Buenas noches amig@s!
Hola un día más a los fieles seguidores!
Con esta crónica quiero cerrar estas lecturas que he estado compartiendo con todos vosotros y que algunos me han confesado que les tienen enganchados, pero el final había de llegar.
El último día os conté que nos quedamos en casa de Juan durmiendo después de la cena de bienvenida que nos dio Nestor y los chicos del motoclub. A la mañana siguiente nos levantamos temprano para continuar los viajes programados. Belén se marchaba al oeste a Villa Traful para trabajar en unas cabañas, Lorena de vuelta a su casa en Coronel Pringles, y yo a Buenos Aires. Juan se levantó también y nos preparó un desayuno, hicimos las fotos de despedida y tras abrazos y besos me marché con Lorena para compartir un tramo de ruta.
Ella llevaba una moto de 300 cm3, y yo la seguía desobedeciendo las indicaciones del navegador que me indicaba por otros sitios. Sin embargo el trazado de la carretera por la que íbamos rompía en ocasiones el trazado rectilíneo y podíamos girar el manillar de vez en cuando. Además atravesamos un lago que recreaba la vista, y poco después empezamos a ver campos de girasoles que me recordaban a los campos de castilla. Entonces Lorena paró junto a la carretera para hacerme una foto con un fondo amarillento que conformaban esos campos, y me percaté que también le pasaba como a mí al sentir atracción por los colores del paisaje. Habríamos parado más, pero ambos llevábamos prisa, por eso no detuvo la marcha en más ocasiones para hacer más fotos. Tras la foto retomamos la ruta hasta llegar al cabo de 130 kilómetros a su pueblo, donde pusimos las motos junto al cartel de entrada para fotografiarnos y despedirnos. Me dijo que para otra ocasión me podría enseñar más lugares de alrededor muy lindos. “Has recorrido una gran distancia para ver a Belén”, le dije. “Yo la sigo y quería conocerla en persona”, me dijo. También conocía y seguía a Alicia Sornosa, pero cuando estuvo en casa de Juan no pudo verla porque se encontraba por la ciudad de Córdoba conduciendo un camión, ya que antes de trabajar como administrativa conducía camiones con caballos. “Yo me he recorrido toda Argentina con el camión”, me comentó. Me parecía asombroso el valor de Lorena conduciendo un mastodonte de aquellos y además hasta por zonas de ripio, e incluso su fuerza de voluntad para adquirir mientras tanto nuevos conocimientos para su nueva dedicación profesional, vamos que estaba ante toda una chica coraje. Pusimos a Dulcinea y su Niña Rous junto al cartel de bienvenida a su pueblo y nos inmortalizamos para el recuerdo. Ella tenía una gran amiga viviendo en Madrid que seguramente iría a visitar algún día, y que me vería a mí también ahora que se había creado el vínculo de amistad.
Cuando me volví a sentar en la moto es cuando realmente sentí que mi destino era el final, y después de conocer a personas como Juan, Belén, Lorena o los motoqueros de la noche anterior, no quería llegar a ese final, me sentía flotando en una nube de la que no quería bajarme, todavía no, un poco más pedía a mi Ángel de la guarda.
De nuevo vinieron las rectas infinitas, y en un tramo veo un camión estacionado a un lado de la carretera y sobre el otro carril un pallet de ladrillos despanzurrados que al haberse roto parte de la lona del camión por el fuerte viento habían salido despedidos. Hay que ir pendiente sin bajar la guardia, el sobresalto puede surgir cuando menos te lo esperas, pero tampoco por ello hay que manejar con miedo, con un poco de prudencia es suficiente. Luego en una curva con visibilidad veo a un camión adelantando a otro, y me percato de que no le va a dar tiempo a finalizar la maniobra antes de que yo llegue, con lo cual reduzco la velocidad y me tiro al arcén de tierra, cuando pasa a mi lado me pide perdón con la mano y las luces. Ante su disculpa y al no haberme creado una situación de peligro se la paso, incluso le agradezco interiormente su gesto conmigo.
Cuando paro a comer conozco a un motoquero que va de camino a Mar de Plata a un concierto, hablamos de mi viaje y se siente impresionado, pues él nunca ha recorrido todo donde he estado. Aunque no quiero llegar Pedro me llama para decirme por dónde voy, ya que está impaciente para que mañana podamos ir a gestionar el envío de las motos. Aquella conversación es un varapalo más para terminar con mi Gran Viaje, dentro de unos pocos kilómetros habrá terminado mi recorrido, y un sueño cumplido más.
Cuando llegué a la casa de Hernán salieron Pedro y Humberto a recibirme, era el segundo y último encuentro programado. Habíamos completado el recorrido a Sudamérica que anhelábamos allá en España y que finalmente pasaría a ser un maravilloso recuerdo. También salió Mauro, un italiano que viajaba en una África Twin y que hacía cuatro años dejó su trabajo de directivo por la de “Vagabondo per il mondo” y que es embajador de una ONG que trabaja por la integración de personas con síndrome de Down, para lo cual da charlas a empresas o realiza entrevistas con medios de comunicación.
Al día siguiente fuimos a ver a Javier y Sandra de Dakar Motos que nos dijeron que el proceso para retornar la moto constaría de tres días. Uno para entregarles la documentación, otro para llevar las motos al aeropuerto y otro más para pagar al día siguiente. Esta empresa sí resultó eficaz para llevar las motos hasta España. Además nos comentaron que otros moteros las habían llevado hasta Argentina con una empresa británica que iba a recoger las motos por lo menos a Bélgica y Holanda, que era de dónde venían, y que aun así les había salido más rentable que mandarlas desde su país. Les he mandado un correo para ver si me facilitan esa empresa que no tenían a mano el día que fuimos a verlos. Ellos se ocupan tanto de enviar las motos como de sacarlas cuando llegan a Buenos Aires procedentes de otros países. Os dejo su correo por si alguno quiere ponerse en contacto con ellos:
DakarMotos@hotmail.com En cuanto a la empresa argentina de envío no os la paso porque fue un desastre con nosotros y no la recomiendo.
Una vez que todo estuvo resuelto me dediqué a viajar por los alrededores, no soportaba después de tres meses recorriendo lugares quedarme encerrado en la casa, sentía depresión, añoraba todas las vivencias y quería continuar más y más. Me marché en ferry a Colonia del Sacramento, una antigua ciudad colonial española muy linda y romántica, echando en falta compañía femenina para disfrutar de los acogedores restaurantes. Pero lo que más eché en falta fue la pérdida de todas las miradas sobre mí durante el ferry, me di cuenta que al faltarme mis botas y traje de moto nadie se fijaba en mí, era un turista más. La moto era sin lugar a dudas un gran imán que hasta entonces atraía todo el interés del resto de turistas a mí alrededor. Me sentí desolado, echaba en falta aquella pérdida de protagonismo y también a mi moto, hasta entonces éramos un binomio inseparable. Sin ella y sin mi traje de astronauta me sentí extraño, no me acostumbraba a desempeñar este nuevo papel de turista.
Al regresar a Buenos Aires quedé también con Federico, el motoquero que conocí junto con Verónica, y que me contó que la Guerrero cumplió, pudo encontrar una cámara y ponérsela a su moto y completar el recorrido. Lo que sí era cierto es que cuando dejaba la moto y agarraba su mochila para llevársela en busca del repuesto, la respuesta de los conductores no era la misma, no todos paraban, como diciendo que aquel mochilero se comprara un billete de autobús y dejara de viajar haciendo dedo, lo que no sucedía cuando tenía la moto. También me comentó que el espíritu abierto de los días de aventura estaba quedando un poco más cerrado porque la ciudad es lo que tiene, y que como yo añoraba esos gloriosos días. Dimos un paseo por el barrio de San Telmo y tras tomar algo nos despedimos, él se marchaba fuera aprovechando los cuatro días de puente.
Otro de los lugares que visité por indicación de Federico fue el Tigre, una zona de canales que forma la desembocadura del río Paraná, que se recorren en barco y ofrecen un día entretenido. Y al día siguiente la localidad de Luján, en la que se ubica la basílica neogótica de Luján, una linda construcción que merece la pena visitar.
Por las noches Mauro nos deleitó con sus habilidades culinarias, incluso Claudio, un argentino que conocieron Pedro y Humberto durante su viaje, nos preparó un maravilloso asado que disfrutamos todos. Otro de los motoqueros que pasaron por allí fue Yanis y Nacho, de Uruguay, y que pertenecían a LAMA que es una asociación internacional de motoristas, y con los que compartí otra noche de conversación.
Y por supuesto no quiero dejar de recordar a Hernán, un motoquero que lleva el espíritu de la hospitalidad y solidaridad en las venas. Ha demostrado ser una grandísima persona no sólo abriéndonos las puertas de su casa, sino además ayudándonos a todos a que nuestro anhelado sueño fuera todo un éxito. En su galponcito, como él llama a la casa de encuentro de motoqueros, es un verdadero templo donde coinciden numerosos viajeros moteros que comparten una pasión y una amistad ejemplar, y que yo nunca olvidaré porque como le dije a Hernán: “jamás imaginé el viaje tan maravilloso que estaba aguardándome al otro lado de la puerta del galponcito”.
Tampoco quiero dejar de recordar a las personas que me han proporcionado recuerdos emocionantes e inolvidables:
- Pablo Nccargo, amigo de Buenos Aires que me llevó hasta un taller para reparar la cadena cuando llegué a Buenos Aires y que luego me estuvo guiando parte del recorrido dada su vocación de guía de turismo en viajes en moto.
- Geromo Pirotto, amigo de Uruguay y que también me estuvo guiando para que el recorrido fuera de lo más emocionante y apasionante, y que además me brindó su amistad incluso sin conocerme para cualquier incidente que me surgiera.
- Mauricio Torres, amigo de Roncagua, en Chile, que me abrió las puerta de su casa y me propuso una ruta que fue de lo más acertada y repleta de kilómetros imponentes.
- Juan José Fernández, amigo de Bahía Blanca que me ofreció su humilde casa pero con un corazón enorme y que me ha proporcionado unos recuerdos en este viaje realmente bellos y conmovedores.
- Gusy Mercado por ayudarme con la avería de Dulcinea y estar pendiente de mis pasos sintiéndome muy a gusto con su compañía a pesar de la distancia.
- Cristian David, por ayudarme el día de mi caída y ofrecerme su compañía para mayor tranquilidad mía, así como por seguir mis pasos de cerca, y que agradezco de veras su amistad.
- Todas aquellas personas que a lo largo de mi viaje se han ido cruzando en mi camino ofreciéndome su cordialidad logrando que pasara días tras día sumido en completo júbilo viajero.
En cuanto a mi reflexión sobre mi Gran Viaje, decir que ha sido para mí el MEJOR VIAJE DE MI VIDA, me he divertido a raudales y desde luego se me ha hecho cortísimo, me hubiese seguido continuar todavía muchos días más.
Mi vuelta a mi vida anterior está siendo dura, acostumbrado a vivir en completa libertad, pero me ayuda a sobreponerme las felicitaciones que recibo de amigos y compañeros que en unos casos se han quedado enganchados a mis crónicas y los que no las han seguido sorprendidos por el resultado del mismo cuando les hablo de él. Hasta recibo invitaciones para quedar a comer y contar mis experiencias porque noto muchas ganas de dar también el salto al otro lado del océano, sobre todo en los apasionados motoqueros.
Seguramente que muchos desearéis saber el importe de hacer realidad este sueño, y más los que han leído mi ópera prima donde incorporo estos datos económicos, pues os diré que el precio de llevar la moto fue de 2400 €, y el de regreso 1600 €, y que en total me ha salido una factura de 10.000 €. Pero también os digo que ha sido el dinero que mejor he empleado y que volvería a invertir son ningún género de dudas.
Agradeceros a tod@s vuestra compañía a lo largo de mi viaje así como los mensajes de apoyo porque muchos días en las largas rectas sentía vuestras miradas en medio de la nada.
Ahora quiero alargar mí ya pasada aventura con la escritura de un nuevo libro que espero anime a dar el salto a futuros lectores igual que consiguió Martín Solana con su libro y crónicas.
Un abrazo y quedo a vuestra disposición para cualquier consulta que deseéis, será un placer atenderla. Y desde luego animo a todos aquellos que se puedan permitir este lujo de aventura que no duden en hacerla suya.
Hasta la próxima ocasión!
