DavidRC dijo:
Enciso, lo has clavao!!!!!
Posiblemente no, David.

Pero intento aportarle a Juan un poco de luz en un problema, que quien lo haya padecido o lo este padeciendo, podrá decirte que no le ve solución. Y lo bueno del asunto, es que Si tiene solución y esta no pasa precisamente por las pastillas milagrosas. Como bien dice la chica de alquer, ... "a veces un poco de autoconsciencia y un poco de valor"... son suficientes para ir poco a poco superando la ansiedad.
Un profesor mío la describía como El Síndrome del Primogénito y nos ponía como ejemplo para que lo entendieramos, lo siguiente:
"Hubo una vez una pareja que se casó y a su tiempo tuvieron un hijo. Fue su alegría. Cuando vino al mundo, todo fueron parabienes y algodones. El niño era feliz y crecía fuerte y sano. Sus padres andaban siempre detrás de él con todo su amor y cuidado. El niño siempre hayaba consuelo en ellos cuando se hacía daño o se hería. Si algo de comer no le gustaba mucho, mamá procuraba endulzarlo de alguna manera. Era un niño feliz, en definitiva.
Pero un día, al cumplir los tres años, a mamá empezó a crecerle la barriga y le contestaron a sus preguntas curiosas con un... vas a tener un hermanito... El, no supo de momento si aquello era bueno o malo. Pero si tuvo claro, o al menos empezó a vislumbrarlo, que para él se había acabado la infancia tal como la conocía. Porque empezó a oir frases de sus padres como por ejemplo: - Ahora tu eres el mayor y tienes que cuidar de tu hermano. - Los niños mayores no lloran. -Los niños mayores, esto y lo otro... parecía que sus padres se hubieran olvidado que tenía solo tres años.
El, que adoraba a sus papás y creía todo cuanto le decían, se propuso cumplir con ese nuevo rol que le habían impuesto. El intentaría efectivamente ser mayor y llegaría a imponerse una autodisciplina que le permitiera agradar a sus padres. Pero lejos de recibir recompensa alguna por sus esfuerzos para agradarlos, a veces solo recibía reprimendas importantes por cualquier travesura, o le recriminaban con un... ¡parece mentira que seas el mayor!.
Iba creciendo. Ya tenía cinco años y había empezado el colegio. De momento le iba bien, pero no entendía que tuviera que ser arquitecto, cuando él lo que quería ser sobretodas las cosas era Spiderman. ¿Arquitecto? ¿Qué era un arquitecto?. En casa las cosas no iban mucho mejor. El, que ya llevaba dos años siendo mayor, procuraba satisfacer a sus padres en todo lo que podía. Se fijaba mucho en las tareas habituales, pero no entendió a su mamá cuando al intentar poner la mesa para comer como haría un niño mayor, se puso histérica al verle con la porcelana en las manos. --¡Se te van a caer los platos! -- No mamá, yo puedo. --¡Déjalos, todavía eres pequeño y se te van a caer!...
¡Qué contradicción!, ¿verdad?. No entendía nada. Poco a poco, sin embargo, se fue cargando de responsabilidad y responsabilidades su infantil espalda. Y cuando cumplió 8 años de edad, le ocurrió una cosa una noche que más tarde y a lo largo de los años, le ocurriría cientos de veces. Se despertó en medio de la noche, envuelto en un sudor frío, con algo que le oprimía el pecho y no le dejaba respirar. Corrió al dormitorio de sus padres y los despertó. ¿Qué te pasa?. Tengo que estudiar el examen de conocimiento de mañana. Pero si estuviste haciéndolo esta tarde y te lo sabías muy bien. No mamá, no me lo se y seguro que suspendo... y aquella angustia y aquella opresión en el pecho continuaban. Cuando su padre se despertó, por fin, lo mandó a la cama a dormir con cajas destempladas. ¡Niño este, siempre intentando llamar la atención!
Nunca más volvió al dormitorio de sus padres. Cuando se despertaba con aquél sudor y aquella opresión, los sufría en silencio en su cama, porque el quería ser perfecto porque eso era lo que querían sus padres. Que supiera valerse por si mismo. A partir de entonces, ordenó su vida. Le insufló rutina. Se autodisciplinó. Y aunque perdió la alegría propia de los niños, sus padres se sentían muy orgullosos de tener un primogénito con once años, tan serio, tan formal, tan educado, tan ordenado, tan límpio..... ¡Un hombrecito, vamos!. Como Dios manda..."
Cada cual se imagine a este hombre para darle final a la historia. Una cosa está clara. Habrá cambiado a sus padres por sus jefes, o por sus amigos. Pero de cualquier manera, o todo es perfecto, rutinario, previsible, serio y exacto, o se enfrentará a una nueva noche de sudor frío y opresión en el pecho.
Quitarle importancia a las cosas y permitirse mear de vez en cuando fuera del tiesto, es el único camino para empezar a "pasar" un poco de todo. Creerse de verdad, que el mundo no está lleno de jueces espectantes permanentemente por ver que hacemos, para juzgarnos severamente si lo que hacemos no es perfecto. Desinhibirse, y dejar para mañana lo que tengamos que hacer hoy. Pecar de vez en cuando...
Vsssssssssssssssssssssssssss