Un enredo arquitectónico.
En una maravilla del instinto, la hembra de la oropéndola de Baltimore teje una bolsa colgante para proporcionar una cuna segura para sus huevos. Una de las claves de su éxito radica en elegir los materiales correctos, por lo que estas atentas futuras madres recorren los alrededores en busca de fibras vegetales largas, fuertes y flexibles para crear una estructura duradera.
Si las fibras artificiales cumplen con sus estándares, también se incorporarán al nido. El macho se detendrá para mirar, pero rara vez ayudará. La construcción suele tardar al menos una semana, pero se sabe que algunas hembras completan la tarea en menos de cinco días.
Las oropéndolas de Baltimore han anidado en la propiedad de la fotógrafa
Sandra Rothenberg desde que era niña. "Siempre me ha encantado observar a las hembras: unas auténticas acróbatas aéreas que recogen pastos secos y largas hebras de crin de caballo de la granja adyacente", explica Rothenberg. "Las aves emplean los materiales para construir sus nidos colgantes en forma de pera. ¡Qué hazañas milagrosas de la ingeniería aviar!"
"Una vez que llegan en mayo tras su larga migración hacia el norte, uso una pequeña persiana para observar a las aves sin molestarlas. Esta hembra apenas aterrizó para agarrar un montón enredado de crin de caballo y fibras naturales de cáñamo y sisal atrapadas en una rama. Estaba rodeada por un velo de encaje, ondeante y diáfano. Luego voló hacia el bosque con su premio atrapado en su delgado pico."
Foto: Sandra Rothenberg.