El problema de la RT.
Desde 2014, que un amigo tuvo la mala idea de dejarme probar su recién estrenada RT LC, vivo en un sinvivir, subyugado y fascinado por la magia de esta moto.
La primera cumplió 72.000 km, en menos de dos años y medio de uso.
Con ella estrenaba Select. Eso me ayudó a cambiarla por la siguiente.
No podía ser otra que una nueva RT. Con otro color, eso sí. Pero la misma moto. Porque por qué cambiar lo que te va tan bien??
Así que negociamos el cambio y la encargué.
Pero la moto no llegaba...
El hábil vendedor me dijo:
"Sabes...? Esa moto de la que me hablas a veces, que tanto te gusta..? Pues sacan una nueva K1600, con marcha atrás, con radio, con "de todo".
Y casualmente tengo una en Madrid. Si te gusta el color, mañana la tienes aquí. El viernes matriculamos y el finde la estrenas".
Al tiempo que una fina pero evidente sonrisa se extendía en mi rostro, una luz se encendía en mi mente: si la RT era buena, la K, sin duda, debía ser mejor.
Ese viernes, como no podía ser de otro modo, estrenaba moto, la Dama Negra, una k1600 GT'17 realmente preciosa.
La moto era todo lo que imaginaba y más.
No obstante...
Cuatro meses y 13000 km después, la cambiaba por una nueva RT.
La fantástica moto, el mejor motor que yo he llevado nunca en una moto, se volvía una moto impráctica en ciudad, en donde mis motos pasan una gran parte del tiempo. Y el calor del verano de La Mancha me obligaba a pensar en mejores opciones.
Pero además, mis compañeros de ruta, fieles a RT y GS, evidenciaban lo evidente: que la K era una moto larga y muy pesada, además de potente.
En las reviradas carreteras de montaña, escenario habitual de nuestras salidas domingueras, me debía aplicar con todo esmero para ir al ritmo del grupo.
También, para no pasarte con el gas.
Y no es que no pudieras ir en cabeza, si querías --la gran Seis lo permite todo--, sino que te pedía, para ir al mismo ritmo, un mayor nivel de estrés.
Mi Blanquita, como llamé a esta nueva RT, la segunda, me devolvió rápidamente al disfrute de las grandes cualidades de esta moto, sobresaliente en todos los medios.
En todos, menos en tierra.
Eso y que cada día gustaba más de las carreteras perdidas, esas en las que abundan los baches y piedras sueltas, hicieron que empezará a mirar cada vez con mejores ojos a las polivalentes, vistosas y abundantes GS.
Así, año y medio después y más de 42000 km, me hicieron pensar en no cerrarme a nada y, ya puestos a cambiar, probar algo diferente. Un cambio de aires.
Algo tenía claro: tenía que ser un bóxer.
Las probé todas: R, RS y GS.
La R me sorprendió y gustó a partes iguales. Pero su ausencia de carenado junto al largo y frío invierno me hicieron descartarla.
La RS me pareció demasiado parecida a la RT, pero algo escasa de carenado y con un manillar demasiado deportivo
De todas, la GS1250 me atraía la que más... Pero encargué la Adventure, por parecerme la más cercana al concepto RT.
Y sí.. , sí pero no. La GSA es una gran moto, y más cómoda a nivel de piernas, pero no es una moto equivalente a la RT. No para mí, al menos.
Ganas en aparente facilidad de uso. Pero solo es aparente. A la hora de la verdad, por dónde va una GSA va una RT.
Únicamente en tierra la ventaja de la Adventure es evidente. Pero cuando te has metido con ella y logras disfrutar, entonces te das cuenta que es mucho mejor una moto más liviana y de menores dimensiones.
Y a la hora de ir rápido de verdad, la rueda de 17 y su menor distancia entre ejes, para un mismo peso, le dan a la RT una mayor solvencia.
Eso, de todos modos, no hubiera sido nada, si no hubiera estado el factor calor. La GSA desprende mucho calor en verano. Quizás como todas las bóxer... pero su peor aerodinámica la lastran en este aspecto.
En ocasiones, el calor llegaba a ser bastante molesto.
Seguramente, si viniera de otras motos, este factor no me hubiera parecido nada grave. Pero cuando has probado las excelencias de una RT en verano, en donde el calor del motor no te alcanza, la también excelente Adventure deja de parecerte tan excelsa, para convertirse en una moto más del montón.
El caso es que tras un año, con confinamiento incluido y más de 26.000 km, sin pensarlo demasiado, la Adventure dio paso a una rojilla RT, en este caso la 1250.
Hoy precisamente, con casi 5600 km recorridos, cumple dos meses.
Sin largos viajes. Solo ciudad, a hacer recados, y salidas de hasta 450 km por los escenarios cercanos a Albacete.
Y la valoración que hago de mi Bomber, el nombre con el que la he bautizado, es que es tan buena moto como siempre, con las mismas virtudes de moto polivalente que los dueños de RT tanto alabamos, mejorada por supuesto en esta última versión; pero además con un problema serio. O, para ser exacto, dos:
1. Que no te cansas nunca de ir con ella.
2. Que después de una RT no hay otra igual. Solo otra RT.
Y las preguntas que me hago ahora son:
¿Cambiará mi opinión algún día?
¿La nueva RT, cuando al fin la saquen, será aún mejor?
¿Seguirán abundando en la polivalencia, o acabarán por hacerla solo mejor deportiva?
Javier Bikerman
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