Es una moto (la V7) que siempre me ha gustado porque representa el concepto que me atrae: máquina sencilla, naked, clásica, con buena autonomía (21 litros en algunos modelos) y ligera.
La he visto en directo (la V7 II) y me pareció simple, un pelo espartana, pero correcta. Bastante pequeña, me la imaginé muy manejable. Tiene las dimensiones de hace 40 años. El precio es atractivo (7.500 €).
Es fácil hacerse una idea de por qué no se ven:
Primero, representa un motorismo que ha desaparecido engullido por el aumento de prestaciones y capacidades de las nuevas motos. 48 CV hoy día echan para atrás al más pintado. Si no son capaces de hacer un 800 con 60 CV (la potencia ideal para esta moto), es que tienen problemas de resistencia/fiabilidad o de desarrollo.
Después, la distribución en España es muy débil y desorganizada. Yo la vi en un conce de mi ciudad que no es Guzzi, pero donde las venden por encargo. Al poco tiempo desapareció y el comercial me comentó que era un marrón tener una moto en depósito que no se iba a vender. Si quieres una, la pides por catálogo.
Estuve un tiempo interesado en ella y leyendo experiencias en foro Guzzi. Las conclusiones que saqué es que cumplía con el patrón del negocio neoclásico actual: tenías que gastarte el dinero en mejorar suspensiones y frenos a la que fueras un poco exigente. Y en cuanto a fiabilidad, las quejas más frecuentes que lei eran del cambio de las V7 anteriores a la V7 II (la V7 Classic y otras), duro, tosco y propenso a fallos, pero no en todas las unidades.
Normalmente, cuando uno compra una neoclásica después de una trayectoria larga con la moto, eso supone replegar velas y un paso atrás en prestaciones y capacidades. El problema es que la V7 es un paso demasiado atrás con una moto nueva, que podría ser mucho más redonda de lo que es y no tan tacaña en lo que aporta.