Supongo que hoy podría contaros muchas cosas del fin de semana y supongo que podría hacerlo de otro modo más literario y en un tono más desenfadado. Pero lo cierto es, que como hay a quien no le gusta como me expreso (eh, Pepe
) y estamos de acuerdo en que los modismos en desuso, los arcaísmos y las metáforas no siempre son fáciles de comprender, prefiero –al menos lo intentaré en esta ocasión- hacerlo de una forma más directa para que todos nos entendamos. Al fin y al cabo esa es la finalidad última del lenguaje.
Lo primero, felicitar a Fernando –nuestro querido “Lagartija”- y a Alfonso, NO por habernos brindado la posibilidad de pasar un inolvidable fin de semana o porque todo haya salido bien,
sino por el simple hecho de haberse tomado la molestia de dedicar su tiempo y su esfuerzo de forma desinteresada y pensando casi exclusivamente en que los demás nos lo pasáramos bien… Creo que eso de por si, e independientemente de cuál hubiera sido el resultado final o al margen de los posibles fallos o aciertos que hubiera podido haber, ya es motivo más que suficiente para darles la enhorabuena y agradecerles su trabajo. Si además el resultado final es como el que ha sido, entonces la felicitación es doble.
Finalmente y a pesar de los ausentes –se hechó especialmente de menos a Wata y a Savino :'( :'( -, nos hemos juntado allí catorce personas, cada una “de su padre y de su madre” y sin embargo todos Hijos de la Gran Ruta, más grande que nunca en esta ocasión. Y es que este fin de semana, catorce caras han paseado catorce sonrisas por cada palmo de tierra extremeña y portuguesa por las que han rodado nuestras monturas… Catorce sonrisas mantenidas desde el principio hasta el final y catorce kilométricas líneas de felicidad, trazadas sobre el mapa de carreteras, siguiendo cada una de las catorce diferentes rutas desde y hasta nuestras casas. Como resumen, yo me quedo con esto.
Supongo que también podría hablaros un poco de todos y cada uno de los que allí nos juntamos; de unos más y de otros menos, porque poco se puede conocer en tan poco tiempo y el tiempo que pasamos junto con los demás no lo repartimos entre todos por igual. De todas formas, poco o mucho, todo lo conocido fue positivo y a uno le hubiera gustado que el fin de semana durara una semana, para hacer más kilómetros de tierra, para ver algo más, para disfrutar más de nuestra afición, para reír más, para soñar más, para hacer nuevos planes, para explorar más pistas… y para descubrir nuevos caminos hacia el interior de cada una de las otras trece personas que había allí. Esa es la otra parte del trail –qué narices; de la vida- que más engancha.
Pero como no quiero aburriros, o conseguir que esto termine pareciéndose a un consultorio sentimental, o hacer de estas líneas una especie de manifiesto al amor universal –que seguramente harían vomitar a Wata allá en su exilio-, me conformaré con lo dicho… a falta de un par de excepciones.
Por un lado,
la increíble afición y el impresionante talante de Jodidoloco, a quien ni la distancia, ni la mala fortuna, ni la adversidad, ni todos los problemas que sufrió antes, durante y hasta después del encuentro –que “hay que verlo para creerlo”
-, consiguieron borrar de su cara esa sonrisa que paseó, como cualquiera de los demás, por media España y que en su caso particular multiplicó por mil su valor… Lo siento José María, pero te guste o no, lo hayas abandonado o sigas con ello, llevas y llevarás el mar en las venas; el mar y el espíritu de un marino de verdad… por más que pasees ese pedazo de corazón y toda esa humanidad por todos los secarrales de nuestra península. Ese –el tuyo- es el verdadero espíritu que debe llevar en su equipaje cualquier aventurero que pretenda ser llamado como tal, que no hay mayor aventura que la vida misma y ciertamente tu sabes cómo andar por ella.
Y por último, no puedo dejar de comentar
la camaradería, la paciencia y el interés por ayudar a los demás que TODOS y cada uno de los que allí estaban demostraron, en mayor o menor medida, a lo largo de todo el fin de semana. Si había que esperar, se esperaba; si había que empujar, se empujaba; si había que compartir, se compartía; si había que sacar a alguien del barro, se le sacaba; si había que arreglar algo, se arreglaba; si había que solucionar algo, se solucionaba; si había que prestar algo, se prestaba… si había que sonreír, se sonreía; si había que reír, se reía… Afortunadamente no hubo que llorar, pero no tengo ninguna duda de que si hubiera habido algún motivo, hubiésemos llorado todos juntos… Aunque poco faltó, porque desde luego, si algunos que yo me sé hubieran seguido pimplando y aún sin tragedia de por medio, la cosa hubiera terminado en hermanada sesión etilico-lacrimógena. En fin, algo había que dejar para la próxima, ¿no?
;D ;D ;D
Gracias a todos por este inolvidable fin de semana.
P.D.: ...ummm... ejemm... estoo... no quiero ser pesado pero
¡¡LAGARTIJA READMISION!!... eh Carlos, think about it, please.