...ya estamos con las discriminaciones, como siempre.....TIENEN QUE SER VERDES...!!!!..no pueden ser rojos o negros, o grises......., no, no...tienen que ser VERDES...!!!!!...AJJJJJJ...........creo que eso te viene de un problema de tu infancia, en el que seguramente tuviste algún trauma familiar que no has logrado superar todavía...y te traiciona tu subconsciente una y otra vez...................por cierto.......¿tu padre no vestiría de verde, no?..............:cheesy::cheesy::cheesy:
En el clavo has dado, casi como visionario que eres. Los extraterrestres son verdes y llevan tricornio. Mi primer avistamiento fue allá por el año 1968, si mal no recuerdo. Pero antes de que te lo cuente debo de hacer historia y así podrás entender aquella experiencia que a pesar de los años todavía guardo viva en mi memoria.
Mi más tierna infancia transcurrió acuertelado en aquéllos edificios costeros que el Ministerio de la Gobernación dispuso para preservar nuestros límites marinos de contrabandistas, piratas y gente de mal vivir. Los cuarteles del famoso cuerpo inaugurado por el Duque de Ahumada disponían a su entrada de signos altivos que recordaban, a quién allí se acercase, que gente de ley vivía dentro de sus muros. "Todo por la Patria" rezaba la leyenda que coronaba la entrada de un cuartel que, por pequeño, no más de 7 u 8 famlías lograba albergar.
En aquel año de 1967, mi padre se permitió un lujo y trajo a casa un televisor. Era el invento de Marconi el más avanzado sistema de entretenimniento que a aquel lugar escondido entre un bosque de pinos mediterraneos a su espalda y el mar al frente, había llegado en años.
Recuerdo el júbilo que ese gran invento acercó a la familia nuestra y a la de los vecinos que habitábamos aquel cuartel de costa también. Pronto nos acostumbramos a las series y programas de la época, que devorábamos como si los mejores directores que el invento de Lumiere haya dado, dirigiesen con maestria para dejarnos boquiabiertos por muy blanco y negro que aquel Telefunken Cruz del Sur proyectase las ficciones y realidades que se producían fuera de nuestro acuertalamiento.
Una de las series que más nos maravillaban a los escasos infantes que habitábamos el lugar, era "Viaje al fondo del Mar", con el submarino CView, con el almirante Nelson, el capitán Lee y sobretodo, con el comemarrones del sargeto Kowalski. Cada sábado, sin perdernos uno desde que la tele llegó al hogar, nos sentábamos frente a la pantalla para disfrutar de una tarde de aventuras submarinas despúes del programa concurso Cesta y Puntos, del que todos los que superáis la cincuentena recordaréis con cariño.
Un sábado cualqueira de aquel julio de 1968, nosotros, los telespecatores ya saboreábamos la emisión de nuestro programa favorito. La tarde, a pesar de la amenaza de tormenta, se presentaba ideal: bocata de chorizo y vaso de leche rodeado de amigos. Ni los gintonikos de Parodri superan tan magnífica reunión.
Ya habíamos empezado a ver aquel episodio, cuando en el exterior se desató un verdadero huracán, que años más tarde aprendí se le llama gota fría. El viento azotaba con tal fueza que los crecidos eucaliptos que al frente del cuartel había plantados se cimbreaban como débiles juncos. Los truenos se hacían notar como barrenos que amenazaban derrumbar los muros del cuartel, los relámpagos iluminaban la negrura de aquel atardecer con repicantes flashes de luz blanca. Burruuumm, y otro trueno, y uno más, y un relámpago y otro. Cuando de repente, Zas!!, se fue la luz.
Nos asomamos por la ventana y vimos como los cables de alta tensión que alimentaban de corriente el cuartel y lo que es más importante, nuestro televisor, se habían enredado las dos fases que nunca se deben de tocar. Los cables se pusieron al rojo, soltando enormes chispas de cobre fundido que caían al suelo como en una fundición de acero.
En esto, y mirando aquella imagen que a mi edad me pareció dantesta, vi aparecer a un ser que en la negrura me pareció de otro mundo. Tenía un brazo normal, como el de un ser humano cualquiera, pero el otro brazo era larguísimo y aunque en el hombro parecía normal, al llegar a cierto punto su brazo se hacía más fino hasta alcanzar, yo diría que unos 3 metros. Su cabeza era muy extraña, le salían como dos antenas laterales que en la oscuridad no supe distinguir bien sus formas concretas, pero se me antojaron que no formaban parte de su cuerpo, sino más bien de un casco de algún ser venido del espacio exterior.
A mis 9 años aun sin cumplir, me asusté enormemente con la visión de aquel ser. Me fui hacia mi madre que, como nosotros, observaba los acontecimeintos que ocurrían en el exterior. De repente, en uno de aquellos terribles destellos producido por un relámpago que quiso más singularidad que el resto, vi con claridad de quién se trataba: era mi padre que vestido de guardia civil con su tricornio habitual y portando una pértiga que instantes antes pensé formaba parte de un largo brazo endemoniado, se disponía a dar un golpetazo a los dos cables de alta tensión que continuaban enganchados.
Aún recuerdo aquel acontecimiento de forma viva, mi padre pértiga alzada golpeando los cables mientras las chispas le caían en su tricornio yn en sus hombros proporcionándole una imagen de héroe espacial. Mi madre gritando como loca: déjalooo, ten cuidado, ven, no sigas, mientras mi padre golpeaba una y otra vez los cables... Hasta que de repente, las bombillas que se habían quedado inertes cobraron vida y la tele, nuestra tele siguió deleitándonos con sus series y entretenimientos infantiles del sábado tarde.
Amigo, eso era un extraterrestre porque tal heroicidad no puede ser de este mundo y responde más a fuerzas extraterrenas. Así que, sí, un extraterrestre es verde y lleva tricornio. Al menos, los buenos, el que yo conozco.

