El bueno de Evaristo, con veinte años y más hambre que un gitano de los de antes, acababa de llegar al pueblo, cuando pensó que aquel empleo le venía a la medida. Decía el anuncio: «Se necesita mozo comedor».
Este sitio utiliza cookies para ayudar a personalizar el contenido, adaptar tu experiencia y mantenerte conectado si te has registrado.
Para continuar utilizando este sitio, debe aceptarse nuestro uso de cookies.