ovejanegra
Curveando
Esto lo explico por aquí más que nada por contárselo a alguien y para que me pongáis a parir. También para reflexionar sobre la fragilidad del motorista y remarcar eso de conducir con los siete sentidos en el manillar.
Ruta interprovincial para gestiones personales que prefiero hacer en moto, me alegra el día y me libra del tedio de conducir el coche. Ida por la mañana, vuelta pasada la puesta de sol, entre las 18:00 y las 20:00. Esta vuelta es un recorrido de 100 km por carreteras comarcales que conozco bastante bien, he hecho el trayecto muchas veces.
Voy con mi T100, hace poco le he hecho una modificación y quería probarla. La Triumph tiene un faro convencional con bombilla halógena que yo sustituí por una potenciada Philips. Ilumina decente sin alardes. Además también había acabado de regular la altura del faro después de varios intentos y me di cuenta de que había dado con la posición perfecta: las cortas iluminaban bien sin deslumbrar, y las largas rompían la oscuridad más lejana sin dispersar la luz en el cielo. Perfectas, por fin.
La ruta atraviesa el Alt Penedés por carreteras interiores enlazadas por unas cuantas rotondas y algún desvío. Es un variado de trazados que tiene tramos divertidos, a veces estrechos y revirados, a veces anchos con curvas amplias. Es distraído, mucho más que la aburrida 340 y no digamos ya que la AP-7, la jungla de asfalto desde que no hay peajes.
Pues bien, voy trazando curvas conocidas contento con el haz de luz del faro. Voy cambiando de cortas a largas según el tráfico y bien. Me animo. Empiezo un tramo familiar de carretera ancha y pongo las largas. Acelero y acabo en quinta. Satisfecho, fluido, deslizándome. Qué bien ronronea el motor, la moto y yo nos gustamos. Salgo de una curva amplia y debía ir a 80 - 100, confiado y tranquilo. Disfrutando. Pero entonces veo un destello un poco más allá del haz de las largas.
Y de pronto caigo en la cuenta: a 50 metros como máximo hay una rotonda que no vi en la lejanía... claro, siempre ha estado ahí... ¡y no está iluminada! Aprieto ambos frenos como si no hubiera un mañana y veo como la acera circular se agranda amenazante. Pienso que es el día de besar el suelo, me tocaba. Os juro que me vi haciendo trail por el círculo central.
En estas el freno trasero clava rueda, la moto empieza a culear y aplico ABS a pedal. Me invade un olor a goma quemada. El freno delantero gracias a dios (y a la pinza potenciada de tres pistones) no clavó rueda y consigo controlar la moto. La paro justo en el borde de la rotonda y casi me como un pilón de plástico. Me he desviado un poco, pero estoy más o menos en buena posición. No viene nadie por detrás y justo cuando me detengo, un coche pasa delante mío por la rotonda e imagino los descojones a mi costa.
La moto ni se ha calado, estoy entero, todo parece en su sitio. No me ha dado tiempo de pensar mucho, solo la idea de que ese era el día de besar el suelo y reventar la moto. Pero no. Me di cuenta de que había pasado en unos segundos de tener lesiones, llamar a la grúa por los restos, llamar a mi mujer para tranquilizarla (a poder ser), a seguir como si no hubiera pasado nada.
Tuve mucha suerte, no sé si por llevar las largas mejor reguladas, por haber reformado el ciclo de la moto, o porque estaba mi ángel por ahí rondando, pero el descuido y la relajación me podrían haber salido muy caros. Me he caído muchas veces, sin embargo hacía años que no besaba el asfalto. Esta vez pensé que me tocaba de nuevo, lo tuve muy claro. Me libré por los pelos.
Esto de la moto es algo serio y yo a veces me lo tomo un poco a chunga. Algún día lo pagaré. No hagáis lo mismo.
Ruta interprovincial para gestiones personales que prefiero hacer en moto, me alegra el día y me libra del tedio de conducir el coche. Ida por la mañana, vuelta pasada la puesta de sol, entre las 18:00 y las 20:00. Esta vuelta es un recorrido de 100 km por carreteras comarcales que conozco bastante bien, he hecho el trayecto muchas veces.
Voy con mi T100, hace poco le he hecho una modificación y quería probarla. La Triumph tiene un faro convencional con bombilla halógena que yo sustituí por una potenciada Philips. Ilumina decente sin alardes. Además también había acabado de regular la altura del faro después de varios intentos y me di cuenta de que había dado con la posición perfecta: las cortas iluminaban bien sin deslumbrar, y las largas rompían la oscuridad más lejana sin dispersar la luz en el cielo. Perfectas, por fin.
La ruta atraviesa el Alt Penedés por carreteras interiores enlazadas por unas cuantas rotondas y algún desvío. Es un variado de trazados que tiene tramos divertidos, a veces estrechos y revirados, a veces anchos con curvas amplias. Es distraído, mucho más que la aburrida 340 y no digamos ya que la AP-7, la jungla de asfalto desde que no hay peajes.
Pues bien, voy trazando curvas conocidas contento con el haz de luz del faro. Voy cambiando de cortas a largas según el tráfico y bien. Me animo. Empiezo un tramo familiar de carretera ancha y pongo las largas. Acelero y acabo en quinta. Satisfecho, fluido, deslizándome. Qué bien ronronea el motor, la moto y yo nos gustamos. Salgo de una curva amplia y debía ir a 80 - 100, confiado y tranquilo. Disfrutando. Pero entonces veo un destello un poco más allá del haz de las largas.
Y de pronto caigo en la cuenta: a 50 metros como máximo hay una rotonda que no vi en la lejanía... claro, siempre ha estado ahí... ¡y no está iluminada! Aprieto ambos frenos como si no hubiera un mañana y veo como la acera circular se agranda amenazante. Pienso que es el día de besar el suelo, me tocaba. Os juro que me vi haciendo trail por el círculo central.
En estas el freno trasero clava rueda, la moto empieza a culear y aplico ABS a pedal. Me invade un olor a goma quemada. El freno delantero gracias a dios (y a la pinza potenciada de tres pistones) no clavó rueda y consigo controlar la moto. La paro justo en el borde de la rotonda y casi me como un pilón de plástico. Me he desviado un poco, pero estoy más o menos en buena posición. No viene nadie por detrás y justo cuando me detengo, un coche pasa delante mío por la rotonda e imagino los descojones a mi costa.
La moto ni se ha calado, estoy entero, todo parece en su sitio. No me ha dado tiempo de pensar mucho, solo la idea de que ese era el día de besar el suelo y reventar la moto. Pero no. Me di cuenta de que había pasado en unos segundos de tener lesiones, llamar a la grúa por los restos, llamar a mi mujer para tranquilizarla (a poder ser), a seguir como si no hubiera pasado nada.
Tuve mucha suerte, no sé si por llevar las largas mejor reguladas, por haber reformado el ciclo de la moto, o porque estaba mi ángel por ahí rondando, pero el descuido y la relajación me podrían haber salido muy caros. Me he caído muchas veces, sin embargo hacía años que no besaba el asfalto. Esta vez pensé que me tocaba de nuevo, lo tuve muy claro. Me libré por los pelos.
Esto de la moto es algo serio y yo a veces me lo tomo un poco a chunga. Algún día lo pagaré. No hagáis lo mismo.
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