3 Menaggio (I) – Umhausen (A)
Otro madrugón para seguir bordeando el lago. Paso por Dongo, lugar donde fue exhibido, Mussolini colgado del techo de una gasolinera tras su muerte y sigo camino hacia el Stelvio. La ruta, una vez abandonada la orilla del lago, abunda en pueblos, rotondas y tráfico, haciendose lenta y pesada.
En Tirano, que es la Italia fronteriza con Suiza enfilo hacia el BerninaPass. Durante un pequeño rato compartimos subida y camino con el BerninaExpress con lo cual me toca detenerme en varios pasos a nivel. No es problema, es todo tan bonito que merece la pena parar y respirar. No llego a coronar el puerto ya que me desvío para ir al valle de Livigno. La frontera suiza esta nada más desviarse, cerca de la cima y todavía en Suiza. La aduana italiana está a unos pocos kilómetros, en lo alto de un puerto, el Forcola di Livigno, desconozco el estatus del territorio intermedio. Al bajar este largo y sencillo puerto hacia el valle se llega al núcleo poblacional, que no dejan de ser casas desperdigadas por el valle con cierto aire de aeropuerto por la cantidad de letreros de Duty Free.
El precio de la gasolina enamora, poco más de 1€ por litro.
Salgo del valle subiendo otro pequeño puerto, el Passo del Foscagno con aduana incluida que en su bajada a Bormio empalma directamente con la subida al Stelvio. Por ahora el tiempo acompaña, pero comienzan a arremolinarse nubes negras en las cimas. Se acaba lo bueno…
Subo el Stelvio con gana, sin pausa, siempre me digo que voy a parar en el monumento bélico que hay a media subida y como siempre, no paro.
Una vez arriba continuo hasta el punto donde se sacan mejores vistas de la subida norte, desde el restaurante Tibet.
Apenas me da para sacar unas pocas fotos porque se pone a llover, pero entre que me visto y bajo hasta el propio paso para de llover y procedo a hacer lo que hasta hoy no había hecho, comer una salchichona en el alto, entre tienda y tienda, curioseando y observando a todo el amplio registro de fauna que coloniza el puerto: moteros, ciclistas, esquiadores, campistas, montañeros, etc…
No tiene buena pinta el cielo así que me escapo más pronto de lo que quisiera. Bajo unos kilómetros por donde he venido para entrar en Suiza por el UmbrailPass, que es apenas una corta subida desde la curva de la Casa Cantoniera y luego todo hacia abajo en un descenso prolongado. No es en absoluto como lo recordaba, en esta nueva realidad es más estrecho y peligroso pero afortunadamente ya no hay tramo de tierra.
El paso por Suiza apenas alcanza 18kms y ya estoy de nuevo en Italia desvíandome hacia el ReschenPass. El tráfico es numeroso, hay largas colas de coches y camiones, no en vano este puerto es de los fáciles para entrar en Austria. No me entretengo ni para echar una foto al campanario situado en el lago, las nubes negras lo cubren todo y ya empiezan a caer las primeras gotas de lluvia deslavazadas, con el asfalto húmedo por lluvias anteriores.
En Kauns me desvío para hacer la Kaunertaler GletscherStrasse. Ya solo por el trayecto hasta la cabina de peaje merece la pena la ruta, pero al llegar comienza a lloviznar y eso me hace sospechar, pregunto en taquilla y me muestran la imagen de la cámara que hay en el glaciar, no se ve ni para cantar, así que dejo la visita para otra ocasión. Y hago bien porque apenas comenzado a desandar el camino comienza a llover con fuerza, tanta que me tengo que guarecer en un soportal, vestirme de lluvia y comprar la viñeta austriaca para autopista para alejarme pronto de la zona tormentosa.
Cambio de valle, pero la situación no mejora demasiado, llueve por doquier. Además, nada más entrar al valle de Ötzal leo con sorpresa que el Timmelsjoch, uno de los hitos del viaje, está cerrado. Hay una buena oficina de información donde me informan que hay un desprendimiento y la carretera está cortada. Amablemente me buscan alojamiento, aunque yo luego por mi cuenta logro encontrar algo más económico y mejor. Está el ambiente demasiado húmedo para acampar y la tienda demasiado nueva como para fiarme de su impermeabilidad.
Acabo durmiendo en la Haus Gamsblick, un alojamiento austriaco absolutamente recomendable. En un pequeño pueblo con una veintena de casas, suficientemente alejado de la carretera principal como para no oír ruido alguno. No hay bar ni nada más que hacer que dar un pequeño paseo hasta la capilla y vuelta, suficiente para reconciliarse con el mundo, La casa esta recientemente renovada, todo es madera maciza y tranquilidad, ceno tranquilo en la habitación viendo futbol y espero al nuevo día que abra el Timmelsjoch.