Ésta es la vuelta que me salió ayer:
A pesar del buen tiempo salí bastante tarde, incluso más de lo que suele ser habitual para mí durante los meses de invierno. No había quedado con nadie, así que sin compromiso de una hora determinada, después de desayunar estuve un buen tiempo zanganeando y jugando con las crías.
Tiré rumbo sur, con carreteras ya casi secas incluso en zonas sombrías, avanzando bastante rápido y cuando las tripas empezaron a pedirme comida estaba ya a punto de encumbrar el puerto de Piqueras. En el interior del túnel de dicho puerto un coche me dio las largas, lo cierto es que el susodicho iba sin luces, así que dudaba, de si me estaba advirtiendo de algún peligro, o era un dominguero/a que desconocía el funcionamiento del mecanismo de los mismos. Ninguno de los siguientes coches, e incluso motos, que me crucé me hizo advertencia alguna.
Por precaución aminoré la marcha a velocidades estrictamente respetuosas con los límites de la vía. Un coche, al que había adelantado durante la subida, se me pegó al culo así que me encontraba un tanto incómodo. Tratando de mantener la velocidad dentro de lo legal pero empujado en cierta manera por quien me precedía. La decisión madura e inteligente hubiera sido aminorar en alguna de las rectas en la que estaba permitido el adelantamiento y darle paso. No sé si esto le ocurre también a alguno de vosotros, pero es que, que un enlatado me rebase cuando voy en moto, siendo esto algo que me ha ocurrido contadas veces, va en contra de mis principios y por tanto es algo que no puedo permitir. De modo que opté por una solución que me permitiera mantener el orgullo y quitármelo de encima; Vi una salida hacia la derecha, bien, rumbo oeste, que era el que quería tomar al estar a esas horas tan al sur.
La señal indica Arguijo, sin especificar la distancia y lo que desde el cruce parecía una vía principal se convirtió en una carreterita que no inducía a pensar que tuviera mucha continuidad a partir del citado pueblo. Amplié el mapa en el Garmin y efectivamente, la carretera se acababa allí y, a pesar de hacer zoom al máximo, la única carretera que me mostraba era por la que yo iba. Así que me paré en la cuneta, entre vacas y un par de pickups de los ganaderos que les estaban dando de comer, saqué el móvil para ver si con el Google Maps veía alguna pista o camino que continuara por allí y no romper otro de mis principios, tratar de avanzar y no dar la vuelta siempre que sea posible. Vaya, no tenía cobertura. Decidí al menos llegar al final de la carretera, ver el pueblo y darme la vuelta.
Cuando se acabó el asfalto, entre las casas del pueblo, vi que continuaba una pista. Mejor no, me doy la vuelta. En ese instante un grupo de chavales de entre 5 y 10 años se apartaron a ambos lados y me hicieron un pasillo hacia la pista. Kaguen, iba de pie, sobre mi moto aventurera, con los críos admirando mi estampa de caballero y haciéndome pensar que seguramente no era el único que hubieran visto aventurándose por el camino que tenía delante. No podía pararme allí junto a ellos y empezar a remar la moto hacia delante y atrás para darme la vuelta. Les levanté la mano izquierda, apreté el depósito con las rodillas y le di gas.
La cosa comenzó bastante bien por la pista, hasta que en un cruce no seguí la vía principal y empeoró mucho. Era ridículo, con hambre, sin cobertura, solo, aquel camino no podía llevarme a ningún sitio. Media vuelta y a buscar la pista principal, la encontré y la seguí otro rato hasta que se convirtió en un cortafuegos.
Ahora ya sí que sí, lo había intentado pero no había otra, había que deshacer el camino y volver a la carretera asfaltada con la esperanza de que al volver a pasar por Arguijo los chavales no me vieran en mi retirada. Nota mental, no fiarme de lo que me puedan inducir a pensar unos niños, hacer más caso al Garmin y menos a mi orgullo, por mucho espectador que tenga.
Afortunadamente encontré enseguida un restaurante en mi vuelta al asfalto, en Almarza.
Solucionados ya los asuntos del hambre y la sed, y habiendo planificado la ruta con el Garmin mientras me tomaba un cortado en la terraza del restaurante, me encaminé de retorno hacia casa.
Disfruté como un enano retorciéndole la oreja por estas carreteras muy bien asfaltadas y desiertas de Soria y Burgos. Hasta que la BU-822 se convirtió en la LR-334 y sobre todo la parcheada LR-113 ya obligaba a bajar el ritmo y trabajar más, yendo de pie para no comerme con la espalda todas sus irregularidades. Si alguien quiere hacer pista, sin tener dudas de si está quebrantando alguna ley o temeroso de que algún Guarda o Seprona le dé el alto para recetarle algo contra el disfrute offroad, le recomiendo que aproveche ahora y se pase por la LR-113 entre Villavelayo y el restaurante Venta Goyo. Están de obras y en el suelo hay más grijo que el mencionado asfalto parcheado.
A partir de aquí de nuevo buen asfalto para disfrutar con la moto de la velocidad. Vi el anochecer, con un cielo rojo/rosáceo, subiendo La Sonsierra y llegué a casa ya de noche.
Y como resumen:
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