Que lo disfrutéis. El texto andaba rulando por el trabajo esta mañana, a mi me hizo sonreir y reflexionar. No os cito el autor ni la fuente por que no la traía.
Ahí va:
¿ALGUNO SE VE REFLEJADO?
Mirando hacia atrás es difícil creer que estemos vivos: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin air-bag, hacíamos viajes de doce horas con cinco personas en un SEAT 600 y no sufríamos el Síndrome de la Clase Turista. No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, eso sin contar con que hacíamos auto-stop.
Los columpios eran de metal y con esquinas en pico y jugábamos a “Lo que hace la madre lo hacen los hijos”, esto es, a ver quien era el más bestia. Pasábamos horas construyendo nuestros carros de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Después de chocar con algún árbol, aprendimos a resolver el problema. Jugábamos a “Churro va” y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos.
No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a la guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con Mercromina y unos puntos. Nadie a quien culpar, sólo a nosotros mismos. Tuvimos peleas y nos “esmorramos” unos a otros y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagió de nadie. Sólo nos contagiábamos los piojos en el colegio. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, películas en vídeo, sonido surround, móviles, computadoras o Internet. Nosotros tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí los encontrábamos. Jugábamos a las chapas, al peón, a las bolas, a la lima, al rescate… en fin ¡tecnología punta!
Íbamos en bici o andando hasta la casa de otro y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense! Sin pedir permiso a los padres, nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?
Hicimos juegos con palos y balones de fútbol improvisados y comimos pipas a quilos… y aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar y algunos incluso chupaban el grifo.
En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan buenos como otros y repitieron curso. ¿Qué horror, no inventaban exámenes extras! Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un chat diciendo
¿?
Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos si transgredíamos alguna ley, era inadmisible. ¡Ellos protegían la leyes!
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad. Aprendimos a crecer con todo ello. Si tu fuiste uno de ellos ¡enhorabuena! Pues pudiste crecer como un niño antes de que otros regulasen una vida entre algodón…
Ahí va:
¿ALGUNO SE VE REFLEJADO?
Mirando hacia atrás es difícil creer que estemos vivos: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin air-bag, hacíamos viajes de doce horas con cinco personas en un SEAT 600 y no sufríamos el Síndrome de la Clase Turista. No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, eso sin contar con que hacíamos auto-stop.
Los columpios eran de metal y con esquinas en pico y jugábamos a “Lo que hace la madre lo hacen los hijos”, esto es, a ver quien era el más bestia. Pasábamos horas construyendo nuestros carros de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Después de chocar con algún árbol, aprendimos a resolver el problema. Jugábamos a “Churro va” y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos.
No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a la guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con Mercromina y unos puntos. Nadie a quien culpar, sólo a nosotros mismos. Tuvimos peleas y nos “esmorramos” unos a otros y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagió de nadie. Sólo nos contagiábamos los piojos en el colegio. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, películas en vídeo, sonido surround, móviles, computadoras o Internet. Nosotros tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí los encontrábamos. Jugábamos a las chapas, al peón, a las bolas, a la lima, al rescate… en fin ¡tecnología punta!
Íbamos en bici o andando hasta la casa de otro y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense! Sin pedir permiso a los padres, nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?
Hicimos juegos con palos y balones de fútbol improvisados y comimos pipas a quilos… y aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar y algunos incluso chupaban el grifo.
En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan buenos como otros y repitieron curso. ¿Qué horror, no inventaban exámenes extras! Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un chat diciendo



Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos si transgredíamos alguna ley, era inadmisible. ¡Ellos protegían la leyes!
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad. Aprendimos a crecer con todo ello. Si tu fuiste uno de ellos ¡enhorabuena! Pues pudiste crecer como un niño antes de que otros regulasen una vida entre algodón…