Día 11 / Irán “Descubriendo Persia” (Zanjan – Qazvin - Teherán)
Amanece en Zanjan, la lluvia del día anterior ha rociado los campos de pura luz. Hoy podremos rodar con la optimista certeza de saber que la tormenta no nos acompañará en esta jornada. Tomamos un desayuno contundente con dátiles, huevo y un poco de queso Panir que es un delicioso queso tradicional iraní elaborado con leche entera de oveja. Resulta algo salado y fragante, se come con hierbas frescas y pan. Es difícil encontrar nuestro habitual café con leche… la mayoría de las veces, tras mucho insistir, nos ponen un sobrecito de café soluble con leche en polvo incluida… no está malo, pero no quita el sueño. Los iraníes toman un té que a mí particularmente me resulta algo duro.
Con el apetito ya calmado enrutamos la Taca hacia Gonbad Soltaniyeh. Es un colosal mausoleo que domina el horizonte reconocido desde la distancia por su cúpula turquesa. El edificio, de forma octogonal, se corona con una de las cúpulas de ladrillo más grandes del mundo después de las cúpulas de la Catedral de Florencia y Santa Sofía. Se eleva dramáticamente hasta los 48 metros de altura otorgando una visión espectacular en el recinto donde convive con excavaciones arqueológicas polvorientas y paredes desvencijadas. La cúpula adornada con azulejos de loza azul turquesa recorta el perfil del cielo mezclándolo con el mar.
El interior está lleno de altísimos andamios que dificultan el paso, pero no restan interés a la visita. Se pueden contemplar bellísimos mosaicos, azulejos vidriados, marquetería o diseños en materiales con incrustaciones, estuco y frescos en las paredes. Paseé por el mismo cielo para contemplar los elaborados techos de los pisos superiores y las excelentes panorámicas del lugar.
Seguimos la ruta navegando por un paisaje que se desprende del verde tierno de la primavera y se arropa de arcilla y piedra. Llegamos a Qazvin, la antigua capital del imperio persa hasta que el Shah Abbas el Grande decidió llevarse la corte a Isfahan. Durante mucho tiempo fue un importante centro comercial, gracias a que era un lugar de paso en la ruta de la seda que conectaba el Golfo Pérsico y el Mar Caspio.
Nos dirigimos al Caravanserai Sa’d-al Saltaneh, un enorme edificio donde se alojaban los comerciantes que paraban en la ciudad. Ahora da vida a numerosas tiendas de artesanía, cafeterías, pastelerías de exquisitos dulces iraníes, galerías de pintura y músicos que regalan sus notas en los pasadizos de tenue luz y techos abovedados.
Un grupo de chicas se detienen para hablar conmigo, tras las preguntas de rigor abren una cajita de cartón y me ofrecen un Namoura, que es un pastel de sémola aromatizada delicadamente con flor de naranjo. Delicioso. Vuelvo de mi paseo en la memoria junto a Manolo que permanece sentado para ponerse al día de la actualidad nacional.
Nos vamos cruzando los arcos sin techo hasta el aparcamiento donde la Taca se encuentra desesperada y rodeada por una familia que siente curiosidad por saber de nosotros. No se cortan para preguntar la edad, profesión, gustos, hijos… y un sinfín de preguntas que disparan entre risas nerviosas. La abuela de la familia nos quiere invitar a cenar, declinamos amablemente su invitación explicándoles que tenemos que llegar a Teherán para dormir.
Seguimos ruta para contemplar la pequeña mezquita Payghambariyeh de los 4 profetas. Entro sola al recinto porque no encontramos aparcamiento adecuado, observo cada detalle, su fachada de cristales de espejos y su coqueta cúpula también azul. En la entrada, un imán guardián de la fe está ensimismado en su lectura, alza la vista , se acerca pausadamente y me pregunta mi origen, le digo española con claro sentido de pertenencia. Me pregunta si me gusta leer, afirmo que sí y me regala un libro de poesía traducido por él del persa al inglés… sonríe y se va y yo también me voy. Al llegar junto a Manolo veo que lo están entrevistando de una televisión local… hace mucho tiempo que nadie visita su ciudad y nuestra historia les interesa…
Y seguimos recorriendo rincones de las mil y una noches en esta miniciudad que es puro encanto… como sus gentes, como este maravilloso país. Tomamos la autovía para dirigirnos a Teherán, no queremos que nos anochezca en el asfalto. Es una autovía de tres carriles por donde circulan cuatro coches en paralelo en un estado frenético de adelantamientos y pitidos. La gente nos saluda, se cruzan temerariamente y hasta nos ofrecen un te desde un coche de ata gama. Los montes ya se han desprendido de la primavera y la roca se queda desnuda bajo la calima.
Nos acercamos a Teherán y el atasco adopta proporciones exasperantes, invertimos casi dos horas en recorrer doce kilómetros, por fin el GoogleMap nos desvía de esa jauría de automóviles enlatados y llegamos al hotel… está en obras… no importa, una buena ducha y salimos a pasear la noche. Es el penúltimo día de celebración del fin del Ramadán y se nota… la gente tiene ganas de vivir, de sentir… Nos tomamos un rico zumo de granada y a descansar…
Me quedo con estos escenarios humanos llenos de colores que son capaces de detener el tiempo para enriquecer nuestras mentes y culturas… me quedo con el calor de una población realmente amable hacia los extranjeros… me quedo con las mujeres iraníes… fuertes, cultas y emprendedoras,. Son pura vida, en un país que avanza a pasos agigantados. A descansar…
