Isla de Man, buscando a Santi Herrero

miquel-silvestre

Curveando
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No me interesan las carreras ni las competiciones, sino los hombres, sus afanes y sus historias grandes y pequeñas, aquello que los hace únicos y los distingue de la multitud. ¿Qué hubiera sido Santiago Herrero de no haberse matado en aquella maldita isla? ¿Habría sido Ossa campeona del mundo? Ya da igual, pero si vas por Douglas, ¿por qué no visitas el cementerio y pones una flor en la placa que lleva su nombre? Al fin y al cabo, Santiago fue un valiente que mereció mejor suerte.

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LA ISLA DE MAN

La Isla de Man es un poco más grande que Menorca y tiene unos 35.000 habitantes. Anclada entre Irlanda y Gran Bretaña, fue un reino vikingo durante la edad media y hoy es dominio personal de la Reina de Inglaterra. Los manx hablan orgullosos de mil años de democracia ininterrumpida y del parlamento más antiguo de Europa. Considerada paraíso fiscal, tiene moneda, presupuesto, legislación y Administración propia. La representación internacional la ejerce Londres y le pagan por ello una especie de alquiler. El idioma propio, el manx, es de origen celta y similar al gaélico irlandés. El secreto bancario ya es historia, pero su sistema penal sigue siendo durísimo y de hecho, el Reino Unido fue sancionado en 1978 por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo pues las leyes manx seguían contemplando pena de azotes. Por no hablar de las brujas que fueron quemadas vivas.

Es un sitio atractivo para los turistas: parques naturales, pintorescos paisajes y monumentos milenarios como la impresionante fortaleza de Peel. Se puede practicar senderismo, ciclismo, paseos a caballo, navegación a vela… Pero lo que de verdad atrae cada año cientos de miles de visitantes son las carreras de motos, especialmente el Tourist Trophy que lleva celebrándose desde 1907. El TT es quizá la prueba más antigua, emblemática y mundialmente conocida de cuantas existen en el universo motociclista. Sin embargo, los pilotos con licencia federativa española no pueden participar desde que en 1970 se mató Santiago Herrero a lomos de una Ossa frustrando un prometedor futuro y apartando definitivamente a la marca de la competición deportiva.


Santiago Herrero es un mito. Tal vez un día no muy lejano ya no quede nadie en España que sepa quién fue. Entonces el Mundial de Motociclismo se habrá convertido en un circo de dinero y colores chillones donde los periodistas empujan a los pilotos a polémicas estúpidas y lo más comentado de Jerez y Cheste sean los subnormales de los caballitos y los muertos en la carretera.

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DOUGLAS

Viajo en un ferry que zarpa de Dublín. Tras dos horas y cincuenta minutos de navegación arribamos al puerto de Douglas, la capital. Desde cubierta, la isla tiene un aspecto apacible. Está nublado y llueve algo. La ciudad tiene 20.000 habitantes y la vida gira en torno al paseo marítimo. Los edificios tienen ese aspecto victoriano y decadente de las cosas empapadas por siglos de lloviznas y temporales. El cemento, la madera, los metales, todo se oxida y se corroe por el salitre y la melancolía de una ciudad gris. El olor a mar es penetrante e intenso cuando baja la marea revelando una playa inmensa y plana.

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Hay cantidad de motos por las calles, están aparcadas sin candar. Aquí os moteros no son jóvenes, sino hombres curtidos, algunos muy mayores. Aquí no se saludan con ráfagas ni con los dedos en V ni con ninguna extravagancia semejante. Los caballeros de las dos ruedas se saludan con una ligera inclinación de la cabeza. No hace falta más.
Hay un curioso símbolo por todas partes que recuerda al escudo de la bandera de Sicilia. Es una cruz con tres piernas. Me explican que es una adaptación medieval de un símbolo celta que representa el sol. O sea, una svástica. En España tenemos muchas diseminadas por la Cornisa Cantábrica.

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En la oficina de turismo me hacen una reserva en Seaview Hotel. Una pocilga al final del paseo marítimo. El pasillo es estrecho, con trastos por el medio, una tabla de planchar, una aspiradora, cajas. El segundo piso exige subir unas escaleras muy empinadas. Sin embargo, la habitación, con la sempiterna moqueta, es amplia y luminosa.
Salgo a tomar algo. Un par de borrachos me abordan. Son de mediana edad y bastante socarrones. Me tomo una pinta de Guinness con ellos. Uno es irlandés y al darme la mano aprieta con fuerza como para decirme, ojo, que aquí estoy yo. Después ceno solo en un fish and chips regentado por orientales. Es una basura. Observo a la gente, son feos y blandos. Gordos. Enfermos. Enfrente de mí hay un grupo de sesentones. Tienen manchas en la piel, les faltan dientes, una mirada bovina que refleja nada la vulgaridad de una vida mediocre entre pintas y moquetas sucias. A veces pienso que soy muy injusto con la humanidad. La mayoría no tiene elección.

El sábado se ha despertado húmedo y con una espesa niebla cubriendo la isla. Voy a correr por el paseo marítimo. Mientras corro pienso en por qué los manx han tenido un trato más benévolo que los irlandeses. Les han dejado mantener su moneda, su idioma, su parlamento, su soberanía y sus leyes. No les han arrasado. En Irlanda es difícil encontrar una iglesia antigua, una abadía o un castillo que no esté en pura ruina.

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EL CIRCUITO


Ha salido el sol. El circuito mide 37 millas y tres cuartos. Las motos dan 6 vueltas y los sidecares, 3. Hay que parar a repostar y a cambiar neumáticos. En pocas ocasiones un conductor ordinario tiene la oportunidad de recorrer un circuito tan mítico. El día se ha levantado neblinoso pero no llueve. La emoción que siento al tomar las primeras curvas me recuerda a la que embarga al peregrino en el Camino de Santiago: de algún modo la energía de los que pasaron antes se queda impregnada en las piedras, los árboles y el asfalto.

El viajero hará bien madrugando el fin de semana. No encontrará tráfico. De todas formas, conviene ser prudente: hay infinidad de curvas ciegas, bastantes baches, cambios de rasante imprevistos, estrechamientos, puentes, bordillos y muchas zonas urbanas. Se le pone a uno la piel de gallina al pensar que el record está en 130 millas por hora, unos 254 kilómetros por hora, sobre todo al ver numerosos cadáveres aplastados de conejos y erizos. Los marshalls o voluntarios del TT pueden evitar la invasión de espectadores, pero no la de la salvaje naturaleza que bordea el trazado. Imaginar lo que puede suponer atropellar un conejo a 200 por hora hace que inmediatamente afloje el puño.
El recorrido se divide en bosque y montaña. Se sale de Douglas en dirección a Peel, en el oeste. A los lados crece una exuberante vegetación salpicada de casitas de techos de dos aguas, mansiones victorianas y abadías e iglesias.

Unas tres millas antes de llegar a Peel, tuerce súbitamente en Ballacraine Corner hacia el norte en un giro de noventa grados. La curva es un cruce terrible y el premio para quien se salga son una serie de edificios que harán un verdadero puzzle para su traumatólogo. De ahí hacia Kirk Michael el paisaje se espesa, se adensa en su exuberancia vegetal, en muchos tramos los árboles que bordean la carretera abrazan sus copas creando un denso techo vegetal sobre el piloto que se siente atravesando un túnel umbrío.

La vía gira poco a poco hacia el éste. Es quizá la parte más bella del recorrido. Atraviesa tupidos bosques y prados verdísimos donde pastan indiferentes las vacas y los corderos, habituados desde hace ciento un años al ensordecedor rugido de los tubos de escape. Se entra en Ramsey, de nuevo en la costa este, por una estrecha calle. En un cruce espeluznante, se gira bruscamente hacia el sur para regresar a Douglas. Es la montaña en una subida que se inicia con spin hair, o sea, un giro de 180 grados que preludia una sucesión de curvas por un paisaje desolado y despoblado


LOS MEMORIALES

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Enfrente de la meta está el cementerio de Douglas. Al final del sendero de grava descubro un muro con una placa dedicada a la memoria de los pilotos fallecidos. Es el Memorial Wall. Hay placas más pequeñas. La última es para Santiago Herrero. Mientras estoy allí rindiendo mi homenaje, se acerca un hombre de unos sesenta años y me pregunta qué estoy buscando. Contesto que el recuerdo de Santiago Herrero. Se le ilumina la cara. Lo conoció cuando tenía trece años.
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Paseamos por el cementerio y me va señalando lápidas. Hay decenas de tumbas de pilotos locales. Algunos eran jovencísimos y sus familias les han dedicado estelas funerarias con forma de moto. Se me hace de pronto muy patente la sensación de estar en un universo extraño donde la religión es la velocidad.

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Paul me cuenta que desde 1907 han muerto 250 pilotos. No me extraña. Le comento lo que he visto en uno de los puntos altos de la montaña, allí está la estatua que le levantaron al irlandés Joey Dunlop, verdadero rey del TT. Joey se mató en Estonia en el año 2000. Llevado por un impulso, abrigué al campeón de bronce con mi chaquetón de Bultaco, la legendaria marca española.

dunlopx.jpg


Mientras le hacía una foto me sorprendió un un timbre o una campanilla. A través de la niebla vi que un tranvía atravesaba el circuito por un paso a nivel sin barreras. Minutos antes había visto circular por ahí a varios motoristas a velocidades de vértigo.

train2k.jpg


No me lo pude creer, pero cuando bajé comprobé que no era una ilusión óptica: el trazado está atravesado por raíles ferroviarios que sobresalen del suelo. Resulta inconcebible un circuito de velocidad que obligue a los pilotos a superar seis veces este desnivel.
En fin, parece decirme Paul, esto es la Isla de Man, y al que no le guste, que se vaya a jugar con videojuegos.

restaurantv.jpg



Originalmente publicado en ABC, El Correo y La Nueva España.

http://www.elcorreo.com/vizcaya/20080913/sociedad/moto-isla-20080913.html

http://www.lne.es/secciones/noticia...-moto-circuito-para-recordar-Santiago-Herrero
 
27233B3F2F26673923263C2F393E382F4A0 dijo:
Después ceno solo en un fish and chips regentado por orientales. Es una basura. Observo a la gente, son feos y blandos. Gordos. Enfermos. Enfrente de mí hay un grupo de sesentones. Tienen manchas en la piel, les faltan dientes, una mirada bovina que refleja nada la vulgaridad de una vida mediocre entre pintas y moquetas sucias.

Extraordinaria y cruda descripción.En ocasiones no es verdad que una foto vale más que mil palabras. Aquí tenemos las palabras y todos tenemos en nuestra mente la foto.

Saludos y una vez más...¡Enhorabuena!.

Juan
 
Trailman, la descripción es brutal, lo reconozco. Quizá no sea muy caritativa pero era la realidad que yo veía. Luego descubrí una de las razones por la cual los manx ancianos tienen tan mal aspecto, o porque a casi todos les faltan varios dientes. Como sabes, la alimentación anglosajona es bastante insana y los hábitos higiénicos algo laxos, por decirlo suavemente. Pero es que además, la Isla de Man tiene su propio presupuesto y por su ley es imposible que gasten más que lo que recauden; eso implica que las prestaciones sanitarias no tengan el mismo nivel que en UK, o sea, que no hay derecho a tratamientos dentales. Si les les caen los piños, pues otra pinta de ale!

En cuanto al estilo de mis crónicas, si te gustan, me alegro mucho; entenderás mejor por qué me salen así de crudas cuando en mi recorrido kistch por USA me detenga en Hollywood y cuente la historia de cómo se libró del derribo la casa donde Charles Bukowski escribió "Cartero". Bukowski no era motero, pero era un cabrón con pintas y por eso me cae tan bien.
 
¿Charles Bukowski ? ;)

Ahora entiendo más cosas y la forma que tienes de "vomitar" tus sentimientos. ;D

Pero lo importante es escribir las crónicas con la realidad que uno ve y sin maquillaje. Lo que ocurre que casi siempre hay dos estilos uno clásico y otro romántico. Uno directo y sin adornos y el otro de inspiración más emocional.

Pero en definitiva cada uno escribe como es.

Más saludos y estaré pendiente de tu parada en Hollywood.

JJ
 
A mi tampoco me gustan las carreras ni las competiciones, pero visitar la Isla de Man es algo que siempre he deseado.
Te agradezco que me hayas llevado de la mano a tan mítico lugar y tu homenaje a Santiago Herrero y Joey Dunlop, personajes anónimos para tantos seguidores de los pilotos de colorines.
Un placer leerte. ;)
 
Hola Miguel.

Me ha encantado tu relato, yo tambien pienso como tu sobre lo que comentas del circo de las carreras.


Estoy preparando un viaje por la Isla que no coincida con la fecha de las carreras por que lo que quiero es pasear por la isla con mi R 60/6 y empaparme de ese sentimiento a velocidad que tiene cada rincon de la isla.
 
Por cuestiones de intendencia llevaba tiempo sin leerte. La reentré ha sido espectacular.
Desde una litera cochambrosa al sur de París te digo que mola.
Mola mucho este relato

Vsssssss
 
Como sigamos leyendo relatos de este nivel, vamos a acabar tocados del ala, algo así como lo que le ocurrió a Alonso Quijano con los libros de caballería...
 
5C584044545D1C42585D475442454354310 dijo:
No me interesan las carreras ni las competiciones, sino los hombres, sus afanes y sus historias grandes y pequeñas, aquello que los hace únicos y los distingue de la multitud. ¿Qué hubiera sido Santiago Herrero de no haberse matado en aquella maldita isla? ¿Habría sido Ossa campeona del mundo? Ya da igual, pero si vas por Douglas, ¿por qué no visitas el cementerio y pones una flor en la placa que lleva su nombre? Al fin y al cabo, Santiago fue un valiente que mereció mejor suerte.

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LA ISLA DE MAN

La Isla de Man es un poco más grande que Menorca y tiene unos 35.000 habitantes. Anclada entre Irlanda y Gran Bretaña, fue un reino vikingo durante la edad media y hoy es dominio personal de la Reina de Inglaterra. Los manx hablan orgullosos de mil años de democracia ininterrumpida y del parlamento más antiguo de Europa. Considerada paraíso fiscal, tiene moneda, presupuesto, legislación y Administración propia. La representación internacional la ejerce Londres y le pagan por ello una especie de alquiler. El idioma propio, el manx, es de origen celta y similar al gaélico irlandés. El secreto bancario ya es historia, pero su sistema penal sigue siendo durísimo y de hecho, el Reino Unido fue sancionado en 1978 por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo pues las leyes manx seguían contemplando pena de azotes. Por no hablar de las brujas que fueron quemadas vivas.

Es un sitio atractivo para los turistas: parques naturales, pintorescos paisajes y monumentos milenarios como la impresionante fortaleza de Peel. Se puede practicar senderismo, ciclismo, paseos a caballo, navegación a vela… Pero lo que de verdad atrae cada año cientos de miles de visitantes son las carreras de motos, especialmente el Tourist Trophy que lleva celebrándose desde 1907. El TT es quizá la prueba más antigua, emblemática y mundialmente conocida de cuantas existen en el universo motociclista. Sin embargo, los pilotos con licencia federativa española no pueden participar desde que en 1970 se mató Santiago Herrero a lomos de una Ossa frustrando un prometedor futuro y apartando definitivamente a la marca de la competición deportiva.


Santiago Herrero es un mito. Tal vez un día no muy lejano ya no quede nadie en España que sepa quién fue. Entonces el Mundial de Motociclismo se habrá convertido en un circo de dinero y colores chillones donde los periodistas empujan a los pilotos a polémicas estúpidas y lo más comentado de Jerez y Cheste sean los subnormales de los caballitos y los muertos en la carretera.

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DOUGLAS

Viajo en un ferry que zarpa de Dublín. Tras dos horas y cincuenta minutos de navegación arribamos al puerto de Douglas, la capital. Desde cubierta, la isla tiene un aspecto apacible. Está nublado y llueve algo. La ciudad tiene 20.000 habitantes y la vida gira en torno al paseo marítimo. Los edificios tienen ese aspecto victoriano y decadente de las cosas empapadas por siglos de lloviznas y temporales. El cemento, la madera, los metales, todo se oxida y se corroe por el salitre y la melancolía de una ciudad gris. El olor a mar es penetrante e intenso cuando baja la marea revelando una playa inmensa y plana.

trainnv.jpg


Hay cantidad de motos por las calles, están aparcadas sin candar. Aquí os moteros no son jóvenes, sino hombres curtidos, algunos muy mayores. Aquí no se saludan con ráfagas ni con los dedos en V ni con ninguna extravagancia semejante. Los caballeros de las dos ruedas se saludan con una ligera inclinación de la cabeza. No hace falta más.
Hay un curioso símbolo por todas partes que recuerda al escudo de la bandera de Sicilia. Es una cruz con tres piernas. Me explican que es una adaptación medieval de un símbolo celta que representa el sol. O sea, una svástica. En España tenemos muchas diseminadas por la Cornisa Cantábrica.

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En la oficina de turismo me hacen una reserva en Seaview Hotel. Una pocilga al final del paseo marítimo. El pasillo es estrecho, con trastos por el medio, una tabla de planchar, una aspiradora, cajas. El segundo piso exige subir unas escaleras muy empinadas. Sin embargo, la habitación, con la sempiterna moqueta, es amplia y luminosa.
Salgo a tomar algo. Un par de borrachos me abordan. Son de mediana edad y bastante socarrones. Me tomo una pinta de Guinness con ellos. Uno es irlandés y al darme la mano aprieta con fuerza como para decirme, ojo, que aquí estoy yo. Después ceno solo en un fish and chips regentado por orientales. Es una basura. Observo a la gente, son feos y blandos. Gordos. Enfermos. Enfrente de mí hay un grupo de sesentones. Tienen manchas en la piel, les faltan dientes, una mirada bovina que refleja nada la vulgaridad de una vida mediocre entre pintas y moquetas sucias. A veces pienso que soy muy injusto con la humanidad. La mayoría no tiene elección.

El sábado se ha despertado húmedo y con una espesa niebla cubriendo la isla. Voy a correr por el paseo marítimo. Mientras corro pienso en por qué los manx han tenido un trato más benévolo que los irlandeses. Les han dejado mantener su moneda, su idioma, su parlamento, su soberanía y sus leyes. No les han arrasado. En Irlanda es difícil encontrar una iglesia antigua, una abadía o un castillo que no esté en pura ruina.

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EL CIRCUITO


Ha salido el sol. El circuito mide 37 millas y tres cuartos. Las motos dan 6 vueltas y los sidecares, 3. Hay que parar a repostar y a cambiar neumáticos. En pocas ocasiones un conductor ordinario tiene la oportunidad de recorrer un circuito tan mítico. El día se ha levantado neblinoso pero no llueve. La emoción que siento al tomar las primeras curvas me recuerda a la que embarga al peregrino en el Camino de Santiago: de algún modo la energía de los que pasaron antes se queda impregnada en las piedras, los árboles y el asfalto.

El viajero hará bien madrugando el fin de semana. No encontrará tráfico. De todas formas, conviene ser prudente: hay infinidad de curvas ciegas, bastantes baches, cambios de rasante imprevistos, estrechamientos, puentes, bordillos y muchas zonas urbanas. Se le pone a uno la piel de gallina al pensar que el record está en 130 millas por hora, unos 254 kilómetros por hora, sobre todo al ver numerosos cadáveres aplastados de conejos y erizos. Los marshalls o voluntarios del TT pueden evitar la invasión de espectadores, pero no la de la salvaje naturaleza que bordea el trazado. Imaginar lo que puede suponer atropellar un conejo a 200 por hora hace que inmediatamente afloje el puño.
El recorrido se divide en bosque y montaña. Se sale de Douglas en dirección a Peel, en el oeste. A los lados crece una exuberante vegetación salpicada de casitas de techos de dos aguas, mansiones victorianas y abadías e iglesias.

Unas tres millas antes de llegar a Peel, tuerce súbitamente en Ballacraine Corner hacia el norte en un giro de noventa grados. La curva es un cruce terrible y el premio para quien se salga son una serie de edificios que harán un verdadero puzzle para su traumatólogo. De ahí hacia Kirk Michael el paisaje se espesa, se adensa en su exuberancia vegetal, en muchos tramos los árboles que bordean la carretera abrazan sus copas creando un denso techo vegetal sobre el piloto que se siente atravesando un túnel umbrío.

La vía gira poco a poco hacia el éste. Es quizá la parte más bella del recorrido. Atraviesa tupidos bosques y prados verdísimos donde pastan indiferentes las vacas y los corderos, habituados desde hace ciento un años al ensordecedor rugido de los tubos de escape. Se entra en Ramsey, de nuevo en la costa este, por una estrecha calle. En un cruce espeluznante, se gira bruscamente hacia el sur para regresar a Douglas. Es la montaña en una subida que se inicia con spin hair, o sea, un giro de 180 grados que preludia una sucesión de curvas por un paisaje desolado y despoblado


LOS MEMORIALES

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Enfrente de la meta está el cementerio de Douglas. Al final del sendero de grava descubro un muro con una placa dedicada a la memoria de los pilotos fallecidos. Es el Memorial Wall. Hay placas más pequeñas. La última es para Santiago Herrero. Mientras estoy allí rindiendo mi homenaje, se acerca un hombre de unos sesenta años y me pregunta qué estoy buscando. Contesto que el recuerdo de Santiago Herrero. Se le ilumina la cara. Lo conoció cuando tenía trece años.
memorial2.jpg


Paseamos por el cementerio y me va señalando lápidas. Hay decenas de tumbas de pilotos locales. Algunos eran jovencísimos y sus familias les han dedicado estelas funerarias con forma de moto. Se me hace de pronto muy patente la sensación de estar en un universo extraño donde la religión es la velocidad.

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Paul me cuenta que desde 1907 han muerto 250 pilotos. No me extraña. Le comento lo que he visto en uno de los puntos altos de la montaña, allí está la estatua que le levantaron al irlandés Joey Dunlop, verdadero rey del TT. Joey se mató en Estonia en el año 2000. Llevado por un impulso, abrigué al campeón de bronce con mi chaquetón de Bultaco, la legendaria marca española.

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Mientras le hacía una foto me sorprendió un un timbre o una campanilla. A través de la niebla vi que un tranvía atravesaba el circuito por un paso a nivel sin barreras. Minutos antes había visto circular por ahí a varios motoristas a velocidades de vértigo.

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No me lo pude creer, pero cuando bajé comprobé que no era una ilusión óptica: el trazado está atravesado por raíles ferroviarios que sobresalen del suelo. Resulta inconcebible un circuito de velocidad que obligue a los pilotos a superar seis veces este desnivel.
En fin, parece decirme Paul, esto es la Isla de Man, y al que no le guste, que se vaya a jugar con videojuegos.



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Originalmente publicado en ABC, El Correo y La Nueva España.

http://www.elcorreo.com/vizcaya/20080913/sociedad/moto-isla-20080913.html

http://www.lne.es/secciones/noticia...-moto-circuito-para-recordar-Santiago-Herrero


el gran Santiago Herrero, esta enterrado a 900 metros de mi casa, descansa en paz campeón.
 
pues nada, que seguimos en la habitual línea de genialidad del tal miquel.  ;)

espléndida historia, nuevamente.
 
Los pelos como escarpias, y como dice un amigo "ni mil palabras más".
 
Gracias a todos. Me alegro de haber refrescado el recuerdo de Santiago. La placa la pusieron los chicos del Motoclub La Maneta. Me enteré después de escribir el artículo. Pero que conste. Sé que su hermano se preocupa de mantener viva su memoria.

Me gustaría comentar que el motociclismo en las húmedas islas de Irlanda, Man y Gran Bretaña se vive de una manera muy especial. Para empezar, los ingleses fueron pioneros en esto, para continuar, con ese tiempo de perros, hay que ser muy motero para montar en moto. Circular por allí tiene un sabor muy especial. Y muy trágico también.

Ya lo contaré un día con más detalle, pero el hermano de Joey Dunlop, Robert, también era piloto y también se mató unos pocos años después (2008) en unos entrenamientos. Al día siguiente, su hijo, que también es piloto, ganó la carrera de 250. Ese día lloraron en las gradas hombres grandes como castillos.

Las carreras en Irlanda se celebran casi siempre (solo hay un circuito estable) en carreteras ordinarias cerradas por ese día al tráfico. Baches, muros, cruces. Son una locura pero el ambiente es realmente único. Cuando tenga tiempo, ya colgaré una crónica con sus fotos pertinentes.
 
Aqui el dia de su 40 aniversario, nos fuimos hasta donde descansa, en el cementerio de Derio, la verdad que fue emotivo, descanse en paz
 
Miquel,
Como siempre tus relatos, brutales. Felicidades.

V´s

Edito: Eso de Irlanda...como es?
 
Gracias, hombre. Comento, Irlanda es muy recomendable. El post de Panotxa sobre su viaje ilustra con buenas y abundantes fotos un paisaje que merece la pena visitar. Irlanda es preciosa, tiene tradiciones, contrastes y sabor. La isla entera es cojonuda, aunque yo encontré más amabilidad real y ganas de complacer (menos acostumbrados al turismo) en el Ulster. Eso sí, llueve a diario.

Para los que han comentado acerca de sus deseos de ir a la Isla de Man, sólo puedo decir: you must go! Y en una clásica, todavía mejor. La afición a las clásicas allí es enorme y se ven verdaderas joyas.

Es un lugar donde ser motero es otra cosa. El ambiente general es de amor por la moto. Por supuesto, hay quien quiere acabar con el TT porque hace ruido, llena la isla de gente y se cierran al tráfico las carreteras principales, pero la mayoría sabe que si la isla está en el mapamundi es por el TT.
 
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