El nombre de tu moto...
Es curioso como con los años uno va cambiando. Antes, en los primeros tiempos, cada moto que tenía suponía todo un ritual y una historia.
Ritual, porque la compra era un paso muy importante en tu vida, por la gran cantidad a desembolsar, las renuncias que debías hacer, y el compromiso con uno mismo y con la familia. Comprar y tener una moto era extraño, una opción de vida que muy pocos escogían, y en las que las familias, normalmente, tenían mucho que decir.
Otra cosa es que se les hiciera caso. Pero lo que estaba claro es que comprarte una moto no pasaba desapercibido para nadie en tu entorno más cercano. Y meterte en una compra como aquella no era algo que muchas familias estuvieran dispuestas a tolerar.
Y si la compra era un ritual, no digamos el paso decisivo de la venta. Suponía la renovación de los votos, al sustituirla por otra. O, en el peor de los casos, el doloroso y triste final de una vocación motera truncada, bien por la economía, bien por la familia. Y en muchos casos, por ambas a la vez.
Y es que en una España donde lo normal era comprarse un coche y embarcarse en la hipoteca de un piso, ahorrar para una moto o pedir un préstamo para su compra, era casi casi un delito.
Así que muchos acababan por claudicar. Y guardar el mono y las botas...Eso el que tenía la suerte de tenerlos..., que no siempre se daba.
Cambiarse de moto era recomenzar el antiguo ritual de la compra. Antiguo, porque al menos habían pasado 5-6 años, cuando no 8 o 10, incluso más.
Pues una característica era que la moto "te la comprabas para toda la vida".. , aunque luego acabarás cambiándola antes...
Pero esa posibilidad ni se contemplaba. Si tenías la suerte de poder comprar una, una de gran cilindrada al menos, tenía que ser forzosamente para toda la vida...
Eran los tiempos en los que las motos no tenían nombre, aparte claro está que aquel que el fabricante, normalmente japonés, le había puesto.
Mis amigos y yo llevábamos la CBX, la VFR, la GSXR, la CBR...acompañado a lo sumo de un número detrás que indicaba la cilindrada, 600-750-1000.
Nos considerábamos unos privilegiados... Aunque la gente, en verdad, nos señalase con una mezcla de extrañeza y envidia a partes iguales.
Pero en general, éramos gente rara, no entendidos por el común de los mortales.
Algunos, aún más afortunados, llevaban las Japauto, Bimota, Tomcat, Hayabusa, la EXUP... Verdaderas motos con nombres propios que para el público motero definían, sin posibilidad de error alguno, a la moto y a su dueño, aunque más que el nombre de un modelo de renombre (Tomcat, Hayabusa...) en algunos casos se tratara del nombre de una marca (Bimota o Japauto).
Y eso era así, sobretodo, por la escasez de las mismas. Daba igual que vivieras en una ciudad pequeña que en una grande, igualmente en todas ellas el número de moteros con esas motos era escaso, muy escaso.
Ahora, tres y cuatro décadas después, las motos, al igual que antes, siguen teniendo historia. Basta escuchar en cualquier almuerzo motero como cada quien relata la historia de tal o cual moto que tuvo, que ha probado o que conoce muy bien porque la lleva un amigo suyo.
En mi caso, afortunadamente ahora, las motos no me duran muchos años. Las cambio rápido.
Hacer muchos km al año y un mercado que las devalúa rápido, junto a los planes de renovación de modelos de las marcas --especialmente de BMW-- me han orientado a que no pasen más de 40-50.000 km, año y medio-dos años, y ya esté innerso en una nueva compra.
Y es curioso porque en los últimos años, cada una de ellas ha venido con un nombre, identificativo y singular. Y digo curioso porque mi intención nunca ha sido esa.
Es más, casi cuando las compro ya estoy pensando en las posibles candidatas a sustituirlas.
Quiero decir con esto, que sé de su eventualidad calculada. Que ya no las compro como antes, con el apelativo añadido de "para toda la vida".
No necesitan, en definitiva, tener un nombre, pues pronto pasarán a engrosar la fila de "las motos que tuve".
Sin embargo, el nombre, antes o después, surge como una necesidad de pertenencia, de cercanía, de hacerla familiarmente mía para toda la vida.
La saga comenzó en 2014 con "la Estrella", siguió con "la Dama Negra", y continuó poco tiempo después con "Blanquita", con "la Madonna", o con "Bomber", mi RT1250 actual, la que acompaña estas líneas.
No digo que el enamoramiento no sea igual con todas. En eso todas coinciden. Deportivas, trail o Tourer, todas me han robado el corazón durante un tiempo.
Pero, a lo que voy, a la reflexión que da nombre y sentido a este escrito...
Las motos antes no necesitaban nombre, porque dábamos por hecho que formarían parte de nuestra vida. Quisiéramos o no, teníamos la certeza de que iban a acompañarnos muchos años.
Sin embargo, ahora, convertidas por la magia de un mercado consumista, en un producto más, necesitan tener un nombre, uno con el que permanecer por siempre en nuestra memoria.
Así que ya lo sabéis, Bomber es ahora mi moto.
No sé si es un nombre bonito o no. Pero es el de mi moto, y eso la hace especial, muy especial, al menos para mí.
Y os confío una cosa: No me importaría que su nombre terminara por difuminarse si eso es a costa de quedarse conmigo para siempre, de convertirse de nuevo, aunque sea por última vez, en mi "moto para toda la vida".
Javier Bikerman.
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