Etapa 11: Verbania (ITA) - Bourg-Saint-Maurice (FRA) - 363Km – Lunes 19
He dormido a pierna suelta y el sueño ha sido reparador, así que con ánimos y energías renovadas, amén del aliciente de saber que hoy es lunes (quién me lo iba a decir, deseando que fuera lunes llevaba dos días), salgo por la mañana de Verbania hacia Domodossola por la E62 y sigo luego hacia la frontera Suiza, aunque aún no me despido del todo de Italia, como veremos.
Vía libre para el Simplonpass
Hacia el Simplonpass, el marco es de película.
En Suiza me aguarda, poco después de cruzar la frontera, la subida al
Simplonpass (2.006 m), que afronto por su vertiente sur. Ciertamente, un poco de honor sí que hace a su nombre si atendemos sólo a la dificultad del trazado, porque éste no reviste mayor dificultad, se trata de un ascenso fácil y rápido, pero eso no quita para que sea una subida muy bonita. Arriba, las vistas no defraudan y encontramos el correspondiente hospicio, como en tantas otras cumbres alpinas. Desde luego, sea por las razones que fueren, no hay puerto,
col,
passo,
pass o
joch que se precie sin un viejo hospicio en su cumbre.
A la derecha, el hospicio del Simplon.
La bajada del Simplon, por su lado norte, tiene sólo un pequeño inconveniente, y es que hay muchos túneles o cubiertas antiavalanchas, de esas para salvaguardar la carretera de la nieve, y las vistas salen entonces perjudicadas. Esto es en su mitad superior, porque luego ya se vuelve tan cómoda, abierta y relajante como la subida.
Después de un ratito de relax por la autopista hacia Martigny, justo antes de llegar a esta ciudad tomamos el desvío hacia el sur para buscar Orsières y luego acometer la subida hacia el
Paso del Gran San Bernardo (2.473 m), un coloso alpino con mucha solera. Aquí hay que prestar atención para no meterse en el túnel hacia Aosta y perder así la cima, tomando el desvío a la derecha justo a la entrada del túnel. Hay que estar muy atentos porque se viene circulando por una de esas cubiertas antiavalanchas, que por cierto es la más larga que he visto en todos los Alpes, kilométrica. Como no hay un cambio brusco al entrar en el túnel no sería difícil confundirse y seguir recto a su través.
La cubierta antiavalanchas de la cara norte del Gran San Bernardo es la más larga que encontré.
¡Mucho ojo! Si se sigue recto se entra en el túnel hacia Aosta y se pierde uno el Gran San Bernardo. Hay que salir a la derecha.
El firme de la carretera exterior está muy ondulado e irregular, pero el entorno es muy bonito. Yo subí con muy poco tráfico y disfruté mucho, es una subida muy auténtica, a pesar de que al poco de dejar la cubierta protectora empezó a llover levemente, lo que no sería mayor inconveniente. Las vistas del lago desde arriba, todavía parcialmente helado, son de lo mejorcito de las últimas jornadas, es buen momento para bajar de la moto (un par de veces) y deleitarse, porque además se respira paz y silencio.
El Gran San Bernardo aguarda con un chute de sensaciones.
Debo decir que a pesar de haber estado unos días en este país, haber dormido en él, comido, repostado combustible y usado sus autopistas, no he necesitado traer un solo franco suizo. Como ya es habitual en cualquier zona europea, aunque no pertenezca a la zona euro, el pago con tarjeta se ha impuesto hasta para la más mínima necesidad, como tomar un café o comprar unos caramelos.
El descenso por la SS27 hacia el valle de Aosta tiene un firme en muy buen estado, unas vistas de impresión y, supongo que por ser lunes, lo hago plácidamente, casi en solitario. Una maravilla, porque sinceramente el Gran San Bernardo es uno de los puertos alpinos que más me han gustado hasta ahora y que más he disfrutado.
Ya en el valle de Aosta, se apodera de las vistas el majestuoso Gran Paradiso, el séptimo pico más alto de los Alpes con nada menos que 4.061 msnm. En Sarre tomamos la SS26 hacia Courmayeur, donde podremos contemplar las vistas del macizo del Mont Blanc/Monte Bianco (4.808 m) desde el lado italiano antes de dar media vuelta para no internarnos en el túnel que nos llevaría a Chamonix, donde habíamos iniciado esta aventura alpina.

Aquí hay que dar media vuelta si no se quiere uno meter en el túnel bajo el Mont Blanc.
Vuelvo sobre mis pasos unos pocos kilómetros hasta Pré-Saint-Didier y, ahora sí, me dirijo hacia el
Col du Petit Saint-Bernard/Colle del Piccolo San Bernardo (2.188 m), donde diremos adiós definitivo a Italia y volveremos a Francia en el lento pero inevitable camino de retorno a casa.
El ascenso al pequeño San Bernardo es algo más revirado que el de su hermano mayor, pero el firme está menos dañado y es muy divertido, porque una vez más no encuentro tráfico, los domingueros han vuelto a sus cuevas (vivan los lunes) y subo a mis anchas. A partir de los 2.000 m, en una falsa cumbre que puede llamar a engaño, encuentro bastante nieve a mi alrededor, pero no hemos llegado aún, enseguida se reinicia la subida. Una vez coronado hay unas vistas magníficas, con bastante nieve, alguna tienda de recuerdos y algún bar, como cabe esperar.
A partir de los 2.000 msnm había mucha nieve subiendo al pequeño de los San Bernardos. Las vistas... pues eso.
A partir de aquí, la bajada es divertida y relajante. No apetece correr, apetece dejarse llevar contemplando el maravilloso paisaje, al menos así me lo parece a mí. El día ha sido muy apacible, pero también muy entretenido, así que con una sonrisa en la cara me dirijo cuesta abajo hacia el apartamento que tengo reservado en Bourg-Saint-Maurice. Pero ojo, porque aunque el descenso parece ser rápido y tranquilo, a partir de La Rosière reserva una ración de
tornanti como postre.
El "pequeño" San Bernardo.

Apuesto a que este señor de ahí arriba es San Bernardo.
Iniciando el descenso por el lado francés del pequeño San Bernardo las vistas no defraudan.
El apartamento "Prisca" resulta ser la parte inferior de una casa privada que explotan unos obreros eslovacos, trabajadores de la construcción que tienen además un taller junto a la casa. No puedo recomendarlo, no me hagáis entrar en detalles, pero buscad otra cosa si pasáis por aquí. Costó 82,40€ sin desayuno, lo que es a todas luces muy caro para lo que ofrece, incluyendo una ducha privada en la habitación, pero no un WC. Éste había que buscarlo al final de un pasillo al que daban habitaciones llenas de ropa de trabajo y de las que emanaban unos efluvios indescriptibles. Dejémoslo ahí, menos mal que hice la mili y está uno ya hecho a todo, porque a esa hora no me apetecía ponerme a buscar otro sitio.
Por lo demás, ha sido un día terapéutico y reparador después del mal sabor de boca que me dejó la jornada anterior. La pasada noche, antes de irme a dormir, llegó a asaltarme el pensamiento de que si el día de hoy volvía a encontrar esas caravanas en las subidas a los puertos, abortaba como hice ayer con el San Bernardino y ponía rumbo directo a casa por puro hartazgo. Afortunadamente no ha sido así y he podido disfrutar de lo lindo de estos tres clásicos alpinos.
Lo mejor de la etapa: Las subidas y bajadas a tres puertos tan bonitos como el Simplon y los dos San Bernardos.
Errores a corregir: Sólo la mala elección del alojamiento. Verdaderamente, hay grandes fotógrafos por ahí, de las fotos de booking a lo que encontré…