Día 26 Irán “Descubriendo Persia” (Isfahan- Borujerd)
Aún nos quedan por contar tres o cuatro episodios para completar, desde la paz interior y la reflexión serena de quien vuelve de una aventura apasionante que te deja huella, nuestro viaje “Descubriendo Persia”.
Dejé de escribir una tarde abrumada por la belleza absoluta de Isfahán. Al día siguiente nos levantamos muy temprano para recorrer en moto, la fascinante Plaza del Imán.
Los amables guardianes de la entrada nos permitieron pasar con la Taca, abriendo la cancela, para que pudiéramos inmortalizar esos instantes inolvidables al amanecer. Todo se hace pequeño ante el poder evocador de la cultura persa.
Recorrimos sin prisa cada rincón ya vivido, con el corazón emocionado por ese pequeño privilegio que nos regalaron: “Cuéntalo, que nos conozcan en tu país” fue su única petición.
Rodar en silencio por esos espacios que rezuman magia oriental fue otro punto álgido de este viaje fascinante… su mezquita Loft Allh, la de Naghsh-e Shan, el palacio de Ali Qapu o su bullicioso bazar que aún estaba dormido. Éramos incapaces de salir de esa plaza que, poco a poco, iba despertando a la vida tomada por el vocerío inquieto de sus gentes. Al terminar el improvisado circuito, partimos cabalgando sobre la Taca con el alma atrapada en esos cientos de emociones que quedarán prendidas en el recuerdo y, seguimos hacia adelante. Nos despedimos con cierta melancolía de la ciudad volviendo, una y otra vez, la mirada atrás sin temer quedar petrificados por su perfil turgente…
Nuestra siguiente incursión sería hacia el Kurdistán iraní.
Sentíamos una ligera inquietud tras recibir noticias veraces sobre varias revueltas populares que se estaban propagando desde el sur incendiando el ambiente social de las aldeas donde la gente vive bajo mínimos. Las manifestaciones se expanden provocadas por el encarecimiento extremo de productos básicos, como el pan y el arroz, tras la guerra de Rusia contra Ucrania.
Por la carretera empezamos a ver grupos de cientos de humildes kurdos recorriendo la carretera, con su bandera enarbolada y concentrándose en los alrededores de pequeñas poblaciones. La ofensiva del presidente turco, Erdoğan, con amenazas al Kurdistán tampoco nos tranquilizaba demasiado. El conflicto iba acrecentándose hasta que el 21 de mayo se produjo el asesinato de un coronel de la Guardia Revolucionaria en Teherán.
Aconsejados por el sentido común alteramos una parte de nuestra ruta para evitar el inminente conflicto que bullía en la cercana frontera con Irak.
El pueblo kurdo es una etnia sin Estado repartida entre cuatro países: Turquía, Irak, Irán y Siria.
Son gente orgullosa de sus costumbres y modos de vida que anhela su independencia y la autonomía perdida con las dictaduras. Cada vez que nos deteníamos en algún poblado para repostar la Taca o tomar un té, se acercaban amablemente para preguntarnos qué nos parecía su país “el Kurdistán Iraní” y empezaban a relatarnos, en un perfecto inglés, los problemas ocasionados por el excesivo control del gobierno Chií de los ayatolás y su descomunal falta de libertad.
La zona del Kurdistán es tremendamente hermosa. Es una zona montañosa donde el río talla los fértiles valles y las carreteras zigzaguean las estribaciones de los montes Zagros siguiendo el trazado del terreno. La temperatura desciende considerablemente y nos obliga a cerrar las cremalleras de ventilación de nuestros trajes.
La nieve blanquea las cumbres y el asfalto se desgrana astillando los arcenes. Durante el recorrido nos cruzamos con puentes inacabados, inicios de autovías que mueren un kilómetro después, tramos de futuras carreteras con señalizaciones gastadas por el tiempo que quizás nunca vean el final… todo el Kurdistán iraní está en un limbo de precariedad que lo distancia del Irán hasta ahora conocido.
Conforme avanza el día el miedo vuelve a su guarida y seguimos disfrutando del camino con mariposas en el estómago ante el espectacular paisaje que se abre a nuestro encuentro y la emoción de recorrer lugares a los que no suelen mirar los “turistas” occidentales…
Fue un día de pocas fotos y muchos sentimientos encontrados, de mucho paisaje abrupto, de reflexiones internas y de observar con una mirada aséptica, libre de condicionantes culturales o sociales… un país que se desborda.
