Ruta por Europa Occidental

Conrad

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Hoy se cumplen 2 años desde que estoy motorizado, voy a aprovechar para publicar la ruta más larga que he hecho hasta ahora. La intención inicial iba acompañada del pomposo nombre de "la ruta de los 10 países" aprovechando que pasaría por Luxemburgo y Liechtenstein para hacer relleno, pero el clima no siempre acompañó y me tuve que conformar con unos cuantos menos. Empecemos:


Saliendo de Zaragoza hacia Europa, el primer punto de referencia siempre son los Pirineos. Salgo el 30 de abril, apenas dos semanas después de haber estado ruteando por el Sahara Occidental, y entre el calor que pasé aquella vez y que ya estamos en primavera avanzada me debí confiar porque paso un frío de mil demonios. Me estuvo lloviendo en la subida al Portalet y ya en lo alto del puerto el termómetro de la moto marca 0, aunque algo me dice que son unos cuantos menos pero que simplemente no indica negativo.
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Por fin me quito la nieve de encima, pero el frío se me ha quedado bien metido. Decido parar a buscar hotel, me sigue lloviendo y no encuentro nada apañado de precio. Con el temblor apoderándose del cuerpo entero veo que no es momento de racanear y me cojo el primer lugar con buena pinta que vea en Pau. Tenía la sensación de que lo había cogido cerca pero, quizás por el frío, el camino al hotel se me hace bastante largo. Una vez en la habitación, y aun con la cama más gustosa del mundo, me lleva una hora larga quitarme la tiritona. Menudo comienzo.


El primer destino de este viaje es Angers, donde estaré un par de días por trabajo. Son unos 600km desde Pau así que me levanto pronto, me pongo la ropa que (casi) ya se ha secado e inicio la marcha, de nuevo bajo la lluvia. Voy con el tiempo justo, pero es el agua lo que quita cualquier intención de ir visitando las zonas por las que paso. Eso sí, a una hora de Angers está el Château de la Mothe-Chandeniers, que me quedé sin visitar en un viaje anterior. No quería dejar pasar de nuevo la oportunidad de verlo y, aprovechando que por aquella zona dejó de llover, me desvío y lo marco en el gps. Aparco frente a él, veo una entrada sin puerta pero con cuerdas atravesadas a la altura de las rodillas y un cartel de "danger!" y, tras darle unas cuantas vueltas, decido colarme. La visión es fascinante, tengo una debilidad especial por las construcciones reclamadas por la naturaleza y ver un caso como éste en persona me deja totalmente conquistado. No veo forma de rodearlo así que me conformo con disfrutar de la fachada principal.
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Cuando decido darme media vuelta oigo un grito, grave y potente, que parece venir de todas partes. Sigo mi marcha hacia la entrada y vuelvo a oirlo. Viene de unas casas que hay a unos 50 metros a mi derecha, y veo un señor mayor con melena plateada volver a gritarme con voz amenazante. Me quedo helado pero aligero la marcha. Llego hasta la moto, y sin poderme el casco me alejo a unos 200 metros de allí. Creyéndome seguro paro, hago alguna foto más y empiezo a guardar el equipo. El hombre me alcanza en coche, se baja y sigue gritándome indignadísimo, respondiendo a mi yonocompropán con más voces en inglés. Sabía que había hecho mal, me había colado en una propiedad privada así que permanezco pasivo y me dispongo para salir de allí mientras me graba con el móvil y me asegura que va a ir a la policía. Acepto la posibilidad de que me caiga una buena multa y sigo hasta Angers, donde paso un par de días más que bonicos. No he vuelto a saber nada más de él, por cierto.


Amanece el 3 de mayo y pongo ruta hacia Normandía. El año anterior me recorrí la parte occidental (a ver si me animo y os la cuento también) así que esta vez tiro hacia El Havre y cruzo el precioso Puente de Normandía. Es de pago pero las motos pasan gratis, una alegría que me llevo. Acercarme a una gran ciudad me corta bastante el rollo pero estaba hasta el gorro de tener los pies mojados y veo prioritario comprar calzado de moto. Busco unas botas que me den libertad para caminar y me agencio unas TCX x-square sport, que pongo a prueba más al norte en los acantilados de Étretat. Ya era tarde y en toda la zona sólo me encuentro con un fotógrafo que llevaba bastante prisa. Las botas responden y disfruto de una hora de caminata por la zona.
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A la vuelta veo los restaurantes de la playa llenos de gente cenando, y yo aún vagabundeando sin lugar donde caerme muerto. Busco alojamiento por la zona y acabo en un B&B de lo más curioso. Eso sí, en estas camas francesas se descansa como un rey.
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A la mañana siguiente hago una parada en Saint-Valery-en-Caux, apetece seguir viendo más acantilados. Desde abajo son imponentes.
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También paro en el siguiente pueblo costero. Esta vez me veo atraido por un camino rural que se va complicando conforme avanzo. Llega un momento en que hay tal cantidad de agujeros en el camino que no puedo seguir adelante y doy media vuelta, bien servido de trajineo corporal para lo que queda de día.
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Al otro lado del pueblo me cuelo por otro camino de tierra y me encuentro con esta vista. Hora de sacar guapa a la Drakkar, toca posado.
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De ahí a Dieppe hay apenas media hora, no puedo dejar de visitar una ciudad tan icónica. Aparco en la playa y aprovecho el rato de la merienda (el bocadillo que compré sabía a rayos) para intentar imaginar cómo pudo ser el desembarco fallido de 1942. Será la última visita del día.
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Me levanto pronto y hago algo de turisteo por Boulogne-sur-Mer en plan tranquilo. Bonita ciudad, en la media de la región.
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Pongo dirección a Calais y al poco de salir, boom! Reventón de la rueda en autopista. En la desaceleración dejé atrás una salida pensando que a la grúa le sería más sencillo recogerme allí. Craso error, resulta que mi seguro no tiene jurisdicción en autopistas y hay que liar la de dios a base de llamadas para que vengan a recogerme. Toca quedarse tirado algo más de una hora hasta que por fin se pasan a por mí.
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Me llevan a las afueras de Calais y me dejan en un taller en el que me permiten quedarme mientras un mecánico hace la reparación. Soy un 0 en cuanto a mecánica se refiere, y verle trabajar me deja encandilado. Tanto que ni me acuerdo de sacar la cámara, habría salido un reportaje bien majo. Hora de pagar por los servicios, me espero una factura de 100 y pico y me sorprenden con que son poco más de 20. A pesar del parón forzado en la ruta salgo de allí sintiéndome un tipo con suerte.

Sigo en Calais con intención de visitar la ciudad. Aparco frente al mismísimo ayuntamiento, pero ya desde que entro en esa urbe se me mete cierta sensación de inseguridad que no se iría hasta salir de allí, por lo que ni siquiera saco la cámara. Me voy a un parque y almuerzo unas frites sin bajar la guardia un momento. Ya le queda poco al día, pero estoy a tiempo de pasarme por Dunkerke, donde recorro el paseo marítimo hasta su extremo este.
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Satisfecho con el repaso que le he metido a la costa llega la hora de bajar hacia el sur y cambiar los escenarios de la II Guerra Mundial por los de la Primera, descansando unos ya doloridos huesos en Lens.
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****Continúa abajo****​
 
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La primera visita de hoy se va para cementerio militar de Notre Dame de Lorette, cerca de Arras. Unas 40.000 tumbas rodean la construcción. Suele haber un grupo de militares voluntarios, algunos jóvenes y otros retirados, que con pasión hablan del significado de aquel lugar y de cualquier otra cosa que les preguntes sobre los dos grandes conflictos. Me cuentan cosas como que allí mismo hay varios casos de tumbas de padres muertos en la Primera enterrados junto a sus hijos, caídos en la Segunda. Les hago un par de fotos de grupo para mandárselas a mi regreso en agradecimiento, qué menos.
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Justo al lado se pueden visitar los restos de unas trincheras en las que se mezclan los materiales de atrezzo con otros que parecen reales, congelados en el tiempo. Cumplen perfectamente su propósito de hacerte ver lo cerca que podían estar unos de otros.
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Otro lugar estupendo para echar un buen rato, el Vimy Ridge Memorial dedicado a los canadienses que combatieron en aquella zona. La visita guiada es muy completa, la llevan a cabo estudiantes canadienses así que tienes opción de francés o inglés. A las trincheras "fosilizadas" se les unen las marcas en la tierra de los petardazos que bombas y minas dibujaron en la tierra, algunos cráteres son enormes. Como anécdota, de vez en cuando se oía un pequeño petardo o disparo. Existe la creencia de que son ovejas que se topan con minas aún activas...no seré yo quien les quite esa ilusión.
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En la misma zona, un poco más lejos, está el gran memorial. Coincido allí con un grupo de militares canadienses de visita. El monumento en si es un tocho de hormigón de 30 metros de altura, muy del gusto de la época, que no desentona con otros de la zona. Me voy con buen sabor de boca de allí.
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Como veis por las fotos, el día se está poniendo tonto. Empieza a llover pero me hace ilusión ir a ver el Lochnagar Crater, el cráter de la mina de La Boisselle. Me encuentro con un boquete enorme de 90 metros de diámetro provocado por la mina que los tuneladores británicos dejaron bajo una trinchera alemana cavando un túnel de 274 metros a 17 de profundidad. Uno lo intenta pero es difícil imaginarse cómo sería la conmoción provocada por algo así. Un detalle que me llamó la atención es que está rodeado de bancos dedicados a veteranos. De hecho las mismas maderas del paseo que abraza el cráter están patrocinadas por familias o asociaciones en recuerdo a los veteranos que participaron en el acto, cada una con su nombre.
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La lluvia se intensifica y decido que va siendo hora de retirarme. El día siguiente tampoco puedo hacer mucho por lo que está cayendo, así que lo dedico a entrar en Bélgica y buscar alojamiento cerca de Charleroi. Llego empapado a un curioso hotel que hace las veces de retiro espiritual budista y allí me quedo hasta el martes, 9 de mayo.

 
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Echo la mañana siguiente en el aeropuerto de Charleroi, esperando a la que será mi compañera de ruta en los próximos días. Una vez recogida nos vamos a Lovaina, donde hacemos una corta parada para recordar su año de erasmus allí, y continuamos hasta nuestro B&B en Holanda, justo pasada la frontera. Aunque todo sea plano por esas latitudes y no dé lugar a disfrutar de la moto, hay que reconocer que tanto el paisaje como los pueblos son una verdadera preciosidad.
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Otra cosa que nunca deja de sorprenderme cada vez que subo por allí es el buen gusto que tiene esta gente para hacer sus casas. Enormes salones, grandes ventanales y un estilo decorando que nada tiene que envidiar al catálogo de Ikea. La casa que elegimos para pasar las dos noches siguientes es un buen ejemplo, tirada de precio y con una dueña que nos pone todas las facilidades, hasta nos indica que podemos usar libremente la sauna que está al lado de la piscina, que nos desnudemos sin problema. La tentación no es poca.
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Nos levantamos a las 7am del siguiente día, 9 de mayo. El plan para ese martes es tranquilo, ir a Utrecht y volver a la casa. La ciudad está a poco más de una hora, el trayecto se pasa rápido. Callejeamos y disfrutamos de la que ya en un viaje anterior se convirtió en mi urbe favorita de Holanda, y aunque ahora la veo con otros ojos, sigue manteniendo el encanto.
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Ya de vuelta nos topamos con esa fachada en un barrio de las afueras, parada obligatoria para hacerle unas foticos a la moto, que hace mucho que no sale.
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Hoy nos retiraremos pronto, hacemos una corta parada en Breda y de nuevo al B&B, que nos tiene encandilados y queremos aprovechar lo más posible. Pensándolo en frio no tiene mucho sentido "perder" una tarde bajo techo teniendo todo un país ahí fuera, pero es el sitio en el que nos apetece echar las horas que nos quedan allí. Cosas que pasan estando de viaje.


Despierta un nuevo día y salimos temprano, con la pena de no haber encontrado una buena excusa para quedarnos en esa casa un día más. Por delante tenemos una ruta hasta la Selva Negra de más de 7 horas en la que metemos visitas a dos castillos...igual nos hemos columpiado tres pueblos, pero después de pasar casi toda la tarde anterior vegetando uno se levanta con ganas de comerse el mundo. Al poco de salir entramos en Alemania, mi primera vez en ese país. Sentía curiosidad por probar las autobahn en primera persona. Lo primero que me llama la atención es la cantidad de descansos que hay para los camiones, y todos llenos. No he visto tantos de ellos en mi vida. La segunda cosa que me llama la atención es el tema de la velocidad...veréis, mi moto es pequeña y está limitada. Para colmo tampoco soy de correr y vamos full equip. Todo empieza bien, como en una autovía normal, pero de repente, sin saber porqué, nos empiezan a pasar coches por la izquierda a velocidades que nunca había visto, parece que estemos parados! Quiero evitar el primer carril por la cantidad de camiones que hay que adelantar pero en el segundo uno se siente un estorbo, aparte del respeto que da el que te adelanten 80km/h más rápido de lo que tú puedes ir a todo gas. El caso es que no conseguimos ver la señal de "por aquí está permitido ir follao" así que esos tramos nos cogen por sorpresa. Es normal? Tan despistados íbamos?


Nos cruzamos entera la cuenca del Ruhr por una autopista totalmente rodeada de vegetación, poco se puede ver desde ella. Aun así se puede apreciar en el ambiente y el horizonte que estamos atravesando una de las zonas más industriales de Europa. Por fin llegamos al primer castillo, llevamos más de 4h seguidas de carretera y va apeteciendo mover las piernas. El elegido fue el Burg Eltz, escondido en medio de un bosque encontramos este fantástico castillo que nos repasamos de arriba a abajo con la visita guiada. Allí se nos van más de dos horas.
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Aunque la ruta del día no pasa por él, nos vemos tan cerca del Rin que nos buscamos una excusa para cruzarlo. Ésta será el castillo de Marksburg, al que llegamos sobre las 4 de la tarde. Nos encontramos con un guía que está cerrando para irse, el tío es tan majo que se queda y nos hace el recorrido en exclusiva para nosotros solos, explayándose en sus explicaciones y sin mostrar prisa alguna por irse...eso es hacer las cosas con amor.
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La visita dura casi una hora, son las 5 pasadas y nos damos cuenta de la metida de pata, estamos aún a 4 horas del hotel. Se nos hace de noche, y al poco de llegar a la zona de Selva Negra nos topamos con un corte de carretera para el que el gps no nos daba alternativa, perdimos como 45 minutos dando vueltas hasta conseguir salir de allí. Llegamos a las tantas y helados de frío, entramos en la recepción y no parece haber nadie. Llamamos al timbre, al teléfono, a viva voz, incluso nos colamos dentro a ver si se habían quedado dormidos esperándonos, pero nada. Pasa media hora y casi que nos resignamos a dormir allí mismo frente al mostrador, cuando por fin sale alguien a atendernos y nos da una habitación cuya cama se nos presenta como una aparición celestial. No habíamos comido nada desde el mediodía y le preguntamos si tiene algo de picoteo. Al rato sube con una bandeja llena de comida del bufet del desayuno, que tal y como estamos nos sabe a gloria. Por fin con el estómago lleno caemos en redondo dejando la habitación patas arriba, no nos preocupa pues pasaremos allí tres noches.


El plan para estos dos días en la Selva Negra es...conducir! Después de tantas jornadas de rectas con un destino en mente, lo que más apetece hacer es coger la moto y dejarse llevar por el instinto, cogiendo curvas a placer y eligiendo desvíos sin ningún motivo en concreto. Y así pasamos todo ese jueves, sin horarios a los que atender, sin lugares que visitar, tan solo disfrutando de la moto cruzando un bosque que parece no terminar. Tan solo nos retiramos cuando la lluvia deja de ser una compañera para convertirse en una molestia.
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El día siguiente empieza con un cielo espectacular, por fin! Lo empezamos con la misma filosofía de dejarnos llevar buscando carreteras recónditas y acabamos llegando a Hornberg, un pueblo del que nos llama la atención un torreón al que decidimos subir.
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El resto de la mañana sigue igual, no nos cansamos de motear entre arboledas. Subimos, bajamos, cogemos caminos de tierra, volvemos a la carretera y vuelta a empezar. Llega el mediodía y nos montamos un pequeño picnic en yoquesedónde.
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Sin darnos cuenta llegamos al lado oeste de la selva, a Achern. Más allá de la ciudad vemos que por la frontera con Francia se acerca un frente lluvioso con muy mala pinta. La reacción inicial es resistirnos a marchar, pero las nubes se acercan bastante rápido y aún tenemos casi 2 horas de carretera hasta el hotel. Pande el cúnico y salimos de allí flechados. Por supuesto, no nos libraríamos de mojarnos una vez más.
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A partir de aquí habrá que modificar totalmente el resto del viaje. La idea original era pasar por Suiza y cruzar a Austria por Liechtenstein, pero vemos en la previsión del tiempo que toda aquella zona estará bajo la influencia de un frente tormentoso del tamaño de la misma Austria. Pasamos la noche buscando alternativas y por fin llegamos a una conclusión, atravesaremos Suiza y nos plantaremos en el lago de Como, que usaremos de base para hacer alguna incursión alpina si el tiempo nos da un respiro.

Nada más cruzar la frontera paramos en un puesto de la policía y un tipo muy majo nos cobra la viñeta. No me duele mucho ponérsela porque tenía pensado volver por allí, pero viendo las fechas que estoy barajando para el próximo viaje, se me habrá caducado por un mísero mes. Nos recomienda ponerla bajo el asiento y seguimos la marcha. Ya tuve ocasión de recorrerme el país hace unos años, pero es un sitio al que resulta difícil acostumbrarse, es sencillamente espectacular. Aun así lo veremos de pasada, la ruta del día era de 5 horas y ya hemos gastado buena parte de la mañana apurando curvas por la Selva Negra. Tan solo paramos en un mirador del lago de los Cuatro Cantones.
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Más adelante tenemos el túnel del San Gotardo, que cruzamos sin saber mucho lo que nos esperaba. Tan preparados como vamos para el fresco alpino, nos asamos en nuestro propio jugo allí dentro, el termómetro no dejó de subir hasta alcanzar los 33º. El túnel parecía no tener fin, todo un alivio ver la temperatura bajar señalando que nos acercamos a la salida. Pagamos la novatada.

Al cruzar a Italia vemos que no hay mucha diferencia entre ambos lados de la frontera, llevamos notando la influencia de la cultura italiana desde que salimos del túnel salvo en un detalle...es entrar a Italia y empezar a ver gente conduciendo a lo loco. La mayoría de carreteras de la zona son estrechas, de dos carriles y con bastantes curvas sin visibilidad...qué más da? No esperábamos encontrarnos una diferencia tan radical así de golpe.

Llegamos a Musso y vamos directos al apartamento que hemos elegido para pasar las siguientes 4 noches. Supera nuestras expectativas, y menudas vistas! Dejamos algunos bártulos y volvemos a las dos ruedas para dar una vuelta rápida de reconocimiento por la zona antes de regresar a disfrutar de un atardecer fantástico mientras nos tomamos un té calentito en nuestro propio salón. Damas y caballeros, lago di Como!
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Pero qué me decís del amanecer que tenemos desde el mismo salón :excited: Merece la pena levantarse a las 4:30am para disfrutarlo de principio a fin.
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Son las 6 de la mañana y decidimos salir para disfrutar la mejor luz del día. Ponemos dirección al sur y vamos parando en los rincones que más nos llaman la atención, con la tranquilidad que da saber que tenemos 3 días por delante en esa zona.
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Llegamos a Como, unos 50km al sur de nuestro apartamento. Aunque tenemos nuestras reservas al principio, acabamos animándonos a cambiar la moto por un barco para ver el lago desde dentro. Resulta ser un acierto, hace un día espectacular, aun sin la masificación propia del verano, nos topamos con un paisaje en estado de gracia.
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Queríamos dar la vuelta al lago desde el sur, pero la carretera está cortada y tenemos que hacerlo por el norte. Esperaba encontrar en el lado este una carretera similar a la del oeste pero la orografía solo permite una vía elevada casi sin vistas, con mucho túnel y algún que otro desvío a los pueblos costeros. Por suerte la cosa mejora en la mitad sur, aunque sigue sin batir la belleza de la carretera del lado oeste.
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Contentos con el día que hemos pasado en el lago nos volvemos al apartamento. Nos dan las 11 de la noche, llega la hora de dormir y nos encontramos con que no estamos solos allí, tenemos un visitante...aunque quizás sea ése su hogar y resultemos ser nosotros los intrusos. Leemos más sobre estos personajes y resulta que son bastante comunes por allí. Sin ser peligrosos, su aguijón puede provocar las mismas molestias que un picotazo de avispa. Les atrae el calor así que decidimos no arriesgarnos a que se meta en la cama y pasamos una hora de lo más entretenidos intentando capturarlo. Me lo tomo como algo personal y cuando por fin lo conseguimos cazar me permito unos minutos humillándole antes de echarlo fuera, había que saborear la victoria.
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***Más abajo tenéis el capítulo final***​
 
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Ánimo Conrad, a por la siguiente entrega que ya estamos esperando. Gracias por compartir el viaje.
 
Estupendo reportaje con una narración muy amena por tu parte.
Parece el guión de una película:D
Muchas gracias por compartirlo
 
Amanecemos otro día soleado en lago di Como y comprobamos con alegría que el tiempo al norte también ha mejorado, así que decidimos ir para allá en busca de curvas y puertos. Antes tenemos que pasar por el decathlon de Sondrio, al este, para que la compañera se busque unas botas nuevas. Llegamos a primera hora y se agencia unas asolo iguales a las que le han durado 10 añazos, garantía de calidad. Giramos hacia el norte, pasamos a Suiza y paramos en cuando salimos del valle y aparecen las primeras vistas de alta montaña. Al poco viene un señor malhumorado que nos exige que salgamos de allí inmediatamente. No entendemos muy bien qué quiere así que pasamos un poco de él, pero insiste que nos vayamos, cada vez más enfadado. Por lo visto estábamos en el parking (vacío) de su restaurante (Ristorante Sfazù para más señas), indicado con un cartel en alemán, y el mero hecho de parar allí suponía un atentado a las normas. Si lo llega a pedir de otra manera me disculpo, pero con esa actitud me brota el orgullo y sí, recojo las cosas pero sin mucha prisa y con una sonrisa burlona en el rostro. Ninguno de los dos hemos hecho bien, lo sé...por suerte no aparece con un cepo, pero no dudo que lo hubiera hecho si llega a pasar un minuto más.
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Seguimos subiendo por el Bernina Pass y qué decir, vaya vistas. Aquí es cuando toca el debate interior entre seguir sobre la moto para no romper el flow o pararse para apreciar y retratar lo que te rodea. Creo que conseguimos un 50/50 y ahora es cuando más me alegro de haberme traído estas fotos a casa.
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La vista del glaciar Diavolezza es apabullante, nos quedamos un buen rato mirándolo.
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Y allí mismo se para un señor mayor a hacerle una foto. Con su aspecto y su forma de coger la cámara no parece más que un turista inofensivo, pero se me acerca a charlar y acaba contándome que en los 70 se buscó una moto y se fue con grupo de amigos a Irán. Una aventura que hoy en día me parece impensable, en aquella época debió ser toda una epopeya. De buena gana le habría invitado a sentarse y contármelo todo, pero tiene que seguir su camino.
Más adelante hacemos una parada en St Moritz para comer junto al lago. Buscamos un buen rincón a la orilla con la ciudad al fondo, perfecto para echar un ratejo extra reposando la comida. Pero a la par que nosotros llega una marabunta de adolescentes y la paz se evapora por completo. Comemos lo que tenemos y vuelta a la montura.

El regreso a Musso será ininterrumpido salvo por una corta parada para estirar las piernas en esta cascada cuyo nombre no llegamos a saber.
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Llegamos al lago de media tarde, con el tiempo justo para buscar un punto de vista alto que domine toda la zona. Elegimos el refugio Menaggio y comenzamos a subir, pero llegamos a un aparcamiento a 45 minutos caminando del refugio y ya se está metiendo el sol, así que nos conformamos con la vista que tenemos desde allí y volvemos al apartamento.
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El martes 16 de mayo comienza con otro cielo azul salpicado con el punto justo de nubes. Mirad con qué vistas se despierta la Drakkar.
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La noche anterior improvisamos una ruta por el cantón de Ticino y para allá nos dirigimos. Nos empeñamos en ver el puente tibetano de Carasc y como resultado nos metemos más de dos horas de senderismo de montaña con la ropa de moto. Por el camino escuchamos algún que otro comentario sobre nuestro atuendo, lo que no me extraña porque no es la mejor forma de patearse el monte. Pasamos algo de calor y el puente no resulta ser tan auténtico como se podría intuir por su nombre, pero acabamos echando una mañana montañera improvisada bien maja.
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La siguiente parada será en la presa Verzasca, famosa por ser allí donde se grabó el salto en bungee de Goldeneye. La subida es espectacular pero la presa en si se parece poco a lo visto en la película, no consigue retenernos mucho tiempo y seguimos nuestro camino hacia el norte a ver con qué nos encontramos.

Unos 15 minutos después llegamos al Ponte dei Salti, un sitio que, a pesar de estar hasta arriba de gente, nos conquista y decidimos echar una hora larga allí, explorando los diferentes ángulos del puente, trotando entre las rocas y mojando los pies en agua alpina. Será la última parada del día y una de las que mejor buen sabor de boca nos dejó.
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Amanece el último día en Italia, nos levantamos pronto para cargar todo el equipaje y tener tiempo de despedirnos del lago.
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A mi compañera le espera un vuelo en Milán de vuelta a casa, y tras dejarla inicio el regreso en solitario a Zaragoza. Como no tengo reserva para esa noche decido tirar palante a ver hasta dónde aguanto y termino en una casa rural 500km más allá tras 9 horas subido en la moto. La llegada al hotel coincidió con un atardecer bastante bonito, lo que siempre sube el ánimo y relaja el dolor de espalda.
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Me levanto pronto y descansado, desayuno y vuelta a la carretera. No tenía muy claro hasta dónde llegaría ese día, pero ya he comprobado en otros viajes que el regreso a casa me motiva lo suficiente como para echar horas sin conocimiento sobre la moto, que es lo que acaba sucediendo. Tras 13 horas, por fin llego a Zaragoza. Y aquí termina mi viaje de 5000km por Europa Occidental, una "Ruta de los 10 países" que tuvo que menguar a 7.
 
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¡Sencillamente espectacular! Has hecho un gran esfuerzo en resumir muchas sensaciones. Las fotografías son magníficas. He pasado un buen rato leyéndote otra vez desde tu crónica a Marruecos. Gracias.
 
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Me alegra que os guste! Contarlo aquí me ha servido de excusa para revivir el viaje y recuperar algunos datos ya olvidados. De hecho me he animado a crear una web donde ir recogiendo estas pequeñas experiencias, y ha sido en buena parte gracias a vuestra respuesta.

Un saludo compañeros!
 
me ha gustado mucho tu cronica, me puedes poner el enlace del BB de Holanda?? Gracias
 
Gracias por deleitarnos con estas estupendas fotos y crónica.
Me ha gustado leerte.
 
Enhorabuena por la crónica, y gracias por compartirla.

Saludos

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