Esta es la historia de un viaje que hicimos en semana santa del 2023 pero que empieza mucho antes. Aproximadamente un año antes y de la forma más inesperada. Empieza con una visita al fisioterapeuta:
Estamos en la primavera de 2022. Los últimos coletazos de la pandemia van quedando atrás. Todos estamos contentos de poder retomar nuestras viejas costumbre. Viajes, reuniones y normalidad en las relaciones personales, son algunas de las “novedades” que acogemos con agrado. Yo estoy bastante entusiasmado con mis salidas en bici. No es una vieja costumbre que haya retomado. Es un nuevo hábito que me ha venido dado por otra serie de cambios en mi vida que me han hecho mejorar mucho en todos los campos. Como mi forma física es bastante precaria, tengo que acudir con cierta frecuencia a que me cruja los huesos un fisio con el que voy tomando cierta confianza.
Sergio lleva tratando a la familia de mi mujer desde hace muchos años. Tiene manos hábiles para los tratamientos y domina muchas técnicas. Durante las sesiones, siempre hay un tema del que hablamos con pasión: MOTOS.
Los dos compartimos una afición que, en mi caso, se remonta a la más tierna infancia. Él también es motero de toda la vida y al igual que yo, ha tenido varias motos y mucha afición. Ambos dejamos atrás los circuitos cuando nuestras responsabilidades familiares propias de la edad y la madurez propiamente dicha nos reclamaron por otros caminos. Pero el gusanillo sigue ahí, y ahora lo matamos como podemos. Con motos adecuadas a nuestra edad y condición y con pequeñas salidas por las carreteras de la sierra para volver lo antes posible y retomar las obligaciones. Nunca hemos salido en moto juntos, aunque a veces hemos hablado de hacerlo. Tenemos la misma moto: Bmw 850 GS. Es un modelo polivalente, con aspiraciones camperas, al que yo nunca había pensado en darle un uso off road.
Ese día, Sergio me cuenta que lleva tiempo pensando en hacer un viaje por Marruecos con incursiones en pistas, desierto, etc. Ha leído bastante sobre el tema y está decidido a hacerlo. Y ahí viene el lío. - ¿Te animarías?
Mi primera reacción no fue muy entusiasmada. Nunca me lo había planteado. Pero me atraía la idea.
El tema se quedó grabado en mi cabeza y, como soy un culo inquieto empecé buscando información en internet, leyendo, viendo videos…. El tema me iba calando. Cuanta más información recibía, más me entusiasmaba. Poco tiempo después lo tenía claro. Tenía que hacer ese viaje. Me empezaba a emocionar más de la cuenta. Quería que nos fuéramos ya. Por suerte, Sergio me iba frenando un poco. Había que hacer las cosas bien. Ir paso a paso. Empezamos con una salidita por pistas cerca de donde vivimos. Nos sirvió para darnos cuenta de que estas motos pesan mucho y que hay que ir un poco preparados. Ninguno de los dos habíamos hecho campo desde chavales y estábamos muy verdes. Practicar era la única manera de mejorar y nos pusimos a ello. Un curso con la empresa Personal Enduro también nos ayudó a mejorar.
Ya a finales de 2022, decidimos que semana santa sería una buena fecha para ir. No habría que pedir tantos días en el trabajo ya que aprovecharíamos los días de fiesta. El calor en Marruecos no sería tan sofocante y a nivel familiar también tendría ventajas. Ambos estuvimos de acuerdo en que lo mejor era hacer este viaje con una empresa organizadora que nos ayudara a minimizar los riesgos propios de un viaje de esa naturaleza. ¡¡¡A buscar!!!
Barajamos varias empresas. Intercambiamos un montón de información que nos íbamos pasando por WhatsApp. Yo había leído una crónica en algún foro que hablaba bien de Enduropark y busqué en su web. Parecía que todo se adecuaba bastante bien. El número de participantes fue determinante para decidirnos. Un grupo demasiado numeroso para un viaje tan largo puede hacerlo insufrible y Enduropark nos garantizaba un máximo de 12 participantes y un precio asequible. Y nos apuntamos!!
Ahora había que preparar todo. Equipamiento, recambios…. Yo tenía ropa de moto, pero no como para 9 días. Los regalos de navidad ayudaron bastante. Dicen que la mujer ideal no existe, pero la mía está bastante cerca y esos regalos y su apoyo en este proyecto, lo confirmaron. El dilema con los neumáticos era enorme. Por un lado, teníamos un viaje hasta Algeciras por autopista que podía comerse unas gomas demasiado camperas y por otro, pistas de arena fina y piedra rota en Marruecos. Di muchas vueltas y al final elegí unos Mitas que me han demostrado que acerté de pleno. Los recambios también había que comprarlos. Manetas, palancas de freno, redes. En ese caso aliexpress fue un gran aliado, aunque no siempre llega todo. Cinta americana, bridas…Donde meto todo eso?? Pues en un camel back, que junto con un petate de 80 litros iba a ser mi equipaje. Las fechas se iban acercando y yo veía que me seguían faltando cosas. De vez en cuando hablaba por teléfono con el organizador que me iba diciendo cosas necesarias. Me recomendó llevar una coraza debajo de la ropa para poder quitarme la chaqueta en las etapas de desierto.
-¿Pero, como llevo yo una coraza en el petate?
-No la lleves en el petate, llévala puesta.
-Por carretera?
-Si, claro
-Pero, entre la coraza y la cazadora con protecciones, no me voy a poder mover.
-Quita las protecciones de la cazadora, animal.
- Aaaaaahhhh!!!!!
Según se acercaba la fecha, fui aceptando que no iba a poder llevar equipaje para todos los supuestos imprevistos y tuve que decirme a mí mismo: Ya me apañaré!!!
Y llegó el día. La moto cargada hasta arriba y un montón de incertidumbres me acompañaron durante el viaje. Un viaje que empezó con la mala noticia de que Sergio perdió las gafas nada más salir y se llevó un buen disgusto. El viaje por autopista se hace bastante aburrido y yo decidí amenizarlo con mi programa de radio preferido. A mediodía, parada a almorzar en un buffet de carretera y a seguir para Algeciras. Al llegar al hotel, nos sobró algo de tiempo para darnos una ducha y cambiarnos antes de la hora de la reunión. Antes fuimos conociendo a algunos compañeros de expedición que estaban por el hotel igual de perdidos que nosotros.
Y por fin conocimos a los organizadores. En este caso el organizador:
Roc es un tipo peculiar. Maduro ya y curtido en mil batallas se desenvuelve como pez en el agua por Marruecos. Conoce a todos los dueños de los hoteles, de los restaurantes, los que venden tarjetas de teléfono, los que consiguen moneda local…. Durante la reunión nos dio sólo algunas indicaciones básicas sobre la jornada del día siguiente que incluía ferry hasta Ceuta, cruce de frontera y viaje por carretera hasta Fez. Hicimos los pagos pendientes, cambio de moneda etc. Luego una cena rápida porque a las 5.30 había que estar encima de la moto. ¿¿A las 5:30 hay carreteras??
El madrugón no costó tanto por la ilusión y el ansia de empezar el viaje. Salimos todos en fila detrás de Ángel, el guía que nos conducía hasta el puerto a bordo de su KTM. La ciudad de Algeciras, con poco movimiento a esa hora, se ve majestuosa con tanta iluminación y con las enormes grúas del puerto que parecen dominarlo todo. Cuando llegamos al puerto, nos toca un rato de espera. Todos bastante callados, por lo temprano de la hora y por la falta de confianza que no tardará en desaparecer. El embarque se hace bastante rápido para el número de vehículos que estamos allí. El ferry va bastante lleno, pero hay bastante silencio y aprovecho para echar una cabezada en la confortable butaca. Llegamos a Ceuta y desembarcamos en una ciudad que empieza a despertarse. Parada a repostar y rápido para la frontera, que la cola nos espera. Pasar el control por la parte española resulta sencillo. Unas filas bien organizadas permiten que el trámite de enseñar el pasaporte no lleve más de 10 minutos. Pero en la parte marroquí la cosa va bastante más lenta. Un par de horas después por fin estamos en Marruecos y empezamos el viaje de verdad. Las primeras ciudades que nos encontramos me sorprenden para bien. Tetuán se podría comparar perfectamente con cualquier ciudad turística española. Urbanizaciones de altísima calidad y campos de golf, no casan con el concepto que aquí tenemos de lo que es Marruecos. Incluso pasamos junto a un Mcdonalds y un Burguer King. Se hace raro!!!
Llegados a este punto, debo comentar un par de particularidades de este viaje: estamos en pleno ramadán. Eso hace que los restaurantes permanezcan cerrados a cal y canto durante el día y sólo sirvan después de la puesta del sol. La segunda, consecuencia de la primera, es que en Marruecos no han hecho todavía el cambio de hora para que llegue antes la noche y así poder comer. Parece que cuando el ramadán coincide en esas fechas el cambio de hora lo hacen en mayo. Lo normal es que haya una hora de diferencia con España, pero ahora hay dos. Esto tiene consecuencias para nosotros. La primera es que es muy difícil organizar un almuerzo y la segunda es que tenemos que ir ligeritos para que no se nos haga de noche. Lo de los almuerzos no es un problema para Roc. Tiene una cantidad interminable de contactos y si no, organiza un picnic en un pispas. La diferencia horaria y el madrugón hacen que hoy desayunemos dos veces. Esta segunda vez, en un hotel a las afueras de Ouezzane. Un buffet muy surtido y buen rollo con los compañeros de viaje. Roc nos va contando particularidades y costumbres locales. Hay cachondeo sobre quien será el primero en coger gastroenteritis.
Las carreteras son buenas por esa zona y en el grupo hay buen nivel de conducción por lo que no tardamos en adentrarnos en el Rif. Las ciudades van quedando atrás y ahora lo que vemos son pueblos de tamaño mediano. De vez en cuando, nos encontramos unos controles de policía que parece que no fueran con nosotros. No sé si por ser extranjeros o por ser motos, los gendarmes nos sonríen y nos indican que pasemos. Lo que también va desapareciendo según avanzamos hacia el sur son las normas de circulación. Ves que los conductores locales hacen lo que les da la gana, y nosotros nos vamos contagiando. Ya me va resultando normal adelantar con línea continua, cuando me sorprendo a mí mismo haciéndolo justo delante de uno de esos controles policiales. El gendarme me ve y levanta la mano, pero no me para a mí, detiene al coche al que estaba adelantando. Acojonanante!!!!
Al fin llegamos a Fez y nos alojamos en el hotel. Estamos a las afueras y la tranquilidad es absoluta. Algunos tienen ganas de turismo y se van a Fez a ver la medina. Yo estoy destrozado y aprovecho para echarme un rato. Después, la ducha con forma de tinaja de la habitación me devuelve al mundo de los vivos. Cuando bajo, algunos están haciendo una merienda a base de queso y longaniza del pueblo de Roc. Aprovecho para ir conociendo a algunos de los compañeros de los que todavía no sé ni los nombres. Estoy un rato hablando con Ángel, nuestro guía en este viaje. Y ¿de que hablamos? Pues de motos, por supuesto. Que tío tan majo!! Después una cena típica árabe con lentejas, ensalada de tomate y pepino y el famoso tajín de pollo con unas verduras muy ricas. Llamada a casa y a descansar.
Al día siguiente desayuno en el hotel a las 7.30. El té no me suele gustar en España, pero aquí parece que lo tolero. Unas tortillas de trigo y una especie de mermelada de castañas es lo que más me ha gustado. Y el zumo de naranja, muy dulce. A partir de ahora, no tenemos que llevar el equipaje en las motos. Irá en el camión y es un alivio grande. A las 9:00 arrancamos una etapa de casi 400 km de carreteras muy reviradas y divertidas. El paisaje cambia continuamente. Vemos a lo lejos el Atlas con zonas todavía nevadas y pasamos también por zonas que se ven desérticas y unos valles llenos de árboles frondosos donde hemos parado a ver a unos monos que son la atracción turística de la zona. Llama mucho la atención los pueblos que vamos cruzando. Casas muy modestas hechas con adobes y lugareños que se desplazan en burros. Mujeres que transportan cestos de hierba sobre la cabeza y niños que corren hacia nosotros y ponen la mano para que se la choquemos. Hay que tener cuidado con esto porque según vamos bajando hacia el sur, los niños se vuelven bastante silvestres y su entretenimiento es hacernos daño al chocar las manos. En una ocasión uno llevaba las chanclas en la mano y otra vez, directamente piedras.
Hemos llegado casi de noche al hotel. Un hotelazo precioso, por cierto. Nos ha dado tiempo a darnos un baño en una piscina chulísima y en la cena hemos seguido conociendo al grupo. Hay dos parejas de padres con hijos, haciendo un viaje que seguro no olvidarán ni los padres, ni los hijos. Salva y Miguel son de Madrid y descubrimos que Salva y yo estudiamos en el mismo colegio. Josu y Asier de Bilbao. Asier viene con una veterana Dominator en la que Josu le paseaba cuando era un niño. También hay un matrimonio que viene desde Valencia, Pablo y Carla y sólo van los dos en la moto en las etapas de asfalto. Cuando llegue el off road, Carla irá en el camión con Roc.
Ya estamos a Lunes y empiezan las etapas fuera del asfalto. Después del desayuno hemos estado un buen rato preparando las motos. Roc nos ha enseñado un montón de cosas. Desde configurar la moto para campo hasta técnica de conducción. Ha subido manillares, colocado manetas, palancas de cambio, frenos. Es un lujo tener aquí a un tío que controla tanto estos temas. Además, aunque nos metemos con él diciendo que es un cascarrabias, yo diría que disfruta enseñando.
La etapa es una pasada. Mucho calor y mucho desierto. La arena es muy traicionera. Vas por un terreno duro y de repente te encuentras con “ríos de arena”. Es una arena muy blanda que te frena completamente la moto y te quedas “clavado”. Para ir por la arena, el peso penaliza mucho y Pedro con su enorme Gs 1250 adventure es de los que más sufre, aunque nada le quita el buen humor. A Ángel, con su veterana GS 1150, también le toca sudar. Hay que intentar no pararse en la arena porque luego cuesta mucho salir. Han llegado las primeras caídas sin importancia y se ha demostrado que ya somos un equipo cohesionado. Si alguien se cae todo el mundo ayuda, si alguien tiene un problema, se soluciona entre todos. Que buena gente!!
Hay una imagen que nunca olvidaré de este viaje y es la siguiente: íbamos por el desierto ya llegando al final de la etapa. El sol estaba cerca de esconderse y nosotros íbamos por un terreno duro y pedregoso a más de 100 km/h avanzando en abanico para evitar el polvo que levanta el de delante. Increible!!!
El hotel es realmente espartano pero estamos en medio de la nada, muy cerca de la frontera con Argelia y es lo que hay. Al menos tiene una piscina agradable. Con la llegada de las caídas empiezan a aparecer los dolores y Josu tiene el tobillo muy inflamado. No se queja porque es de Bilbao, pero a la vuelta nos enteramos de que era un esguince de los gordos y le tuvieron que escayolar. Esa tarde ocurre algo buenísimo. Todos nos juntamos alrededor del camión con unas cervezas y la famosa longaniza. Allí hablando todos con todos y bromeando, se hizo un grupo de amigos que cuesta creer que unos días atrás no se conocieran de nada. Con este equipazo, podríamos reconquistar Gibraltar!!!
La etapa del miércoles empieza con unas dunas que hay detrás del hotel. Allí practicamos la técnica y vamos mejorando. EL secreto está en llevar el peso muy atrás mirar lejos y dar gas con confianza. Yo he mejorado. Me sigo cayendo, pero no corto gas hasta que estoy en el suelo. Junto a las dunas se han acercado tres o cuatro vendedores locales vestidos con el traje típico tuareg. Allí estaban viéndonos y ofreciendo sus baratijas. Cuando me disponía a subir la duna uno de ellos se acerca y me dice algo, yo le digo que espere, que voy a intentarlo. Lo hago y me sale perfecto. Dos veces, dos dunas dominadas con maestría. Cuando bajo y viene hacia mí, estoy tan eufórico que le compro medio kiosco después de un pequeño regateo. Mientras me está envolviendo los regalos, se ve venir a otro vendedor en un ciclomotor. Parece una Mobilette de las que había en los pueblos en los 80. Ni corto ni perezoso, sube la duna sin ni siquiera ponerse de pie. Que humillante!!!!
La zona de Merzhouga es como un parque temático del desierto. Paseos en 4x4, en buggy, en quad, en camello. Hemos llegado de noche a un hotel precioso. Está lleno de “excursionistas” que, igual que nosotros, vienen a conocer el desierto, cada uno a su manera. La mayoría son españoles y se nota porque en este hotel no venden alcohol y había algún grupo haciendo botellón en el parking.
Continuamos por rutas completamente desérticas. Visitamos un mercado de la localidad de Rissani. Allí se vende de todo. Burros, cabras y vacas en la zona exterior. Comida y ropa en el interior. Nos llevan a una tienda donde nos ofrecen especias, curri y el famoso ras al hanut. Luego algo de artesanía local. Todos compramos algún recuerdo. Comemos una especie de empanada muy rica en un bar que Roc ha conseguido que abra para nosotros. Por la tarde más desierto, más arena y más caídas. El cansancio se hace notar y hay tramos de arena que se atragantan. Es fácil perderse a veces cuesta encontrar el track.
Al día siguiente, vienen malas noticias. Pablo, nuestro compañero de Madrid ha ganado la apuesta y tiene una gastroenteritis severa. Con la fiebre y el mal cuerpo decide que es mejor no arriesgar y alquila una furgo-taxi que le lleva a él y a su moto directamente al siguiente hotel por carretera. Su compañero Ángel le acompaña. Nosotros, antes de meternos definitivamente en el atlas, hicimos una despedida del desierto subiendo unas enormes dunas. Allí José Ramón nos dio una lección de pilotaje. Con una lesión que le resta movilidad y a su edad, este pamplonica recién jubilado demuestra que el motocross que practicó, sigue valiendo. Los demás subimos como podemos y yo pruebo varias veces y hasta que no consigo subir un par de dunas grandes, no paro. Ángel el guía se pega una paliza enorme levantando motos. Que tío más grande!!!
Hay tan buen rollo entre nosotros que no tenemos problema en intercambiar las motos. Miguel me ofrece probar su Africa Twin y acepto con gusto. Es un error por mi parte porque ya no me la quito de la cabeza. Da la sensación de que lo hace todo bien, asfalto, campo…..
El paisaje va cambiando y la arena deja paso a las pistas de piedra. El desnivel es pronunciado. El paisaje de la garganta del Dades es alucinante. Las pistas de piedras sueltas son peligrosas y lo compruebo en mis propios huesos. No es como caer en la arena. Esta vez me hago daño en la rodilla. Duele, pero puedo seguir. Sergio también cae y se dobla un tobillo. Puede seguir, pero está jorobado. Por la tarde viene el momento más comprometido del viaje. Salva tiene un pinchazo y el grupo se parte. Su hijo Miguel y Asier se quedan con él. Los demás, no nos percatamos hasta que ya estamos lejos. No hay problema porque el camión de Roc siempre va detrás del grupo y les alcanza en seguida. Una vez aclarada la situación, el grupo continúa y ellos se quedan haciendo la reparación con la ayuda de Roc. Pero pierden mucho tiempo y la noche amenaza. Al terminar con el pinchazo, Roc les dice que sigan con él, detrás del camión, pero ellos le piden que les deje ir a su aire siguiendo el track a través del navegador. Al final le convencen y tiran por su cuenta. Pero las pistas son traicioneras y es muy fácil perderse. Donde el navegador te dice que hay un camino, te puedes encontrar un barranco o un rio y se tuvieron que emplear a fondo para salir de algunos líos. Suerte que eran los tres con más nivel del grupo y se pudieron apañar. Llegaron al hotel cerca de la media noche. Estábamos todos bastante preocupados.
Llegamos a las últimas etapas, pero el nivel no baja. La Dominator de Asier, ha dicho basta. Llevaba fallando un rato y al final, se ha parado. La han cargado en el camión y Asier se turnará con su padre a partir de ahora en la Vstrom. Creo que a Josu, con su tobillo averiado, no le importa mucho un día sentado en el camión. Unas pistas por las estribaciones del atlas son de lo mejorcito del viaje. Un paisaje distinto a todo. Por los caminos vamos encontrando cabañas donde viven los bereber y los rebaños que cuidan. Durante la bajada hacia la arboleda donde vimos a los monos durante la ida, disfruto del rato off road que mejor recuerdo del viaje. Llevo a Pablo delante con la 1250 y enlazamos las curvas de pie sobre la moto. Derrapando con el trasero para colocar la moto a la entrada de las curvas y abriendo gas fuerte para que se cruce en las salidas. Parece que después de tantos días, le vamos cogiendo el rollo a esto de las pistas marroquíes. Llegamos al Hotel de Fez, el mismo que nos acogió una semana antes y parece mentira como ha pasado el tiempo.
Última jornada. Se trata de llegar a Ceuta a tiempo para pasar la frontera y coger el ferry. Salimos temprano y yo he pasado mala noche por culpa de un gallo que debía tener la hora cambiada. Cantaba cada minuto desde antes de que amaneciera. Desandamos el camino de la primera jornada. Las carreteras van mejorando según avanzamos hacia el norte. Yo voy sufriendo por culpa del sueño. Hay momentos en que no me veo capaz de seguir y no hay nada abierto para tomar un café o una maquina donde sacar una coca cola. Josu me ofrece dos aspirinas con cafeína y Sergio un gel energético. Mano de santo. Problema resuelto y a disfrutar. Seguimos dirección Cheffchauen y Tetuán. Hay una carretera de doble carril con curvas interminables que me hace disfrutar como un chiquillo.
Llegamos a Ceuta y viene el trámite de la frontera. Tedioso, como a la ida, pero nos sobra tiempo para parar a comer en Ceuta antes de coger el barco y en un rato estamos descansando en el Hotel de Algeciras. Ya sólo falta una buena cena a base de pescaíto gaditano para despedirnos de estos nuevos amigos con los que he disfrutado tanto.
GRACIAS POR TODO!!!!
Estamos en la primavera de 2022. Los últimos coletazos de la pandemia van quedando atrás. Todos estamos contentos de poder retomar nuestras viejas costumbre. Viajes, reuniones y normalidad en las relaciones personales, son algunas de las “novedades” que acogemos con agrado. Yo estoy bastante entusiasmado con mis salidas en bici. No es una vieja costumbre que haya retomado. Es un nuevo hábito que me ha venido dado por otra serie de cambios en mi vida que me han hecho mejorar mucho en todos los campos. Como mi forma física es bastante precaria, tengo que acudir con cierta frecuencia a que me cruja los huesos un fisio con el que voy tomando cierta confianza.
Sergio lleva tratando a la familia de mi mujer desde hace muchos años. Tiene manos hábiles para los tratamientos y domina muchas técnicas. Durante las sesiones, siempre hay un tema del que hablamos con pasión: MOTOS.
Los dos compartimos una afición que, en mi caso, se remonta a la más tierna infancia. Él también es motero de toda la vida y al igual que yo, ha tenido varias motos y mucha afición. Ambos dejamos atrás los circuitos cuando nuestras responsabilidades familiares propias de la edad y la madurez propiamente dicha nos reclamaron por otros caminos. Pero el gusanillo sigue ahí, y ahora lo matamos como podemos. Con motos adecuadas a nuestra edad y condición y con pequeñas salidas por las carreteras de la sierra para volver lo antes posible y retomar las obligaciones. Nunca hemos salido en moto juntos, aunque a veces hemos hablado de hacerlo. Tenemos la misma moto: Bmw 850 GS. Es un modelo polivalente, con aspiraciones camperas, al que yo nunca había pensado en darle un uso off road.
Ese día, Sergio me cuenta que lleva tiempo pensando en hacer un viaje por Marruecos con incursiones en pistas, desierto, etc. Ha leído bastante sobre el tema y está decidido a hacerlo. Y ahí viene el lío. - ¿Te animarías?
Mi primera reacción no fue muy entusiasmada. Nunca me lo había planteado. Pero me atraía la idea.
El tema se quedó grabado en mi cabeza y, como soy un culo inquieto empecé buscando información en internet, leyendo, viendo videos…. El tema me iba calando. Cuanta más información recibía, más me entusiasmaba. Poco tiempo después lo tenía claro. Tenía que hacer ese viaje. Me empezaba a emocionar más de la cuenta. Quería que nos fuéramos ya. Por suerte, Sergio me iba frenando un poco. Había que hacer las cosas bien. Ir paso a paso. Empezamos con una salidita por pistas cerca de donde vivimos. Nos sirvió para darnos cuenta de que estas motos pesan mucho y que hay que ir un poco preparados. Ninguno de los dos habíamos hecho campo desde chavales y estábamos muy verdes. Practicar era la única manera de mejorar y nos pusimos a ello. Un curso con la empresa Personal Enduro también nos ayudó a mejorar.
Ya a finales de 2022, decidimos que semana santa sería una buena fecha para ir. No habría que pedir tantos días en el trabajo ya que aprovecharíamos los días de fiesta. El calor en Marruecos no sería tan sofocante y a nivel familiar también tendría ventajas. Ambos estuvimos de acuerdo en que lo mejor era hacer este viaje con una empresa organizadora que nos ayudara a minimizar los riesgos propios de un viaje de esa naturaleza. ¡¡¡A buscar!!!
Barajamos varias empresas. Intercambiamos un montón de información que nos íbamos pasando por WhatsApp. Yo había leído una crónica en algún foro que hablaba bien de Enduropark y busqué en su web. Parecía que todo se adecuaba bastante bien. El número de participantes fue determinante para decidirnos. Un grupo demasiado numeroso para un viaje tan largo puede hacerlo insufrible y Enduropark nos garantizaba un máximo de 12 participantes y un precio asequible. Y nos apuntamos!!
Ahora había que preparar todo. Equipamiento, recambios…. Yo tenía ropa de moto, pero no como para 9 días. Los regalos de navidad ayudaron bastante. Dicen que la mujer ideal no existe, pero la mía está bastante cerca y esos regalos y su apoyo en este proyecto, lo confirmaron. El dilema con los neumáticos era enorme. Por un lado, teníamos un viaje hasta Algeciras por autopista que podía comerse unas gomas demasiado camperas y por otro, pistas de arena fina y piedra rota en Marruecos. Di muchas vueltas y al final elegí unos Mitas que me han demostrado que acerté de pleno. Los recambios también había que comprarlos. Manetas, palancas de freno, redes. En ese caso aliexpress fue un gran aliado, aunque no siempre llega todo. Cinta americana, bridas…Donde meto todo eso?? Pues en un camel back, que junto con un petate de 80 litros iba a ser mi equipaje. Las fechas se iban acercando y yo veía que me seguían faltando cosas. De vez en cuando hablaba por teléfono con el organizador que me iba diciendo cosas necesarias. Me recomendó llevar una coraza debajo de la ropa para poder quitarme la chaqueta en las etapas de desierto.
-¿Pero, como llevo yo una coraza en el petate?
-No la lleves en el petate, llévala puesta.
-Por carretera?
-Si, claro
-Pero, entre la coraza y la cazadora con protecciones, no me voy a poder mover.
-Quita las protecciones de la cazadora, animal.
- Aaaaaahhhh!!!!!
Según se acercaba la fecha, fui aceptando que no iba a poder llevar equipaje para todos los supuestos imprevistos y tuve que decirme a mí mismo: Ya me apañaré!!!
Y llegó el día. La moto cargada hasta arriba y un montón de incertidumbres me acompañaron durante el viaje. Un viaje que empezó con la mala noticia de que Sergio perdió las gafas nada más salir y se llevó un buen disgusto. El viaje por autopista se hace bastante aburrido y yo decidí amenizarlo con mi programa de radio preferido. A mediodía, parada a almorzar en un buffet de carretera y a seguir para Algeciras. Al llegar al hotel, nos sobró algo de tiempo para darnos una ducha y cambiarnos antes de la hora de la reunión. Antes fuimos conociendo a algunos compañeros de expedición que estaban por el hotel igual de perdidos que nosotros.
Y por fin conocimos a los organizadores. En este caso el organizador:
Roc es un tipo peculiar. Maduro ya y curtido en mil batallas se desenvuelve como pez en el agua por Marruecos. Conoce a todos los dueños de los hoteles, de los restaurantes, los que venden tarjetas de teléfono, los que consiguen moneda local…. Durante la reunión nos dio sólo algunas indicaciones básicas sobre la jornada del día siguiente que incluía ferry hasta Ceuta, cruce de frontera y viaje por carretera hasta Fez. Hicimos los pagos pendientes, cambio de moneda etc. Luego una cena rápida porque a las 5.30 había que estar encima de la moto. ¿¿A las 5:30 hay carreteras??
El madrugón no costó tanto por la ilusión y el ansia de empezar el viaje. Salimos todos en fila detrás de Ángel, el guía que nos conducía hasta el puerto a bordo de su KTM. La ciudad de Algeciras, con poco movimiento a esa hora, se ve majestuosa con tanta iluminación y con las enormes grúas del puerto que parecen dominarlo todo. Cuando llegamos al puerto, nos toca un rato de espera. Todos bastante callados, por lo temprano de la hora y por la falta de confianza que no tardará en desaparecer. El embarque se hace bastante rápido para el número de vehículos que estamos allí. El ferry va bastante lleno, pero hay bastante silencio y aprovecho para echar una cabezada en la confortable butaca. Llegamos a Ceuta y desembarcamos en una ciudad que empieza a despertarse. Parada a repostar y rápido para la frontera, que la cola nos espera. Pasar el control por la parte española resulta sencillo. Unas filas bien organizadas permiten que el trámite de enseñar el pasaporte no lleve más de 10 minutos. Pero en la parte marroquí la cosa va bastante más lenta. Un par de horas después por fin estamos en Marruecos y empezamos el viaje de verdad. Las primeras ciudades que nos encontramos me sorprenden para bien. Tetuán se podría comparar perfectamente con cualquier ciudad turística española. Urbanizaciones de altísima calidad y campos de golf, no casan con el concepto que aquí tenemos de lo que es Marruecos. Incluso pasamos junto a un Mcdonalds y un Burguer King. Se hace raro!!!
Llegados a este punto, debo comentar un par de particularidades de este viaje: estamos en pleno ramadán. Eso hace que los restaurantes permanezcan cerrados a cal y canto durante el día y sólo sirvan después de la puesta del sol. La segunda, consecuencia de la primera, es que en Marruecos no han hecho todavía el cambio de hora para que llegue antes la noche y así poder comer. Parece que cuando el ramadán coincide en esas fechas el cambio de hora lo hacen en mayo. Lo normal es que haya una hora de diferencia con España, pero ahora hay dos. Esto tiene consecuencias para nosotros. La primera es que es muy difícil organizar un almuerzo y la segunda es que tenemos que ir ligeritos para que no se nos haga de noche. Lo de los almuerzos no es un problema para Roc. Tiene una cantidad interminable de contactos y si no, organiza un picnic en un pispas. La diferencia horaria y el madrugón hacen que hoy desayunemos dos veces. Esta segunda vez, en un hotel a las afueras de Ouezzane. Un buffet muy surtido y buen rollo con los compañeros de viaje. Roc nos va contando particularidades y costumbres locales. Hay cachondeo sobre quien será el primero en coger gastroenteritis.
Las carreteras son buenas por esa zona y en el grupo hay buen nivel de conducción por lo que no tardamos en adentrarnos en el Rif. Las ciudades van quedando atrás y ahora lo que vemos son pueblos de tamaño mediano. De vez en cuando, nos encontramos unos controles de policía que parece que no fueran con nosotros. No sé si por ser extranjeros o por ser motos, los gendarmes nos sonríen y nos indican que pasemos. Lo que también va desapareciendo según avanzamos hacia el sur son las normas de circulación. Ves que los conductores locales hacen lo que les da la gana, y nosotros nos vamos contagiando. Ya me va resultando normal adelantar con línea continua, cuando me sorprendo a mí mismo haciéndolo justo delante de uno de esos controles policiales. El gendarme me ve y levanta la mano, pero no me para a mí, detiene al coche al que estaba adelantando. Acojonanante!!!!
Al fin llegamos a Fez y nos alojamos en el hotel. Estamos a las afueras y la tranquilidad es absoluta. Algunos tienen ganas de turismo y se van a Fez a ver la medina. Yo estoy destrozado y aprovecho para echarme un rato. Después, la ducha con forma de tinaja de la habitación me devuelve al mundo de los vivos. Cuando bajo, algunos están haciendo una merienda a base de queso y longaniza del pueblo de Roc. Aprovecho para ir conociendo a algunos de los compañeros de los que todavía no sé ni los nombres. Estoy un rato hablando con Ángel, nuestro guía en este viaje. Y ¿de que hablamos? Pues de motos, por supuesto. Que tío tan majo!! Después una cena típica árabe con lentejas, ensalada de tomate y pepino y el famoso tajín de pollo con unas verduras muy ricas. Llamada a casa y a descansar.
Al día siguiente desayuno en el hotel a las 7.30. El té no me suele gustar en España, pero aquí parece que lo tolero. Unas tortillas de trigo y una especie de mermelada de castañas es lo que más me ha gustado. Y el zumo de naranja, muy dulce. A partir de ahora, no tenemos que llevar el equipaje en las motos. Irá en el camión y es un alivio grande. A las 9:00 arrancamos una etapa de casi 400 km de carreteras muy reviradas y divertidas. El paisaje cambia continuamente. Vemos a lo lejos el Atlas con zonas todavía nevadas y pasamos también por zonas que se ven desérticas y unos valles llenos de árboles frondosos donde hemos parado a ver a unos monos que son la atracción turística de la zona. Llama mucho la atención los pueblos que vamos cruzando. Casas muy modestas hechas con adobes y lugareños que se desplazan en burros. Mujeres que transportan cestos de hierba sobre la cabeza y niños que corren hacia nosotros y ponen la mano para que se la choquemos. Hay que tener cuidado con esto porque según vamos bajando hacia el sur, los niños se vuelven bastante silvestres y su entretenimiento es hacernos daño al chocar las manos. En una ocasión uno llevaba las chanclas en la mano y otra vez, directamente piedras.
Hemos llegado casi de noche al hotel. Un hotelazo precioso, por cierto. Nos ha dado tiempo a darnos un baño en una piscina chulísima y en la cena hemos seguido conociendo al grupo. Hay dos parejas de padres con hijos, haciendo un viaje que seguro no olvidarán ni los padres, ni los hijos. Salva y Miguel son de Madrid y descubrimos que Salva y yo estudiamos en el mismo colegio. Josu y Asier de Bilbao. Asier viene con una veterana Dominator en la que Josu le paseaba cuando era un niño. También hay un matrimonio que viene desde Valencia, Pablo y Carla y sólo van los dos en la moto en las etapas de asfalto. Cuando llegue el off road, Carla irá en el camión con Roc.
Ya estamos a Lunes y empiezan las etapas fuera del asfalto. Después del desayuno hemos estado un buen rato preparando las motos. Roc nos ha enseñado un montón de cosas. Desde configurar la moto para campo hasta técnica de conducción. Ha subido manillares, colocado manetas, palancas de cambio, frenos. Es un lujo tener aquí a un tío que controla tanto estos temas. Además, aunque nos metemos con él diciendo que es un cascarrabias, yo diría que disfruta enseñando.
La etapa es una pasada. Mucho calor y mucho desierto. La arena es muy traicionera. Vas por un terreno duro y de repente te encuentras con “ríos de arena”. Es una arena muy blanda que te frena completamente la moto y te quedas “clavado”. Para ir por la arena, el peso penaliza mucho y Pedro con su enorme Gs 1250 adventure es de los que más sufre, aunque nada le quita el buen humor. A Ángel, con su veterana GS 1150, también le toca sudar. Hay que intentar no pararse en la arena porque luego cuesta mucho salir. Han llegado las primeras caídas sin importancia y se ha demostrado que ya somos un equipo cohesionado. Si alguien se cae todo el mundo ayuda, si alguien tiene un problema, se soluciona entre todos. Que buena gente!!
Hay una imagen que nunca olvidaré de este viaje y es la siguiente: íbamos por el desierto ya llegando al final de la etapa. El sol estaba cerca de esconderse y nosotros íbamos por un terreno duro y pedregoso a más de 100 km/h avanzando en abanico para evitar el polvo que levanta el de delante. Increible!!!
El hotel es realmente espartano pero estamos en medio de la nada, muy cerca de la frontera con Argelia y es lo que hay. Al menos tiene una piscina agradable. Con la llegada de las caídas empiezan a aparecer los dolores y Josu tiene el tobillo muy inflamado. No se queja porque es de Bilbao, pero a la vuelta nos enteramos de que era un esguince de los gordos y le tuvieron que escayolar. Esa tarde ocurre algo buenísimo. Todos nos juntamos alrededor del camión con unas cervezas y la famosa longaniza. Allí hablando todos con todos y bromeando, se hizo un grupo de amigos que cuesta creer que unos días atrás no se conocieran de nada. Con este equipazo, podríamos reconquistar Gibraltar!!!
La etapa del miércoles empieza con unas dunas que hay detrás del hotel. Allí practicamos la técnica y vamos mejorando. EL secreto está en llevar el peso muy atrás mirar lejos y dar gas con confianza. Yo he mejorado. Me sigo cayendo, pero no corto gas hasta que estoy en el suelo. Junto a las dunas se han acercado tres o cuatro vendedores locales vestidos con el traje típico tuareg. Allí estaban viéndonos y ofreciendo sus baratijas. Cuando me disponía a subir la duna uno de ellos se acerca y me dice algo, yo le digo que espere, que voy a intentarlo. Lo hago y me sale perfecto. Dos veces, dos dunas dominadas con maestría. Cuando bajo y viene hacia mí, estoy tan eufórico que le compro medio kiosco después de un pequeño regateo. Mientras me está envolviendo los regalos, se ve venir a otro vendedor en un ciclomotor. Parece una Mobilette de las que había en los pueblos en los 80. Ni corto ni perezoso, sube la duna sin ni siquiera ponerse de pie. Que humillante!!!!
La zona de Merzhouga es como un parque temático del desierto. Paseos en 4x4, en buggy, en quad, en camello. Hemos llegado de noche a un hotel precioso. Está lleno de “excursionistas” que, igual que nosotros, vienen a conocer el desierto, cada uno a su manera. La mayoría son españoles y se nota porque en este hotel no venden alcohol y había algún grupo haciendo botellón en el parking.
Continuamos por rutas completamente desérticas. Visitamos un mercado de la localidad de Rissani. Allí se vende de todo. Burros, cabras y vacas en la zona exterior. Comida y ropa en el interior. Nos llevan a una tienda donde nos ofrecen especias, curri y el famoso ras al hanut. Luego algo de artesanía local. Todos compramos algún recuerdo. Comemos una especie de empanada muy rica en un bar que Roc ha conseguido que abra para nosotros. Por la tarde más desierto, más arena y más caídas. El cansancio se hace notar y hay tramos de arena que se atragantan. Es fácil perderse a veces cuesta encontrar el track.
Al día siguiente, vienen malas noticias. Pablo, nuestro compañero de Madrid ha ganado la apuesta y tiene una gastroenteritis severa. Con la fiebre y el mal cuerpo decide que es mejor no arriesgar y alquila una furgo-taxi que le lleva a él y a su moto directamente al siguiente hotel por carretera. Su compañero Ángel le acompaña. Nosotros, antes de meternos definitivamente en el atlas, hicimos una despedida del desierto subiendo unas enormes dunas. Allí José Ramón nos dio una lección de pilotaje. Con una lesión que le resta movilidad y a su edad, este pamplonica recién jubilado demuestra que el motocross que practicó, sigue valiendo. Los demás subimos como podemos y yo pruebo varias veces y hasta que no consigo subir un par de dunas grandes, no paro. Ángel el guía se pega una paliza enorme levantando motos. Que tío más grande!!!
Hay tan buen rollo entre nosotros que no tenemos problema en intercambiar las motos. Miguel me ofrece probar su Africa Twin y acepto con gusto. Es un error por mi parte porque ya no me la quito de la cabeza. Da la sensación de que lo hace todo bien, asfalto, campo…..
El paisaje va cambiando y la arena deja paso a las pistas de piedra. El desnivel es pronunciado. El paisaje de la garganta del Dades es alucinante. Las pistas de piedras sueltas son peligrosas y lo compruebo en mis propios huesos. No es como caer en la arena. Esta vez me hago daño en la rodilla. Duele, pero puedo seguir. Sergio también cae y se dobla un tobillo. Puede seguir, pero está jorobado. Por la tarde viene el momento más comprometido del viaje. Salva tiene un pinchazo y el grupo se parte. Su hijo Miguel y Asier se quedan con él. Los demás, no nos percatamos hasta que ya estamos lejos. No hay problema porque el camión de Roc siempre va detrás del grupo y les alcanza en seguida. Una vez aclarada la situación, el grupo continúa y ellos se quedan haciendo la reparación con la ayuda de Roc. Pero pierden mucho tiempo y la noche amenaza. Al terminar con el pinchazo, Roc les dice que sigan con él, detrás del camión, pero ellos le piden que les deje ir a su aire siguiendo el track a través del navegador. Al final le convencen y tiran por su cuenta. Pero las pistas son traicioneras y es muy fácil perderse. Donde el navegador te dice que hay un camino, te puedes encontrar un barranco o un rio y se tuvieron que emplear a fondo para salir de algunos líos. Suerte que eran los tres con más nivel del grupo y se pudieron apañar. Llegaron al hotel cerca de la media noche. Estábamos todos bastante preocupados.
Llegamos a las últimas etapas, pero el nivel no baja. La Dominator de Asier, ha dicho basta. Llevaba fallando un rato y al final, se ha parado. La han cargado en el camión y Asier se turnará con su padre a partir de ahora en la Vstrom. Creo que a Josu, con su tobillo averiado, no le importa mucho un día sentado en el camión. Unas pistas por las estribaciones del atlas son de lo mejorcito del viaje. Un paisaje distinto a todo. Por los caminos vamos encontrando cabañas donde viven los bereber y los rebaños que cuidan. Durante la bajada hacia la arboleda donde vimos a los monos durante la ida, disfruto del rato off road que mejor recuerdo del viaje. Llevo a Pablo delante con la 1250 y enlazamos las curvas de pie sobre la moto. Derrapando con el trasero para colocar la moto a la entrada de las curvas y abriendo gas fuerte para que se cruce en las salidas. Parece que después de tantos días, le vamos cogiendo el rollo a esto de las pistas marroquíes. Llegamos al Hotel de Fez, el mismo que nos acogió una semana antes y parece mentira como ha pasado el tiempo.
Última jornada. Se trata de llegar a Ceuta a tiempo para pasar la frontera y coger el ferry. Salimos temprano y yo he pasado mala noche por culpa de un gallo que debía tener la hora cambiada. Cantaba cada minuto desde antes de que amaneciera. Desandamos el camino de la primera jornada. Las carreteras van mejorando según avanzamos hacia el norte. Yo voy sufriendo por culpa del sueño. Hay momentos en que no me veo capaz de seguir y no hay nada abierto para tomar un café o una maquina donde sacar una coca cola. Josu me ofrece dos aspirinas con cafeína y Sergio un gel energético. Mano de santo. Problema resuelto y a disfrutar. Seguimos dirección Cheffchauen y Tetuán. Hay una carretera de doble carril con curvas interminables que me hace disfrutar como un chiquillo.
Llegamos a Ceuta y viene el trámite de la frontera. Tedioso, como a la ida, pero nos sobra tiempo para parar a comer en Ceuta antes de coger el barco y en un rato estamos descansando en el Hotel de Algeciras. Ya sólo falta una buena cena a base de pescaíto gaditano para despedirnos de estos nuevos amigos con los que he disfrutado tanto.
GRACIAS POR TODO!!!!