Día 22 / Irán “Descubriendo Persia” (Shiraz)
Hoy es nuestro tercer día en Shiraz, la que fue considerada centro de la cultura persa durante más de 2000 años. Fue una de las ciudades más importantes del mundo islámico medieval y la capital de Irán durante la dinastía Zand. Ciudad de poetas, en Shiraz están las tumbas de Hafez y Sa´di, muy queridos por el pueblo iraní que acude en peregrinación a sus lugares de reposo, rodeados de magníficos jardines y pájaros cantarines.
Se dice que en todas las casas de Irán hay, por lo menos, dos libros. Uno es el Corán y el otro un libro de poemas de Hafez que la gente recita de memoria con mucha veneración.
La mayoría de los lugares por descubrir están a poca distancia de la fortaleza de ladrillo de Karim.
La mañana se ha levantado limpia, pero poco después una calima invasora ha cubierto el horizonte de tonos dorados.
Montamos en la Taca dirección a la mezquita Nasir-al-Molk conocida como la mezquita rosa. Sus azulejos con motivos florales son especialmente exquisitos, aunque lo más deslumbrante es el momento en que sus vitrales son atravesados por los rayos del sol proyectando una luz caleidoscópica que ilumina las alfombras persas y las caras de las personas que allí nos encontrábamos intentando obtener una foto, ataviadas con una sábana de flores colocada directamente en la entrada para ocultar nuestras siluetas.
La verdad es que esa luz hubiera podido ser casi mágica si los dos autobuses de turistas que entraron de golpe guardaran silencio y no se atropellaran entre sí para sacarse la típica foto de las vidrieras. Tenían solo quince minutos para esta visita. Adivinad quienes estaban allí…
Muy pacientes, nos sentamos en un bello rincón de la mezquita… sobre la alfombra, a esperar que el espacio se relajara para contemplar los pilares tallados en cuerda y los delicados azulejos vidriados cuyo color predominante es el rosa. En un descuidón, una vidriera se queda sola y me lanzo a la aventura de conquistar ese pequeño espacio para hacerme una foto a solas con cara de éxtasis teresiano…
Vislumbrando que el caudal de personas entrante no iba a disminuir… continuamos nuestra visita.
Sorteando el espeso tráfico llegamos cerca de la mezquita Vakil. Aparcamos la Taca y nos dirigimos a la bella puerta de entrada donde una hermosa joven estaba haciéndose una sesión de fotos ataviada con su colorido traje regional. Ante mi más que latente cara de curiosidad me propone hacernos una foto juntas que acepto encantada.
Cruzamos la puerta de azulejos rosados y nos topamos de bruces con el más absoluto silencio. La mezquita, que abarca más de 8.000 metros cuadrados, está prácticamente sola. Su patio interior decorado con un estanque callado de aguas verdosas rezuma sosiego y calma. Nos recreamos en el magnífico salón de la oración de invierno que se sustenta en 48 columnas en espiral talladas de un bloque de piedra, rematadas en hojas de acanto y dispuestas en diagonal para ofrecer una preciosa e hipnótica perspectiva. Me abruma su sencillez sorprendente.
Al salir desembocamos justo en el Bazar Vakil. Empezamos a caminar sin rumbo sus avenidas abovedadas de ladrillo pensadas para que el interior sea fresco en verano y cálido durante el invierno. Las tiendas de alfombras, cerámica, vidrio, joyerías, especies y ropa se van alternando con coquetas teterías y puestecillos de ricos Kebabs.
Nos dirigimos a la Madraza Khan, superviviente de varios terremotos, y la encontramos en obras. No obstante, sus intelectuales mullah siguen allí debatiendo sobre su bien y su mal mientras una niña da de comer a los patos.
Paramos para almorzar en un pequeño local que tiene sus mesas situadas en la avenida principal. Su especialidad son las espadas de pollo, ternera, asadura de cordero y verduras a la brasa. Todo realmente delicioso.
Una vez repuesto el cuerpo que no el alma, avanzamos para visitar el maravilloso jardín persa de Eram regentado por una lujosa casa histórica que se mira en estanque azulado rodeado de cuidadas flores fragantes. Es un espacio para la contemplación y el descanso. Las familias se esparcen con la merienda bajo los inmensos árboles del parque muy cuidado. Continuamos la visita para descubrir dos imponentes mausoleos a los que normalmente no se permite la visita de turistas pero, nos habrán visto cara de buena gente, la amable señora de enorme sonrisa de la entrada nos ha hecho una miniguía hacia el interior pidiéndonos absoluto silencio y nos ha permitido capturar algunas imágenes irrepetibles de auténtica devoción con rezos cantados hacia las tumbas de los imanes que se encuentran allí enterrados. La sala de oración está recubierta por millones de teselas de espejos perfectamente colocados para que no reflejen la imagen de los fieles evitando así posibles distracciones banales que los alejen de sus rezos.
Empieza a atardecer y la calima le da un barniz de oro viejo a todos los espacios visitados… El sol recorta los perfiles de las cúpulas en el horizonte y nos hace soñar que estamos en la ciudad de las mil y una noches… una vez más…
Es hora de descansar el día… mañana partimos de la bella Shiraz.
