Circulo por el autopista en pleno agosto por el carril lento. Una caravana de coches separados por tres o cuatro metros avanzan por el carril de en medio delante mio. El carril de la derecha está vacio delante de mí. Si quiero adelantarlos, tengo que hacer dos cambios de carril y volver al derecho con otros dos. Si no, les tengo que pasar por la derecha por mi carril, cosa que es totalmente posible, pero peligrosa y multable.
En la misma autopista, adelanto a un par de coches que van por el carril de en medio y vuelvo al mismo porque estamos adelantando a un camión. Como salida de la nada, veo una furgoneta granate metalizada que se pega detrás mío a un metro largo. En lugar de adelantarme por el tercer carril, se limita a pegarse como una lapa tan cerca que ni veo su parabrisas. Hasta que no vuelvo al carril derecho no me pasa y sigue su camino como si nada.
Estoy parado en una incorporación a la ronda de mi ciudad. El tráfico es denso en ella y estoy esperando el momento para salir e intercalarme entre los coches con seguridad. De pronto, veo por el retrovisor un Seat León blanco que viene hacia mí a gran velocidad por la misma incorporación. En vez de frenar para esperar detrás mio, acelera, me pasa por el arcén a unos 80 Km/h, y se mete en el primer hueco entre dos coches que lo miran atónitos.
Voy a buscar a mi hijo a las dos de la madrugada una vez acabada la fiesta de verano en mi ciudad. Me acerco a la rotonda que tengo al lado de mi casa, aminoro, y como veo que está libre, doy gas para meterme en ella. De pronto un destello me hace frenar y clavar las ruedas instintivamente. Un compacto VW blanco me sale por la izquierda como una exhalación, sin parar ni aminorar, y cruza la rontonda a gran velocidad como si no existiera. Un poco más y se lleva mi morro puesto.
Voy en moto con mi compañera, una salida corta por la provincia para no castigarla. Volvemos por una comarcal y voy adelantando coches que me encuentro. De pronto, veo en la lejanía un Seat Ibiza plateado que se nos acerca a gran velocidad. Intenta seguirnos en las curvas y lo consigue, no voy a degüello ni ganas de hacerlo. En una recta se nos acerca a mucho menos de la distancia de seguridad, le hago ademán para que nos pase, no voy a ir más rápido de lo que ya voy. No lo hace y se queda detrás nuestro hasta el próximo pueblo. Eso sí, en la travesía del pueblo de pone a 70 u 80 y nos pasa como un rayo con nosotros a 50. Mi mujer me pregunta que si es gilipollas. Yo ya no le contesto.
Todo esto que os he contado no me ha pasado en Italia. Me ha pasado aquí, y en los últimos cuatro días. Y no vivo ni en Madrid ni en Barcelona. Podría seguir contando miles de incidentes de este tipo que me pasan todos los días, pero ya estoy acostumbrado, creo que todos lo estamos y tenemos un poco de memoria selectiva.
Este verano he conducido 1.500 Km por el norte de Italia: Florencia, Génova, Roma... y ahora mismo no recuerdo ningún incidente de este tipo en el viaje, pero a lo mejor he tenido suerte o no me he fijado bien. Tampoco he visto accidentes.
Cuando habláis del sur de Italia y de lo cafres que son, yo me lo imagino más o menos como mi ciudad. Os aseguro que yo no tengo ningún miedo a conducir por Italia. Ya conduzco todos los días por aquí.