Casi todos conoceréis la parábola de la rana y el agua hirviendo. Para aquellos que no, resumiéndola mucho, viene a decir que si echas una rana en una olla de agua hirviendo saltará lo suficientemente rápido para como para no sufrir daños. En cambio, si metes a la misma rana en una olla con agua a temperatura ambiente y la vas subiendo poco a poco la rana se irá acostumbrando a la subida de temperatura hasta que pierde el conocimiento y, al final, muere.
Pero ¿no debía este ser un artículo relacionado con el mundo de la moto? Entonces ¿a qué viene el estar hablando de batracios y de temperaturas del agua? La respuesta es muy sencilla: en este artículo vamos a hablar de suspensiones. Seguid leyendo y veréis el parecido.
Para entender la importancia de este componente, vital para nosotros y nuestra moto, es necesario conocerla. Por lo tanto, una suspension es un sistema diseñado para absorber impactos, mejorar la estabilidad y mantener el contacto de las ruedas con el suelo, proporcionando control y comodidad al piloto. Se compone principalmente de dos partes, la delantera y la trasera.
La delantera, que soporta la dirección y absorbe impactos frontales, puede ser:
En cuanto a la trasera, soporta el peso del piloto y del pasajero, además de absorber impactos en la rueda trasera. Los más comunes son:
A diferencia de las otras partes de la moto las suspensiones se van degradando progresivamente desde el primer día que la usamos. No son como una batería, por ejemplo, que funciona o no funciona. Entonces, nos pasa lo mismo que en la parábola de la rana y el agua hirviéndo: a veces cuando nos damos cuenta de que no funcionan como debiera puede ser tarde y el desastre (caída) asegurado.
Pero ¿qué problemas podemos tener en nuestra moto si nuestras suspensiones son viejas o no se han revisado nunca?
Pues muchísimas. Aquí os detallo algunas:
Pérdida de estabilidad y control
Reducción del agarre y adherencia
Aumento de la distancia de frenado
Desgaste prematuro de neumáticos y otros componentes
Pérdida de confort
Lo primero que debes intentar notar es alguno de estos síntomas para detectar si tus suspensiones necesitan o no una revisión a fondo:
Vamos primero con las suspensiones delanteras. El aceite de las horquillas SI tiene mantenimiento. Incluso las botellas que contienen el aceite en los sistemas Telelever de BMW. Debemos de tener en cuenta que toda fricción produce calor y es ese mismo calor el que degrada el aceite, por lo que es conveniente ir cambiándolo cada cierto tiempo. La pregunta del millón es ¿cada cuánto? Bien, pues no hay una guía para ello ya que depende de para qué se use la moto. Por ejemplo, si se usa en circuito es conveniente cambiarlo cada año, incluido los retenes. Si usamos la moto por carretera es recomendable cambiarlo cada dos años si hacemos una media de 12.000 kms al año pero nunca jamás debemos superar los cuatro años sin cambiarlo.
En cuanto al amortiguador trasero, muchos piensan que nunca debe cambiarse. Craso error ya que se desgastan de la misma manera que lo hacen las horquillas delanteras y es imprescindible para nuestra seguridad llevarlas en perfecto estado en todo momento. Puede ser que tengamos una suspensión trasera soldada sin posibilidad de apertura. En ese caso nuestra única posibilidad es cambiar la unidad completa cuando ésta deje de actuar correctamente.
En el caso de tener un amortiguador trasero desmontable, entonces sí podemos (y debemos) realizarle el mantenimiento necesario para que recupere su capacidad de absorción: cambiar el aceite, retenes, y, si es preciso, carga de nitrógeno. Si nuestro sistema es progresivo dispondrá de una bieleta por lo que deberemos tener en cuenta, además, que hay que limpiarla y engrasarla concienzudamente. De nada sirve tener una suspensión “tope de gama” si las bieletas están sin movilidad debido a la suciedad y a la falta de engrase.
Y bien, entonces ¿cada cuánto debemos verificar nuestra amortiguación trasera? Yo siempre aconsejo hacerlo antes del invierno ya que es cuando más necesitamos tener “en forma” nuestra motocicleta. En cuanto al mantenimiendo, se pueden usar las mismas referencias que ya hemos visto en el de las horquillas: cada dos años si hacemos una media de 12.000 kms al año pero nunca jamás debemos superar los cuatro años sin cambiarlo.
Si no sabéis o no podéis hacerlo acudid a vuestro taller de confianza o a un profesional de las suspensiones (en España hay varios muy cualificados) pero no lo dejéis para mañana ya que os va la seguridad en ello. Por ejemplo, dispositivos como el ABS actuarán mucho mejor y la frenada tendrá una distancia más reducida si las suspensiones trabajan al 100%.
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