D3MIO
Curveando
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Hola,
En esta ocasión era la quinta vez que recorríamos Marruecos y queríamos hacerlo de una forma más intima, igual que la primera en la que nos sorprendió tanto este maravilloso país que no hemos dejado pasar la oportunidad de bajar en Semana Santa año tras año en el resto de ocasiones siempre acompañados por una o dos motos mas.
Siempre las rutas que he trazado por Marruecos han, sido en la medida de lo posible, fuera de los circuitos de paso convencionales por lo que siempre hemos descubierto nuevas carreteras y paisajes.
Pero en este caso nos ha sorprendido gratamente lo vivido, para nosotros ha sido una nueva experiencia.
El relato lo escribe Carolina Higueras (Tacirupeca) mi compañera en todas las aventuras moteras y de la vida, espero que os guste.
Día 1: Tanger a Meknes (283 Kms)
Anoche tomamos el Ferry hasta Tánger. Un mar helado como el acero golpeaba las oxidadas paredes de un barco demasiado gastado. Cada envite de las olas me iba trayendo a la memoria esa amalgama de almas ahogadas en nuestras aguas... tan cerca del futuro como de su propia muerte. Me hiere recordarlo, cierro los ojos fuerte y miro a mi alrededor... veo personas cansadas y diferentes, de distintas razas y religiones que comparten mesa y sonríen a pesar de que no nos entendemos más allá de las miradas cómplices y hermanas. Nos aguarda un amanecer templado donde la línea del horizonte se llena de algas. Taka empieza a calentar rueda en maltrechas carreteras perdidas y solas... como siempre... las montañas escurren el agua de las lluvias pasadas y alimentan los ríos que arrastran bravíos inmensas marañas de troncos inertes. Los campos lucen un verde cegador y las buenas gentes se echan a los prados, libres y abiertos, con su ganado aprovechando que la tempestad les ha dado una tregua. Llegamos a Meknes, también llamada Mequinez, una ciudad Imperial de Marruecos que toma su nombre de la tribu bereber que la fundó con el nombre de Meknassi. Su imponente puerta Bab Mansour, de proporciones majestuosas, está considerada como una de las más bellas del mundo. Esta puerta servía para unir la plaza El Hedim y la medina de Meknes con la plaza Lalla Auda en la fortaleza Dar el Kbir. Pasear por la plaza entre carrozas de cuento, espectáculos improvisados, avestruces, monos vestidos de colegiales o presuntuosos cabellos árabes es más que recomendable... como recomendable es caminar perdidos entre el laberinto de callejuelas y puestecillos humildes que exhuman un olor a especies y dulces de miel... nos queda tanto por ver...
En esta ocasión era la quinta vez que recorríamos Marruecos y queríamos hacerlo de una forma más intima, igual que la primera en la que nos sorprendió tanto este maravilloso país que no hemos dejado pasar la oportunidad de bajar en Semana Santa año tras año en el resto de ocasiones siempre acompañados por una o dos motos mas.
Siempre las rutas que he trazado por Marruecos han, sido en la medida de lo posible, fuera de los circuitos de paso convencionales por lo que siempre hemos descubierto nuevas carreteras y paisajes.
Pero en este caso nos ha sorprendido gratamente lo vivido, para nosotros ha sido una nueva experiencia.
El relato lo escribe Carolina Higueras (Tacirupeca) mi compañera en todas las aventuras moteras y de la vida, espero que os guste.
Día 1: Tanger a Meknes (283 Kms)
Anoche tomamos el Ferry hasta Tánger. Un mar helado como el acero golpeaba las oxidadas paredes de un barco demasiado gastado. Cada envite de las olas me iba trayendo a la memoria esa amalgama de almas ahogadas en nuestras aguas... tan cerca del futuro como de su propia muerte. Me hiere recordarlo, cierro los ojos fuerte y miro a mi alrededor... veo personas cansadas y diferentes, de distintas razas y religiones que comparten mesa y sonríen a pesar de que no nos entendemos más allá de las miradas cómplices y hermanas. Nos aguarda un amanecer templado donde la línea del horizonte se llena de algas. Taka empieza a calentar rueda en maltrechas carreteras perdidas y solas... como siempre... las montañas escurren el agua de las lluvias pasadas y alimentan los ríos que arrastran bravíos inmensas marañas de troncos inertes. Los campos lucen un verde cegador y las buenas gentes se echan a los prados, libres y abiertos, con su ganado aprovechando que la tempestad les ha dado una tregua. Llegamos a Meknes, también llamada Mequinez, una ciudad Imperial de Marruecos que toma su nombre de la tribu bereber que la fundó con el nombre de Meknassi. Su imponente puerta Bab Mansour, de proporciones majestuosas, está considerada como una de las más bellas del mundo. Esta puerta servía para unir la plaza El Hedim y la medina de Meknes con la plaza Lalla Auda en la fortaleza Dar el Kbir. Pasear por la plaza entre carrozas de cuento, espectáculos improvisados, avestruces, monos vestidos de colegiales o presuntuosos cabellos árabes es más que recomendable... como recomendable es caminar perdidos entre el laberinto de callejuelas y puestecillos humildes que exhuman un olor a especies y dulces de miel... nos queda tanto por ver...