Que sí, que ya se que esta salidita dominguera no es digna de ocupar espacio en nuestro subforo del subforo del foro, pero…… ¡qué se le va a hacer!, como no tengo novedades de mayor peso específico, pues eso, que la cuelgo para el público conocimiento de los “coleguillas” cordobeses y asimilados.
Salida a las once, tal vez un poco antes, ciertamente que algo tarde, pero es que no había muchos km. por delante y además de eso, antes he tenido que hacer el desayuno, tender la ropa y alguna que otra cuestión doméstica más. La verdad es que uno cumple a rajatabla con su débito conyugal, que conste que no me estoy refiriendo a lo que estáis pensado, “so cochinos.”, que “pa lo otro” siempre hay momentos.
Pues eso, que con un día espléndido por delante comenzamos, mi jefa y yo, nuestra pequeña aventura hacia las sub-béticas tierras de Zuheros.
Hacía casi un mes que no salíamos con la moto y ésta parecía regocijarse con la iniciativa. Su ronroneo bronco pero acompasado, era como una canción, como un bolero entrañable al que le ponía fondo el inigualable paisaje que a nuestros ojos iba desfilando. Primero la olorosa campiña, regada por las últimas lluvias de días pasados, realmente hay pocas cosas tan embriagantes como lo es el olor a la tierra húmeda, y luego abruptas siluetas entrecortadas en las que el radiante sol otoñal dibujaba formas caprichosas y hasta en cierto punto fantasmagóricas. Todo un concierto de sensaciones por explorar para los sentidos ávidos de ellas.
Una paleta de colores, ocres, amarillos, verdes en sus múltiples tonalidades y azul, un azul infinito que pintaba el cielo que nos cubría, matizado por algún trazo de un blanquecino lechoso. Pero sobre todo, como anfitrión generoso, el dorado aurífero de nuestro sol cordobés.
A todo ello se unía, para completar la puesta en escena, el suave murmullo de las ruedas en su deslizar por un buen, casi mullido, asfalto y sobre ello, como pareja de baile, el rumor del viento en el casco y la música, que no de otra forma se podría calificar, del motor.
Salida por Chinales, carretera de Granada y horizontes por desvelar. A lo largo del camino nos hemos cruzado con una cantidad ingente de motoristas. Posiblemente constituyen las avanzadillas de los que regresan del Raider de Sierra Nevada. Como siempre, algunos, ciertamente la mayoría, saludan, o responden a mi saludo, a los otros, pues que les vaya bonito. ¡Jo!, ahora que recuerdo, hasta les he puesto las ráfagas a la pareja de la benemérita, lo cual me ha costado un ostensible golpe en los riñones por parte de mi mujer.
Zuheros, una de las incontables joyas de Córdoba, posiblemente, fuera de la capital, de las más hermosas de estas tierras, enclavada en la falda de una modesta, pero altiva sierra. Se diría que a medio camino entre la tierra y el cielo. Abrigada por abruptos peñascos que se elevan y se elevan por encima de sus edificio. Blancos sobre blancos, blancos sobre verdes y blancos sobre tintes rojizos de tejados de barro, pero sobre todo, el blanco.
La carretera se empina y retuerce sobre si misma, se pierde entre olivares cuajados de frutos para volver a renacer poco después y se repite la misma canción una y mil veces más, hasta llegar al pueblo. Velocidad muy limitada no sin causa y un tráfico denso que frecuentemente es detenido por agentes de la autoridad.
Ya llegando a la entrada de la localidad los vehículos tetra ruédicos son desviados hacia un olivar, en el que tendrán que buscar alojamiento. Por suerte a las motos (muchas) las dejan subir, pero nos advierten que habremos de dejarlas en una cooperativa aceitera que hay al principio. El pequeño y coqueto pueblo está tomado a más no poder. Como es normal, no hago caso de las indicaciones municipales y me cuelo por las callejuelas tremendamente empinadas de Zuheros, hasta llegar prácticamente el palpitante corazón de la antigua frontera nazarí. Allí, de forma poco explicable por inédita, encuentro un lugar donde aparcar. Cosa que hago, pero con algo de miedo, ya que la plaza localizada está en pendiente, pese a todo no dejo pasar la oportunidad. En el hueco que quedaba aparcaron acto seguido varias motos más, lo cual me dejó fehaciente constancia de lo respetuosos que somos los motoristas para con las normas de la autoridad.
Y de allí, una vez despojados de cascos, guantes y chaquetas (que buen invento ese de las maletas) a la feria del queso. ¡Ah! ¿qué no lo había dicho?, pues sí, este fin de semana se ha celebrado la susodicha feria. Yo pensaba que sería alguna celebración local de poca monta, pero… ¡caray con la celebración!.
Una gran explanada empedrada de corte rectangular junto a un mirador sobre el valle, rodeada de murallas almenadas, era el lugar escogido para la misma, posiblemente el único lugar en llano de la localidad. Numerosos tenderetes representativos de toda la geografía española y cargados de olorosos productos de denominación, ocupaban los laterales de la misma.
Para la degustación era necesario adquirir un bono, por lo que pronto empezamos a sufrir, ya que para dicha adquisición tuvimos que esperar una larga cola. Luego al recinto, en donde no cabía ni un alfiler y colas y más colas hasta que llegabas al mostrador de los estantes. Como es normal, yo, que por naturaleza odio las masas, no aguarde turno en ninguna de ellas, eso corrió a cargo de la señora, más ducha en estas lides. También he de decir en mi descargo que de las ocho degustaciones solo probé una, pues mi punto fuerte culinario no es precisamente el producto de la leche cabreña. También habré de redundar en mi descargo que cargué durante todo el recorrido (más de dos horas) con las tres bolsas de quesos que adquirió la sufridora. No veáis como se clava al cabo del tiempo las asas de las bolsitas en la muñeca.
A medida que pasaba el tiempo la asistencia, aunque parezca imposible, se iba incrementando y ya las colas y la densidad se tornaban en insufribles, de modo que pensamos en dar por concluida nuestra aventura quesera.
Sobre las dos y media “posmeridian” tomamos el camino de retorno, aunque esta vez con más premura de tiempo, abandonamos la opción de la carretera secundaria y tomamos la autovía Córdoba-Málaga.
Motos y más motos durante todo el trayecto y un día fantástico, aunque pasado por queso.
http://www.zuheros.es/portada.htm
Un saludo
Juan Luis