Conrad
En rodaje
- Registrado
- 29 Ene 2016
- Mensajes
- 110
- Puntos
- 43
Hoy se cumplen 2 años desde que estoy motorizado, voy a aprovechar para publicar la ruta más larga que he hecho hasta ahora. La intención inicial iba acompañada del pomposo nombre de "la ruta de los 10 países" aprovechando que pasaría por Luxemburgo y Liechtenstein para hacer relleno, pero el clima no siempre acompañó y me tuve que conformar con unos cuantos menos. Empecemos:
Saliendo de Zaragoza hacia Europa, el primer punto de referencia siempre son los Pirineos. Salgo el 30 de abril, apenas dos semanas después de haber estado ruteando por el Sahara Occidental, y entre el calor que pasé aquella vez y que ya estamos en primavera avanzada me debí confiar porque paso un frío de mil demonios. Me estuvo lloviendo en la subida al Portalet y ya en lo alto del puerto el termómetro de la moto marca 0, aunque algo me dice que son unos cuantos menos pero que simplemente no indica negativo.
Por fin me quito la nieve de encima, pero el frío se me ha quedado bien metido. Decido parar a buscar hotel, me sigue lloviendo y no encuentro nada apañado de precio. Con el temblor apoderándose del cuerpo entero veo que no es momento de racanear y me cojo el primer lugar con buena pinta que vea en Pau. Tenía la sensación de que lo había cogido cerca pero, quizás por el frío, el camino al hotel se me hace bastante largo. Una vez en la habitación, y aun con la cama más gustosa del mundo, me lleva una hora larga quitarme la tiritona. Menudo comienzo.
El primer destino de este viaje es Angers, donde estaré un par de días por trabajo. Son unos 600km desde Pau así que me levanto pronto, me pongo la ropa que (casi) ya se ha secado e inicio la marcha, de nuevo bajo la lluvia. Voy con el tiempo justo, pero es el agua lo que quita cualquier intención de ir visitando las zonas por las que paso. Eso sí, a una hora de Angers está el Château de la Mothe-Chandeniers, que me quedé sin visitar en un viaje anterior. No quería dejar pasar de nuevo la oportunidad de verlo y, aprovechando que por aquella zona dejó de llover, me desvío y lo marco en el gps. Aparco frente a él, veo una entrada sin puerta pero con cuerdas atravesadas a la altura de las rodillas y un cartel de "danger!" y, tras darle unas cuantas vueltas, decido colarme. La visión es fascinante, tengo una debilidad especial por las construcciones reclamadas por la naturaleza y ver un caso como éste en persona me deja totalmente conquistado. No veo forma de rodearlo así que me conformo con disfrutar de la fachada principal.
Cuando decido darme media vuelta oigo un grito, grave y potente, que parece venir de todas partes. Sigo mi marcha hacia la entrada y vuelvo a oirlo. Viene de unas casas que hay a unos 50 metros a mi derecha, y veo un señor mayor con melena plateada volver a gritarme con voz amenazante. Me quedo helado pero aligero la marcha. Llego hasta la moto, y sin poderme el casco me alejo a unos 200 metros de allí. Creyéndome seguro paro, hago alguna foto más y empiezo a guardar el equipo. El hombre me alcanza en coche, se baja y sigue gritándome indignadísimo, respondiendo a mi yonocompropán con más voces en inglés. Sabía que había hecho mal, me había colado en una propiedad privada así que permanezco pasivo y me dispongo para salir de allí mientras me graba con el móvil y me asegura que va a ir a la policía. Acepto la posibilidad de que me caiga una buena multa y sigo hasta Angers, donde paso un par de días más que bonicos. No he vuelto a saber nada más de él, por cierto.
Amanece el 3 de mayo y pongo ruta hacia Normandía. El año anterior me recorrí la parte occidental (a ver si me animo y os la cuento también) así que esta vez tiro hacia El Havre y cruzo el precioso Puente de Normandía. Es de pago pero las motos pasan gratis, una alegría que me llevo. Acercarme a una gran ciudad me corta bastante el rollo pero estaba hasta el gorro de tener los pies mojados y veo prioritario comprar calzado de moto. Busco unas botas que me den libertad para caminar y me agencio unas TCX x-square sport, que pongo a prueba más al norte en los acantilados de Étretat. Ya era tarde y en toda la zona sólo me encuentro con un fotógrafo que llevaba bastante prisa. Las botas responden y disfruto de una hora de caminata por la zona.
A la vuelta veo los restaurantes de la playa llenos de gente cenando, y yo aún vagabundeando sin lugar donde caerme muerto. Busco alojamiento por la zona y acabo en un B&B de lo más curioso. Eso sí, en estas camas francesas se descansa como un rey.
A la mañana siguiente hago una parada en Saint-Valery-en-Caux, apetece seguir viendo más acantilados. Desde abajo son imponentes.
También paro en el siguiente pueblo costero. Esta vez me veo atraido por un camino rural que se va complicando conforme avanzo. Llega un momento en que hay tal cantidad de agujeros en el camino que no puedo seguir adelante y doy media vuelta, bien servido de trajineo corporal para lo que queda de día.
Al otro lado del pueblo me cuelo por otro camino de tierra y me encuentro con esta vista. Hora de sacar guapa a la Drakkar, toca posado.
De ahí a Dieppe hay apenas media hora, no puedo dejar de visitar una ciudad tan icónica. Aparco en la playa y aprovecho el rato de la merienda (el bocadillo que compré sabía a rayos) para intentar imaginar cómo pudo ser el desembarco fallido de 1942. Será la última visita del día.
Me levanto pronto y hago algo de turisteo por Boulogne-sur-Mer en plan tranquilo. Bonita ciudad, en la media de la región.
Pongo dirección a Calais y al poco de salir, boom! Reventón de la rueda en autopista. En la desaceleración dejé atrás una salida pensando que a la grúa le sería más sencillo recogerme allí. Craso error, resulta que mi seguro no tiene jurisdicción en autopistas y hay que liar la de dios a base de llamadas para que vengan a recogerme. Toca quedarse tirado algo más de una hora hasta que por fin se pasan a por mí.
Me llevan a las afueras de Calais y me dejan en un taller en el que me permiten quedarme mientras un mecánico hace la reparación. Soy un 0 en cuanto a mecánica se refiere, y verle trabajar me deja encandilado. Tanto que ni me acuerdo de sacar la cámara, habría salido un reportaje bien majo. Hora de pagar por los servicios, me espero una factura de 100 y pico y me sorprenden con que son poco más de 20. A pesar del parón forzado en la ruta salgo de allí sintiéndome un tipo con suerte.
Sigo en Calais con intención de visitar la ciudad. Aparco frente al mismísimo ayuntamiento, pero ya desde que entro en esa urbe se me mete cierta sensación de inseguridad que no se iría hasta salir de allí, por lo que ni siquiera saco la cámara. Me voy a un parque y almuerzo unas frites sin bajar la guardia un momento. Ya le queda poco al día, pero estoy a tiempo de pasarme por Dunkerke, donde recorro el paseo marítimo hasta su extremo este.
Satisfecho con el repaso que le he metido a la costa llega la hora de bajar hacia el sur y cambiar los escenarios de la II Guerra Mundial por los de la Primera, descansando unos ya doloridos huesos en Lens.
****Continúa abajo****
Saliendo de Zaragoza hacia Europa, el primer punto de referencia siempre son los Pirineos. Salgo el 30 de abril, apenas dos semanas después de haber estado ruteando por el Sahara Occidental, y entre el calor que pasé aquella vez y que ya estamos en primavera avanzada me debí confiar porque paso un frío de mil demonios. Me estuvo lloviendo en la subida al Portalet y ya en lo alto del puerto el termómetro de la moto marca 0, aunque algo me dice que son unos cuantos menos pero que simplemente no indica negativo.
El primer destino de este viaje es Angers, donde estaré un par de días por trabajo. Son unos 600km desde Pau así que me levanto pronto, me pongo la ropa que (casi) ya se ha secado e inicio la marcha, de nuevo bajo la lluvia. Voy con el tiempo justo, pero es el agua lo que quita cualquier intención de ir visitando las zonas por las que paso. Eso sí, a una hora de Angers está el Château de la Mothe-Chandeniers, que me quedé sin visitar en un viaje anterior. No quería dejar pasar de nuevo la oportunidad de verlo y, aprovechando que por aquella zona dejó de llover, me desvío y lo marco en el gps. Aparco frente a él, veo una entrada sin puerta pero con cuerdas atravesadas a la altura de las rodillas y un cartel de "danger!" y, tras darle unas cuantas vueltas, decido colarme. La visión es fascinante, tengo una debilidad especial por las construcciones reclamadas por la naturaleza y ver un caso como éste en persona me deja totalmente conquistado. No veo forma de rodearlo así que me conformo con disfrutar de la fachada principal.
Amanece el 3 de mayo y pongo ruta hacia Normandía. El año anterior me recorrí la parte occidental (a ver si me animo y os la cuento también) así que esta vez tiro hacia El Havre y cruzo el precioso Puente de Normandía. Es de pago pero las motos pasan gratis, una alegría que me llevo. Acercarme a una gran ciudad me corta bastante el rollo pero estaba hasta el gorro de tener los pies mojados y veo prioritario comprar calzado de moto. Busco unas botas que me den libertad para caminar y me agencio unas TCX x-square sport, que pongo a prueba más al norte en los acantilados de Étretat. Ya era tarde y en toda la zona sólo me encuentro con un fotógrafo que llevaba bastante prisa. Las botas responden y disfruto de una hora de caminata por la zona.
A la vuelta veo los restaurantes de la playa llenos de gente cenando, y yo aún vagabundeando sin lugar donde caerme muerto. Busco alojamiento por la zona y acabo en un B&B de lo más curioso. Eso sí, en estas camas francesas se descansa como un rey.
A la mañana siguiente hago una parada en Saint-Valery-en-Caux, apetece seguir viendo más acantilados. Desde abajo son imponentes.
También paro en el siguiente pueblo costero. Esta vez me veo atraido por un camino rural que se va complicando conforme avanzo. Llega un momento en que hay tal cantidad de agujeros en el camino que no puedo seguir adelante y doy media vuelta, bien servido de trajineo corporal para lo que queda de día.
Al otro lado del pueblo me cuelo por otro camino de tierra y me encuentro con esta vista. Hora de sacar guapa a la Drakkar, toca posado.
De ahí a Dieppe hay apenas media hora, no puedo dejar de visitar una ciudad tan icónica. Aparco en la playa y aprovecho el rato de la merienda (el bocadillo que compré sabía a rayos) para intentar imaginar cómo pudo ser el desembarco fallido de 1942. Será la última visita del día.
Me levanto pronto y hago algo de turisteo por Boulogne-sur-Mer en plan tranquilo. Bonita ciudad, en la media de la región.
Pongo dirección a Calais y al poco de salir, boom! Reventón de la rueda en autopista. En la desaceleración dejé atrás una salida pensando que a la grúa le sería más sencillo recogerme allí. Craso error, resulta que mi seguro no tiene jurisdicción en autopistas y hay que liar la de dios a base de llamadas para que vengan a recogerme. Toca quedarse tirado algo más de una hora hasta que por fin se pasan a por mí.
Me llevan a las afueras de Calais y me dejan en un taller en el que me permiten quedarme mientras un mecánico hace la reparación. Soy un 0 en cuanto a mecánica se refiere, y verle trabajar me deja encandilado. Tanto que ni me acuerdo de sacar la cámara, habría salido un reportaje bien majo. Hora de pagar por los servicios, me espero una factura de 100 y pico y me sorprenden con que son poco más de 20. A pesar del parón forzado en la ruta salgo de allí sintiéndome un tipo con suerte.
Sigo en Calais con intención de visitar la ciudad. Aparco frente al mismísimo ayuntamiento, pero ya desde que entro en esa urbe se me mete cierta sensación de inseguridad que no se iría hasta salir de allí, por lo que ni siquiera saco la cámara. Me voy a un parque y almuerzo unas frites sin bajar la guardia un momento. Ya le queda poco al día, pero estoy a tiempo de pasarme por Dunkerke, donde recorro el paseo marítimo hasta su extremo este.
Satisfecho con el repaso que le he metido a la costa llega la hora de bajar hacia el sur y cambiar los escenarios de la II Guerra Mundial por los de la Primera, descansando unos ya doloridos huesos en Lens.
****Continúa abajo****
Última edición: