La ballena azul.
Con una longitud que puede alcanzar hasta 33 metros y un peso de alrededor de 150 toneladas, la ballena azul
-Balaenoptera musculus-, el coloso por antonomasia de los océanos, es el animal más grande que ha existido en la Tierra, algo que no obstante no le ha impedido acercarse peligrosamente a desaparecer.
Estos gigantes han abundado en los océanos de todo el mundo hasta principios del siglo XX. Se calcula que antes del comienzo de la caza comercial de ballenas, algunas de sus poblaciones, como la presente en la Antártida, podía situarse entorno a los 250.000 ejemplares. Sin embargo, a lo largo de principios y mediados del siglo XX, cuando la industria ballenera alcanzó su máximo apogeo, decenas de miles de ballenas azules fueron cazadas, principalmente por su grasa y aceite, empleados para múltiples propósitos.
Así, tras la introducción de buques factoría a vapor en 1925, modernizados con rampas a popa y otros elementos que supusieron un salto cualitativo en la capacidad de dar caza a estos gigantes, el número de ballenas azules cazadas anualmente aumentó de forma drástica.
De este modo, se calcula que entre 1930 y 1931 estos barcos cazaron unos 29.400 ejemplares de media sólo en la región antártica. Esta situación sostenida en el tiempo condujo a que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial su población hubiera sido considerablemente mermada, por lo que en 1946 se introdujeron las primeras cuotas que restringían el comercio internacional de ballenas, las cuales, no obstante, resultaron ineficaces debido a que no contemplaban una diferenciación entre especies.
No sería hasta 1966 que la Comisión Ballenera Internacional otorgó protección legal a estas especies, marcando un punto de inflexión crucial en su destino. A partir de ese momento, la población de ballenas azules ha mostrado una lenta recuperación, y según los datos más recientes, se estima que su población mundial se encuentra en torno a los 10.000 individuos.
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