Marruecos: en solitario por el Rif

jagcazorla

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Hace ya más de quince años mi mujer y yo hicimos, a bordo de una TDM, la travesía Marroquí que, según leo últimamente en los foros, hacemos la mayoría de moteros que nos "bajamos al moro" en moto de carretera. Esto es, visitar alguna de las ciudades imperiales más turísticas y continuar hacia el sur del Atlas para recorrer Errachidia, Merzouga, Zagora, Mahmid, Ouazarzate e incluso proceder a la costa para subir desde Essauira hasta Tanger. En aquella ocasión disfruté como un enano sobre dos ruedas. Desde entonces se me quedó clavada la espinita del regreso.
Acabo de leer el maravilloso viaje de Lluis Oromí de Sudáfrica a Egipto y me he tragado con envidia el relato de Havivi en solitario.
Y he decidido que es el momento de volver.
Pero no quiero que sea lo mismo. En esta ocasión estoy planeando un viaje en solitario de cinco dias a bordo de mi 1200RT, a finales de Mayo, por la región del Rif. Quisiera conocer lugares de los que apenas habláis en vuestras crónicas. Tengo la idea de pasar por Nador, Oujda, Alhucemas, Ketama... y cualquier pueblo de los que me pueda encontrar por ahí, huyendo de los circuitos más trillados.
Sé que quizá no sea la zona más atractiva de Marruecos, pero en esta ocasión estoy más interesado en el viaje en sí mismo que en el turismo que pueda practicar.
¿Alguien de los foros ha hecho algo parecido? Cualquier comentario será bien recibido, y de todas formas intentaría emular a los que por aquí escribís sobre vuestros periplos, dejando constancia escrita y fotográfica del viaje.

Saludos en uve.
 
jagcazorla dijo:
me he tragado con envidia el relato de Havivi en solitario.
 
que valor amigo!!!! ;)

La zona donde quieres ir.....es también muy turística...pero de otro tipo de turismo...más "alternativo?". Yo estuve allí hace muchos años (no en moto) y la verdad es que fue un agobio..."costo costo" a todas horas. El turismo lo marcas tu...no el sitio.

De todas formas espero que lo disfrutes y nos cueeeeeennnnntes!!!!!!!:D
 
Gracias Havivi. Después de ver lo que has hecho con tu RT cualquier cosa me parece posible. Según he leido las cosas han cambiado algo por el Rif, y si no les haces caso y se dan cuenta de que no tienes ningún interés por el kifi te dejan tranquilo. Intentaré evitar cualquier "comercio de hierbas" e ir a lo mío, carreteras, turismo tranquilo y la soledad del viajero independiente.
Sabiendo que los navegadores no funcionan en Marruecos, ¿Me podéis aconsejar un buen mapa de carreteras? Todavía conservo el que usé en el 92 pero me temo que por poco que hayan mejorado las infraestructuras marroquíes estará algo anticuado.
Saludos.
 
A la Costa Mediterranea o sea la zona Norte fuí este verano y la verdad, es menos turistica que el resto pero.... ¡¡aún está intacta!! (por poco tiempo, porque estan haciendo una autopista, y ya se sabe..). Las playas tienen un turismo local y no verás ningun guiri (aunque eso es lo que pretenderás, ¿no? ). Luego de completar esta zona nos bajamos a Xauen (oferta variada de hoteles y se habla mucho el español) y aunque mi idea no era meterme en el Rif, te quitan el miedo cuando hablas con los de alli. Eso si, Ketama ni me paré....entre otras cosas xq la Lonely Planet no lo aconsejaba....asi que por si las moscas...."Ketama non stop"    ;D ;D ;D

La cosa ha cambiado pero vamos tu ve hablando con los del lugar y en funcion de lo que te digan te metes mas o menos....como todo en esta vida: sentido común.

En ningún momento tuvimos sensación alguna de inseguridad ya que parece ser que ésto ha cambiado si es que alguna vez fué peligroso el Rif (hay tantas leyendas urbanas....)

Je je [highlight]Havivi [/highlight]llevas toda la razón...aunque es curioso ver las plantaciones....y la gente vendiendo en la carretera como el que vende esparragos.... ;D ;D ;D.  (posibilidad de visitar algunas plantaciones, hombre no son granjas-escuelas pero en fin es una experiencia más)  ;D ;D

Puedes elegir Xauen (Que estuvo prohibida para los cristianos con pena de muerte) para desde alli hacer excursiones. Hay un hotel en la plaza "Hotel Parador" parador@iam.net.ma con pisci+vistas+parking (exterior) vigilado.Y ya en las afueras "Auberge Dardara" http:\\dardara.chez.com , aconsejable con una buena cocina y en mitad del campo.

Alli los hoteles (estos dos, no ) suelen tener la azotea para esas noches de charlas y "humo"....muy curioso je je
 
MARIO_XRY dijo:
http://www.dardara.com/  no me funciona este enlace, es correcto?

Mario han cambiado la pagina. Creo que esta es la nueva:

http:\\dardara.chez.com

perdona,

Uve´s for ever
 
Quería poner esta foto de mi viaje al sur de Marruecos en el 92:

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jagcazorla dijo:
insisto, ¿alguna recomendación sobre el mejor mapa de carreteras?
  Saludos
Yo utilizo siempre el mapa de carreteras Michelin 742 National eso si, actualizado porque estan construyendo carreteras a una velocidad q pa`qé

ahh yo tb me llevaría la Lonely Planet...una sugerencia.

Enga suerte con tu viaje.
 
Manguel dijo:
Alli los hoteles ([highlight]estos dos, no[/highlight] ) suelen tener la azotea para esas noches de charlas y "humo"....muy curioso je je



¿Y por qué le recomiendas, entonces, precisamente esos dos?

No lo puedo creer de tí, manguel.

cazorla, no le hagas caso; son sitios muy señoritingos, pero mira luego lo que pasa.

Busca la azotea.

Vssss
 
rana verde dijo:
[quote author=Manguel link=1239304442/0#3 date=1239384234]
Alli los hoteles ([highlight]estos dos, no[/highlight] ) suelen tener la azotea para esas noches de charlas y "humo"....muy curioso je je



¿Y por qué le recomiendas, entonces, precisamente esos dos?

[highlight]No lo puedo creer de tí, manguel[/highlight].

cazorla, no le hagas caso; son sitios muy señoritingos, pero mira luego lo que pasa.

Busca la azotea.

Vssss

[/quote]


[move] ;D ;D ;D ;D Encantado de saludarte amigoooo !![/move]
 
Gracias por las recomendaciones, y perdonad por mi torpeza en poner las fotos.

Uves.
 
  Ya híce el viaje, y os transcribo la crónica que he escrito, acompañada de algunas fotos. Como es un poco largo, os ruego paciencia. Os lo cuelgo en dos o tres partes.
                               

                                 MARRUECOS EN MOTO.  A SOLAS POR EL RIF


   

        Me gusta la moto. Me encanta viajar. Y siempre he tenido una atracción morbosa y una gran admiración por los viajeros y los trotamundos solitarios. Soy un gran admirador de Javier Reverte, he disfrutado con envidia de los documentales All Way Down y All Way Round de Ewan McGregor, y he devorado en pocos días el relato de Lluis Oromí  Safari Salama. A consecuencia de ello y gracias a la comprensión de mi familia y unos días libres que he conseguido entre semana y fuera de toda temporada turística, he podido realizar el pequeño viaje cuyo diario transcribo a continuación.
       La idea era recorrer el norte de Marruecos desde Nador hasta Tanger en pocos dias, parando en lugares no muy conocidos, y pasar por las montañas del Rif, una de las zonas menos desarrollladas del pais en la que aun pueden verse vestigios de lo que fue el protectorado español.
      La ruta estaba más o menos diseñada, pero lo único realmente previsto fueron las reservas del hotel en Almería y el barco desde allí a Nador. Sólo hay un ferry diario, a las 10:00, y habría tenido que salir en mitad de la noche desde Sevilla para poder llegar a tiempo.
     He utilizado el último mapa Michelín publicado de Marruecos y me he dejado llevar por la guía Lonely Planet. He releido a trozos el libro de Lorenzo Silva “Del Rif al Yebala, viaje al sueño y la pesadilla  de Marruecos” y me he fiado de mi instinto motero.  
 

                   


      Domingo 17 de Mayo. Sevilla-Almería, 420 kms.- Llego a Almería a las 22:00, como había previsto.  No hay sitio en el aparcamiento. Dudo, pero finalmente dejo la moto junto a la entrada del hotel. No parece un sitio inseguro y está al alcance de la vista de los vigilantes del establecimiento.
     
         
Lunes 18. Almería-Nador-Oujda 155 kms.- Me levanto a las 07:00. El barco sale a las 10:00 pero quiero llegar con tiempo para evitar imprevistos. Desayuno junto a un grupo de ruidosos ingleses, pago los 80 euros previstos y salgo hacia el puerto a las 08:00. Llego en 5 minutos y tramito el embarque. Pongo la moto en la cola y espero hasta las 09:15. Me cuelo con la colorá hasta las primeras posiciones de la fila, rodeado de magrebíes. De momento no veo españoles embarcando. Frente a mí una familia marroquí en un coche con matrícula de Holanda, y detrás una furgoneta que debe tener por lo menos quince años cargada hasta los topes, con colchones en la baca y trastos que se ven pegados por dentro a los cristales de las ventanillas. Es mi primer contacto con lo que me espera en los próximos 4 ó 5 días.
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              Control de la Guardia Civil. Para un recorrido de 200 metros me hacen ponerme el casco. El embarque se hace largo. Después de embarcar los vehículos particulares, quince o  veinte coches y furgonetas y una moto, lo hacen los camiones y un par de antiquísimos tractores con matrículas marroquíes.
               Ya en el barco me encuentro con Marruecos. Excepto unos pocos trabajadores hondureños, el resto de la tripulación visible es magrebí. Empiezo a echar mano de mi francés de los Escolapios y charlo con un par de pasajeros. Casi todos son hombres solos que viajan por trabajo.
             

                De la entrada en el país no esperaba menos. El primero que se me acerca me rellena un papelito por  2 euros. El segundo me quiere cobrar 20 por acelerar los trámites administrativos de la moto y le digo que no. Espero unos 45 minutos y lo consigo, yo solito, no sin ser mudo testigo de varias discusiones por caraduras que se saltan la cola. Tras cambiar 400 euros a 10'9 dirhams en un banco de la estación marítima me pongo en ruta.
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               Nador es como las Tres Mil Viviendas de Sevilla pero en moro, con muchas edificaciones a medio construir y casitas de colores chillones que difieren unas de otras sin criterio alguno. Se ve la Mar Chica desde la carretera: no es más que una gran laguna de poca profundidad, muy contaminada según mis últimas informaciones. Hay pocas línea pintadas en el asfalto. Paso numerosos controles policiales en los que no me tengo que detener (al parecer son por el contrabando) y me termino confundiendo de camino. La primera en la frente. Le pregunto a un par de chavales y me dan dos direcciones diferentes. En resumen, que en vez de pasar por Berkane y Taforalt como tenía previsto, termino conociendo el Cap de L'Eau, con las islas Chafarinas en frente y más adelante la población vacacional de Saidia, con numerosas casitas adosadas y algo que se anuncia como un gran balneario..                

                 A las 19:00, hora marroquí (dos menos que en España)  y tras los primeros 155 kms africanos, llego a las inmediaciones de Oujda. Se trata de una población de 600.000 habitantes que durante años se benefició de su cercanía con la frontera argelina. Tras el cierre de dicha frontera a finales del siglo pasado su economía se vio muy perjudicada y perdió gran parte del poco esplendor que pudiera haber tenido en sus mejores tiempos. Tiene una extensa área de barrios periurbanos, una zona céntrica moderna y comercial, repleta de cafés, bares y oficinas bancarias, y una medina  que conserva parte de las murallas originales. No hay turistas, no se ven vehículos con matrículas  extranjeras. Solos la Colorá y yo.
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   Sigo las recomendaciones de la Lonely Planet y me alojo en el Hotel Oujda. Se ve que conoció tiempos mejores, pero por lo menos está limpio, es céntrico y tiene garaje. Tras una ducha reparadora salgo a la calle, llena de gente, muy bulliciosa y me confundo entre el personal. Algún antepasado tendré que siguiera los preceptos de Mahoma, como muchos españoles, pues mi aspecto bien podría ser el de cualquier marroquí, y mientras no abra el pico no llamo en absoluto la atención. Me dirijo al restaurante Chez Soi, también recomendado por la guía, pero lo descarto por demasiado elegante y solitario (aunque tuvieran cerveza). En cambio me voy al restaurante Nacional, en el que no hay cerveza pero es muy de la gente del lugar y no se come mal del todo (demasiada cantidad).Las servilletas y los manteles son de papel... como el antiguo del váter que teníamos en España, duro y que ni limpia ni absorbe nada . He pedido brocheta de “dinde”, pensando que era cordero y me han puesto pollo. A mi lado se sienta una familia marroquí que entre ellos hablan en francés y a los camareros en árabe. Serán inmigrantes.
  Aquí en Oujda no me ha molestado nadie, ni pedigüeños ni guías pegajosos. Se ve que esta ciudad está alejada de los circuitos turísticos habituales.
    Acabo de ir a un cibercafé y está a tope. Todos ocupados, de por lo menos una docena. Así que opto por sentarme en un café, tomarme un te a la menta y dedicarme a ver a la gente. ¿Y la cerveza? Finalmente vuelvo al hotel y pregunto por el bar, pensando que estará vacío o que ni siquiera habría uno, pero me encuentro con un local a medio oscuras, con un karaoke al fondo y un tipo tocando al órgano electrónico temas de sonidos árabes que supongo estarán de moda por aquí. Hay varios grupos de hombre y mujeres. Me llama la atención que en los cafés no hay mujeres pero aquí sí. Y además vestidas como de fiesta y muy a la europea. Parecen, de todas formas, chicas muy normales, no son de pago . En la calle se ve de todo, mujeres con velo y chilaba (o como se llame el vestido de ellas) y chicas con camiseta y vaqueros montadas en ciclomotor con sus novios.
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A la cama prontito, son las 22:30 de aquí y las 00:30 españolas.                                                  

       Martes 19. Oujda-Taza-Al Hoceima. 483 kms.-  Me levanto a las 06:00 y a las 06:30 desayuno en un café frente al hotel: zumo de naranja, café y croisant, servido en la terraza, 12 dirhams (más o menos un euro). Cojo la moto y hago una breve visita a la Medina. Me hago un par de fotos junto a una de las puertas de la muralla, fotografío también el cartel y la entrada de una consulta odontológica (a la que yo no iría jamás, a no ser que tuviera un dolor de morir) y enfilo la carretera de Taza                                                                                                                                                                                                  
  El camino hasta Taza ha sido muy tranquilo. Yendo a 80/100 km/h el consumo queda por los suelos. He llegado a ver una autonomía de 600 kms en el display de la moto. Me dirijo al Parque Nacional de Tazzeka y paro a preguntar en una gasolinera, llenando de paso el depósito pues, a pesar de que hasta ahora he visto muchas gasolineras por el camino, nunca se sabe lo que puede pasar. Me hago varias fotos con los empleados de la gasolinera y se me acerca un tipo con un coche entrado en años con matrícula de Granada. Y me dice en un decente español que le siga, que el va camino de Jbel Tazzeka. El y todos sus amigos, claro, que el coche iba hasta las trancas, con un señor mayor y varios jóvenes detrás que me saludan efusivamente en árabe.
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   Le sigo y se para por el camino a montar a un colega más, al que me presenta inmediatamente como su amigo de España. Al momento me invita a comer a su casa y le contesto que sí, ¿por qué no? Pensando que con tanta gente tendría alguna clase de celebración.  Así pues, me conduce a una humilde casa de campo rodeada de olivos y alcornoques que me recuerda a un paisaje a medias entre la Sierra de Sevilla y el norte de la provincia de Cáceres. Me presenta a su familia: su mujer, una hija, dos sobrinos y un tío. Hablamos de muchas cosas, me enseña lo poco que cultivan en el pequeño terreno que tienen, todo para su propio consumo, y me cuenta que ha trabajado durante varios años de albañil en Motril, Granada, pero que ahora está en paro, que lleva varios meses cobrando el subsidio de desempleo y que ya se le acaba, pero que en unos días volverá a España, pues prefiere esperar allí a que le salga algo que quedarse aquí para conseguir, si acaso, un empleo mal pagado sin clase alguna de garantías.

  Al final nos quedamos el y yo solos. Tras lavarnos las manos en una especia de bacinilla que nos ofrece su mujer (que no dijo ni pío y se retiraba inmediatamente tras servir la comida) comemos pollo, boquerones, patatas fritas, salsa, sandía y zumo de melocotón de tetrabrik. Todo con las manos,  a pesar de que me pusieron un tenedor, según la más pura costumbre marroquí. Me parece de una hospitalidad y generosidad asombrosas. Le he regalado unas mochilas que traía a los niños y se han puesto muy contentos, pero no me he atrevido a ofrecerle dinero ni nada a mi amigo Mohamed, que así se llama, por no parecer descortés (sigo las instrucciones de mis lecturas). Estoy pensando en enviarle algo a él o a su mujer cuando este de vuelta en Sevilla.
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   Tras la comida e indicarle que no dispongo de mucho tiempo, pues me espera un largo camino hasta Al Hoceima (se asombran cuando les digo que quiero llegar allí hoy mismo) Mohamed me guía con su coche hacia la carretera de Bab Bou Idir, que es la población central del Parque de Tazzeka. Nos despedimos  con efusividad y emoción, compartimos números de teléfono y nos decimos adiós.
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  Lo que sigue es maravilloso. He disfrutado de unas carreteras y paisajes como los de la Sierra Norte de Sevilla y Huelva pero a lo grande.     Unos valles, unas alturas... y nadie en la  ruta. Llegando de nuevo a Taza cojo inmediatamente el camino hacia Al Hoceima. Según los parroquianos del café en el que he parado, me quedan unas dos horas. Calculo que eso son unos 150 kms. Al final terminan siendo casi cuatro horas.
  Paso varios puertos de montaña, viendo como el terreno amarilleaba y en muchas partes perdía gran parte de su vegetación. A 60 kms de Al Hoceima han comenzado las obras y a trechos he tenido que hacer trail con la Megacolorá. Incluso he vadeado un arroyo y siguiendo las indicaciones de unos peones me he metido por un camino-atajo que no era más ancho que mis cilindros. De todas formas he disfrutado como un enano, una vez más.
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  Al llegar a Al Hoceima, antigua Villa Sanjurjo, en honor de un general español fundador de la población, llamo sin resultado al teléfono de Juan, un amigo de mi colega Gonzalo que trabaja y vive habitualmente en Tanger y al que aun no conozco pero quedé en llamar, pues al parecer estos días anda de negocios por esta zona. Después me dirijo al que según la guía es uno de los mejores hoteles de la ciudad, el Mohamed V.
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       Me dan una habitación con una vista espectacular de la bahía. No me puedo imaginar a los infantes españoles tomando la playa como si de Omaha se tratara.
    Ceno en el hotel, ya que allí tienen la cerveza Flag Special marroquí que me merezco después de la paliza de kms y malas carreteras de hoy e intento leer mi correo en un cibercafé, pero el único que encuentro abierto está a punto de cerrar y no me dejan conectarme... continuará.
 
    Y continúa la historia...

                  Miércoles 20. Al Hoceima-Meknes.  327 kms.-  Acabo de entrar en un restaurante para cenar en Meknes y estoy solo. No hay ni un cliente, solo el camarero, que es clavadito a Edy Murphy y yo. El día comenzó desayunando en frente de la bahía de Al Hoceima, en el restaurante del hotel Mohamed V, junto a un par de mesas ocupadas por militares marroquíes. En una de ellas se sentaban cuatro oficiales y en la otra un solitario sargento al que los primeros ni se dignaban a mirar. Cuando ha aparecido lo que he supuesto un general o alguien de muy alto rango, todos se han levantado y han saludado marcialmente al primero. Hasta a mí me dieron ganas de levantarme... Desayuné algo muy sabroso parecido a crepes.
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       Como amanece a las 05:00 y a las 06:00 ya estaba listo, tuve que esperar hasta las siete a que abrieran el comedor.
  Pagué los 500 dirhams correspondientes al hotel, a la cena y a las cervezas de la noche anterior y me puse en marcha. No  quería abandonar  Villa Sanjurjo sin antes conocer de primera mano nuestro Peñón de Alhucemas, de manera que de forma instintiva y por calles anodinas me dirigí al otro extremo de la bahía, desde donde suponía se podría divisar el mar más hacia el este y por allí localizar el Peñón. Pero no fue así. Tras callejear a mi aire logré la posición opuesta a mi hotel y obtuve una nueva perspectiva de la ciudad y su playa, pero nada del trocito español. Así que pasé al plan B y me puse a preguntar, en francés, por “L'Ile d'Al Hoceima”.
     Ni L'Ile ni nada de nada. Por ese nombre los pocos parroquianos a los que pregunté no conocían nada. Así que rescaté de mis lecturas sobre este enclave el nombre de la población que durante la Guerra de Marruecos llegó a convertirse en campo de trabajo para los prisioneros españoles frente al Peñón de Alhucemas: Axdir. En este pueblo, o lo que fuera entonces, sufrieron nuestros soldados y algunas de sus mujeres e hijos ante la impotencia de los que desde el islote los veían sin poder hacer nada.
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     Y así funcionó. En cuando pregunté al primer viandante por Axdir, o Ajdir, me dieron las indicaciones oportunas (o inoportunas, que en muchas ocasiones las indicaciones marroquíes te pueden llevar a cualquier sitio) para llegar a mi destino.
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    El Peñón de Alhucemas parece un enorme barco anclado a apenas dos kms de una destartalada playa, en la que dos soldaditos vigilaban con prismáticos los movimientos del barco que junto al islote parecía desembarcar personal y otros enseres. Me hice un par de fotos junto a la Colorá con aquel trozo de España al fondo  y me puse de nuevo en marcha hacia Meknes via Ketama.
     Ya en ruta me crucé con un 4x4 cuyo conductor me miró y tocó el claxon un par de veces, como muchos otros coches con los que me he cruzado en este viaje. Al poco me detuve en un cruce para preguntarle a un policía por el camino a seguir. Y escuchando las instrucciones del amable gendarme estaba cuando oigo a mis espaldas y en español: “¿Eres amigo de Gonzalo?”  ¡Ahí va la hostia! Si era Juan, el colega de Gonza. Así que despaché amablemente al solícito policía con un educado “shukran” y charlé durante un rato a pie de carretera con mi nuevo amigo. Quedé con él en llamarlo cuando llegara a Tanger al final de mi viaje.
   A partir de aquel punto la carretera se convirtió en curvas y más curvas. No sin cierto temor me dirigía hacia Ketama, la capital del granero del kifi de Europa, en donde me tendría que desviar de la ruta que lleva a Tetuán para coger el camino hacia Fes . Poco antes de llegar a la mencionada Ketama vi las indicaciones a la izquierda para proceder a Fes y Meknes. Se divisaba la población al fondo, en un valle verde amarillo con un núcleo urbano concentrado en el centro y numerosas edificaciones dispersas a su alrededor, y una carretera con un asfalto prometedor hacia el sur justo en mi camino.
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   Tomé esa carretera, me hice unas fotos y observé con recelo la ciudad con nombre de grupo  musical a mis pies. He oído varias historias de incautos turistas que se han dejado engatusar por amables vendedores de hachis y que después han sido denunciados por los mismos a la policía.  
    La ruta era genial, con buen asfalto y cada vez más curvas y más alto, más verde y menos gente. Hasta que en unos 40 ó 50 km llegó el desastre. Creo que una buena pista de trail habría sido mejor. Terminé pisando grava, barro, piedras, vadeando riachuelos, esquivando apisonadoras y todo tipo de maquinaria , pero lo conseguí. Y lo que es más, terminé en una solitaria y maravillosa carretera por la que no pasaba ni Dios (ni siquiera Alá)... ¡Cómo no! si parecía que yo fuera el único que no sabía que por allí estaban de obras...
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  Cuando llegué a la población de Taounate, ya en la carretera principal que tendría que haber tomado desde Ketama, paré a repostar y tomar un te en una gasolinera-café. Allí terminé charlando con un chaval que hablaba bastante bien francés (mejor que yo y muchos marroquíes con los que había hablado hasta entonces) y que me invitó a la coca cola calentorra que finalmente tomé.
  Y unos 100 km más tarde llegué a la civilización. Fes, sus alrededores, me recibieron con un enjambre de tráfico de lo más heterogéneo: mobilettes y scooters detartalados, furgonetas hasta los topes, viejos mercedes, grand y petit taxis que conducen en aparente desorden. Pregunté, esquivé prometedores guías y “representantes” de hoteles y terminé haciendo el circuito completo alrededor de Fes. Me enviaron a la Autorute y acabé en la carretera nacional, no sin antes tener que preguntar varias veces, ante la escasez de señales que de vez en cuando te sorprende.
  En 60 km llegué a Meknes y me introduje hasta el fondo, buscando la situación lógica de la Medina para localizar el Riad (una especie de hotelito con encanto) que había reservado esa mañana desde el Mohamed V. Pregunté a un policía y este llamó a su amigo Khalid, un guía no oficial que se defendía bastante bien en español, que me condujo al Riad y me propuso dar una vuelta por la medina. Le dije que sí pero impuse mis condiciones: “nada de tiendas amigo, o te pago menos de los  200 dirhams acordados”. Eso no le hizo ninguna gracia, claro, pues inmediatamente me dijo con pena que si los kilims, que si las especias...
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      El Maison D'Hote Riad no es nada barato: los 600 dirhams que acordé con la señorita que me atendió superan a los dos hoteles en los que me alojado hasta ahora. Pero merece la pena. Este establecimiento es una casa grande en el medio de la ciudad vieja de Meknes, reformada, decorada con todo lo viejo que sus dueños han encontrado, desde radios antiguas a máscaras africanas y viejos libros en árabe y francés, jumías bereberes y mesitas y cojines marroquíes. La habitación es coqueta, con su cama con dosel, su baño pequeño y limpio e incluso su aire acondicionado.
  Me duché y salí a la calle para dejarme conducir por mi nuevo “amigo”.  Khalid me soltó la retahíla aprendida sobre cada una de las puertas de las diferentes mezquitas de la medina, me presentó a algunos amigos suyos que trabajan en los diferentes talleres que visitamos: telares, carpinterías, calderas; me habló de su familia, de sus cinco hijos, de su mujer, a la que deja no llevar velo y vestir como ella quiera, y me terminó llevando a la tienda de su cuñado.
  “No hay mal que por bien no venga”, pensé, ya que de todas formas tenía pendiente la compra del regalo para mi mujer y mi hija, pero eso no era lo acordado. Así se lo dije a Khalid,  pero entré en la tienda y compré una pulsera, un anillo y un colgante de plata, después del inevitable regateo.
 Khalid no protestó cuando le pagué sólo 150 dirhams y lo consideró justo (más le valía, pues seguro que se llevaría la comisión correspondiente por la venta de su cuñado). Me despedí de él y volví al Riad dispuesto a tomar un baño y un masaje en el “hamman” que me habían recomendado.
  El hamman estaba a escasos doscientos metros del hotel brujuleando por el laberinto de callejuelas de la medina. Con mi toalla, el jabón, el bañador bajo los vaqueros y poco más de los once dirhams (un euro) que me dijeron costaba la sesión, me dirigí allí cansado y contento. Entré por un pequeño portal, pagué en una especia de taquilla que había en la entrada, me dieron un recibo y me dijeron (por señas, ya que allí nadie hablaba francés, español ni por supuesto inglés)  que siguiera al negrazo de 2x2 que salió a recogerme. El tal personaje me quitó el recibo de las manos y me hizo pasar a una especie de vestuario con un largo banco corrido a todo alrededor y numerosas taquillas de madera pintadas de blanco, atornilladas a la pared a la altura de mi cabeza. Me dio un cubo de latón y una escudilla, me indicó que me desnudara y que lo siguiera. Así lo hice y me introdujo en una especie de sala alicatada hasta el techo abovedado todo en blanco, rodeada de grifos a la altura de las rodillas, con el suelo enlosado, llena de vapor, muy caliente, que comunicaba con otra igual de unos diez por cuatro metros, y esta con otra de características similares. Me dejó en la última sala, en la que un señor con sus dos hijos y un par de jóvenes estaban tirados en el suelo, echándose agua por la cabeza desde el cubo y con la escudilla correspondiente, y me indicó que primero me quedara allí y que después pasara a la sala anterior.  Y allí me quedé un buen rato, haciendo lo que yo veía hacer a los demás, hasta que me aburrí y pasé a la sala anterior. Al rato vino el negrazo y me indicó que me echara boca bajo en el suelo. Y entonces comenzó la paliza.
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  Me gustan los masajes, me encanta hacer estiramientos, disfruto relajándome. Pero aquello fue un martirio. Me retorció, me vapuleó con la mano abierta, me restregó todo el cuerpo con una especia de bayeta que más parecía papel de lija, me estiró hasta el límite del dolor. Yo me quejé en español y blasfemé a discreción ante las risas de los niños y sonrisas del resto de los clientes que por allí se remojaban, pero aguanté con mi orgullo de español en tierra infiel.
 Pero el resultado fue genial. Salí de allí flotando y sin rastro de dolores musculares que me quedaran por los km realizados ese día.
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     Me he cambiado en la habitación, he cogido un petit taxi y he llegado a este restaurante, el Metropol, un establecimiento de comida internacional y marroquí en el que tomo varias cervezas como único cliente en compañía de mi camarero, Edy Murphy.
    De vuelta al Riad, me tomo un te en la terraza y me voy a la cama. No puedo más.

              Jueves 21. Meknes-Volúbilis-Tanger. Tarifa-Sevilla.  285+ 200 km.- Hoy me he caído. Ha sido de la manera más tonta, menos mal. Después de tomar el camino equivocado, gracias a la colaboración de los amables mequineses, he terminado en una carretera de mala muerte que me ha conducido hasta Volubilis. Nada más llegar, y buscando dónde aparcar entre varias furgonetas turísticas y sobre un suelo irregular de piedras y tierra, he perdido pie a 0 km/h  y se me ha caído la moto. En mi intento por no caerme yo también, tras abandonar la Megacolorá a su suerte, he terminado rodando por el suelo ante los atónitos, más bien impasibles, ojos de un par de turistas franceses y tres o cuatro vigilantes de coches. Pero no ha sido nada, ni para la moto ni para mí; el único herido ha sido mi orgullo, al no poder decir que en más de 1000 km por Marruecos no había tenido percance alguno.
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  Volúbilis es precioso. Emana misterio y fascina. Estuvo habitado hasta el año doscientos y algo después de Cristo, sufrió posteriormente la expoliación de sus piedras para la construcción de palacios en Fes y Meknes, y terminó por caer a consecuencia del terremoto de Lisboa. Merece una visita pausada y a conciencia, pero ya voy con las horas contadas y no tengo tiempo más que para dar un corto paseo, rechazar al guía de turno que me ofrece sus servicios, hacer unas cuantas fotos y marchar.
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  El resto hasta Tanger lo hago de un tirón. Sólo he parado un par de veces, en los pertinentes controles de la policía. En uno de ellos he charlado unos minutos con el agente, que se lamentaba de lo vieja que es su Honda 750 cc y que están esperando a que les entreguen nuevas motos como la mía.
  Al llegar a Tanger, después de 80 km a 120 km/h por la autoroute, he sacado el billete del Fast Ferry para las 15:00. No eran ni las 14:00, pero he tenido que darme prisa para poder pasar los pertinentes controles aduaneros que son, como siempre, lentos y pesados. Sin embargo esta vez y gracias a la siempre “atenta” ayuda de los

buscavidas aduaneros y previo pago de 40 dirhams a uno y 50 a otro, he conseguido pasar raudo veloz por todas las barreras que la frontera marrroquí impone. Vamos, que soy de los primeros en entrar con mi vehículo en el barco y media hora antes de la hora de salida ya estoy sentado con mi Cruzcampo y mi bocata de jamón en la mano. Mi pequeña aventura africana se acabó; ya solo me quedan los 200 km desde Tarifa a  Sevilla.
  He llamado a mi nuevo amigo Juan y me he despedido de él, contándole que ya voy con algo de prisa, pues quiero llegar a casa antes de la noche y con la diferencia horaria tengo el tiempo justo y en mi contra.
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  Han sido cuatro días muy intensos, con muchos kilómetros para lo que yo he hecho habitualmente en los últimos años, en los que he disfrutado de cada momento, cada paisaje, cada persona que he conocido, cada carretera (de asfalto o tierra) y en los que he comprobado lo que ya sospechaba de los marroquíes. Fuera de los circuitos turísticos habituales, en los que la gente está maleada y picardeada por el atractivo del viajero europeo con euros en el bolsillo, lejos de las ciudades imperiales y las rutas panorámicas del desierto y las montañas más conocidas, te puedes encontrar con el Marruecos de verdad, amable y hospitalario. Gente que te ayuda (aunque algunas veces no te manden por el camino más corto) sin pedir propina; niños que te saludan sonrientes sin pedirte un regalito; parroquianos que te invitan en los cafés de las gasolineras...
   No digo que el resto del país no sea interesante, que lo es y más -lo sé de primera mano- desde un punto de vista   monumental y paisajístico -el desierto, las cashbas, las poblaciones del sur son incomparables- pero en esta ocasión he vivido algo diferente y real a la vez.  Algo que quedará para siempre en mi corazón.
                                         
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Enhorabuena por tu viaje, me ha recordado el que realice yo en el año 90 con un amigo en coche, estuvimos 15 días recorriendo el Marruecos mas autentico y exceptuando Fes, no tocamos ciudad turistica alguna. Gracias por tu cronica.

Vsss
 
Hola jagcazorla,

(espero escribir bien el nik). Enhorabuena por tu decisión. Es arriesgado hacer el viaje en solitario pero es de lo más reconfortante. Yo estuve en Marruecos-turístico de turista de a pie hace unos 3 años y quiero volver al no turístico y en moto; para conocer Marruecos y los Marroquís.

Quiero hacer un viaje sin prisas de unos 10-15 días con una ruta preestablecida, per sin obligaciones. Prefiero disfrutar de lo que haga que agobiarme por hacer más. Mi moto es una GS-1200 pro no quiero salirme del asfalto o caminos en condiciones.

Espero tu regreso para saber más de tu experiencia.

Saludos
 
Espero tu regreso para saber más de tu experiencia


  Ya estoy de vuelta. De hecho, el diario fue escrito durante el viaje, pero lo he transcrito y adornado con las fotos en los días siguientes al regreso.
  Saludos.   Jose.
 
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