ovejanegra
Curveando
A ver cómo me explico. Me va a costar encontrar las palabras, pero estoy seguro de que entenderéis lo que digo. Más que entenderlo, lo reconoceréis.
Puede sonar estúpido, pero a veces las motos tienen algo de humano. Tú la coges un día y está de buen humor, el motor suena más fino que de costumbre, las marchas entran más suaves, el punto muerto es dulce y las aceleraciones son limpias. Otros días te la encuentras cruzada. Las marchas se atascan y el cambio se queja, el motor suena estridente y te encuentras con pequeños tirones. La moto remolonea y como que no tiene ganas.
¿Por qué?
Es un misterio que tendrá que ver con la temperatura del aceite, la presión atmosférica, algún duende mecánico o probablemente solo son impresiones mías y soy yo el que reflejo mi estado de ánimo.
Sin embargo, ocurre que a veces esa armonía te sobreviene en la ruta.
Sales de la ciudad por autovías atestadas a 35º a la sombra. Esperas pacientemente atufado detrás de un camión de la basura en continua. Soportas los coches anormalmente lentos sin poder adelantar. Y por fin sales de la nacional y entras en materia.
El sol está bajo y molesta porque has salido por la tarde a falta de otro momento en que se alineen los astros en casa. Es igual, menos da una piedra. Aguantamos el deslumbramiento tras las gafas de sol y bajamos el ritmo cuando no vemos un pimiento. Cuando llego a Montblanc, reposto en la gasolinera más barata de la provincia (qué menos con la que está cayendo) y decido ir a por Prades por una ruta que no suelo coger.
Llevo mi neoclásica vetusta, una montura de esqueleto antiguo pero de motor muy resultón. Y empiezo a negociar las curvas. Primero nos tanteamos los dos y nos vamos probando: a ver si te gusta esta marcha, prefieres freno motor o un leve toque con el trasero... y nos vamos conociendo. Cuando llego a Prades ya nos hemos acoplado y hay confianza. Sé lo que le gusta y lo que no, estoy más seguro y me siento cómodo. Así que decido acabar en L'Alforja y así hacer un último tramo divertido de curvas en bajada.
Y entonces ocurre. Seguro que lo habéis notado alguna vez.
Dejo el sol a mi espalda y por fin veo perfectamente la carretera sinuosa, en bajada. El motor se anima y se alegra entregando su par con entusiasmo. El aceite está caliente y la máquina suena a gloria. Hace calor y las gomas se pegan bien al asfalto. Noto que cualquier movimiento de los mandos es correspondido con precisión por la moto. No pienso y la dejo deslizarse por las curvas. No sé si voy rápido o despacio, lo único que sé es que me derramo por la carretera suavemente, con el motor rugiendo satisfecho y yo bailando las curvas con tira-líneas, como si fuera mi territorio. La moto funciona y suena de fábula, la adrenalina empieza a hacer su efecto y ya no dudas, todo se hace evidente y fácil.
Cuando llego a L'Alforja estoy flotando relajado y satisfecho, ya no me importa aflojar y ponerme al ritmo del tráfico. No puedo reprimir un "guau" dentro del casco. Es entonces cuando todo cobra sentido y te das cuenta de que vas en moto por momentos como este.
Claro, el nirvana estaba camino de Prades. Habrá que volver pronto.
Mi querida Bonneville en la encrucijada Montblanc, Prades, Vilanova de Prades. Disculpas por la foto, que no le hace justicia.
Puede sonar estúpido, pero a veces las motos tienen algo de humano. Tú la coges un día y está de buen humor, el motor suena más fino que de costumbre, las marchas entran más suaves, el punto muerto es dulce y las aceleraciones son limpias. Otros días te la encuentras cruzada. Las marchas se atascan y el cambio se queja, el motor suena estridente y te encuentras con pequeños tirones. La moto remolonea y como que no tiene ganas.
¿Por qué?
Es un misterio que tendrá que ver con la temperatura del aceite, la presión atmosférica, algún duende mecánico o probablemente solo son impresiones mías y soy yo el que reflejo mi estado de ánimo.
Sin embargo, ocurre que a veces esa armonía te sobreviene en la ruta.
Sales de la ciudad por autovías atestadas a 35º a la sombra. Esperas pacientemente atufado detrás de un camión de la basura en continua. Soportas los coches anormalmente lentos sin poder adelantar. Y por fin sales de la nacional y entras en materia.
El sol está bajo y molesta porque has salido por la tarde a falta de otro momento en que se alineen los astros en casa. Es igual, menos da una piedra. Aguantamos el deslumbramiento tras las gafas de sol y bajamos el ritmo cuando no vemos un pimiento. Cuando llego a Montblanc, reposto en la gasolinera más barata de la provincia (qué menos con la que está cayendo) y decido ir a por Prades por una ruta que no suelo coger.
Llevo mi neoclásica vetusta, una montura de esqueleto antiguo pero de motor muy resultón. Y empiezo a negociar las curvas. Primero nos tanteamos los dos y nos vamos probando: a ver si te gusta esta marcha, prefieres freno motor o un leve toque con el trasero... y nos vamos conociendo. Cuando llego a Prades ya nos hemos acoplado y hay confianza. Sé lo que le gusta y lo que no, estoy más seguro y me siento cómodo. Así que decido acabar en L'Alforja y así hacer un último tramo divertido de curvas en bajada.
Y entonces ocurre. Seguro que lo habéis notado alguna vez.
Dejo el sol a mi espalda y por fin veo perfectamente la carretera sinuosa, en bajada. El motor se anima y se alegra entregando su par con entusiasmo. El aceite está caliente y la máquina suena a gloria. Hace calor y las gomas se pegan bien al asfalto. Noto que cualquier movimiento de los mandos es correspondido con precisión por la moto. No pienso y la dejo deslizarse por las curvas. No sé si voy rápido o despacio, lo único que sé es que me derramo por la carretera suavemente, con el motor rugiendo satisfecho y yo bailando las curvas con tira-líneas, como si fuera mi territorio. La moto funciona y suena de fábula, la adrenalina empieza a hacer su efecto y ya no dudas, todo se hace evidente y fácil.
Cuando llego a L'Alforja estoy flotando relajado y satisfecho, ya no me importa aflojar y ponerme al ritmo del tráfico. No puedo reprimir un "guau" dentro del casco. Es entonces cuando todo cobra sentido y te das cuenta de que vas en moto por momentos como este.
Claro, el nirvana estaba camino de Prades. Habrá que volver pronto.

Mi querida Bonneville en la encrucijada Montblanc, Prades, Vilanova de Prades. Disculpas por la foto, que no le hace justicia.
Última edición: