10 de mayo
Civitavecchia - Anzola dell’Emilia
358 kms
UNA GASOLINERA MÁGICA
He sobrevivido a la noche.
Poco antes de tomar tierra empieza a llover.
Los trámites aduaneros son muy fáciles y cómodos.
Me acerco al faro de la ciudad, que lo dejé pendiente a la dia.
Por si alguien no se ha dado cuenta aún, hago colección de faros ?
Voy enfilando hacia casa con alguna paradita aún, nada de ir del tirón.
A ratos llueve y a ratos no.
En una de las ocasiones en que lo hace con ganas paro en una gasolinera solitaria para enfundarme el impermeable.
No hay nadie.
Atiendo una llamada de trabajo, mientras bebo y pico algo de comer de lo que llevo en la moto..
De repente hay una señora, fumando, a mi lado.
Caramba, qué susto me ha dado.
Como llevo un rato en las instalaciones, voy lleno de gasolina y no he hecho gasto, entro para comprar una lata de aceite, que es el capricho de mi moto.
Voy a pagar y me cobra un aceite mucho más caro.
Rectifica.
No funciona mi tarjeta.
Prueba con ésta.
Pruebo con este datáfono.
Que sí.
Que no.
Finalmente se resuelve la transacción.
Me voy a ir y me invita a un café.
Acepto.
Tiene una preciosa máquina de café, pequeño y rico, que no pega con la sobriedad del resto del establecimiento.
Me escribe Lendakari informándome de que ha habido un atentado en Túnez.
A buena hora he salido.
Hablamos un poco de lo malo de la guerra y la religión.
Resulta ser una chica muy amable, muy maja.
Lleva puestos dos pares de gafas, unas rojas y otras azules. Las dos a la vez. No me quise fijar más en cómo diantres hacía eso porque me entraba la risa y no era plan.
Se estaba tan a gusto en esa gasolinera aislada que no me hubiera extrañado si se hubiera puesto a nevar, como en las bolas de cristal que tienen un castillo dentro. Pero con una gasolinera.
Cuando le digo que me cobre el café, se ofende.
Me hubiera quedado toda la tarde.
Arranco la moto totalmente impermeabilizado y escampa. He reservado hotel a las afueras de Bolonia a donde llego entre arcoíris, tormentas y soles.
En el hotel se acerca a saludarme Fabrizio, que habla castellano.
Conoce a un cocinero vasco.
Es una bonita carta de presentación.
No hay restaurante en el hotel (que está a las afueras, ya te lo he dicho) pero la recepcionista me sugiere que pida una pizza, me la traigan y ella me facilita el salón para comerla.
Pero Fabrizio cree que no es buen plan para mí.
Aunque esté lloviendo y me vaya a mojar, a 5 minutos con la moto conoce un restaurante donde le conocen. Estas recomendaciones son las buenas.
Llama.
Que no hay sitio.
Que soy Fabrizio y tengo aquí un amigo vasco.
Que a qué hora llego.



Ciertamente, un acierto.
Grazie Fabrizio.
