente y Cabo de Gata.
Tras pensarlo, llegué a la conclusión que no estaría mal poder visitar los cuatro puntos extremos de la Península Ibérica: Cap de Creus (más al Este), Punta de Estaca de Bares (más al Norte), Cabo da Roca (más al Oeste) y Tarifa (más al Sur).
Fue así, como aunando objetivos surgió esta ruta que nos iba a llevar a través de toda la costa de la Península Ibérica y que sería bautizada durante el trayecto como La Ruta de Los 7 Faros: Creus, Estaca de Bares, Finisterre, Da Roca, San Vicente, Tarifa y Gata.
La organización del viaje fue inexistente, hasta el punto de quedar uno o dos días antes con un precario mapa delante para decidir por dónde ir.
-Tenemos que hacer la mayor parte por carretera nacional-
-A mi me da igual, mientras sea pegados a la costa y hagamos el recorrido entero . . . como si quieres que vayamos empujando las motos-
Si ya de por sí un viaje de 10 días con una persona a la que conoces bien es algo arriesgado, emprenderlo con un “perfecto desconocido” tanto por parte de Paco como por mi parte, era jugárselo todo a un número.
Ni yo sabía si él acabaría siendo un capullo integral insoportable, ni él si yo sería un perfecto imbécil al que deseara asfixiar por la noches con la almohada.
Con estas incertidumbres y otras tantas, como donde dormir o que ruta seguir, el día 9 de Marzo quedamos a las 09:00 en una gasolinera para tomar un café y emprender marcha. Una pena el habernos olvidado sacar una foto de aquel momento . . . en fin, otra vez será.
Día 1 Cuando la ilusión vence al tedio
Tras el ritual del café con leche fría nos hemos metido en la autovía hasta la primera salida que nos llevará por carretera nacional hasta Barcelona.
La ilusión de empezar un viaje se contrapone con esas pequeñas imperfecciones que siempre tocan los cojones, parece que la moto suena rara, el GPS no termina de vincularse bien, siempre te asalta la duda de si habrás apagado las luces en casa y de si olvidas algo.
Durante unos minutos piensas -¿me daría tiempo a dar la vuelta para revisar que todo está bien y volver al viaje?- . . . pero siempre hay un punto al que yo llamo de No retorno. Es un momento, a partir del cual te da igual . . . no sé si es a partir de una distancia X en Km o de tiempo transcurrido encima de la moto. Simplemente la sinapsis de las neuronas en tu cerebro se produce de tal forma y manera que te llevan a la conclusión de que ya da todo igual.
Pura ley de Murphy, si algo ha de salir mal, saldrá. Así que perder tiempo dando la vuelta para revisar y emprender el viaje de nuevo de poco o nada sirve. Cuando te marches te volverá a asaltar la duda de nuevo . . . que asco.
Ambos sufrimos un cierto autoengaño que nos empuja a través de estas aburridas y anodinas carreteras nacionales. Una promesa de algo mejor es lo que hace que nos traguemos unos cuantos cientos de Km grises y sin sentido, un paisaje feo, carente de vida y sin nada que ofrecer, ese es el verdadero resumen de la rodada de hoy. Por mucho que trate de disfrazarla, maquillarla, ponerle un bonito vestido y ropa interior de encaje . . . el día de hoy ha sido una puta mierda en lo que a la ruta concierne.
Al fin hemos llegado a Barcelona, nunca me ha gustado esta ciudad, reconozco que tiene su encanto, que es única . . . pero es demasiado grande para mi. Valencia no deja de ser un pueblo grande y Barcelona me supera.
Esta noche nos sale el alojamiento gratis, Paco tiene un primo que nos acoge de buen gusto en su piso compartido, así que esta noche 6 almas compartiremos el mismo techo.
El primo es un tipo afable y simpático, se nota que es familia de Paco, están cortados por el mismo patrón.
Tras descansar un rato y una ducha rápida nos vamos por el barrio de Gracia a tomarnos unas cañas y cenar. Es cuando hacemos la valoración mutua del día que ya ha terminado y Paco coincide con la mía . . . una mierda.
Por fortuna el día que nos espera mañana va a ser mejor, solo esperamos que los GPS no nos puteen demasiado y nos traten como a subnormales.
Ya de vuelta y mientras trato de acomodar mis huesos al colchón dejado caer en el suelo que me otorgará descanso esta noche, pasa un camión que hace retumbar los cristales de la casa.
-Menuda puta mierda, esta noche no duermo-
-¿Qué pasa tío?-
Los cristales, finos como el papel de fumar, juegan un rol meramente ficticio. Cada vez que pasa un vehículo por la calle o simplemente una persona susurrando se estremecen hasta el punto de parecer quebrarse. Es entonces cuando me recuerdo a mi mismo porque odio las ciudades . . . definitivamente no soy urbanita.
Paco saca una pastilla de su macro botiquín.
-Es un relajante, lo uso cuando viajo ya que también me cuesta dormir, tomate media ya que . . . –
Le dejo con la palabra en la boca y engullo la pastilla entera, a tomar por culo pienso. No me la juego a tomarme media, que no me haga efecto y al día siguiente sentirme como un plomo. Mientras tanto el primo ha vuelto de currar, son las 01:30.
Paco y él intercambian unas birras mientras narran historias y batallitas de las que me siento invitado a participar. Ahora es cuando empiezo a sentir el efecto de la dichosa pastilla. ¿Paquito pero qué me has dado? Es lo último que mis neuronas llegan a canalizar antes de caer rendido sobre aquel colchón.
Día 2 Ascendiendo por los talones hasta llegar al Monte de Venus
Me despierto recompuesto, ciertamente la droga que me proporcionó Paquito funciona a la perfección. Apenas siento el entumecimiento del cuello. El Schubert C3 no es un buen casco, es MUY BUEN CASCO, pero pesa lo suyo y cuando se hacen tiradas largas las cervicales te lo explican.
Por más que le insisto a Paco a que me haga un masaje tailandés SIN final feliz, este se niega . . . así pues tocará aguantar hasta que las cervicales queden soldadas unas con otras.
Tras una rápida recogida de bártulos hemos salido quemando rueda, no sin antes agradecer enormemente al primo de Paco por su acogida.
Salir de Barcelona se nos hace lento y tedioso, es como una muerte lenta y dolorosa . . . Me recuerda a esa escena de la película “Salvar al soldado Ryan” en la que un soldado alemán va clavando poco a poco su puñal en el esternón de un marine made in U.S.A mientras este agoniza entre estertores. Calle arriba, calle abajo, semáforo, calle arriba, calle abajo, semáforo, semáforo, semáforo . . . ¡¡por Dios es que esto no se termina nunca!! Menos mal que es domingo, no quiero ni imaginarme lo que debe ser un lunes.
Tras algo más de una hora parece que los dioses aburridos de jugar con nosotros, dejan de poner trabas a nuestro viaje para que al final podamos disfrutar algo . . . somos unos pobre ilusos.
Cuando apenas han transcurrido uno pocos Km encontramos un control de la policía en una rotonda, la dirección que debemos tomar está cortada, y es cuando los GPS empiezan a no servir de nada y se pasan todo el rato recalculando. Al parecer los dioses que habían dejado de jugar con nosotros solo estaban cambiando el turno con los siguientes, que venían con ganas de guasa. Así pues, ¿qué mejor que una carrera popular?.
Da igual por donde vayamos, da igual las aceras que nos saltemos, los pasos que tratemos de vadear, todo y digo absolutamente TODO, está lleno de personitas en pantalón corto moviendo las canillas. Tenemos el “privilegio” de observar la gran variedad de corredores que existen . . . el cual y debido al aburrimiento que padezco al no poder hacer absolutamente nada comparo con el mundillo motorista.
Por un lado está el maratoniano precario, que corre con material aparentemente sacado del baúl de los recuerdos y digno de las olimpiadas de Berlín 1936,el cual sin embargo refleja en su rostro una satisfacción enorme, difícilmente medible con cualquier otra. Si pudiera leerle la mente seguro que el pensamiento más repetido sería –me la sopla todo-.
Por otro lado está el corredor amateur tirando a pro, que nada a caballo entre el material gabacho de Decathlon y los productos hi tech de Nike y Asics. Para finalizar está el corredor ultra mega pro, que va a la última con sus zapas marca pasos, mp3 de la manzana enganchado al brazo, bandana anti sudor y demás gadgets.
Mientras estoy inmerso en estos pensamientos veo que Paco realiza uno de sus movimientos que a partir de este mismo instante bautizo como PMCQEPA “Por Mis Cojones Que Es Por Aquí”. Esta acción es llevada a cabo tras “sopesar” la información que tiene delante de él. La puede hacer en marcha jugándose el tipo, parado en un arcén minúsculo mientras los camiones nos zarandean como malas hierbas o sentado en la terraza de un bar acompañado de un café con leche. Personalmente prefiero la última, pero con Paco la primera y la segunda suelen ser las más habituales.
Finalmente y gracias al PMCQEPA de Paco salimos de esa maraña laberíntica en que se habían convertido las calles cortadas. Al fin empezamos a curvear como Dios manda, al fin podemos disfrutar de aquello a lo que habíamos venido, horas y Km de viajar con el mar a nuestra derecha.
Compartimos circuito con una docena más de degenerados del motor de las ruedas, y digo circuito, porque este tramo que estamos recorriendo poco o nada se parece a una carretera normal y corriente. Por un momento vienen a mi memoria los serpenteados recorridos de mi añorado Schwarzwald, con las evidentes diferencias de climatología y calidad del asfalto claro está.
Hay hambre, pero da igual estamos tan cerca que mando callar a mi estómago a golpe de un paisaje de ensueño. Las rocas tostadas bajo este sol del mediterráneo me recuerdan a ciertas secuencias de la película del Señor de los Anillos, estamos tan cerca del faro de Cap de Creus que me parece que lo puedo tocar. La carretera se enrosca y caracolea caprichosa como una niña que se niega a irse a la cama y busca cualquier lugar donde esconderse para alargar esos ojillos curiosos antes de caer definitivamente rendida.
Paco acelera un poco más, siento su inquietud por llegar, yo también la tengo estamos en el segundo día de nuestro viaje y vamos a culminar el primero de nuestros objetivos. Aún nos quedarán por delante unas cuantas horas más de moto . . . pero ahora mismo ya todo da igual.
Al fin hemos llegado, estamos en lo más alto . . . un viento fortísimo proveniente de levante nos golpea con brío y rabia. Bajamos de las motos con lentitud, cualquier movimiento en falso nos puede hacer caer. Lablú (la querida VStrom de Paco) y Edelweiss (mi querida gordita amarilla) descansan una al lado de la otra, apiñadas protegiéndose mutuamente del viento.
Ximo, mi fiel compañero de viaje desde que se me subiera en la moto el enero pasado agita sus alitas mecidas por el viento –este puto pingüino siempre tiene ganas de fiesta- pienso para mis adentros.
Mientras vamos preparando lo que sería nuestra comida estándar durante los próximos días el viento trata de arrancarnos la bolsa de quicos y el jamón de las manos –maldita sea, ¿acaso no has comido hoy viento cabrón?-
Pocas, muy pocas emociones se pueden comparar a la de completar un objetivo, o en este caso, uno de los objetivos del viaje. Da igual que este sea de 10Km o de 1000Km, el simple hecho de llegar, por donde tú querías llegar y de la manera que querías hacerlo, transmite un subidón maravilloso.
Ha sido todo un acierto realizar este viaje en estas fechas. Normalmente en cualquier otra época del año este lugar estaría plagado de turistas de 1000 nacionalidades diferentes, pero ahora mismo a penas somos media docena de personas, un verdadero privilegio.
El tiempo jugaba a nuestro favor, y a pesar que estábamos muy cómodos sentaditos en la terraza con el sol calentándonos y con un café en la mano, había que emprender camino hacia el monte de Venus.
Tras un par de momentos PMCQEPA estábamos ya adentrándonos en el eje pirenaico. Paco se conoce perfectamente el eje, es más me parece que de pequeño lo dejaron aquí abandonado y lo recogieron cuando había pasado la pubertad con esa barba que le caracteriza y las gafas de Scheriff de los U.S.A. Traza cada curva con precisión de cirujano, no toca el freno más que en los momentos claves y mantiene en todo momento una velocidad constante sin apenas variaciones. Un lujo conducir detrás de él y tratar de copiar cada uno de sus movimientos.
De esta manera hemos recorrido casi 1/3 del eje pirenaico hasta que la noche al final ha caído sobre nosotros sin apenas darnos cuenta. El objetivo es llegar hasta Puig Cerdá, pero tal y como están las carreteras conducir de noche no es que sea lo más recomendable, a esto hay que añadir que las temperaturas estaban empezando a caer vertiginosamente.
Mientras voy inmerso en mis pensamientos acerca del significado de este viaje, como si fuera un oasis en medio del desierto un resplandor de luz nos atrajo como polillas. Es el hotel que está en lo alto del puerto de La Molina, paramos cansados tanto física como psicológicamente, llevamos algo más de una hora conduciendo en la más absoluta oscuridad y ello impide que podamos llevar un buen ritmo de marcha.
-Paco voy a preguntar que cuesta una habitación esta noche-
Con apenas un gesto me despacha, vuelve a estar inmerso en su particular batalla con el gps y el mapa que lleva amarrado al depósito.
-Hola buenas noches, ¿tendrías una habitación doble con dos camas para esta noche?-
-Un momento por favor-
La recepcionista que rondaba los 60 vuela por encima del teclado buscando una habitación, mis ojos se pasean por el hall de la recepción. Aquel sitio olía a caro, olía a servicio de habitaciones, caviar y champagne, olía a hermosos balcones con vistas infinitas, suaves sábanas tejidas a mano, carta de almohadas y seguro que hasta podrían incluir los servicios de señoritas de moral licenciosa.
-Tenemos una habitación por 110€-
-¿Con desayuno?-
-Lo lamento solo incluye régimen de alojamiento-
Salgo del hall para darle la lapidatoria respuesta de Mrs. 60 a Paco y este seguía enzarzado en su batalla con el gps. De cuando en cuando alzaba la vista tratando de mirar hacia el horizonte, algo imposible con aquel manto negro que lo cubría todo.
-Paquillo, 110€ sin desayuno tío-
-Ni aunque me la chupen-
Tras una respuesta más que clara tiramos del catálogo de hoteles que lleva el gps de serie y tras un par de llamadas infructuosas hemos encontrado en Puig Cerdá un hotel que por 60€ nos aloja en una habitación doble con dos camitas, parking para las motos y desayuno incluido. Lo único que nos separaba ahora de nuestro destino, la promesa de una ducha caliente y un merecido descanso eran unos cuantos Km de carretera oscura como el culo de un grillo.
Me vuelvo a enfundar el casco y arrancamos. Ximo sigue dándolo todo amarrado en el manillar, no se queja, no increpa ninguna de nuestras decisiones, pone siempre buena cara a todo, levanta sus alitas en cada tramo de curva como pidiendo más; por un momento pienso que este pingüino tiene más cojones que nosotros dos juntos.
Tras un rato recorriendo esas piernas juguetonas enfundadas en medias de nylon negro Paco se para. Me acerco hasta llegar a su altura.
- Tío, creo que estas tirando más que yo, pasa tu delante-
-Vale-
Quizá es cierto, quizá esté tirando más que el. De hecho cuando me he puesto en cabeza me doy cuenta que es así, llega un momento que lo pierdo en mi retrovisor y desaparece engullido por la noche, trato de reducir la marcha, no es recomendable que nos perdamos de vista, una pequeña caída es un putada tremenda.
El ir delante en este tramo implica espantar a los monstruos que acechan detrás de cada árbol y cada roca. Los faros dibujan grotescas figuras afiladas que desaparecen a medida que me acerco a ellas –atrás malditos fantasmas- es lo pienso dentro de mi casco. Por un momento me siento como un exorcista que libera cada tramo de esta montaña de sus demonios.
Al fin hemos llegado a Puig Cerdá, apenas nos ha costado encontrar el hotel y el dueño ha tenido la amabilidad de sacar su coche para que podamos aparcar nuestras motos al lado de su tractor.
Una ducha rápida y ya estamos disfrutando de la embriagadora vida nocturna de Puig Cerdá . . . no hay ni un alma.
Nos recomiendan ir a cenar al Kennedy’s un restaurante con nombre digno de hamburguesería de pueblo. En honor a la verdad debo decir que no se cena nada mal y a un precio más que discreto. Puig Cerdá debe ser una ciudad bonita de visitar de día, pero para cuando este llegue nuestras siluetas estarán perdidas en el horizonte.
Ya de vuelta al hotel, enfundado en el pijama y mientras Paco sigue trazando líneas en su mapa –Paquito, no se cómo te la habría chupado la recepcionista del otro hotel, pero esta sensación vale más que muchos polvos juntos-
Caigo rendido y dejo que mis sueños divaguen por aquel monte de Venus.
Próximamente más . . .
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