COLOMBIA. El mayor peligro es que te quieras quedar.

jaimeleonu

Curveando
Registrado
6 Dic 2005
Mensajes
1.124
Puntos
113
Hola

Mientras voy preparando la crónica del intenso viaje que hemos hecho el pasado diciembre por éste país, os dejo unas fotos como "aperitivo"

Saludos

IMG_20161219_101222.jpg



IMG_20161226_131520-1.jpg


IMG_20161210_171720.jpg



IMG_20161212_125603.jpg


IMG_20161220_104735.jpg


20161208_153927.jpg


IMG_3216.jpg


20161220_081932.jpg


IMG_3123.jpg


IMG_20161216_091106.jpg


IMG_20161212_091553.jpg


IMG_20161216_113500.jpg


20161220_072911.jpg
 
Llevas armas de fuego? La idea que nos llega de colombia es que por esa maquina no dudarian en pegarte un tiro. Y solo por esas selvas de Dios

Enviado desde mi SM-T230 mediante Tapatalk
 
Llevas armas de fuego? La idea que nos llega de colombia es que por esa maquina no dudarian en pegarte un tiro. Y solo por esas selvas de Dios

Enviado desde mi SM-T230 mediante Tapatalk

Hola naviayork, estás de coña, verdad?

cómo se nos va a ocurrir viajar por allí sin ellas ?, y además una para Conchi y otra para mí...;)

IMG_20161216_114013-1.jpg


Y si no me llevo una escolta, como he hecho en otros países....

IMG_1045.jpg


Creo que llevamos hechos viajes como alrededor de unos 70 países. Pues a Colombia, teniendo en cuenta lo que buscamos en nuestros viajes (y la seguridad es una de ellas), la incluimos entre los 10 mejores para viajar, dentro de nuestra particular lista, claro está.

Hay otros países que sí que nos han parecidos más inseguros.

Espero que cuando leas la crónica, cambies la idea que tienes acerca de lo que es viajar por Colombia.

Saludos
 


"Colombia, el mayor peligro es que te quieras quedar"



Desde su nacimiento en el sur de Colombia, hasta su desembocadura en el mar Caribe, el río Magdalena recorre el país a lo largo de más de 1.500 km. Estamos en el pueblo de Villavieja, a 4 km del llamativo desierto de La Tatacoa, la mañana es soleada y muy calurosa. Desde la orilla del margen derecho del Magdalena, se aprecia perfectamente la corriente que llevan sus aguas, y que debido a las últimas tormentas presentan un color marrón. Gracias a la ayuda de cinco hombres, logramos subir la pesada 1200 GS en una pequeña lancha. Ahora para alcanzar la otra orilla, primero tendremos que remontarlo para rodear una gran isla, y luego, por otro ramal, buscar el lugar para poder desembarcar en el otro lado. En teoría no nos llevará más de 10 ó 15 minutos de navegación. Pero mí desconfianza no termina de desaparecer y por segunda vez pregunto al dueño de la lancha.

-Oiga, ¿está usted seguro que esto aguantará?. A ver si vamos a acabar en el fondo del Magdalena…

-No se preocupe, patrón. Ya he cruzado motos otras veces. No es la primera.

-¿Pero tan grandes y pesadas?

-Bueno, en verdad que tanto como ésta…nunca…Pero patrón, no hay problema, tranquilo. Usted sujete ahí, así, de pie, a la moto. Y usted señora, siéntese aquí atrás y no se mueva.

La embarcación está hecha con chapas metálicas soldadas unas con otras. Parece sólida, pero poco estable para llevar, de la única forma que su escasa anchura lo permite, una moto como ésta. En la lancha viajamos el dueño, que maneja el pequeño motor fuera borda, su mujer, que se ha encargado del desamarre, Conchi, la moto y yo, que voy de pie sujetándola, o quizás soy yo quien se sujeta a ella, quién sabe. La embarcación hace unas maniobras para encarar la corriente, da unos meneos, y me acuerdo de los dibujos del libro de física de cuando estaba en el colegio. En ellos se representaban diferentes ejemplos de cuerpos estables e inestables, y la estrecha relación entre la situación del centro de gravedad y su incidencia en la estabilidad de los objetos. Por la obligada posición que tenemos sobre la lancha, ellos sentados en los extremos, la moto y yo en el centro, y por la velocidad que alcanzamos para poder vencer las corrientes, no hay duda, a mi me sigue pareciendo que un pequeño error y... aquí acabó nuestro viaje. Pero ya es tarde para arrepentirse.







[MEDIA]
[/MEDIA]

¿Pero cómo hemos llegado a esta situación?

¿Tan complicado es viajar por Colombia?

¿Es qué no hay puentes?


Lo que quizás no sepas de Colombia

Cuando contábamos a los amigos y familiares que en diciembre nos íbamos de viaje en una moto por este país, los comentarios que nos hicieron eran los habituales. “Cuidado que aquello es muy peligroso”, “a ver si os va a secuestrar la guerrilla”, “que no os metan droga en los equipajes”, “el otro día vi en la tv que drogan a los turistas y que luego les roban”, “pero si allí están en guerra desde hace muchos años ¿no?”... Como pasa siempre, estas recomendaciones nos las hacían quienes nunca habían estado en Colombia. Solamente las pocas personas que conocíamos, y que si habían viajado por allí de forma similar a la que teníamos previsto hacerlo, nos dijeron que los paisajes, y especialmente la gente, nos iban a encantar. Como el gobierno colombiano sabe perfectamente cuál es la imagen que en Europa tenemos de su país, hace tiempo que intenta cambiarla y entre otras cosas popularizan un eslogan turístico, “Colombia, el mayor peligro es que te quieras quedar”.

No hay duda que durante muchos años, los cárteles de la droga, la guerrilla y la inseguridad ciudadana no han contribuido mucho a que desde fuera se vea a eso de “querer quedarte” como tu mayor preocupación viajando por Colombia. Pero desde luego, y a toro pasado, Colombia no figura entre los países más inseguros por los que hemos viajado. Al contrario. En ningún momento tuvimos sensación de peligro, ni en grandes ciudades, pueblos, aldeas, carreteras o pistas abiertas a través de la selva. Bueno, esto no es del todo verdad, durante la travesía del Magdalena si que sentimos cierta incertidumbre sobre cómo acabaría nuestro viaje. Aunque sin duda en Colombia, y en todos los países, se deben tomar ciertas precauciones, y desde luego la suerte también juega un papel importante. Que no te encuentres con la persona equivocada, o en la situación, en el momento más inoportuno, es imprescindible para que regreses pensando en lo acertado de su eslogan.

Pensamos que con la reciente firma del tratado de paz, entre el gobierno y la guerrilla de las FARC, algo estaba cambiando, y por eso nos decidimos a hacer este viaje precisamente ahora, en diciembre de 2016. Aunque ese acuerdo se ve de distinta manera a uno u otro lado del Atlántico. Después de más de 50 años de guerra, todos los colombianos quieren la paz, pero no a cualquier precio, y de ahí el resultado negativo del referéndum. La mayoría piensa que eso de un perdón generalizado para todos los terroristas es ser demasiado benévolo. Y por si fuera poco, además del “perdón”, se les da una serie de beneficios de los que no disfrutan el resto de ciudadanos. Parece ser que el presidente Santos quería pasar a la historia como quien logró firmar el acuerdo, y hacerlo al precio que fuera, y que en 2018, cuando acabe su mandato, “el marrón” se lo dejara al próximo presidente.

Todas las mañanas, al despertarnos conectábamos la televisión y, dentro de uno de los noticieros de primera hora, había una sección que se titulaba “Mientras usted dormía”. En ella daban información, con todo lujo de detalles e imágenes, de lo sucesos que habían ocurrido en el país aquella noche. Todas esas noticias eran “muy entretenidas”. Unos sicarios pegan 5 tiros a no sé quien, encuentran a una pareja asesinada no sé dónde, una avalancha de lodo se lleva varias casas y aparecen 3 muertos, varios robos utilizando todos los medios inimaginables (unos ladrones, vestidos de policías, detienen un autocar, suben a el y “confiscan” a los viajeros todos sus celulares y el dinero), aparatosos y trágicos accidentes, generalmente provocados por camiones… Si ese programa lo hubiera visto desde aquí, habría sido imposible que viajáramos a Colombia con un mínimo de tranquilidad. Aunque en realidad no dejan de ser noticias que, en mayor o menor medida, ocurren en casi todo el mundo. No vimos a nadie portando armas, excepto a quienes tenían autorización para hacerlo, y a alguna mujer que, aunque no tuviera permiso de armas, sí parecía muy contenta con ella…. Tampoco a nadie traficando con drogas, o que nos las ofrecieran, aunque se anunciaban por todas partes, y por lo visto eran "súper baratas".





IMG_20161210_082250.jpg


Viajar por Hispanoamérica tiene, para los españoles, el plus de poder comunicarte fácilmente. Y como en todos los lugares, además viajando en moto tienes la posibilidad de hacerlo con muy distintos tipos de personas. Una de las muchas cosas buenas que tienen los colombianos es que son muy buenos conversadores, que no “habladores” que es otra cosa muy diferente. A diferencia de otros países, ellos no tienen reparo en hablarte con sinceridad sobre sucesos y situaciones acerca de asuntos nacionales espinosos y delicados, y que quizás, de una manera u otra, han marcado sus vidas, me refiero a cárteles de la droga, sicarios, guerrilla, violencia…. Pero a su vez también se interesan por saber cómo es la imagen que tenemos de ellos y de su país, de preguntar cómo se ve el acuerdo de paz desde Europa…



Si teníamos especial interés en que la conversación continuara, o ganarnos su confianza y plantear alguna pregunta algo incómoda, solamente había que mentar un nombre, Nairo Quintana. Ciclista ganador del Giro y de la última Vuelta a España, y que es uno de los ídolos nacionales. A los colombianos les encantaba saber que yo había viajado a las etapas alpinas de los últimos 5 tours de Francia, y que además conocía a Nairo en persona. Y si Conchi añadía que en España se le aprecia también por su humildad y sencillez, la charla discurría mucho más amena y relajada.

Antes de empezar nuestro viaje ya teníamos a una persona, que no conocíamos con anterioridad, pero que por una causa concreta, amablemente se ofreció a dedicarnos parte de su tiempo para ir a recogernos al aeropuerto de Bogotá y llevarnos a nuestro hotel, invitarnos a su casa, acompañarnos a la hora de retirar la moto, dar su número de teléfono personal a la empresa de alquiler para cualquier problema o contratiempo que él nos pudiera resolver… El señor Oscar Enrique Arandia, su esposa Mirian y el resto de su familia lograron que, las primeras personas que conocimos en Bogotá, nos dieran una idea de cómo son los colombianos. Según nuestra propia experiencia en general son muy amables, educados, simpáticos, cercanos, siempre dispuestos a ayudarnos y además saben manejar el vocabulario español como en pocos lugares…



IMG_20161222_132052-1.jpg




Cuando llegas a un lugar, siempre te saludan con un "buenos días ¿cómo está usted?. Si pides o preguntas cualquier cosa, lo primero que hacen es decirte "a la orden". Y cuando das las gracias, invariablemente su respuesta es "con gusto". Ni remotamente parecido a cómo nos comportamos por aquí. Todo el mundo se trata de usted, incluyendo cuando hablan a los niños, y además en la zona de Boyacá es normal que se dirijan a ti en lugar de con el habitual "usted", con un sorprendente "su mercé".

20161209_091110-2.jpg


Y este trato lo tenían con nosotros tanto el sencillo campesino, sentado a nuestro lado en cualquier puesto de comidas en la carretera, como el recepcionista del hotel, la “mesera” (camarera) que nos atendía, la persona desconocida a la que preguntábamos cualquier cosa, policías, militares, o el hombre de negocios, que con aspecto impecable e imagen de pertenecer a la clase acomodada, bajaba de su 4x4, le llamaba la atención la moto que veía allí aparcada y nuestro aspecto, y acto seguido nos saludaba y se interesaba por nosotros y nuestro viaje.

Fuimos dejando amigos por todo el país. Desde gerentes de hoteles, como el Sr. Henao del hotel Aqua-Granada en Cali, que nos hizo un precio especial, nos dio una de las mejores habitaciones y además nos invitó a comer. Diego, también apasionado por el mundo de los viajes en moto, y propietario del maravilloso Akawanka Lodge en San Agustín, que junto con su mujer nos brindaron todo tipo de facilidades y atenciones durante nuestra estancia allí. Las chicas policías de Villavieja, que tan simpáticas fueron con nosotros y además nos ayudaron con el asunto de localizar una lancha para la travesía del río Magdalena. Y así otras muchas personas anónimas que, con sus acciones o conversación, hicieron que nos formáramos esta idea acerca de los colombianos.







Como otros países tropicales, climatológicamente hablando Colombia no tiene cuatro estaciones. Tiene época de lluvias y época seca, que era en la que nosotros estábamos. Aunque durante ésta, sí es verdad que las lluvias son más cortas, pero no por ello menos intensas. Pero aquí también tuvimos suerte, los momentos en que nos sorprendieron lluvias verdaderamente fuertes, esos días estábamos ya en nuestro destino. O ya lo habíamos abandonado, como ocurrió cuando partimos de Popayán. Ya en nuestra siguiente parada, San Agustín, nos enteramos que esa misma tarde había habido unas lluvias torrenciales en Popayán, con inundaciones por todo el pueblo, y con derrumbamientos de casas incluidos.



Otro aspecto básico en todo viaje es la alimentación, aquí nosotros nunca tenemos problemas, nos gusta probar de todo y comer en todo tipo de establecimientos. Colombia tiene muchos platos típicos, como la “bandeja paisa”, un plato con abundantes raciones, enormes más bien, de carne molida, chicharrón (torreznos a lo grande) huevo frito, frijoles, plátano maduro… vamos, para no quedarte con hambre. La yuca frita también está muy sabrosa. Y por supuesto que, en las zonas costeras, predominan los platos de pescado y mariscos a buen precio. Pero sobre todo destacan los jugos de todo tipo de frutas. Algunos hechos con frutas que no habíamos probado nunca, como el lulo, exquisito, y otros más conocidas, de mango, guanábana, maracuyá, papaya…Y por supuesto el café, con un sabor diferente y al que, al menos nosotros, tardamos unos días en acostumbrarnos. Y atento, por allí si te ofrecen un tinto, no te confundas, no es vino, es un café solo.









Los precios de la alimentación y el resto de los gastos del día, son sensiblemente más baratos que en España. Incluidos los hoteles de categoría alta, aunque en las grandes ciudades, los precios de estos no es que difieran mucho de que los que tenemos por aquí. La gasolina, otro gasto importante en los viajes, está a unos 0´70 euros el litro. Y en las carreteras principales hay puestos para el pago de peaje, aunque las motos disponen de un carril único, siempre en el lateral derecho, ya que están libres de ese pago.

En lo referente a los paisajes, ya los iremos viendo a medida que avance nuestro viaje. Sólo un apunte, seguramente habrás oído decir que Costa Rica o Brasil tienen unos paisajes increíbles. Nosotros hemos viajado por los dos y en ese aspecto, siempre bajo nuestro punto de vista, no es que Colombia los supere, es que sencillamente gana “por goleada”. No sólo son sus montañas, valles, cascadas, playas, pueblos coloniales...es que hasta tiene un desierto, La Tatacoa, pequeño sí, pero espectacular. Si un día, ojala no muy lejano, Colombia puede borrar la imagen que durante décadas nos ha llegado de ella, sin duda será uno de los destinos turísticos por excelencia. A los paisajes, historia, cultura y tradiciones añade también algo que no es fácil encontrar, la calidez humana de quienes la habitan.

IMG_20161212_081040.jpg












IMG_20161210_174457.jpg
IMG_20161212_123357.jpg

20161211_103246.jpg













IMG_20161220_080959.jpg


Saludos
 
Última edición:
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Me gusta Colombia.

Por trabajo he viajado varias veces, pero solo conozco las ciudades de negocios ( Bogotá, Cali, y la increíble Medellín), me falta conocer el país por dentro.

A los cenizos decirles que Colombia no tiene hoy nada que ver con la imagen de la Colombia que tenemos en el recuerdo de hace 25 años, o la que vemos en series como "Narcos" o "Escobar el patrón del mal" que narran situaciones de la época de anarquía en la que los carteles de la droga tenían cogido al país por donde más le dolía.


Obvio que en las grandes ciudades o en algunas zonas rurales hay que saber donde y hasta que hora te metes, y comportarte con discrección y prudencia, pero nada diferente de lo que te pudiera ocurrir siendo imprudente en países menos "famosos".

Bendiciones.

Manuel

PD Me gusta el orgullo nacional y el amor al país y la bandera que tienen de manera natural todos los colombianos.
 
Hace unos 20 años estuve un mes en Colombia y era la época dura, peró así y todo ya me gustó mucho el país, su gente y los paisajes.
Por lo que cuentas ha cambiado bastante Colombia, de lo que me alegro mucho.
Como anecdota, ya que me lo has recordado, decir que al volver a España en el avión, la azafata le preguntó a una monja que también regresaba a España que deseaba tomar, y esta le pidió un "tintico". Cuando la azafata le trajo una botellita de vino fue un poema ver las caras de ambas y las risas cuando la monja explico a que se refería con el "tintico".
Envidia sana me dais con este viaje.
Saludos
 
Me ha parecido una descripción digna de un buen conocedor del pueblo colombiano. Eso sólo se consigue mezclándose con la gente. Es la magia de los viajes en moto. Me suscribo para no perder el hilo. Gracias por compartir.
 
precioso..... precioso. Gracias Conchi y Jaime por compartir ese viaje. Seguiremos los siguientes capítulos
 
Qué buen relato de viaje....
Ojalá más viajeros, moteros, aventureros y turistas visitarán nuestro país, para que se sorprendieran con los maravillosos paisajes, la calidez de su gente y la variedad gastronómica que encontrarán en todos los rincones... La historia no la podemos borrar, pero el presente es diferente a las series de tv...
Gracias a Jaimeleonu por la buena crónica...
saludo especial para todos de un Colombiano orgulloso, que disfruta ahora rodar en moto por Europa.
 
Hola

Gracias a todos por los comentarios. Me alegra comprobar que los que alguna vez han estado en Colombia, se trajeron la misma impresión que nosotros y coincido también en sus apreciaciones.

Y que a los que nunca han estado por allí, les sorpenda cómo es en realidad la vida diaria en Colombia.

Que buena la anécdota pib, a mi también me podía haber pasado una confusuión des esas, si antes no hubiera leído bastante acerca de las constumbres colombianas

Y Pacolf, tampoco es que en un viaje de un mes dé tiempo a conocer un país, pero sí que es verdad que en moto, a poco sociable y comunicativo que seas, es más fácil entrar en contacto con todo tipo de gentes y tener una visión más completa del país que en otros medios de transporte. Y otra cosa muy importante, al menos para nosotros. Desde hace años, a la hora de planificar un viaje, o quitamos kilómetros o añadimos días, lo que sea más factible, pero intentamos viajar sin prisas. Ya dejamos atrás los viajes kilométricos en los que al final pasas con prisa por lugares que merecen una parada y encima dejas de conocer a gente interesante. Eso más bien es "desplazarte" que no "viajar". Pero es sólo nuestra opinión, después de habernos metido buenas kilometradas...

A primeros de semana la próxima entrega, con la recogida de la moto y comentarios acerca de lo que es conducir por Colombia

Saludos
 
Hola Faracer, me alegra saber que como colombiano que eres te gusta nuestra crónica

Te acabo de enviar un mensaje privado.

saludos
 
Lo del tintico está bien, pero me gustó más la primera vez que me dijeron que les regalara mi teléfono...

...hasta que entendí que me pedía por favor que le dejara mi número de telefono.

Manuel
 
Hola, vamos con la segunda entrega


La moto y su entorno

Decidimos alquilar con www.elephantmoto.com porque son los únicos que en Bogotá tienen BMW equipadas con maletas y top case. Aunque por ahora sólo en los modelos 1200 GS, también tienen las 800 pero sin esa equipación. Por ello y por otras causas, a diferencia de otras ocasiones, este viaje decidimos hacerlo en una sola moto. Cuando los hemos hecho en dos, siempre ha sido con las 650 o los últimos años con las 700 GS. Son más ligeras, puedes llevar el mismo equipaje que en motos más grandes, por dónde te lleven las grandes, también te van a llevar éstas y por supuesto son más baratas de alquilar. Además para un viaje por países desconocidos, Conchi se siente más segura conduciendo una moto que sea más ligera. Yo también, y por mi había preferido llevar una 800 GS, como en Tailandia, pero por el tema de las maletas, ésta era la única opción que nos interesaba.

Los trámites fueron vía mail y rápidamente, con buena disposición por ambas partes, alcanzamos un acuerdo en el precio. Cuando llegamos a recogerla, la moto estaba tal y como habíamos acordado, incluida la pequeña bolsa sobredepósito que había pedido. Por ahora todo correcto y muy profesional, ninguna queja. Quien no estaba era Mauricio Escobar, propietario de la empresa, y tanto él como nosotros los sentimos, ya que teníamos un especial interés en conocernos personalmente. Pero ya me había avisado que un asunto de última hora se lo impediría, y sería su compañero Felipe Rojas quien se encargaría de la entrega. Rápidamente resolvimos todo el papeleo, amablemente Felipe nos dio una serie de consejos referentes a la conducción en Colombia, y así nos hicimos cargo de la que durante los próximos 18 días sería nuestra compañera.



El modelo era el de 2016, con un aspecto impecable, unos 19.000 km en su marcador y equipada con una serie de sistemas que, quizás a alguno le pueda extrañar, pero yo ni sabía que ahora tienen las 1200. Tengo que decir que de entrada algunas me perecieron una tontería, será que soy de “la vieja escuela”. El sistema electrónico de ajuste de suspensiones ya lo conocía, pero ni idea de que desde un botón puedes seleccionar diferentes modos de conducción según el terreno por el que vayas, o que, excepto con la primera velocidad, el resto de marchas puedes engranarlas sin necesidad de apretar la maneta del embrague. Aunque esto tampoco era nuevo para mí, hace muchos años, cuando en la Ossa Super Pioneer o en la Bultaco Frontera se rompía el cable del embrague, ya me las arreglaba para cambiar de marcha de ese modo…

Una cosa que también desconocía que tuviera esta moto, pero que sí me gustó mucho, lo de “la llave inteligente”, como en los coches. Aunque en alguno casos, en estos no llega a ser tan práctico como en una moto. Lo de subirte a ella, o bajarte, y no tener que andar preocupado de la llave, sí que me pareció cómodo y seguro. Debía tener más cosas, pero si no las recuerdo será porque no llegué a utilizarlas.



En Colombia es obligatorio que, en la parte trasera de los cascos de quienes viajen en esa moto, figure la matrícula de la misma. Y Felipe ya nos tenía preparados unos adhesivos con la matrícula de la GS para poner en nuestros cascos. También es obligatorio que entre las 6 p.m y las 6 a.m (horas sin luz natural) quienes viajen en moto lleven puesto un chaleco reflectante.



Una vez con todo en orden, incluida la instalación de mi viejo, pero resistente, GPS, nos despedimos de Felipe y a correr...Esto último es un decir, Bogotá nos esperaba, como dicen allí, con sus "trancones" (atascos) de última hora de la tarde. No era la primera vez que viajaba con una 1200 GS, pero o yo he perdido fuerzas (puede ser) o noté la moto más pesada de lo que esperaba, y eso que por aquí yo uso una 1200 RT. Quizás fuera que a la hora de manejarla en parado, se unía lo pesado de nuestro equipaje, distribuido en las 3 maletas, junto con la altura de la moto. Estoy seguro que la Adventure que llevé en el 2007 por Australia si que era más baja, y además en aquella viajaba yo solo y entonces el equipaje iba repartido entre mi moto y la que llevaba Conchi. Vale, pesada o no, alta o no, es lo mismo, es con la que hay que viajar por Colombia y ya está. Basta ya de moto y vamos a ver por dónde vamos a tener que movernos con ella.



Bogotá tiene más de 8 millones de habitantes y unas infraestructuras que serían válidas para la circulación de hace 20 años, pero que hoy en día son insuficientes. Hay en proyecto construir el metro, pero es sólo eso, un proyecto. No hay grandes rascacielos, y muchos de sus edificios son de una o dos plantas, con lo que la ciudad se extiende sobre una gran superficie. De sur a norte tiene casi 40 km de longitud, y de anchura unos 16. Circular por Bogotá es un martirio y una buena prueba para los nervios. No es el caos circulatorio que encuentras en El Cairo, pero aquí la circulación es lenta, muy lenta...lentísima. Y además, con las maletas puestas, la anchura que presentaba la GS era exagerada para este tráfico, lo de andar "serpenteando" entra las largas hileras de coches, no me pareció buena idea. Como es normal, las pequeñas motos se colaban por todas partes, y mientras, nosotros allí parados como si fuéramos en "carro". El día que volvimos a entregar la moto, tardamos más de 2 horas desde que entramos a Bogotá, hasta que llegamos al punto de entrega, y eso que ni mucho menos estaba en la otra punta de la ciudad.

Y al no tener una carretera que haga de circunvalación (sólo una especie de autopista central, pero que la ciudad ha engullido y ya es sólo una avenida más) todo el tráfico pasa por el centro, incluidos los grandes camiones. Al menos estos hacen una buena labor a la ciudad, ya que algunos aprovechan su parte posterior como transporte público.

Para intentar reducir en alguna medida los "trancones" hace tiempo que impusieron, tanto en Bogotá como en otras ciudades, una ley llamada "pico y placa". El "pico" se refiere a las horas pico, las puntas, y la placa, claro está, a la matrícula del vehículo. De este modo según sea el día, par o impar, en ciertas zonas de la ciudad sólo pueden circular los vehículos cuyas matrículas terminen en número par o impar, afecta tanto particulares, como autobuses e incluso a las motos de 2 tiempos. La norma tiene más condicionantes, pero como las motos de 4 tiempos están libres de cumplir el "pico y placa", tampoco me entretuve en informarme mucho más acerca de ella.

IMG_3223.jpg




Al igual que ocurre en muchas zonas de Sudamérica, en Colombia también hay un elevado número de motos. En las ciudades por su mayor agilidad y en las zonas rurales por ser más económicas que un coche. Aunque al cruzarse dos motos en la carretera, no hay la costumbre de saludarse, si es verdad que en la capital hay cierta conciencia motera. Andrés, uno de los hijos de nuestro amigo el señor Oscar E. Arandia, que es gran aficionado a las motos, nos contó una de las actividades que llevan a cabo los distintos grupos de moteros de Bogotá. A veces hacen unas especies de "quedadas" y allí se distribuyen por diferentes zonas de la ciudad para ir a "pintar huecos". Sí, nosotros también le preguntamos lo mismo que tú te estás preguntando ahora. "Pintar huecos" es hacer, con un spray de pintura fluorescente, un círculo alrededor de los sitios peligrosos que te puedes encontrar cuando vas en moto, tales como grandes baches, alcantarillas sin tapa (doy fe de que existen varias), zanjas...etc.





De los años duros de aquellas terribles guerras entre los cárteles de la droga, y como consecuencia de la gran cantidad de asesinatos que se cometieron disparando desde una moto, ha quedado una norma que afecta al tráfico y que con ella intentan también disminuir el elevado número de atracos. En determinadas zonas de algunas ciudades sigue vigente la prohibición, que entonces fue cuando entró en vigor, que se refiere a que en el asiento posterior de las motos no puede viajar un "parrillero". Aquí el pasajero o acompañante es llamado “parrillero”. Por lo que, o yo estoy equivocado, o la norma no afecta a las mujeres. Por lo tanto, y según mi interpretación, si que puedes llevar a una “parrillera”, independientemente de si ella lleva un arma o no...



Referente al urbanismo sí que hubo una cosa que me gustó mucho, no sólo en Bogotá, si no también en todas las ciudades y pueblos. Las calles no están dedicadas a personas, lugares...su nombre es un número. Unas se llaman "calles", las que van de este a oeste, y otras "carreras", las que van de sur a norte. Así es muy fácil orientarse, al GPS le echas de vez en cuando un vistazo sólo para asegurarte de que vas bien, y siempre sabes cuantas calles faltan para tu destino. Lo malo es que a veces se complica con otras llamadas diagonales, transversales...y que también puede haber calles con el mismo número pero seguido de una letra, calle 72, calle 72 a, 72 b...aunque en este caso siempre están juntas. También el nombre de los parques o centros comerciales generalmente corresponde al número de la calle donde están. Por ejemplo, una dirección que fuera "Calle 72#21 100", correspondería a la calle 72, cruce con carrera 21 y el número del edificio sería el 100. Con un plano delante, o si te fijas en las placas (aunque para ello hay que tener "el ojo de halcón") moverte es facilísimo. Al principio puede parecer algo confuso, pero una vez te acostumbras, luego te parece una método muy sencillo y práctico.



Hay gente que cuando conducen fuera de Europa, y más si es la primera vez, uno de sus problemas suele ser que las carreteras, y el tráfico, no son siempre como los de por aquí. Pero lo único que se puede hacer, es simplemente adaptarse a lo que te encuentras. Colombia no es una excepción. Hay carreteras mejores y peores, generalmente ni siquiera en la principales vías vas a encontrar arcén, señalización, un asfalto impecable o un trazado cómodo. Incluso, según la ruta que quieras hacer, encontrarás que para llegar a determinadas poblaciones o utilizas una carretera ·”destapada”, lo que en otros lugares de Sudamérica se conoce como ripio, trocha... y que en España llamamos pista, camino...o tendrás que dar un rodeo considerable.

También hay algunas autopistas, pero suelen ser más numerosas en la zona norte, donde el terreno facilita más su construcción. Pero en general, y teniendo en cuenta la orografía, el clima y las de otros países por los que hemos viajado, a nosotros nos parecieron que están en un estado aceptable. Al fin y al cabo no son tan diferentes de las que por las que viajábamos en España hace 40 años (sí, ya lo sé, tú quizás ni habías nacido). ¡A veces nos parece que aquí siempre hemos tenido autopistas, autovías, circunvalaciones... !. De la mitad del país hacia el sur, las rutas tienen tantas curvas cómo en el norte de Tailandia, y en algunos momentos ya llega a cansar tanto frena, acelera, frena...Aunque todo queda compensado por los espectaculares lugares por donde discurren. Y por descontado, que aunque no eran muy numerosos, ni largos, pero también encontramos algunos tramos en obras.













Solamente las vimos un grave inconveniente y al tiempo un peligro, la inmensa cantidad de grandes camiones, generalmente con exceso de años y de kilómetros, que circulan por ellas. Para nosotros Brasil era el número uno en esto de camiones en la carretera, pero Colombia le ha arrebatado el puesto. También en las zonas rurales es habitual encontrar a los típicos y coloridos autobuses llamados "chivas", decorados con todo tipo de dibujos y frases. Como por aquí las carreteras son más estrechas, cuando encontrábamos alguna "chiva", a veces adelantarla era algo más complicado. Y , como ocurre en otros muchos países, más te vale ir muy atento mientras conduces y no despistarte, ya que puedes encontrarte con todo tipo de situaciones, como un repostaje en plena carretera, o vehículos transportando cualquier cosa.















Con el trazado que tienen la mayoría de las rutas, es normal que la relación entre los conductores de los camiones y los de las motos a veces presente ciertas tiranteces, y no sea siempre muy amistosa...




Saludos
 
Jajajajajajajaja

TREMENDA pegatina la del camión.....

Muy entretenida y amena la crónica. Tengo una amiga que lleva 4 años de profesora en la Universidad en Barranquilla.

Seguiré por aquí echando un ojo. Creo que va a estar la mar de interesante.

Vsss!!
 
JO-DER!!!!.....jajajajajajajajaja

Tremendos estos colombianos....

Vsss!!!
 
Nuestro recorrido


Al encontrar poca información referente a recorridos en moto por Colombia, excepto los tours organizados, primero busqué los lugares más interesantes para conocer, y vi que eran muchos. Después empecé a descartar los más remotos, ya que Colombia tiene una extensión el doble que la de España. Una vez tenía más o menos definida la ruta, comencé a diseñar las etapas diarias y, como en otras ocasiones, o añadía días o quitaba kilómetros, pero no queríamos ni viajar con prisas ni llegar a algunos lugares, detenernos, hacer unas fotos y continuar. Al final nos salió un recorrido de algo más de 2.000 km. Parecen pocos para 18 días en moto ¿verdad? pero continúa leyendo, por favor. Estoy seguro que esa distancia la haces con tu moto en menos de 2 días… y yo con la mía también. Los 5 últimos veranos subo a los Alpes para ver alguna etapa del Tour de Francia, y el primer y último día siempre hago alrededor de 1.400 km en una jornada, pero son en Europa, por autopista y pasando por lugares que ya conozco de otros viajes. Pero aquí estamos hablando de viajar, no de ir de un sitio a otro. Y además, hacerlo por Colombia, donde en las zonas de montaña (prácticamente todo nuestro recorrido era por ellas) hacer 100 km, a ritmo normal e incluyendo alguna parada, vienen a ser casi 3 horas.

Un ejemplo. Una de nuestras etapas unía Popayán con San Agustín, son unos 140 km casi todos por “destapado”. Buscando información sobre ese recorrido encontré datos tan dispares, y algunos tan poco tranquilizadores, que iban desde quienes, debido a ser zona de influencia de las Farc, directamente lo descartaban o bien aconsejaban que nunca se hiciera en solitario. Hasta quienes comentaban ir por otra ruta alternativa, ésta por asfalto, para lo que hay que dar un rodeo, doblando así la distancia. También había información de quienes aportaban el tiempo estimado y que, dependiendo del estado de la pista, podía oscilar entre las 5 y las 8 horas. De todos modos estos también recalcaban salir temprano para evitar que por cualquier motivo se hiciera de noche mientras estabas todavía en la pista. Y que en caso de lluvias, ni se ocurriera intentarlo a menos que fuera en 4×4. Desde Elephantmoto, la empresa de alquiler, también coincidian en estas últimas advertencias.

Si además queríamos que el viaje incluyera conocer con tranquilidad ciertos lugares, y la vida diaria de este país, teníamos que disponer de días “casi libres” de moto. Una vez tenía la ruta definitiva, ¡¡ sorpresa !! afortunadamente nos sobraban días. Pero estamos en diciembre, en Colombia, cuando en España (al menos en nuestra zona) hace frío, ¿cómo nos vamos a marchar sin visitar Cartagena y ya puestos, disfrutar de unos días en una playa del Caribe…?. Pero eso sería una vez entregada la moto, y ese ya sería otro viaje distinto.




Bogotá

Nuestro nuevo amigo Oscar Enrique nos llevó al hotel y esperó, por si teníamos algún problema, a que realizáramos nuestro registro. E inmediatamente apareció el primer problema…Después de presentarnos, saludarnos y preguntar por nuestro vuelo, la persona que atendía la recepción me dijo:

-Sr. Jaime, por favor, ¿me regala su pasaporte?

“Vamos a ver ¿qué dice este hombre?”, pensé. No es extraño que en algunos lugares te pidan algún pequeño regalo como recuerdo, vale. También hace años en Zambia nos robaron, entre otras cosas, el pasaporte de Conchi y el año pasado, en la frontera de Mozambique, nos pidieron dinero a cambio de su devolución una vez estaban sellados. Situaciones que entran dentro de la dinámica más o menos normal de un viaje, ¿pero qué me pidan cómo regalo mí pasaporte…?.

Al percatarse que hacía como si no le hubiera oído, volvió a insistir.

-Es que me es necesario.

-Sí, claro, y a mí también ¿quiere qué me quede sin el?.

Oscar Enrique intervino y me aclaró lo que quería decir el conserje, era que le “prestara” mi pasaporte para realizar el check-in. Habrá que acostumbrarse a estos giros del idioma. Una cosa importante, en toda Colombia los extranjeros que hayan entrado como turistas, están exentos de pagar el IVA en todos los hoteles. Generalmente así lo hacen, pero alguna veces hay que recordárselo.

De no ser estrictamente necesario, nunca retiramos las motos antes de que hayan pasado 12-24 horas de nuestra llegada, con los cambios horarios siempre es mejor descansar un poco antes de empezar el viaje con la moto. Por lo que teníamos un día libre para visitar Bogotá. Siempre he respetado mucho eso de que cada uno viaja cómo quiere o cómo puede, y cada uno en su viaje tiene unas preferencias u otras. Hay viajeros a quienes no les interesa en absoluto conocer las grandes ciudades. Pero en nuestro caso, que conocer el día a día de un país es una de las razones por las que viajamos, visitar alguna gran ciudad nos es imprescindible. La capital de Colombia no es que sea muy hermosa, ni debido a su extensión que su visita sea cómoda, pero una vez allí merece la pena conocer los lugares más emblemáticos. Y el ´primero es el “Museo del oro”. Un edificio de 3 plantas lleno de salas con exposiciones de verdaderas obras de arte realizadas en oro y que datan de la época precolombina. Nos gustó mucho y dedicamos parte de la mañana a conocerlas.







También muy cerca del museo queda el epicentro de la ciudad con los edificios gubernamentales, el palacio presidencial, la catedral..etc. Toda esta zona es conocida como el barrio de La Candelaria. Y ya que estás aquí, tienes la oportunidad de visitar el museo del famoso artista colombiano Fernando Botero, quien donó al Banco de la República un buen número de sus obras. En el supuesto caso de que no sepas de quién hablo, en cuanto veas las fotografías de abajo vas a reconocer su estilo inconfundible.

IMG_20161207_115114.jpg








Bogotá es la tercera capital del mundo que se encuentra situada a más altura, sólo superada por La Paz y Quito. Aquí estamos a 2.600 m, pero tener una visión de ella desde más altura es muy fácil. Solamente hay que ascender al cercano cerro de Monserrate. Lo normal para ello es usar el teleférico o el funicular, también hay un sendero, pero no es muy aconsejable. Y desde allí arriba se tienen unas espectaculares vistas de Bogotá, ya que Monserrate está a más de 3.100 m de altitud. Así nos hacemos una idea de la gran extensión que llega a tener la capital, pero incluso desde aquí es imposible abarcarla en su totalidad.





Casualmente esa noche del 7 de diciembre comenzaba oficialmente la navidad en Colombia, y se la llama “la noche de las velitas”. Todo el mundo se echa a la calle para asistir a conciertos de todo tipo de música y a cenar en los parques. Esa noche la alegría inunda no sólo la capital, también todas las poblaciones del país. Precisamente a poca distancia de nuestro hotel estaba el “Parque de la 93”, en el que había un gran ambiente y por todas partes se veían familias y grupos de amigos disfrutando la noche de las velitas. Por supuesto que nos unimos a esa celebración. Llevábamos poco más de 24 horas en este país y ya teníamos la certeza de que nos iba a gustar mucho.





Bogotá – Villa de Leyva

Bajo al parqueadero (estacionamiento) del hotel, para llevar la moto a la entrada y cargar el equipaje. Arranco, meto primera y voy hacia la salida. Hasta aquí todo normal. Delante tengo una barrera como las de los peajes, un empleado se dirige hacia ella para levantarla. Aprieto el embrague y levemente el freno, la moto sigue avanzando, y veo que voy contra la barrera. Aprieto con más fuerza el freno, la moto da 2 ó 3 trompicones, se cala y casi me caigo. Si fuera colombiano habría pensado “¿pero qué vaina es esto…?”, al ser español pensé algo más vulgar. Sin sacar la velocidad vuelvo a arrancarla y, aunque tengo el embrague apretado, la moto sale hacia adelante, por suerte la barrera ya está subida. Frente a la puerta principal, consigo detenerla, pero con los mismos problemas que hace un momento. El empleado, que ha visto mis extrañas maniobras y lo cerca que he estado de caerme, se aproxima y me dice:

-¡Que moto más linda, y grande!. Ah, sí tiene placa de Colombia. ¿Va muy lejos?.

Le explico que es alquilada y le comento brevemente nuestro recorrido.

-¡Que chévere!, viajar así. Una pregunta patrón, y no se me moleste por ella, ¿y ya sabrá usted manejar esta moto?.

Ni me extraña su pregunta, ni me molesto por ella. Después de haber visto la de problemas que he tenido en tan pocos metros, es lógico que piense que quizás estoy un poco verde en esto de manejar una moto….

La maneta del embrague está sin presión, como si se hubiera roto el cable, sólo que no tiene, en esta moto el embrague es hidráulico. La aprieto y suelto varias veces, y parece que recupera su tacto normal. Cuando tenemos todo preparado vuelvo a comprobarla y aunque no tanto como antes, la maneta ha vuelto a perder presión. “Bueno, venga, vámonos que se hace tarde”. Por suerte es primera hora de la mañana y día festivo, las calles están vacías y, aunque el embrague no termina de ir del todo bien, me las arreglo para no chocar contra ningún coche en los semáforos que encontramos en rojo.

Vamos hacia el norte por una autopista. La señal de la velocidad permitida indica 80, pienso “que precavidos estos colombianos…” . Poco a poco tengo que ir reduciendo mi velocidad. Me doy cuenta que el resto de vehículos no van mucho allá de los 80-90 km/h. El trazado lleno de curvas y el denso tráfico, no invitan a tener muchas alegrías con el acelerador. Y en todo viaje por un país desconocido, durante los primeros 100 km me gusta fijarme en la forma de conducir de los locales, y lo mejor es adaptar la mía a la de ellos. No tenemos prisa, sólo nos separan 180 km de Villa de Leyva, por lo que hacemos una parada junto a un gran lago que hay en la parte derecha de la ruta. Vemos más motos aparcadas y charlamos un poco con sus dueños. Son un grupo de Bogotá y están haciendo lo mismo que aquí un festivo, salir a dar una vuelta en moto. Nos dan algunas recomendaciones sobre las carreteras que nos vamos a encontrar y seguimos hacia nuestra siguiente parada, Tunja, en la región de Boyacá.







Dejamos la autopista y cruzamos la ciudad. Aparte de que es la ciudad de Nairo Quintana, no sabemos mucho más de Tunja, pero como no vemos nada especial, vamos en busca de la carretera que lleva a Villa de Leyva. Ahora sí, el paisaje, el trazado y el poco tráfico que encontramos durante estos últimos 40 km nos encantan. Nuestro interés por subir hasta Villa de Leyva se debe a que es uno de los pueblos coloniales mejor conservados y bonitos. Sus calles están todas empedradas, lo que yendo en moto no es muy cómodo, y sus edificios son bonitos y muy bien conservados. Nos alojamos en un precioso hotel situado junto a la gran plaza principal, que además es la imagen más emblemática y conocida del pueblo. El hotel está muy bien, es bueno, bonito y está decorado con gusto, pedir que incluso fuera barato ya habría sido el no va más. Nos cambiamos de ropa, caminamos unos pasos y estamos ya en la plaza.



-Parece que empieza a llover ¿no?

-Nada, serán cuatro gotas…

-Por si acaso mejor volvemos al hotel a por los chubasqueros…

Las siguientes 3 horas las pasamos leyendo, bebiendo “canelazos” y mirando de vez en cuando por las ventanas del hotel como descargaba una gran tormenta. Las montañas que rodean al pueblo están peladas, sin bosques, por lo que toda el agua cae en torrente desde ellas hacia Villa de Leyva. Se forman unas grandes inundaciones. Incluso a la mañana siguiente, sin haber llovido en toda la noche, el agua de las montañas sigue corriendo por las calles. Si hubiéramos llegado solamente una hora más tarde, esa tormenta nos habría pillado en la carretera, y después de haber visto su intensidad, seguramente habríamos tenido un gran problema. De momento, de ésta nos hemos librado.



Aunque queda poco tiempo para que anochezca, por fin podemos salir y conocer el pueblo, ¡y vamos si ha valido la pena el viaje hasta Villa de Leyva!. y más ahora que ha recuperado su animación. El primero de los muchos compatriotas que anduvieron por esta tierra fue Gonzalo Jiménez de Quesada, en 1532, y el pueblo se fundó en 1572. Las enormes dimensiones de su plaza, una de las más grandes de Sudamérica, se deben a que en ella se formaba a los regimientos militares. Hay varios palacios y conventos realmente bien conservados.







Han preparando la plaza para acoger un concierto que se celebra esta noche, nos acercamos a verlo y disfrutamos mucho con el grupo que actúa. Se llaman Velo de Oza, y hacen música “carranga” pero adaptada al rock. La “carranga” es un estilo musical propio de esta región, Boyacá. Sus letras cuentan historias reales de la vida rural de la zona. Una canción trata acerca de “la china” (la novia) que se fue a la capital y nunca regresó, otra de lo orgullosos que están los boyacense de vestir “la ruana” (una especie de poncho típico de esta región), o de la cucharita de madera que le regalaron a alguien y que un día, junto con su celular y la cartilla militar, le robaron en Bogotá…Y así muchos temas tratados con el orgullo de pertenecer a esta tierra, con buen humor y con un ritmo tremendo.





Villa de Leyva-Honda

Al arrancar la moto no me acuerdo del problema del embrague y vuelvo a tener los mismos problemas que ayer. De nuevo bombeo el circuito y listo. Pero tendré que mirar qué es lo que pasa y solucionarlo, no es cuestión de empezar todos los días de esta forma. Debemos regresar al sur, pero lo hacemos por una carretera distinta a la de ayer, aunque también atraviesa paisajes muy espectaculares, incluso todavía más. Subimos y bajamos grandes montañas, por suerte, de momento, el día está soleado, aunque a esta altura (entre 2500 y 3500 m) la temperatura es más bien fresca. Por delante tenemos la etapa más larga, casi 400 km, no podemos demorarnos mucho por el camino o llegaremos de noche. Pero es imprescindible hacer algunas paradas, por ejemplo en Ráquira, un colorido pueblo. O en Zipaquirá para ver su catedral de sal.







Otras paradas no estaban en nuestros planes. Primero encontramos varios tramos en obras, luego el habitual gran atasco en la periferia de Bogotá y de remate aparece la lluvia. Al menos no es tan intensa como ayer y nos permite seguir conduciendo. Y de pronto una gran sorpresa, la carretera deja paso a una estupenda autopista. De este modo podemos subir nuestra velocidad de crucero, y dejar atrás a los camiones sin problemas. Pero la alegría no dura mucho. La doble vía se acaba y volvemos a la carretera estrecha y su denso tráfico, las curvas, las grandes pendientes…no hay más remedio que estar atento y hacer adelantamientos muy rápidos, o vamos a llegar a “las tantas”. Aunque no hay mal que por bien no venga, a veces tener que ir tan lento, permite disfrutar más del paisaje.



Por primera vez, de las varias que lo haremos a lo largo del viaje, cruzamos el famoso río Magdalena, y ya casi estamos en Honda. Se encuentra situada a menor altura que por la que hemos viajado durante el día, por ello, a pesar de ser ya de noche, hace bastante calor. Preguntamos por un hotel decente, y después de algunas confusiones, damos con el. Es un antiguo convento reformado para este fin. Su interior es espectacular, con claustro, patios, piscina…pero sólo les queda libre la suite. Después de casi 10 horas de moto, “el grupo” decide por unanimidad que no hay ganas de ponerse a buscar otro…Ya habrá días que no quede más remedio que dormir en sitios menos lujosos.






Honda – Santa Rosa de Cabal

Otra mañana más que no tengo tiempo, o ganas, de comprobar la avería del embrague, pero hoy no me he olvidado de bombearlo antes de salir. Nuestro recorrido nos lleva por algunos de los más bonitos paisajes que uno puede imaginar. Montañas tras montañas, todo con un verdor espectacular. En una de ellas alcanzamos los 4.000 m de altitud y hace verdadero frío. Nos encontramos en medio de una densa niebla que lo envuelve todo, a veces abre un poco y hasta aparecen tímidos rayos de sol, dando todo ello una imagen de irreal al paisaje que tenemos delante. Lo que sigue siendo muy real son los interminables camiones. Por este trazado sus viejos motores resoplan una y otra vez y se mueven todavía más lentamente. Pero no dudamos que estamos viajando por unos de los mejores escenarios que hemos visto en nuestros viajes. La carretera cruza por medio de los pueblos que vamos encontrando. En todos vemos gran actividad, gente yendo y viniendo, hay color, hay alegría, hay vida. Y eso siempre gusta. Junto al desvío que lleva al famoso Nevado del Ruíz, hacemos una breve parada. En el café nos informan que, debido a que están reparando unos recientes desprendimientos, la vía hacia el Nevado está temporalmente cerrada. Por lo que continuamos hacia el valle.













Tras un descenso de 30 km llegamos a Manizales, la rodeamos por una congestionada, retorcida y peligrosa circunvalación. No me gusta un pleo y estoy deseando volver a la carretera 40. Un poco más adelante tomamos un desvío y a primera hora de la tarde estamos en nuestro destino de hoy, las termas de Santa Rosa de Cabal. Su fama hace que sea un lugar muy frecuentado por los colombianos, y el último tramo es una sucesión de alojamientos. Nos han dicho que el que más merece la pena es el que se encuentra más allá de donde termina el asfalto, como por otra parte viene a ser lo habitual, por lo que decidimos seguir y ver si es verdad. Tras unos 3 km por una pista de montaña llegamos a un edificio enclavado en el interior del bosque, tiene unas magníficas instalaciones, incluyendo unas piscinas de aguas termales. La decisión es rápida , nos quedamos aquí. A primera vista el entorno parece espectacular, pero cuando le recorremos con más detenimiento, todavía nos sorprende más. Hemos ido a parar en un gran lugar.
















Santa Rosa – Salento

Los dos pueblos están separados por tan sólo 50 km, por lo que decidimos dar un rodeo por otra vía secundaria que nos han recomendado. Los kilómetros de más han merecido la pena, no tenemos prisa, ya que a Salento y a su entorno vamos a dedicar todo el día de mañana. El pueblo es muy bonito, con todas sus casas pintadas de vivos colores. El único pequeño inconveniente es que es domingo y por ello todas sus calles están repletas de visitantes. Afortunadamente a la mañana siguiente el pueblo amanece desierto.

Domingo por la tarde







Misma calle el lunes por la mañana





A medida que avanza el día sus calles se animan, pero a diferencia de ayer, hoy es la gente local quien pasea por este bonito pueblo. El nuestro, Alba de Tormes, tiene poco más de 5.000 habitantes y prácticamente todos nos conocemos. Quizás por eso nos gustan tanto los ambientes como el que vivimos en Salento, que es más o menos del mismo tamaño que Alba de Tormes. Sus gentes se paran a hablar, se saludan unos con otros, se interesan acerca de cómo les va…con nosotros hacen lo mismo. Nos preguntan de dónde somos, qué nos parece su pueblo, nos presentan a gente, nos indican lugares que nos gustará visitar y conocer…En su plaza hay unos puestos de comida al aire libre. Son baratos, limpios, con mucha variedad y todo muy sabroso. Además se desviven para que nos sintamos a gusto.



Estamos en lo que se conoce como el “eje cafetero” y es una oportunidad única para visitar alguna de las haciendas que se dedican a su cultivo y que al mismo tiempo, y como una fuente más de ingresos, ofrecen visitas guiadas por ellas. Por todo el pueblo hay un buen número de Jeeps, parece que todos los que en su día retiraron en USA han venido a parar aquí, y por poco dinero te llevan a la hacienda que quieras. Elegimos visitar una que nos han recomendado en el hotel, es la que todos conocen como “la de Don Eusebio”. No está lejos. La visita dura aproximadamente 1 hora y es muy completa. Nos dan todo tipo de detalles acerca del proceso del café, de su diferentes tipos, nos enseñan las plantaciones, el porqué de unas plantas u otras junto a los cafetales, cómo es el proceso de selección, el tueste y por supuesto nos dan a probar un “tinto”. Una de las cosas que nos incitan a viajar, es para aprender cosas nuevas, de lo contrario nos parece que, en parte, estamos perdiendo el tiempo y el dinero…al menos es así como los entendemos.















Por el camino el conductor del Jeep nos pregunta si tenemos algún problema en que se detenga a recoger a un campesino que va andando y lleva nuestra misma dirección. Por supuesto que le invitamos a compartir el coche. Además, el hombre parece que va bien armado…como para negarnos.



Y vamos con uno de los lugares que más nos impactó no sólo de Salento, también de todo el viaje. A pocos kilómetros al norte se encuentra el valle de la Cocora. Antes del viaje había visto algunas fotos, pero nunca pude imaginar que fuera a ser tan espectacular. Es uno de los lugares más hermosos que hemos visto en nuestros viajes. Montañas, valles, praderas, riachuelos… todo con un manto verde salpicado por la imagen de cientos de estilizadas palmeras de cera. Hay muchos senderos, de mayor o menor longitud, de más o menos dificultad, pero cualquiera de ellos te llevará por lugares que es difícil olvidar y que puedas encontrar en otros lugares del mundo. Es un escenario tan fotográfico que no es de extrañar que sirva de fondo para muchas producciones cinematográficas. De verdad, confía en mí, si viajas por Colombia, no dejes de visitar el valle de la Cocora. Además, si estuviera en otro país, no brillaría con tanta fuerza, ya que estaría lleno de turistas….Por ser una de esas maravillas naturales, que por mucho que intente describirla siempre me quedaré corto, mejor que hablen las imágenes.

IMG_20161212_124030.jpg




















Y en Salento por fin pude mirar qué ocurría con el embrague. Y que por intuir que no era nada grave, lo había ido posponiendo. Quité la tapa del depósito del líquido del embrague y estaba muy bajo. Como por las noches dejaba la moto descansando sobre la “pata cabra” entraba aire al circuito y, por ello, a la mañana siguiente estaba sin presión hasta que lo bombeaba varias veces. Por el día, al no estar la moto en esa posición o si lo estaba era poco tiempo, el sistema funcionaba perfectamente. Miré por Internet, vi que tipo de aceite específico necesitaba y también vi que en Cali había un servicio de motos BMW. Aunque en último caso sabía que esa misma aceite la encontraría fácilmente en cualquier taller de camiones o bien de maquinaria agrícola. De momento la solución era tan simple, barata y efectiva como por las noches dejar la moto descansando sobre el caballete central. De momento, caso resuelto. Desayunamos con la imagen de Salento al fondo y, no sin cierta pena, nos preparamos para partir y decir “hasta la vista” a otro maravilloso lugar de Colombia.





Salento – Cali

Poco después de Salento encontramos la ciudad de Armenia. La carretera tiene un desvío y suponemos que es para rodearla. Pero algo hago mal y después de unos kilómetros me doy cuenta que no vamos en la dirección correcta. Como la ruta me parecía tan sencilla, esta mañana no había conectado el GPS. Hay que parar, enchufar el aparato y efectivamente, en algún cruce me he liado y he tomado otra carretera que no debía. No es ningún problema, desandamos 4 km y resuelto. Estamos en una nueva región, la del Valle del Cauca y a medida que avanzamos va subiendo la temperatura, es el primer día que pasamos calor sobre la moto. El río Cauca tiene casi 1.000 km de longitud, es el segundo más grande de Colombia, y no desemboca en el mar, ya que lo hace en el Magdalena. Llevamos unos 200 km y 70 antes de Cali se abre una gran llanura. Las montañas desaparecen y su lugar es ocupado por campos de cultivo. Cada poco vemos unas señales en las que indica, “Atención al tren cañero” o “Peligro, salida del tren cañero”. ¿Qué será esto?. ¿Un tren en plena carretera?. No me extrañaría, cosas más raras hemos visto. No sin cierta intriga seguimos avanzando, hasta que nos encontramos con el primer “tren cañero” y se despeja la duda. Todos los campos que vemos están dedicados al cultivo de caña de azúcar y es época de recolección. Por la carretera encontramos camiones y tractores arrastrando 2, 3 y hasta 4 largos remolques cargados de la caña de azúcar que llevan hasta los almacenes cercanos.

En todos los lugares por los que hemos pasado nos han advertido de que, a la hora de conducir, Cali (o como se llama en realidad, Santiago de Cali) es especial. A los problemas normales de una gran ciudad, tiene más de 2 millones de habitantes, se une que sus conductores son muy agresivos. A diferencia del resto del país todo el mundo tiene prisa, nadie cede un centímetro de su espacio, y los caleños, tan amables y educados fuera de un coche, se trasforman a la hora de conducir. Al final nos parece que no es para tanto, solamente un poco más de lo que se ve en otras grandes ciudades. La noche anterior buscando en Internet un hotel céntrico y con garaje dejé seleccionado un par de ellos. El primero era el Aqua Granada y una vez aparcamos a su puerta, ya no fue necesario ver el otro. La amabilidad y las atenciones con que nos recibió su gerente, el Sr. Henao, fueron más que suficientes.









El mismo se encargó de darnos algunos consejos acerca de nuestra visita por la ciudad y las zonas que debíamos evitar, en especial cuando se hiciera de noche. Al atardecer, todo el centro de Cali, al igual que el de todas las poblaciones colombianas, se iluminó con miles y miles de luces de Navidad. Estoy seguro que en cualquier pueblo mediano de Colombia hay más adornos navideños que en cualquier ciudad española. Y la gente la vive sin el ansia por consumir a la que nos hemos acostumbrado. Los colombianos son muy religiosos y celebran la Navidad con la esencia y el verdadero significado de estas fechas. Nueve días antes del 25 comienza la novena de la Navidad, especialmente en los núcleos rurales. Durante esos 9 días, entre las 8 y las 9 de la noche la gente se reúne, primero en las iglesias y después en las plazas. No sólo para rezar, también cantan villancicos (por supuesto con mucho más ritmo que los españoles) y otras canciones. Aparte de esto las iglesias siempre están abiertas, y continuamente hay gente en ellas.









El centro de la ciudad presenta una gran animación. hay bailes, conciertos, abren los puestos callejeros de comida y todo está lleno de alegría. Parece mentira que hace unos años Cali fuera, junto con Medellín, la ciudad más peligrosa de Colombia y que también figurara, en ese lamentable ranking, entre las primeras del mundo. Estuvimos toda la tarde y parte de la noche disfrutando de su ambiente y nos pareció una ciudad agradable y muy divertida. Las calles estaban repletas de gente, pero no vimos ningún mal gesto, ni peleas, riñas, ni nada parecido. Aunque imaginamos, por lo que nos habían advertido, que en ciertas zonas no es así. Todo nos iba bien, no había porqué tentar la suerte…







Cali es una ciudad que vive intensamente la música, por algo es conocida como la capital mundial de la salsa y de la pachanga, y uno de sus grupos más emblemáticos es Niche. Su fundador, Jairo Varela, tiene dedicada una plazoleta cerca del centro. En su memoria, hace justamente un año, inauguraron una escultura que rápidamente ha pasado a convertirse en un icono de Cali. Se trata de una trompeta gigante (8 m de altura), aparte de su tamaño, aparentemente no tiene nada más de especial, pero lo bueno es que si te metes debajo puedes escuchar música y canciones de Niche. que cambian según en la campana en la que te encuentres.







Por la mañana visitamos el típico barrio de San Antonio y subimos hasta la capilla que hay en lo alto y que tiene el mismo nombre. Desde arriba se tiene una bonita panorámica de Cali. Con la moto ya lista para nuestra partida, pasamos por el servicio BMW, donde amablemente rellenan el líquido del embrague. Con paciencia, pero sin dejarnos avasallar, lidiamos con los conductores caleños, atrás dejamos Cali y ponemos rumbo a Popayán, de la que nos separan sólo 150 km.











Saludos
 
Buenísima......

Me lo he "merendado" de una sentada...

Que bueno lo de "¿oiga patrón, ya sabrá manejar Ud esta moto?"...jajajajajajaja

Enganchado me tienes por aquí...

Gracias por compartir!!!

Vssss!!!
 
Buenísima......

Me lo he "merendado" de una sentada...

Que bueno lo de "¿oiga patrón, ya sabrá manejar Ud esta moto?"...jajajajajajaja

Enganchado me tienes por aquí...

Gracias por compartir!!!

Vssss!!!

Hola JOSONEN

Sí yo veo a un tío con una moto, que en 50 mt casi se traga una barrera, se le cala 2 veces la moto y que está a punto de caerse...le habría hecho la misma pregunta.:)

Saludos
 
Cali-Popayán

Una de las cosas buenas que tienen los hoteles en este país es que, generalmente, la hora de límite para dejar la habitación suele ser sobre las 12 o las 13 h. Lógicamente la hora de entrada también se retrasa y suele estar sobre las 14 o las 15 h, aunque si la habitación está disponible nunca te ponen pegas para ocuparla antes de esa hora. Por lo que nunca hay que andar con prisas a la hora de dejar el hotel.

Y volvemos a la carretera. Pronto desaparece la llanura y estamos de nuevo en las montañas. Esta ruta es la que lleva hasta la frontera con Ecuador y eso se nota en la cantidad de tráfico pesado que volvemos a encontrar. Como hasta ahora, los paisajes por los que viajamos no dejan de llamar nuestra atención. Además las continuas subidas, bajadas, curvas, los adelantamientos…hacen imposible que haya un momento de aburrimiento. Paramos en un puesto junto a la carretera, y como hacemos habitualmente comemos algo ligero. De nuevo en la moto el cielo empieza a oscurecerse y pronto comienza a llover. Cada vez lo hace con más intensidad, el asfalto toma un brillo nada tranquilizador, y por un momento dudamos si detenernos a refugiarnos en algún lugar o continuar. Nos queda poco para Popayán, pero por allí el cielo se aprecia aún más negro. La ventaja de viajar sin prisas implica que ante cualquier imprevisto, hoy es la lluvia mañana puede ser otra cosa, te puedas permitir retrasar tu hora de llegada al destino sin que ello represente ningún problema. Al final nos detenemos en una gasolinera y esperamos a que disminuya la lluvia. Entramos en Popayán y, por lo que vemos, hicimos lo correcto.



Las calles presentan el rastro de la fuerte tormenta que acaba de caer. Según las vamos recorriendo, y acercándonos al centro siguiendo la indicaciones del GPS en busca del hotel que seleccionamos anoche, nos damos cuenta del acierto de haber planificado más de un día para conocerla. Tenemos la impresión de que Popayán también nos va a gustar mucho. Es la capital de la región del Cauca, no confundir con la del Valle del Cauca que es la que hemos dejado atrás. Su centro histórico, uno de los más grandes de Colombia, es el típico de la época colonial.



Es una de las ciudades más antiguas de Sudamérica, ya que fue fundada en 1537 por Sebastián de Belalcázar, en su viaje hacia el sur en busca de El Dorado, y quien también fundó Santiago de Cali. La ciudad le tiene dedicada una estatua ecuestre en el llamado “Morro del Tulcán”. Mejor visitarla de día, ya que según nos comentaron, al anochecer la zona se vuelve algo peligrosa y a veces se suele dar cita allí lo “mejorcito” de Popayán. En su día fue una de las ciudades más importantes de Colombia, rivalizando con Bogotá y Medellín, ya que está en la ruta que baja desde Cartagena a Quito, Cuzco…Es inevitable que, para los españoles, la arquitectura de sus blancos edificios nos recuerden a muchos pueblos del sur de Extremadura y de Andalucía.





IMG_20161215_083219.jpg








Además de por sus construcciones, sus museos, iglesias…Popayán destaca por dos cosas más. Una su famosa Semana Santa, que se lleva celebrando desde el siglo XVII y declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Y la otra por su gastronomía, por ella y desde hace años, en septiembre se celebra el Congreso Nacional Gastronómico, al que acuden famosos cocineros de todo el mundo. Como pudimos ver en las fotos que había en el restaurante de nuestro hotel, El Camino Real, por aquí también han pasado cocineros españoles muy conocidos. Hablando del hotel, éste se encuentra situado en un lugar estratégico junto a la plaza, y en el cruce de 2 animadas calles. Las zonas comunes están muy bien, tiene un pequeño patio hacía donde dan las mesas del comedor, pero el mobiliario de sus habitaciones necesita una actualización. Por cierto, es el primer y único hotel del viaje en el que nos ofrecen un descuento a cambio de abonar la cuenta en efectivo. Con ese descuento, el precio con desayuno incluido nos sale por algo menos de 45 euros la noche













Siempre que podemos escogemos un hotel en el centro, la moto al “parqueadero” y nosotros a caminar para conocer la ciudad, y así también podemos salir por las noches sin preocuparnos del transporte. Ya nos hemos acostumbrado a que, al caer la tarde, todas las plazas y calles principales de este país, enciendan su iluminación y se llenen de gente, de música y de buen ambiente para festejar las fiestas navideñas. Con tantas celebraciones y aglomeraciones, sorprendentemente nunca nos encontramos con un mal gesto, al contrario, siempre somos bien recibidos e invitados a disfrutar de ellas. Verdaderamente, diciembre es un mes ideal para viajar y conocer Colombia y a sus gentes.













Una vez visto todo el centro histórico de Popayán, se puede ir dando un paseo hasta un lugar en las afueras donde se encuentra lo que llaman el “Pueblo Patojo”. Es un conjunto de pequeñas construcciones típicas en las que hay muchas muestras de la artesanía local, restaurantes, bares…Todo es un poco artificial, pero es un buen lugar donde tomar un “canelazo”. Su nombre se debe a que los habitantes de Popayán son llamados “patojos”. ¿Por qué?. Según cuentan, cuando hace muchos años, la gente del lugar reservaba su mejor par de zapatos para los días de fiesta, si coincidía que ese día había tormenta, los de Popayán caminaban por las calles llenas de agua, sobre los talones de su calzado para que no se les estropeara. Y claro, la gente de fuera al ver a los locales andar de esa manera, empezó a decir que en este pueblo andaban como “patos cojos”, y desde entonces se les conoce como “patojos”. O al menos así nos lo contaron.





Un momento curioso. A la puerta de nuestro hotel, la moto en una acera y yo en la otra, en tan sólo un momento ambos somos testigos de la evolución de los medios de transporte. Desde el carro tirado por una mula, a la bicicleta y de ahí a los vehículos con más y menos años











Popayán-San Agustín

Mientras desayunamos en nuestro hotel, echo un vistazo al periódico. Paso las hojas y hay una noticia que llama mi atención. Trata acerca de que todavía no ha aparecido la maestra que hace menos de un mes secuestraron en esta zona. Sigo leyendo y veo que el secuestro ocurrió precisamente a mitad del “destapado” por donde discurre nuestra etapa de hoy, concretamente entre los kilómetros 55 y 60. “Mira hombre, vaya casualidad”. Al parecer todavía no está claro quién la secuestró. El periódico cuenta, que según el Gobierno, han sido delincuentes comunes. Se acaba de firmar el tratado de paz y no es momento de achacar a algún comando de las Farc un suceso como éste. Sigo leyendo y el reportero parece que no está muy de acuerdo con la versión oficial, tiene sus dudas acerca de que haya sido así. El secuestro se produjo en una de las zonas en las que la pista atraviesa la selva, y hasta no hace tanto tiempo parece ser que por allí actuaban algunos grupos guerrilleros. La opinión general es que ha podido ser alguno de estos últimos…

-¿Qué pone el periódico?, pregunta Conchi.

-Nada importante. Que el presidente Santos acudirá a Suecia a recibir el Nobel de la Paz, que esta tarde puede haber tormentas…y poco más.

Si la cuento la noticia que acabo de leer, y conociendo a Conchi, sé que no se va a intranquilizar por una cosa como ésta. Pero tras las variadas y diferentes informaciones que tenemos acerca del estado de la pista y lo que tardaremos en recorrerla, ya es suficiente, ¡como para preocuparnos por otras cosas!.

La mañana está soleada, además la ruta serpentea entre las montañas y, como viene siendo habitual durante todo el viaje, atraviesa unos paisajes exageradamente hermosos. Solamente hay una pega, miro el reloj de la moto y veo que hasta Coconuco, que se encuentra a 30 km de Popayán, hemos tardado 1 hora. Y eso que todo ha sido por asfalto… Ahora empezará el destapado.











La pista tiene mucha piedra a la vista, al menos no está suelta, y no parece estar tan mal como me había imaginado. Pero tomo las precauciones necesarias, o incluso más. Prefiero tardar más tiempo pero evitar tener una caída. Es muy diferente conducir por sitios así con una moto más ligera, con menos equipaje o sin “parrillera”. Vamos ascendiendo y el viento sopla fuerte, el paisaje es verde pero sin árboles. A lo lejos se ve la zona de selva que nos han dicho que tendremos que atravesar. Metidos en ese tramo hacemos una parada y de pronto empiezo a escuchar un ruido, nos miramos con cara de “¿y eso?”. Cada vez se escucha más y se nota un ligero temblos en el suelo…No hay duda, lo que suena es un camión que viene hacia aquí. Muevo la moto para aorillarla todo lo posible. Aunque, a diferencia de las pistas de Australia o Namibia, ésta es estrecha y no hay mucho espacio. Y de frente aparece un tráiler, nadie nos había hablado, ni yo podía suponer, que por aquí también encontraríamos tráfico pesado. Me pregunto qué sucederá cuando se tengan que cruzar 2 de estos vehículos. La escena vuelve a repetirse varias veces, aunque lo peor es cuando alcanzamos a alguno de estos camiones con remolque…













…nosotros vamos despacio, pero ellos todavía más, y claro, en algún momento hay que decidirse y adelantarlos. Una vez acostumbrados al terreno, y sus sorpresas en forma de zanjas y alguna zona húmeda, empezamos a avanzar más rápido, aunque tampoco mucho más. Es un paisaje bonito y para nosotros en parte una novedad. Aunque en otras ocasiones también hemos viajado por selvas, generalmente fue por asfalto, no por pista. En algunos momentos la vegetación forma un arco sobre nosotros y casi no vemos el cielo.

De vez en cuando compruebo en el marcador como los kilómetros pasan lentamente y hago mis cuentas. “Si llevamos recorridos X y nos faltan Y, contando con las paradas…al final sí que nos vamos a ir cerca de las 6 horas…”. Pasamos un par de pequeñas aldeas. En una de ellas me habían dicho que había un señor que tenía gasolina para vender, ya que lógicamente no hay ninguna gasolinera. Pero ese asunto no me preocupa, llené el depósito en Popayán. También encontramos un par de patrullas militares apostados al borde la pista. Levantan el pulgar y nos indican que continuemos.







Por fin vuelve el asfalto y lo hace coincidiendo justo con otro destacamento militar. En otro país no se me habría ocurrido parar en un lugar como éste, lo único que te puedes buscar son problemas, pero creo que aquí será diferente. Les saludamos, preguntamos si ya no hay más destapado. Nos dicen que sí, que en unos 5 km vuelve a aparecer, pero que no es un tramo largo, unos 10-15 km y luego, los últimos 20 antes de San Agustín, ya es todo asfalto. Les preguntamos también si podemos descansar un poco y si el lugar dónde hemos dejado la moto, ésta les estorba. Al principio se muestran un poco recelosos y distantes, pero empezamos a hablar de los temas habituales y pronto el grupo de militares va cogiendo confianza con nosotros. Están aburridos de pasar allí horas y horas, días y días, y con nuestra parada hemos roto su rutina. No transcurren muchos minutos hasta que uno de ellos tímidamente pregunta si puede hacerse una foto junto a la moto. “Y si usted se quiere subir en ella, también puede hacerlo”, le respondo. Ahora se baja uno…se sube otro, y mientras se prestan los celulares para hacerse fotos. No tenemos prisa, también nosotros nos fotografiamos con ellos, y además nos resulta interesante lo que nos explican acerca de su vida en aquel perdido y olvidado lugar. Los incidentes que les han sucedido con la guerrilla, su opinión sobre el acuerdo de paz y como ahora, por el momento, todo está más tranquilo.







“Espere un momento señora, no vayamos a tener un disgusto…”







Al final, conduciendo con un poco de prudencia, el destapado no tenía mayores problemas y además cruzaba por unos sitios espectaculares. Los últimos kilómetros por asfalto nos permiten ir más rápidos y relajados. Atrás quedó, lo que en teoría, era el tramo más delicado de nuestro viaje, aunque nunca se sabe lo que te espera unos kilómetros más adelante.



Aunque el pueblo no es muy grande, las calles de San Agustín rebosan de actividad. Personas yendo y viniendo, acarreando mercancías, puestos callejeros, “chivas” subiendo y bajando gente…Aquí la vida se torna todavía más rural. No hay centros comerciales, ni grandes almacenes, los alimentos son frescos, no están congelados ni preparados y la compra se hace a diario, como en España hace unos cuantos años atrás. Es el mayor núcleo de la zona y para la gente de los poblados de los alrededores es el lugar donde abastecerse.







Vamos al centro en busca de un hotel, no vemos nada que nos encaje. Nos indican uno situado en la salida contraria. Dicen que es muy bueno y con unas bonitas vistas. Hay que dejar la carretera y tomar un camino de tierra, repentinamente el camino empieza a ascender y cada vez está peor. La pendiente es muy fuerte y entre la tierra, las regaderas que presenta, la moto tan cargada y los neumáticos mixtos, empiezo a tener problemas. Pero ya es tarde para arrepentirme de haberme metido en esta situación, ni puedo detenerme, ni dar la vuelta. En algún momento veo esta subida más complicada que cualquier tramo de la pista de esta mañana. Al final llegamos arriba, aquí está la entrada al Akawanka Lodge, y pienso: “Ya puede merecer la pena el hotel este….”. Lo malo no ha sido la subida, lo peor es que antes o después tendremos que hacerla en sentido contrario.



El Akawanka no sólo está en un lugar privilegiado, además es, o mejor dicho son, ya que tiene varias construcciones, un hotel muy bonito, limpio, con mucha madera, jardines muy cuidados, decorado con buen gusto y muchas obras de artesanía, pinturas, esculturas…realizadas por la encargada, que es licenciada en Bellas Artes. Y todo ello con un precio contenido, unos 55 euros. Además Diego y su compañera nos reciben con gran amabilidad.





















Nuestro interés en llegar a San Agustín era doble. Por una parte significa el punto más al sur de nuestro viaje y teníamos que venir hasta aquí para regresar a Bogotá por una ruta diferente a la que habíamos hecho los días anteriores. Aparte de eso, aunque el pueblo quede un poco a desmano de todo, recibe un buen número de visitantes, ya que a pocos kilómetros se encuentra uno de esos lugares que las guías de viaje suelen incluir en su apartado de “Los 10 lugares que debes visitar en Colombia”. Me refiero al llamado “Parque Arqueológico”, y eso es lo que hemos venido a visitar. Es un entorno natural que por si mismo ya merece la pena, pero además en él se encuentra lo que está considerado como el mayor conjunto de esculturas megalíticas de toda Sudamérica. Antes de acceder hay unas salas con obras expuestas y explicaciones acerca de lo que uno va a encontrar más adentro.





Y ha llegado la hora de que hagamos una buena caminata…Durante un recorrido de unas 4-5 horas se encuentran numerosas representaciones de dioses, bestias, sepulturas…de una cultura que habito estás tierras entre los siglos III A.C y V D.C y de la que prácticamente no se conoce nada más que estos restos y otros aparecidos en zonas cercanas. Todo está muy cuidado, limpio y los senderos bien señalizados. Disfrutamos mucho de la visita, aunque no me imagino lo que puede ser la misma en caso de que te sorprenda alguna tormenta, ya que el recorrido completo entre ida y vuelta son unos 7-8 km.













Una muestra del comportamiento de los encargados del Akawanka. Como queríamos ir ligeros para la visita al parque, les pedimos que nos avisaran a un taxi para que nos llevara al mismo y volviera a recogernos. Diego nos dijo que ningún problema, es más, el hotel se haría cargo del importe. Cuando terminamos la visita le llamamos para que avisara nuevamente al taxi. Nuestra sorpresa fue que a los pocos minutos vemos aparecer a Diego para recogernos el mismo. El taxi estaba haciendo otro servicio y podía ser que se demorará un poco. En su 4×4, la cuesta hasta el Akawanka la subimos cómodamente.



Nos cambiamos de ropa y nos viene bien un poco de siesta en la hamaca. Arrancamos la moto y descendemos hacia la carretera. Ahora, sin el peso del equipaje ni las maletas, la bajada ya no me asusta. Paseamos por el pueblo. Aunque no sea muy grande, es el mayor de la zona y para la gente de los poblados de los alrededores es el lugar donde abastecerse. Los edificios son sencillos, pero las calles están limpias y entre sus edifícios destaca una iglesia enorme…En ésta y otras, tienen montados varios belenes. Incluso hay uno, enorme, al aire libre, con figuras a tamaño real y hasta animales en vivo.



IMG_20161216_160606.jpg










En las montañas cercanas tiene su nacimiento el río Magdalena. Nos recomiendan ir a conocer lo que se conoce como “El estrecho del Magdalena”. Está a uno 15 km por un camino que no se encuentra en buen estado. En su parte final tiene una bajada que daría miedo a las cabras, y a mí también. Hay mucha piedra suelta, pero al final no pasa nada, ahora la moto es mucho más ligera y manejable. El lugar es bonito, presenta una zona de rocas y corrientes en las que el río se estrecha considerablemente. La tarde está calurosa, y al estar en una hondonada, se agradece el frescor del agua. Al volver donde hemos dejado la moto, hay unos chiquillos mirándola por un lado y otro. Nos piden, eso sí con el habitual “por favor” que nunca falta, que si les podemos subir a ella. Su padre se disculpa ante nosotros por si nos están molestando. Le respondemos: “Con gusto, patrón. Ningún problema”. Ya hemos aprendido.









 
Que bueno.....

No había podido seguir la crónica hasta ahora...

Vaya paisajes más especatculares!!!!

Por aquí sigo. Gracias por compartir.

Vsss!!!
 
San Agustín-Rivera

Nuestro plan era viajar hoy hasta la ciudad de Neila, pero Diego nos quita esa idea. Neila no tiene nada de especial, es una ciudad grande e industrial y además allí hace mucho calor. Nos aconseja que unos 20 Km antes de ella, tomemos un desvío que nos llevará hasta una pequeña población llamada Rivera. Está en la falda de las montañas, y también nos dice que unos kilómetros más allá del pueblo, encontraremos varios hoteles situados en lugares muy bonitos. Anotamos el nombre de un par de ellos y no olvidaremos su recomendación.

Durante los más o menos 280 km que nos separan de Rivera nos acompaña un clima perfecto para viajar en moto. Las poblaciones que atravesamos nos dan la impresión de estar menos desarrolladas que las que vimos bajando por el valle del Cauca. Hacemos un par de paradas y sin duda esta región, la Huila, parece más pobre que las anteriores, al menos por lo que hemos visto hasta ahora. Encontramos llanuras, de nuevo montañas, y de nuevo volvemos a tener a nuestra izquierda la planicie por donde discurre el Magdalena. Es domingo y se aprecia más tráfico que los otros días. Como es normal la carretera cruza por medio de los pueblos, así que cuando alguno llama nuestra atención hacemos una parada. Sobre las 3 de la tarde finalmente tomamos el desvío a Rivera.





Con las indicaciones que tenemos, cruzamos el pueblo y tomamos una pequeña carretera que se interna hacia la montaña. A nuestra derecha dejamos un desvio hacia uno de los hoteles, pero decidimos continuar. El camino está cada vez peor, hablando claro, está desastroso, por lo que decidimos dar la vuelta y tomar el otro que, hace un par de kilómetros, dejamos atrás.

En una gran pradera se levanta algo que se anuncia como "resort". La primera impresión es que esa calificación es demasiado optimista, al menos para el sentido que nosotros tenemos de "resort". Si que es grande, tiene cafetería, restaurante, pistas deportivas, piscina, camping...Y hay bastantes familias pasando la tarde del domingo. Además para tranquilidad de los usuarios hay varios carteles es los que anuncia que está prohibido entrar con armas...Pedimos que nos enseñen una habitación. Es la más sencilla y básica de todo el viaje. Calurosa, sin decoración, pequeña.. el precio tampoco es que sea una maravilla. Unos 30 euros por ese cuchitril nos parece un tanto caro. Nos lo pensamos unos minutos y al final decidimos darle una oportunidad al "resort" y nos quedamos aquí.









Este pais no deja de sorprendernos. Nos informan que en la parte de atrás hay un sendero que, tras unos pocos metros de bajada, lleva hasta una piscina natural. Nos ponemos los bañadores y vamos a ver cómo está. Y sorpresa, el lugar es realmente bonito y fresco. Al final resultará que, con el calor que hace hoy, no podíamos haber ido a caer en mejor lugar.





A medida que va oscureciendo el complejo se va vaciando. La gente es del propio Riviera o de Neila y regresan a sus hogares. Vemos que somos los únicos huespedes. La familia que lo regenta nos pregunta a qué hora queremos cenar, ya que han tenido un día muy largo y ajetreado y quieren irse a descansar lo antes posible. Después de la cena nos comentan que van a rezar la novena y que si queremos podemos unirnos a ellos. Aceptamos, tampoco tenemos otra cosa mejor que hacer y todo lo que sea integrarnos con la gente, siempre nos gusta.



Por la noche cae una buena tanda de agua, y el día amanece nublado, pero poco a poco va apareciendo un sol radiante. Mientras desayunamos nos preguntan si ya hemos ido hasta la catarata. Se encuentra a un par de kilómetros montaña arriba, como no tenemos prisa, decidimos ir hasta allí. El paseo discurre entre una frondosa vegetación y al llegar al lugar de la cascada, de nuevo sorpresa. O quizás ya no tanta, porque en este país ningún lugar natural nos ha defraudado.







Rivera-Villavieja (Desierto de La Tatacoa)

Cruzando la ciudad de Neiva nos damos cuenta de lo bien que hicimos siguiendo el consejo que nos dieron en San Agustín. Neila nos parece industrial, ruidosa, con mucho tráfico y sin mayor atractivo. Por el contrario, la carretera que nos lleva hasta Villavieja es muy bonita y tranquila. Al principio cruza una zona de bosque, luego poco a poco aumenta el calor, cambia el paisaje y los árboles dejan su lugar a los matorrales. Villavieja es un pueblo cuyo principal atractivo es estar situado a unos 5 km de la entrada al desierto de La Tatacoa y directamente vamos allí.



Sentimos especial predilección por los desiertos, aunque éste no sea del estilo de los que hemos recorrido. Es muy pequeño, aunque si que presenta la vegetación típica de los desiertos americanos, con sus espectaculares cactus. En su interior hay un observatorio y varios hoteles. Preguntamos en el único del que tenemos alguna referencia, y por primera vez en este viaje nos dicen que está completo. Insistimos, ya que excepto nuestra moto y un 4x4, en su entrada no vemos más vehículos. Seguramente el recpcionista pensará que siendo españoles, es extraño que no hayamos entendido lo de "está completo". Pero amablemente nos aclara que están esperando un autobús lleno de alemanes y que debe estar a punto de llegar. Nos indican otro alojamiento que hay un kilómetro más adelante.







En éste sólo quedan libres 2 habitaciones, ¡pues si que está concurrido este desierto!. Conchi va junto con el encargado a verlas. Vuelve horrorizada. No son habitaciones, son dos "cuartos de los trastos" llenos de mierda, incluso con pájaros muertos.... Dejamos el recorrido por La Tatacoa para más tarde, ahora debemos resolver el tema de nuestro alojamiento. En Villavieja encontramos lo que necesitamos. Un hotel nuevo, limpio, moderno y además con piscina. la única pequeña pega es que el parqueadero está separado unas cuantas calles. Tampoco es ningún problema que la moto se quede una noche en la calle, y menos en este lugar que parace muy tranqulo. "No patrón, cuando se haga de noche, si usted quiere puede meter la moto acá dentro, en la recepción. A este lado no estobará", me dice el recepcionista. Pues muchas gracias.





Villavieja es muy pequeño, aunque en realidad tiene más habitantes que nuestro pueblo. Sus casas son de una sola planta, sencillas y por lo que vemos todos sus vecinos tienen una relación muy cercana. Como es normal la moto llama la atención y como en otros lugares nos preguntan acerca de nuestro viaje. Un par de chicas, agentes de policia, nos piden permiso para hacerse unas fotos y nos cuentan que aquí hay un museo dedicado al totumo, y que si queremos nos acompañan hasta el. ¿Y eso del totumo qué es?. Pues es un árbol que puede llegar hasta los 5 m de altura, aguanta bien la falta de lluvias y con la cáscara de su fruto, el totumo, desde épocas precolombinas se han creado los más variados objetos, y de igual modo se ha hecho lo mismo con la madera de su tronco.



Hace pocos años, el artesano Gabriel Rodríguez abrió este taller-museo, seguramente el único en el mundo, y él es el creador de todos los objetos que allí se `pueden ver. Charlando con él uno aprecia la pasión que siente por su trabajo, por su obra, y por el totumo, y todo ello desde la más sincera humildad.







Todas las noches, sobre las 19 h, en el observatorio que se encuentra en La Tatacoa se lleva a cabo una sesión de observación astronómica. Hacemos de nuevo el camino hasta allí. Sólo tienen operativo un telescopio, y los alemanes de la excursión lo tienen copado, así que tardamos poco en volver al pueblo.



Preferimos pasear por los calles de Villavieja, que se enuentran, como no, llenas de una trabajada iluminación navideña. En la plaza asistimos a la fiesta que hacen después de la novena diaria y luego vamos a cenar a una casa de comidas. Si fueramos un poco escrupulosos ni nos habríamos asomado a ella. Su aspecto es de lo más sencillo en cuanto a entorno, utensilios y comida. Pero como era de esperar, ésta resulta ser muy sabrosa, típica y sumamente económica. Por unos 3 euros cada uno cenamos estupendamente y todo ello acompañado por los habituales jugos de frutas.

A las 8 ya hemos desayunado y con la moto ligera de equipaje nos internamos por La Tatacoa. Su extensión es de poco más de 300 km cuadadros y más que desierto es una extensión árida. Está lleno de pequeños cañones arcillosos pruducidos por la erosión, y todo ello salpicado por gran número de hermosos cactus. El color ocre de su tierra lo inunda todo y le da un aspecto peculiar, hermoso y hasta cierto punto irreal.















Preparamos la moto, ponemos las maletas y es justo ahora cuando nos enteramos que para seguir nuestra ruta, y antes de volver al asfalto, deberemos hacer unas 3 horas de pista. Eso o desandar la carretera de ayer, bajar hasta Neiva, cruzar hacia la carretera principal, la 45, y volver a tomar dirección norte. Nos apuntan una tercera posibilidad. En el pueblo hay un señor que tiene una lancha para cruzar por aquí mismo el Magdalena y a pocos kilómetros de la otra orilla está un pueblo llamado Aipe, desde el que enlazaremos rápidamente con la 45. Nos parece interesante lo de la lancha, los policías nos guían hasta donde se encuentra, localizan a su dueño y ellos mismos nos ayudan a subir la moto. El resto es lo que escribí en el comienzo del primer capítulo de nuestro viaje.





Durante la travesía hay un momento en que, en caso de que la lancha vuelque, ya no pensamos en el destino de la moto ni en el de nuestra fianza, lo que más nos preocupa ahora es nuestro propio destino. El río parece profundo y presenta varias zonas con bastante corriente. Si caemos al agua, cosa que a nosotros nos parece más factible que al dueño de la lancha, con la ropa y las botas de moto puestas, nadar no nos va a resultar nada fácil...Los 15 minutos se hacen largos, pero por fin alcanzamos la otra orilla. Con la rampa que tiene la lancha, bajar la moto es más sencillo, lo peor es la subida pedregosa que tengo enfrente. Pagamos lo acordado, unos 4 euros, y el hombre nos da las indicaciones para llegar a Aipe.







- Tienen que seguir este sendero. No se salgan de el, los cercados están áltamente electrificados...Van a encontrar varios pasos por porteras. No más pasar la primera giran a la izquierda, la segunda también , la tercera....Luego llegan a una zona con un poco de barro, pero hay unos sacos rellenos de tierra puestos encima para que la gente no se manche el calzado...Y por último encontrarán dos riachuelos, pero no hay problema, se cruzan por dos pasarelas. Cuando pasen la segunda, ya estarán en Aipe.

-Y a todo esto ¿a cuántos kilómetros está Aipe?, le preguntamos.

-No, si está aquí al ladito, no más de 2 ó 3....

Primera portera y primer problema, la moto no cabe entre los dos postes y hay que quitar las maletas y además hacer maniobras. Al bajarme de la moto, sin darme cuenta ni acordarme de la recomendación, toco una de las alambres del cercado y recibo un calambrazo de aupa. ¡Empezamos bien!. En cada paso tenemos que repetir la operación de quitar las maletas, cruzar y volver a por ellas. Y todo esto con un calor y una humedad asfixiantes. Como suele ocurrir en estos casos el tramo embarrado del que nos advirtió el hombre, es más largo y tiene más dificultad de la que habíamos imaginado. Nada más entrar en el barro, con este peso y estas ruedas, no hay manera de que la moto vaya recta, no deja de hacer "eses". Antes de caerme, decido parar en medio del barrizal. Sólo me faltan unos 40-50 mt pero es imposible cruzarlos por otro sitio. Lo veo complicado, a menos que una vez más, quitemos las maletas...y que Conchi también colabore sujetando y empujando la moto para pasar la parte más complicada. Aquí estamos los dos solos, empapados en sudor e intentando que la moto no caiga al barro.







Cuando ya nos las prometemos muy felices, llegan las pasarelas, ojala sean el último problema que encontremos. Son muy estrechas, están hechas para personas, no para motos y mucho menos de este peso ni de este tamaño. Son de chapa, que está lisa como un espejo, están arqueadas y por supuesto no tienen barandilla. Como se dice coloquialmente "con más miedo que verguenza" , muy despacio, teniendo mucho cuidado en no apoyar un pie fuera de su superficie y siguiendo las indicaciones que desde el otro lado me va dando Conchi, cruzo la dos. Encontramos una mujer que se extraña de ver por este caminejo una moto de este tamaño. Nos dice que ya estamos en Aipe, aunque nosotros no vemos ninguna casa..."Tiene que subir esa cuesta de la izquierda...". Es muy empinada, pero después de lo que llevamos y las ganas que tengo de beber algo, la subo sin pestañear. Con buen criterio, y para no tentar nuestra suerte, Conchi decide subirla andando. Cansados, sudados, con las ruedas de la moto y las botas llenas de barro, llegamos a la plaza. Deben haber sido los 2 kilómetros más largos de nuestros viajes, miro la hora y veo que casi hemos tardado 45 minutos en recorrerlos...

Desde que embarcamos en Villavieja no hemos tenido un momento de relajación, ahora ya sí. Nos sentamos en una terraza y pedimos unos jugos de lulo. "¿Una jarra para los dos?" pregunta la mesera (camarera). ""Nooo...Una para cada uno" respondemos a la vez. Al poco vuelve con dos jarras de más de 1 lt cada una...Allí nos encontramos con un chico que baja hasta Ecuador en bicicleta, y charlamos un largo rato con él acerca de nuestros respectivos viajes. Nos hacemos unas fotos juntos, y la mesera, al vernos, también quiere tener un recuerdo de aquella moto que apareció un buen día por Aipe.







Volvemos al asfalto de la 45 y poco antes de Girardot ésta se une a la 40, la ruta que lleva desde Bogotá a Ibagué y que es famosa en toda Colombia por ser la carretera que soporta el mayor tráfico de camiones. En la ciudad de Melgar paramos a pasar la noche. Sólo nos separan unos 80 km de la capital. En Melgar nos cuentan que hace no tantos años, por la misma ruta que tomaremos mañana, a tan sólo 20 km de aquí empezaba una zona dominada por la guerrilla. Viajar de Melgar a Bogotá podía llegar a ser muy peligroso. Hoy en día el peligro se encuentra en el sinuoso trazado que, debido a las montañas, en este tramo tiene la 40, en el intenso tráfico que soporta y en lo destrozado que está su asfalto. Ya estamos en la entrada sur de Bogotá y el GPS indica que todavía faltan 24 km para nuestro destino. el local donde debemos devolver la moto. A diferencia de la entrada norte, ésta zona es mucho menos agradable. A los lados se ven barriadas muy pobres y casi sin infraestucturas. Sin más novedad que los "trancones" típicos de la capital, casi tres horas después de entrar a Bogotá llegamos hasta la calle 72a. Hacemos la devolución de la moto y les comento la incidencia del embrague para que lo revisen, aunque desde que la repuse el nivel no ha vuelto a bajar, ni a dar ningún problema.

Aquí nos esperan nuestros amigos Oscar Enrique y Miriam, como tenemos tiempo comemos juntos y luego nos llevan hasta el aeropuerto, donde tomamos un vuelo hasta Cartagena. Por delante tenemos unos días que aprovecahremos para conocer, de manera distinta, otra zona totalmente diferente de las que acabamos de recorrer en Colombia. Y de paso celebrar el día de Navidad en un ambiente caribeño.

















 
Resumen.

Finalmente el viaje fue una experiencia mucho más satisfactoria e intensa de lo que esperábamos. Desde luego que Colombia nos ha sorprendido por la belleza y espectacularidad de sus paisajes, pero especialmente por su gente. Es algo que quedará siempre en nuestro recuerdo. Creo que podemos afirmar, sin posibilidad de equivocarnos, que de todos los países que llevamos visitados, éste es en el que nos hemos sentido mejor tratados y mejor acogidos, y que no hubo un sólo momento ni lugar en el que esto no fuera así.

Si quieres un destino con naturaleza y paisajes llamativos y que además sepas de antemano que vas a ser bien recibido, deja a un lado tus posibles temores y a otros países sobrevalorados. Pocos lugares en el mundo te van a impactar como éste.

¡¡ Hasta pronto Colombia !!

Saludos

pd- Y no me ha pagado nada el ministerio de turismo colombiano...Pero las cosas son como son y como tales hay que contarlas
 
Que GRANDE!!!!

BESTIAL el viaje...

Gracias por compartir!!!!

Vssss!!!
 
muchas felicidades por la crónica Jaime, y por corroborar lo que tantas veces he comentado de los prejuicios, para viajar no es nada positivo tenerlos.
 
Hola

Se agradecen las gracias.

Si a alguno le ha servido la información para un futuro viaje, o al menos la crónica le ha enseñado cosas que desconocía y además le ha entretenido un rato, estupendo, esos eran los objetivos al ponerla aquí.

saludos, y a ver si, no tardando mucho, hay algo más que contar de cualquier otro lugar
 
http://www.bmwmotos.com/foro/members/jaimeleonu.95284/, antes que felicitarles, les envidio. Soy Colombiano, de Ibagué y conozco muy bien todas las zonas que habés visitado. No he leido el hilo completo aún , pero desde ya me quedo con el el post que titulaste "Resúmen". Tengo 53 años y llevo 12 en España, Exmilitar, afcionado al ciclismo, la fotografía y desde luego motero. Viví en carne propia por mi trabajo una de las etapas más terribles del país: Guerrila, Narco, Parmilitares...y sin embargo siempre han sido una minoría que por su violencia y poder, al final han puteado a todo un país. Un país que conformamos personas que no dudamos en tratar amable, cálida y desinteresadamente a quien nos necesita sin apenas conocerle. Me alegra mucho que vuestro viaje haya salido genial y mucho más que hayáis vuelto con esa imagen tan bonita que reconforta.
Si no te importa, me gustaría pegar en mi muro de facebook el post del Resúmen y de paso que sepas que en Albacte también hay un Colombiano majo como los que habéis conocido en vuestro viaje (jeje) ibaguetolima2002@yahoo.es,
Un saludo,
Efraín.
 
Última edición:
Hola Efraín

Me alegro que te haya gustado la crónica, y que además siendo colombiano seguro que has entendido perfectamente nuestras sensaciones de aquel viaje del que precisamente ahora se cumple un año.

Por supuesto que puedes poner en tu facebook lo que quieras del post. Y aunque haya pasado ese año, mi opinión respecto a vuestro país y su gente, o al menos con todos los que tuvimos trato durante el viaje, sigue siendo la misma, excelente !!.

Volveremos a viajar por Colombia, no lo dudamos.

Saludos
 
Hola, aunque ya lleva tiempo aquí colgado este viaje, lo acabo de leer y me ha gustado bastante. He viajado dos veces a Colombia (2010 y 2019) y coincido plenamente en lo que dices acerca del país y sus gentes. Si algún día me jubilo espero establecer allí una segunda residencia o primera, tal vez.
Un saludo y gracias por compartir tus experiencias viajeras.
 
Hola, aunque ya lleva tiempo aquí colgado este viaje, lo acabo de leer y me ha gustado bastante. He viajado dos veces a Colombia (2010 y 2019) y coincido plenamente en lo que dices acerca del país y sus gentes. Si algún día me jubilo espero establecer allí una segunda residencia o primera, tal vez.
Un saludo y gracias por compartir tus experiencias viajeras.

Hola speedivi

Me alegro te haya gustado esa crónica y me alegro también que coincidamos en lo que en ella reflejo. Ya sabemos la fama que tienen y los peligros que existen en muchos países de sudamérica, pero es como todo, según te vaya por allí, así ves el país. Me ocurre algo parecido con el Perú, desde el 2009 he estado 4 veces y he viajado en moto por gran parte del país. Es peligroso no lo negaré, pero como siempre me ha ido bien, me han recibido excelentemente y tengo amigos repartidos por el país, pues me sucede igual que con Colombia, me encantan ambos países con lo bueno y con lo malo. Y aunque los peruanos también son acogedores, abrirse al desconocido les cuesta bastante más que a los colombianos, que en eso son campeones mundiales !!

Saludos y que se logre ese proyecto de pasar parte de tus días por Colombia.
 
Me ha encantado tu crónica. Gracias por tomarte la molestia de compartirla y por descubrirnos un destino creo que desconocido para muchos de nosotros
Hola Tono1969

Gracias a ti por tus palabras.

Si que es cierto eso de que Colombia es desconocida para viajes en moto, pero te digo igual que a speedivi, si la experiencia resulta bien, tú percepción del país cambia, y eso nos pasó a nosotros. Antes de ir mucha gente nos comentó todos los peligros que entraña viajar por Colombia y lo que nos podíamos encontrar o suceder, luego preguntábamos "¿has estado alli?", y la repuesta siempre era la misma "yo nunca, pero me han dicho que ...". Las únicas dos personas que nos hablaron maravillas de Colombia, resultó que sí habían viajado por allí.

Saludos
 
Hola, aunque ya lleva tiempo aquí colgado este viaje, lo acabo de leer y me ha gustado bastante. He viajado dos veces a Colombia (2010 y 2019) y coincido plenamente en lo que dices acerca del país y sus gentes. Si algún día me jubilo espero establecer allí una segunda residencia o primera, tal vez.
Un saludo y gracias por compartir tus experiencias viajeras.
Lo primero jaimeleonu, felicitarte por tu crónica que no había leído y lo segundo confirmar lo que dice el compañero speedivi. Tengo la suerte de haber viajado a lo largo de los años a muchos países de Hispanoamérica por motivos laborales, de las cuales dos veces a Colombia y coincido con su comentario: me parece un país seguro para moverse de vacaciones, vivir y trabajar.
El colombiano, en su gran mayoría, viene de fábrica ya más educado y encantador que por estos lares y desde luego si tuviera que jubilarme fuera de España, elegiría sin ninguna duda Colombia, habiendo estado como decía antes muchos países de Hispanoamérica con mejor fama. Cierto que sobre todo en las grandes ciudades hay muchas desigualdades y zonas con menos seguridad, pero eso pasa en todo el mundo y la diferencia en favor de Colombia son sus gentes.
Espero volver por allí y si es con moto y de vacaciones, mejor.
 
Lo primero jaimeleonu, felicitarte por tu crónica que no había leído y lo segundo confirmar lo que dice el compañero speedivi. Tengo la suerte de haber viajado a lo largo de los años a muchos países de Hispanoamérica por motivos laborales, de las cuales dos veces a Colombia y coincido con su comentario: me parece un país seguro para moverse de vacaciones, vivir y trabajar.
El colombiano, en su gran mayoría, viene de fábrica ya más educado y encantador que por estos lares y desde luego si tuviera que jubilarme fuera de España, elegiría sin ninguna duda Colombia, habiendo estado como decía antes muchos países de Hispanoamérica con mejor fama. Cierto que sobre todo en las grandes ciudades hay muchas desigualdades y zonas con menos seguridad, pero eso pasa en todo el mundo y la diferencia en favor de Colombia son sus gentes.
Espero volver por allí y si es con moto y de vacaciones, mejor.
Hola bultalquero1

Como conocedor que veo que eres de Hispanoamérica, no podía ser de otra manera que coincidamos respecto a las apreciaciones sobre Colombia y sus gentes. Y lo de la educación en el trato diario de aquellas personas, es algo que siempre agrada y deberíamos aprender de ellos.

Mira, durante el confinamiento de esta primavera muchos de los amigos de aquellos países me escribían para ver cómo estábamos mi mujer y yo. Algunos de aquellos amigos nos han visitado acá en Alba de Tormes en alguna ocasión, pero independientemente este último dato, todos siempre preguntaban, además de por nuestras respectivas familias, por nuestros convecinos y terminaban sus mensajes con un cariñoso "mi Diosito les bendiga a ustedes y a todas las gentes de su pueblito"

Se agradece tu felicitación por la crónica, y como dicen por allá cuando das las gracias por algo, "con gusto".

Saludos
 
Atrás
Arriba