Re: ankor on tour 2004. ESTELLA. (Navarra).
Esta mañana ha ocurrido lo inevitable.....el duende de la lluvía salió a nuestro encuentro. Él tampoco quería perderse este viaje y deseaba ser parte de nuestros relatos.
Amaneció el día con un cielo encapotado que cambió su tono gris del día anterior por un tono negro oscuro.
A la vera del Hotel Sánchez el Río Ara indicaba que la noche había sido fuerte, sus aguas bajaban revueltas y su cauce era más abundante que el que habiamos dejado la tarde anterior. Sus aguas golpeaban violentamente los tajamares del puente como si les costase introducirse entre sus arcos.
Así que preparamos todo el equipo para evitar que se nos mojen nuestras pertenencias. Tomamos la carretera hacía Boltaña para pasados unos kilómetros desviarnos hacía Sabiñánigo por una carretera no mucho más ancha que un coche.
La lluvía era persistente, el asfalto húmedo y rugoso y la carretera angosta y revirada. El terreno más útil para nuestra Gs que se comporta de maravillas en estas condiciones. Los Michelin Anakee me devuelven la confianza que en ellos deposito y van como la seda a pesar de lo descrito.
Esta carretera ha sido de lo más bonito del día. Apenas nos cruzamos con cinco vehículo en todo el recorrido de más de cincuenta kilómetros. Ascendemos hasta el Collado de Gállego de apenas 1300 metros de altitud, pero el cielo parece haber tocado la tierra y en su cumbre discurrimos envueltos entre las nubes que apenas nos dejan ver algunos metros más adelante.
Cada barranco se convierte en un improvisado riachuelo, por el que el agua corre en busca del Río Ara. El espectáculo en verde es sobrecogedor, en lo alto del Collado las piedras se tapizan de un manto de musgo que ocupa todo el espacio que dejan las coníferas.
Son testigos de nuestro paso ovejas y vacas que pastan solitarias los prados inmensos. Su preocupación por nuestra presencia es más bien escasa, a penas una mirada y a continuar con la tarea.
La señalización de la carretera nos indica que lo que hoy es agua en algunos meses será hielo y nieve.
Salimos a la N-330 para encontrar Sabiñánigo, que apenas recorremos sin bajar de la moto más que para calentar algo el estómago con un café con leche y para alimentar también a la Gs que se había quedado seca del ascenso anterior.
Desde Sabiñánigo alcanzamos Jaca, donde si paramos para recorrer un rato sus calles, ver sus monumentos e iglesias. El duende de la lluvía decide hacerse más presente y la cantidad de agua nos hace refugiarnos bajo los soportales hasta que amaina levemente.
Aún a pesar de la lluvía en el horizonte, hacía el Oeste aparece un cielo azul con algunas nubes blancas que me incita a acelerar en busca del sol.
Cruzamos Huesca, entramos en la provincia de Zaragoza y cuando nos vamos aproximando al embalse de Iesa al fin encontramos el azul celeste y el sol. Hemos vuelto a ganar la partida a la lluvía. En medio de la llanura bordada de cordilleras, dividida en su centro por el paso del Río Aragón tenemos ante nosotros el embalse de Iesa. Gracias al sol, los intensos colores del paisaje, vuelven a mostrarse en plenitud abandonando el tono gris que habíamos observado hasta ese punto.
Aquí encontramos un paisaje casi lunar, de terrenos sedimentarios por lo que el paso de la acción erosiva del agua se hace mucho más que evidente. Las colinas y laderas parecen pezuñas gigantes en los que los zurcos del agua forman uñas afiladas.
Paramos a tomar fotos de un caserío en el que sólo la que fue su Iglesia mantiene la cubierta y la torre, todas las demás construcciones han sucumbido al abandono y al paso del tiempo. Mientras nos detenemos una bandada de cuervos levanta el vuelo de los pinos cercanos al caserío cubriendo el cielo en una imagen digna de una película de Hitchcock.
Pasado el embalse, nos desviamos cinco kilómetros para acercanos a contemplar el Castillo de Javier. Lo encontramos en proceso de rehabilitación, pero aún ni las grúas ni los andamios consiguen tapar su belleza y magnitud.
Nuestra próxima parada Sangüesa donde un pequeño recorrido nos enseña varias joyas del arte románico, en especial la Iglesia de Santa María situada justo en la ribera del Río Aragón cuyo puente de hierro da entrada al pueblo.
Ya no pararemos más hasta Estella (Lizarra), salvo para tomar alguna foto del paisaje que se nos presente en ruta. Cruzamos llanuras inmensas, delimitadas tan a lo lejos que hasta sus montañas pierden entidad ante tanto terreno. Vemos las tierras labradas por la mano del hombre, preparadas para recibir la simiente de la que nacerá una nueva cosecha. Tierra de un marrón tan intenso que parecería roja, dibujada de trazos de arado de formas diferentes, casi caprichosas.
Aquellas tierras que no están labradas se hallan ocupadas por viñedos, algunos aún sin vendimiar y otros recién en vendimia.
En San Martín de Ux el aroma a mosto, a vino en fermentación que expide la cooperativa del lugar lo invade todo y nos despierta los sentidos. Esta noche para cenar, un vinito de la comarca.
Llegada a Lizarra, tierra de reyes, ciudad fundamental de un reino también fundamental en la Historia. Como siempre, hemos recorrido sus calles, sus rincones, monumentos, Iglesias, plazas y baretos.
Tomamos fotografías para recordar por siempre nuestra presencia. Caminado por la Plaza del Fuero para comprobar que la natalidad de esta región está a salvo, plagada de criaturas de todo tamaño y edad que juegan junto a sus padres y abuelos. Bella estampa que habla de pasado y de futuro mientras son contemplados por monumentos románicos de edad casi milenaria.
Mañana habrá más.
Nos vemos en ruta.
